Alberto Núñez Feijóo ha presentado su propuesta migratoria y, como era de esperar, no decepciona. O mejor dicho: decepciona justo en la medida en que ya lo habíamos previsto. Porque lo que propone no es política migratoria, es gestión de mano de obra barata, como si estuviéramos hablando de fardos de algodón y no de seres humanos.
Lo de un visado por puntos para controlar la inmigración es una agresión a los derechos humanos y un insulto. En resumen, su idea consiste en “ordenar” la inmigración. Traducción: que vengan solo cuando los necesitemos. Que estén aquí si hay trabajo, y que se larguen cuando no hagan falta. Como si fueran temporeros de quita y pon, como si no tuvieran familia, dignidad, raíces ni derechos.
El PP no quiere inmigración, quiere mano de obra desechable. La quiere sin voz, sin voto y, a poder ser, sin papeles hasta que toque regularizarlos según “la necesidad del mercado”. Es decir, solo cuando haya vacantes en el campo, en la hostelería o cuidando ancianos. Como si no fueran personas, sino herramientas. La propuesta de Feijóo es lo que ocurre cuando se junta el clasismo con el oportunismo electoral: una idea de país donde los inmigrantes son invisibles salvo cuando sirven cafés, friegan suelos o cargan cajas. Y mientras, en los mítines, se dice “con orgullo” que España es tierra de acogida. De acogida, sí. Pero sin derechos.
Lo grave no es solo lo que dice, sino lo que omite a propósito. No habla de integración, no habla de ciudadanía, no habla de arraigo ni de acceso a la vivienda o a la sanidad. Nada de eso. Solo habla de productividad. El ser humano reducido a cifra. A estadística laboral. Se atreve a decir que quiere frenar “la inmigración irregular”, como si no supiera que buena parte de esa irregularidad es el resultado directo de leyes injustas y políticas inhumanas. Como si no supiera que muchas personas acaban sin papeles porque el propio sistema les impide regularizarse de forma justa.
Los medios amigos hacen su parte. Hablan de “invasión”, de “efecto llamada”, de “colapso en los servicios públicos”. Pero no dicen que los inmigrantes sostienen el sistema de pensiones, que limpian nuestros hospitales, que cuidan a nuestros mayores y que trabajan en condiciones que ningún español aceptaría por ese sueldo. Porque el racismo de guante blanco se basa precisamente en eso: usar sin reconocer, explotar sin dignificar.
La pregunta es: ¿para quién quieren gobernar Feijóo? Desde luego, no para los trabajadores, ni para los jóvenes, ni para quienes se levantan a las 5 de la mañana para recoger fruta por cuatro euros la hora. Su propuesta migratoria es un traje hecho a medida de los empresarios que quieren más manos y menos derechos.
Feijóo no habla de inmigración. Habla de esclavitud moderna con papeles. Habla de un país donde los de fuera solo valen si producen, y donde los de dentro siguen creyendo que el problema son los pobres y no quienes los empobrecen.
Esto no es una propuesta. Es una indecencia. No se ordena la inmigración tratando a las personas como piezas de repuesto, se ordena reconociéndoles los mismos derechos que al reto de la ciudadanía.
Si no hay igualdad, no hay justicia.
Y si no hay justicia, lo que tienes no es una democracia, sino una finca.
J.T.
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