viernes, 31 de julio de 2020

Esto no ha hecho más que empezar

Cuando, a finales de febrero, escuché por primera vez a un cantante de ópera italiano ofrecer a sus vecinos un concierto improvisado desde el balcón de su casa me pareció hermoso, pero he de reconocer que también algo patético. Lo consideré el reconocimiento de una impotencia, de lo poca cosa que somos, y además lo veía lejos, me sentía sencillamente espectador de algo que ni por asomos se me ocurría pensar que, en breve, me iba a concernir de una manera directa. A los pocos días estábamos aquí también saliendo a los balcones, aplaudiendo a los sanitarios a las ocho de la tarde, cantando el “Resistiré”, encerrados y acojonados, muy acojonados.

Nuestra capacidad de asimilar lo que estaba ocurriendo, al menos la mía, iba por detrás de la velocidad a la que sucedían las cosas. Nos quedamos en casa, sí, pero pensamos que sería por unos días y punto. El tsunami nos arrollaba y las Fallas de Valencia seguían sin suspenderse del todo, en Sevilla el alcalde se resistía a renunciar a la Semana Santa y a la Feria, y los viernes por la tarde las salidas de las ciudades se llenaban de coches con familias empeñadas en pasar el fin de semana fuera.
Los sanfermines se celebrarían, seguro, hombre, ¿cómo iba a llegar la cosa a julio? Y las ferias de verano, y los conciertos, y el fútbol, claro, sin fútbol no se puede vivir, seguro que esto se arregla en cuatro días. Los cuatro días se han convertido en cuatro meses, casi cinco ya, y solo parece existir una cosa clara: nadie sabe cuánto va a durar esto.

El día en que se declaró el estado de alarma la cifra de contagiados diarios en España era de 1.231 y la de muertos, 30. Dos semanas después, el uno abril, los fallecidos en un solo día llegaron a 950. Fue entonces cuando empezamos a asumir que la cosa iría para largo, pero aún así el 21 de junio cuando, tras doblegar la dichosa “curva”, se acabaron las fases y finalizó el estado de alarma, salimos de estampida a llenar calles, plazas y playas como hacen los niños en los patios del colegio cuando llega la hora del recreo.

Sabemos que ahora, finales de julio-primeros de agosto, estamos viviendo un período de libertad condicional, que la regla de las tres “emes” (Mascarilla, dos Metros de distancia e higiene de Manos) hay que cumplirla sí o sí y que el riesgo no ha desaparecido ni mucho menos. Pero los rituales no se convierten en costumbre en dos días. Cuesta. Para sobrevivir sin neuras, quizás necesitamos creernos que existe menos peligro del que parece, que a nosotros no nos va a tocar. Hasta que nos toca.

Los grandes empresarios se resisten a asumir la evidencia, los pequeños comercios, los negocios de nivel medio aspiran a sobrevivir como sea, la economía peligra como nunca y no hay más remedio que buscar un equilibrio, difícil, que por un lado permita la actividad y por otro no suponga incrementar los riesgos. ¡Qué estrés, qué ansiedad, que desesperante!

¿Qué hacer? La irresponsabilidad de quienes se reúnen en grandes grupos y sin mascarilla hay que cortarla de raíz, es verdad, así como las fiestas nocturnas y tantas otras cosas de las que nos cuesta tanto prescindir porque hacerlo, en cierto modo, es como renunciar a estar vivo. De acuerdo, pero ¿acaso no es una irresponsabilidad seguir promoviendo la llegada de turistas cuando los focos y los rebrotes se cuentan ya en nuestro país por centenares? ¿No es descabellado poner la economía por delante de la salud, de la seguridad, de una cierta tranquilidad que nos permita aguantar sin histerias el tiempo que aún nos queda así?

Entiendo que eso es lo que quiso decir Fernando Simón el pasado lunes, por mucho que lo calificaran de declaraciones “políticas” y al final haya acabado pidiendo disculpas. Es una obviedad que si viene menos gente de Bélgica, o de Holanda, el virus contará con menos víctimas potenciales porque la movilidad, como está demostrado, es ya en sí misma un importante factor de riesgo.

Nos negamos a hacernos a la idea de que esto pueda continuar siendo tan grave, nos resistimos a aceptar que este enemigo invisible condicione de una manera tan seria nuestras vidas, nuestras costumbres y nuestro futuro sin que podamos predecir cuándo demonios acabará la pesadilla.

Es un sencillo orden de prioridades, como ha dejado escrito Rosa María Artal en “La bolsa o la vida”, su libro más reciente. Simón y mucha más gente, la mayoría, elegimos la vida, como es lógico. Los empresarios, los políticos que los apoyan y los yonkies del beneficio apuestan por la bolsa. Punto y seguido. Lo intuimos, pero nos resistimos a asumirlo: esto no ha hecho más que empezar.

J.T.
Difundido en Público

martes, 28 de julio de 2020

Almería: las torres gemelas del Toblerone


Sin duda debe tratarse de un despiste mío. No puede ser que en casi cuatro meses en Almería, la primera vez desde hace muchos años que, debido al confinamiento, me paso tanto tiempo en mi tierra de manera continuada, no haya visto en periódico alguno ninguna noticia, o foto, sobre ese desmán urbanístico que son las Torres Gemelas del Toblerone. Se me ha debido pasar, o no, porque ni su majestad Internet, ni siquiera San Google, me echan una mano para sacarme de dudas.

Como durante casi dos meses solo salí a la calle para comprar alimentos y medicinas no me di cuenta de la monstruosidad, pero cuando ya permitieron pasear un poquito y me di una vuelta por los alrededores de la vieja estación de ferrocarril no me podía creer lo que veían mis ojos justo detrás de la emblemática fachada de la Renfe.

Estaban construyendo, y continúan en ello, dos enormes edificios, dos gigantescas torres de catorce o quince pisos cada una que destrozan el entorno, prostituyen la poca estética que le quedaba a la zona y fijan para siempre esas dos moles de cemento en el lugar más insultante de los imaginables. Agresión que certifica, una vez más, la impunidad con la que se mueven los desaprensivos en esta ciudad sin remedio.

Cuando hace un par de años vi los primeros carteles de la promotora avisando que en esa zona se iban a construir un par de edificios, no tomé conciencia de la espantosa dimensión de la tragedia, entre otras razones porque ningún edificio de alrededor superaba las nueve plantas de altura, ni en Oliveros, ni en la Avenida de Cabo de Gata, y en los planos de promoción no se apreciaba bien. No se me ocurrió pensar que pudieran llegar a tener tanta cara dura.

Donde ahora se están construyendo esos dos engendros de quince plantas cada uno, había hasta hace unos años una especie de mole metálica color granate, cuyas formas recordaban las de los envoltorios del chocolate Toblerone. Con este nombre era como se conocía en la ciudad esa nave triangular construida en los tiempos en que trenes cargados de mineral llegaban hasta allí desde las explotaciones del interior de la provincia para que las vagonetas vaciaran su carga, tras regar convenientemente de polvo las casas de la Ciudad Jardín y el Zapillo, en enormes barcos con inmensas bodegas que esperaban atracados en el puerto.

Cuando finalizó la explotación minera, se empezó a pensar qué hacer con todo ese entorno. Han pasado muchos años y desde hace cuatro, la estación de ferrocarril está por fin en proceso de rehabilitación. Con una lentitud exasperante, pero ahí andan. A su lado, en lugar de apostar por un entorno sostenible se yerguen ahora, insultantes e inapelables, esas dos moles con las que sus promotores, y quienes lo hayan tolerado, decidieron arruinar el entorno para siempre.

El desmán salta a la vista e hiere claramente la sensibilidad de todos aquellos que aún alimentaban la esperanza de que, alguna vez en su historia, la estética tuviera una oportunidad en la ciudad de Almería. Las torres gemelas del Toblerone son una auténtica monstruosidad, pero lo que a mí me llama la atención es lo poco que se habla de ello. Como decía antes, la prensa calla, las radios no dicen ni mú, y una vez más, los carentes de prejuicios hacen con Almería lo que les da la gana. La torres del Toblerone son otro Algarrobico, otro Cortijo de los Genoveses, otro desastre como las tercermundistas conexiones ferroviarias que sufre la provincia, un agravio de difícil remedio dada, sobre todo, la escasa virulencia de las reclamaciones ciudadanas..

En mayo de 1998, apenas a doscientos metros de donde se construyen ahora esas torres infames, fue dinamitada sin piedad una construcción de nueve plantas demasiado cercana al puerto, conocida como la Torre Trino. Para demolerlo, se argumentó que ese edificio era una agresión al entorno, y no encajaba con el nuevo concepto urbanístico pensado para esa zona de la ciudad. Parecía un sueño y, en efecto, en eso quedó porque como podemos comprobar, pasados solo unos años, aquellas buenas intenciones son ya historia y olvido. ¿Cómo es posible?

Lo preguntas y encuentras el silencio por respuesta. En Almería siempre hubo miedo a hablar. Y eso, claro, ayuda a que los especuladores de toda la vida acaben haciendo lo que les da la gana sin que nadie se les enfrente ni diga hasta aquí hemos llegado. ¿Que la ciudad es fea? Que lo sea. Así viene menos gente. ¿Que está incomunicada por tren? Mejor, así tenemos menos moscardones. ¿El Algarrobico, el Cortijo de los Genoveses…? Tampoco será para tanto, hombre, anda, relájate. Y si continúas insistiendo, acaban mirándote como bicho raro, como una mosca cojonera a la que están deseando quitarse cuanto antes de encima. ¿Cuándo te vas?, acaban preguntándote.

J.T.

Publicado en Confidencial Andaluz

lunes, 27 de julio de 2020

El chico de los reproches


1. Reprocho al Gobierno que no confinara antes del 14 de marzo.

2. Reprocho al Gobierno que nos quite libertad con el Estado de Alerta y le hago responsable del parón de la economía.

3. Reclamo a Sánchez nuevo Estado de Alerta cuando descubro que la descentralización no funciona.

4. Reclamaré a Sánchez libertad si nos vuelve a confinar y le haré responsable del paro y del cierre de empresas.

Y así sucesivamente. ¡Pesao!


J.T.

En facebook y twitter, a fecha de hoy

Ayuso, ese peligro viviente


Isabel Díaz Ayuso es la reencarnación de Esperanza Aguirre, pero en burdo. Sin duda fue una buena alumna de la marquesa trilingüe, pero le falta el poso. Aguirre era pendenciera, descarada, mandona e implacable. Ayuso apunta maneras, pero para sacarse todo el partido a sí misma igual tendría que quitarse de encima a Miguel Ángel Rodríguez, un gurú amortizado cuyas técnicas de comunicación han quedado obsoletas. No creo que el amoral de Bannon le tenga en buena consideración.

Si Ayuso continúa de presidenta de la Comunidad de Madrid es porque la correlación de fuerzas en su partido, entre quienes se llevan las manos a la cabeza cada vez que habla y quienes se sienten identificados con sus salidas de pata de banco, de momento está a favor de estos últimos.

Ayuso produce vergüenza ajena. Si yo perteneciera al círculo de sus afectos hace tiempo que hubiera intentado aconsejarle: sé todo lo cabrona que quieras, le diría, borde, e incluso malvada pero por favor no seas ridícula, piensa bien lo que vas a soltar antes de abrir la boca que todo aquello que digas quedará grabado para siempre y cuando pase toda esta vorágine es posible que te arrepientas.

Pero ella sigue montada en el burro, jaleada por la cohorte de incondicionales que se divierte con sus astracanadas y, toda ufana, lo mismo te llora, que te insulta, que te miente, que te posa cual virgen dolorosa, con los brazos cruzados, vestida de negro y mirando al infinito al tiempo que contrata comida basura para los niños durante la pandemia y curas para los hospitales que, como todo el mundo sabe, es prioridad máxima.

Cada año que pasa con el Partido Popular al frente de la Autonomía madrileña, y van veinticinco, las cosas empeoran. Que la Comunidad todavía resista sin que se resientan los goznes solo puede ser debido a la enorme fortaleza del engranaje económico, político y social de Madrid. Se ha ido de mal en peor; de Gallardón a Esperanza, de Esperanza a Ignacio, a Cristina y ahora…. ¡madre del amor hermoso!

Claro que los socialistas tampoco pueden tirar cohetes. Nada que ver el binomio Leguina-Gallardón, por mucho que ambos hayan desmejorado terriblemente con el paso del tiempo. Cuesta trabajo entender la estrategia como líder de la oposición de este Gabilondo melifluo, que teniéndolo a huevo como lo tiene para hacer sangre solo con remangarse, ande pidiendo perdón cada vez que critica o propone algo.

No lo entiendo. No entiendo nada, y me desalienta imaginar las perspectivas de lo que le espera a la Comunidad. Desde la traición de Tamayo y Sáez, allá por el 2003, parece que pesa una maldición sobre Madrid que no hay manera de sacudirse. Los populares van haciendo fosfatina todo lo que tocan y no parece que la cosa vaya a mejorar a corto plazo. Los colegios, los hospitales, las instituciones en general, todas son un desastre, mal gestionadas, con indicios de corrupción en cada esquina y la privatización haciéndose carne, con el mayor descaro, cada vez que surge la menor oportunidad.

De Telemadrid, la televisión pública de la Comunidad mejor ni hablamos porque, en línea con sus hermanas autonómicas y con la televisión del Estado, es un verdadero coño de la Bernarda. Un director general intentando sobrevivir haciéndonos creer que está por encima de la presiones del gobierno regional, pero luego ves los informativos, la programación en general, y cada día que pasa se la cogen más con papel de fumar, no vaya a ser que algo de lo que cuenten, o como lo cuenten, pueda acabar soliviantando a la doña.

Los espectadores parecen importarles un pimiento: primero salvar su culo y hasta que un día nos levantemos, ya lo verán, y descubramos que la dirección se ha rendido a Ayuso con armas y bagajes, para que ella y sus allegados entren en las dependencias cual elefante en cacharrería y conviertan la tele pública, ya sin complejos, en el órgano oficial de propaganda que ya fue en los tiempos gloriosos de Aguirre.

“Mi mamá dice que tonto es el que dice tonterías”, comentaba Tom Hanks en Forrest Gump. En el caso de Ayuso, la cosa parece que funciona de otra manera: aunque diga tonterías, y a fe que dice muchas, puede que de tonta tenga menos de lo que pensamos. Y si es tonta, a fe que es una tonta peligrosa.

Es verdad que Casado tampoco es que sea un lumbreras, pero Casado no gobierna y ella sí. Y su manera de manejar el presupuesto, sus salidas de tono y sus despropósitos nos atañen, condicionan nuestras vidas y las pone seriamente en peligro. En esas estamos.

J.T.

Publicado en La Última Hora

viernes, 24 de julio de 2020

Casado, el inconsistente

Estaba pensando en elaborar un artículo con frases suyas pero no es necesario. Si la definición de cultura es “aquello que nos queda cuando se ha olvidado todo lo que aprendimos”, para definir a Casado no hace falta recordar sus frases, que más que frases son exabruptos. No hace falta recordar los despropósitos que suelta porque con el efluvio basta y porque sus intervenciones andan presididas por una idea básica y directa: odiarás al Gobierno de coalición sobre todas las cosas, mentirás, insultarás y le darás la vuelta a cuanto digan o hagan para ver por dónde los atacas. Aunque te contradigas a ti mismo.

Casado sabe que preside el PP por defecto, que lo pusieron ahí, tras el congreso que su partido celebró hace dos años, porque de lo que se trataba era de que no ganara Soraya. La inseguridad que eso le supone la transmite en cada paso que da, en cada gesto que hace, en cada palabra que pronuncia. No es un líder, es un producto kleenex, sintético, material de usar y tirar cuando consideren que ya se han sonado los mocos bastante con él.

Lo están dejando que se queme, que haga el trabajo sucio a ver qué rasca, basta con que no hunda el partido más de lo que está. Tonto útil, en definitiva, que será convenientemente desplazado por algún mirlo blanco hasta ahora a buen recaudo, bien escondidito o escondidita hasta que llegue el momento culminante de la meta.

De momento, que sea Casado quien se faje con sus Egeas, Cayetanas, Marotos y Montesinos, extraña macedonia en la que se mezclan pipiolos, lechuguinos y mal encarados cuyo único requisito es que sepan encanallar el ambiente cuanto más mejor por si acaso acabara cayendo la breva.

Les está ocurriendo como a aquellas madrastras de los cuentos infantiles (Blancanieves, Cenicienta…), que hacían todo lo posible por putear a la protagonista joven y guapa y siempre acababa saliéndoles el tiro por la culata. Y no lo soportan. Se les ve en los avinagrados gestos con los que comparecen ya sea en sus intervenciones en el congreso, en las ruedas de prensa o en los canutazos: a medida que el Gobierno de coalición va saltando vallas, más se los llevan los demonios: que si la gestión del estado de alerta, que si el acuerdo europeo…ponen palos en las ruedas sin parar sin que llegue ese momento de fracaso con el que sueñan tanto ellos como su larga nómina de voceros mediáticos.

Esa agresividad denota, como ha dicho el vicepresidente Iglesias, la “incomprensión histórica del momento y su frustración porque el Gobierno que trataron de evitar a cualquier precio vaya a pilotar una modernización de nuestro sistema productivo con el respaldo político y económico del acuerdo en Europa”.

Como ocurre con las frases del líder del PP, de las primeras páginas de los periódicos tampoco hace falta hablar porque no hay día sin infamia. Fuego a discreción, leña al mono hasta que… vete tú a saber, descubran (ellos o quienes les sustituyan) que en algún momento habrá que apostar por una gestión coordinada y una convivencia menos encanallada.

El Gobierno de coalición va a durar y los que verdaderamente mandan lo saben. Esa es la razón por la que están dejando que Casado se vaya quemando a fuego lento, que se siga empeñando en reproducir los peores modos y maneras del ala más dura de su partido capitaneada por Aznar hasta que se achicharre definitivamente. ¿Tiene proyecto Pablo Casado? Porque de lo que dice y hace no se deduce tal cosa; habla, grita, insulta, pero ni ofrece ni propone nada.

Casado es un líder inconsistente. Ni para malo de la película vale. Y va quedando claro que no tiene nadie a su lado que se atreva a decirle el ridículo tan espantoso que está haciendo. O sí, pero se callan.

J.T.

Difundido en Público

lunes, 20 de julio de 2020

Filólogos cabreados


Nunca pensé que llegaría a vivir la práctica desaparición del Latín y el Griego de los planes de enseñanza. Según la plataforma creada en defensa de los Estudios Clásicos, si la nueva Ley que está preparando el Ministerio de Educación acaba aprobándose en los términos que se proponen, las lenguas clásicas dejarán de estudiarse por primera vez en la Enseñanza Media española desde 1857.

A partir de ese momento, 163 años después, solo quedará en la ESO una materia que se llamará Cultura Clásica, optativa para más inri. Esto significa que acabará diluida entre un sinfín de optativas más y que cada Comunidad Autónoma podrá decidir qué hace con ella. En resumen, un paso previo a la desaparición para siempre de la posibilidad de que los estudiantes más jóvenes sepan siquiera que alguna vez existieron unas lenguas llamadas Latín y Griego. Una sentencia de muerte.

Se mire por donde se mire, es un verdadero despropósito. Comparto los argumentos de las asociaciones que defienden el mantenimiento del Latín y el Griego como materias a cuya enseñanza no se debe renunciar. La Sociedad Española de Estudios Clásicos está promoviendo una campaña en busca de apoyos entre instituciones y personalidades a la que se ha sumado la Real Academia de la Lengua y en la que colaboran distintas asociaciones que conforman una plataforma llamada “Escuela con Clásicos”.

Hace unos días escribieron una carta a la ministra Isabel Celáa en la que recuerdan que la desaparición del Latín y el Griego del sistema de enseñanza “representa una pérdida irreparable en términos de formación y de información no solo humanística, sino general” para los futuros ciudadanos de este país.

Si el Latín es la base de la mayoría de las lenguas de la Península Ibérica y otras muchas del resto de Europa, el Griego es el origen de buena parte del vocabulario científico y técnico universal. La Cultura Clásica es la única oportunidad que muchos estudiantes pueden tener en su vida de acceder a la literatura, el arte, la filosofía e incluso la política. Es decir, de comprender algo mejor la civilización a la que pertenecemos.

Para luchar por el mantenimiento de la enseñanza de las lenguas clásicas, sus defensores están recurriendo a cuantos medios tienen a su alcance. Hacen bien, y creo que aciertan, al entrar en el mundo de las redes sociales para propagar y defender sus objetivos. Todos los medios son pocos. Han creado el hashtag (etiqueta) #SinLatínYGriegoNoHayFuturo, muy utilizado sobre todo por una cuenta en twitter llamada “Filólogos cabreados” que suma casi 16.000 seguidores y en la que a diario difunden sus argumentos:

“Menuda contradicción –escribían hace poco en uno de sus muchos mensajes- llamar “lenguas muertas” a aquellas que han hecho que hoy en día nos podamos comunicar”.

“¿Podéis entender que esto es un problema global y va más allá de vuestro ego? –se preguntan- Hay quien dice que estudiar Latín o Griego no les sirvió de nada –continúan- pero “seguro que a mucha gente tampoco le sirvió Química y nadie se plantea quitarla”.

“El asunto de Latín y Griego no debería atañer solo a las Humanidades, precisan, sino a cualquiera interesado por la cultura, por la educación y la diversidad. Quieren crear máquinas y cada vez están más cerca, quieren entes mecánicos sin capacidad de reflexión. Ese neoliberalismo que busca individuos que sean buenos emprendedores pero con poca formación no es el que debe imponerse”.

Llevan razón: las Humanidades nos ayudan a estructurar la mente y a entender mejor el mundo, a expresarnos con más propiedad y mayor riqueza de vocabulario… La campaña en redes recuerda que las materias clásicas continúan siendo obligatorias en países como Italia o Francia y se propone conseguir, dado que aún se está a tiempo, que los políticos rectifiquen.

¿Conseguirán su objetivo los promotores de estas campañas? No está claro, pero sería triste que fuese una batalla perdida. Nuestros hijos y nietos no pueden desconocer un patrimonio tan importante como el de la Cultura Clásica.. El mundo de las tecnologías, útil, irrenunciable y símbolo de la apuesta por la modernización y el futuro no ha de ser incompatible con estudiar filosofía, literatura o lenguas clásicas durante los años en que los jóvenes son una esponja. Tenemos la obligación de amueblar sus mentes lo mejor posible y evitar que les roben esa posibilidad. De lo contrario, serán más pobres para siempre.

Hago mías las peticiones de las asociaciones que están empezando a movilizarse para salvaguardar el legado clásico y que podrían resumirse en lo siguiente:

1. La recuperación de la Cultura Clásica en la ESO como materia obligatoria, tal y como lo ha sido hasta ahora, y en igualdad de condiciones con asignaturas como Geografía, Historia, Física y Química, Biología y Geología, Música y otras.

2. El rescate del Latín y del Griego como materias obligatorias en el itinerario de Bachillerato de Humanidades, junto con Historia, Filosofía, Literatura, Historia del Arte y el resto de materias núcleo de los estudios humanísticos.

Si no queremos ver crecer generaciones cada vez más analfabetas, esto tiene que ser posible. Han de conocer lo que es nuestro patrimonio más importante, las lenguas que fueron origen de otras que luego se extendieron por una buena parte del mundo y acabaron transmitiendo la cultura y los conocimientos que explican de dónde procedemos y, muy probablemente, por qué somos como somos.

J.T.

PD. Para quien tenga interés en ampliar información sobre el tema, incluyo aquí algunos vínculos que pueden resultarle útiles:

http://www.estudiosclasicos.org/nuestros-estudios/escuela-con-clasicos/#:~:text=ESCUELA%20CON%20CL%C3%81SICOS%20es%20una,lat%C3%ADn%20en%20la%20ense%C3%B1anza%20secundaria.

https://www.escuelaconclasicos.org/

https://www.facebook.com/filologoscabreados

https://twitter.com/FilolCabreados

https://filologoscabreados.wordpress.com/

http://www.culturaclasica.com/?q=asociacion 

http://www.selat.org/ http://www.estudioshumanisticos.org/

http://www.hispanohelenica.org/ 

http://fundacionpastor.es/

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Publicado en Confidencial Andaluz

domingo, 19 de julio de 2020

Los toros no son una prioridad

Las corridas de toros pierden aficionados al tiempo que aumenta la cifra de partidarios de su desaparición. Los adversarios de la fiesta piensan que quienes todavía porfían por matar toros en los ruedos ya están muertos y no lo saben. Muertos como toreros, claro está.

Que en un momento como el que estamos viviendo, con urgencias económicas y sanitarias de primer nivel aún sin atender, el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid se dediquen a anunciar medidas de apoyo al mundo de la tauromaquia, no deja de ser un desafuero más del dúo dinámico pepero que gobierna esas dos instituciones y un reconocimiento explícito del pésimo futuro que le espera a los festejos taurinos.

Díaz Ayuso y Martínez Almeida sellaron este viernes un protocolo para recuperar la escuela taurina municipal a la que Manuela Carmena retiró la subvención, con lo que consiguen prolongar la agonía de una actividad cada vez más impopular argumentando que “los toros son un elemento que vertebra la sociedad española”, ahí queda eso.

¿A qué sociedad española se estarán refiriendo Almeida y Ayuso? ¿Con qué protagonistas? ¿Con esa retahíla de jóvenes matadores, la mayoría carne de invitados a los programas de Bertín Osborne, firmes apoyos ellos de los partidos de ultraderecha?

No solo se trata de Madrid; en Andalucía, el pasado 8 de junio Juanma Moreno, presidente andaluz, se comprometió a ayudar al sector “en todo lo que pudiera”, y para ello ha decidido eliminar las tasas administrativas derivadas de la organización de los festejos taurinos y reducir al cincuenta por ciento los gastos de seguros.

No dejan de ser manotazos en el agua a la desesperada. Manotazos que nos cuestan dinero a todos. Ni la fiesta goza del suficiente predicamento (en buena parte del país, ya no se celebra ninguna corrida de toros), ni sus protagonistas tienen nada que ver con los toreros de hace décadas. Nada que ver, por ejemplo, con aquel Ignacio Sánchez Mejías, cuya muerte inspiró uno de los poemas más conocidos de García Lorca; ni con Juan Belmonte, a quien Manuel Chaves Nogales dedicó su libro “Juan Belmonte, matador de toros”, una personalidad inquieta con tantas ganas de aprender que viajaba con las maletas llenas de libros.

Hoy no sería explicable la fascinación por la fiesta de los toros que al parecer sintieron novelistas como Ernest Hemingway o cineastas como Orson Welles. No se atreverían, ¿o sí?  Uno de los efectos de la modernización de España, de habernos ido haciéndonos algo más civilizados con el paso del tiempo (aunque en algunos casos habría matices) es que vamos dejando de ser interesantes para extranjeros en busca de exotismos tercermundistas. Algo es algo.

Por mucho que a intelectuales de hoy y a algún cantante moderno que otro le guste ir a la plaza para ver a José Tomás, por ejemplo, no me imagino yo a ningún torero de los de ahora poniendo dinero como hizo Sánchez Mejías, que también era escritor, para organizar el acto fundacional de la llamada “Generación del 27”, una reunión que tuvo lugar ese año del siglo pasado en el Ateneo de Sevilla como homenaje a Góngora y a la que acudieron, entre otros, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Rafael Alberti o Federico García Lorca.

Los tiempos han cambiado y esa liturgia que rodeaba al mundo de los toros ha ido degenerando ¿Le dedicaría Picasso, a día de hoy, tanta atención en su obra pictórica al fenómeno de la tauromaquia? El retroceso de la fiesta, su impopularidad y su decadencia parecen técnicamente imparables.

El asunto es complejo, aunque los toreros actuales, al menos los que más gustan del protagonismo al margen de su oficio, los que más salen en las revistas y en las teles, se están encargando de simplificarlo, quizás sin ser demasiado conscientes de lo que hacen. Ellos mismos se van a acabar cargando la fiesta por el mal estilo y la poca inteligencia que demuestran al mezclar churras con merinas, protestar creyéndose los reyes del mambo y significarse políticamente, en la mayoría de los casos a favor de causas manifiestamente hostiles a políticas progresistas.

Llevan razón quienes se oponen a la existencia de los espectáculos taurinos: los matadores de toros están más muertos cada día que pasa. Como toreros, claro. Será lento, pero el asunto tiene poca marcha atrás y "la fiesta" se irá extinguiendo lentamente. Por mucho dinero que se empeñen en inyectarle políticos como Ayuso, Almeida o Juanma Moreno.

J.T.

Artículo para Público

miércoles, 15 de julio de 2020

¡Cordón sanitario para Vox ya!





El problema es que vamos tarde. El problema es que lo que le dijo Antonio Papell a Espinosa de los Monteros este martes en Los Desayunos de Tve deberíamos estar diciéndoselo todos los periodistas demócratas a los ultras cada vez que sueltan una astracanada en un medio de comunicación: “No tengo nada que preguntarle, señor, porque nada de lo que pueda decir me suscita interés… A la extrema derecha hay que ponerle un cordón sanitario”.

Desde que llegaron al Parlamento, los ultras se comportan como si tuvieran barra libre en las instituciones y en los medios públicos, barra libre que usan para atacar a esas mismas instituciones y a sus representantes.

Y eso una y otra vez, sin que nadie diga hasta aquí hemos llegado, sin que nadie recuerde que a quienes quieren acabar con las libertades no se les puede otorgar la cancha que buscan para conseguirlo. No se puede ser tolerantes con los intolerantes, porque eso es aceptar jugar con las cartas marcadas y en tal caso siempre acabarán ganando ellos.

La técnica que usan es tan burda como conocida: repetir mentiras mil veces hasta que se acaban convirtiendo en verdad: puro nazismo. Ya sé que es obvio, pero si ellos se repiten, ¿por qué no nosotros también?

¿Por qué nadie pone pie en pared frente a todo esto? El cordón sanitario, como recordó Papell este martes, es necesario ejercerlo. Cada vez que hablan, habría que apostillar, y para que los menos avezados no se despisten, recalcar el carácter anticonstitucional de muchos de los postulados ideológicos del partido de la ultraderecha en España, el carácter abiertamente injurioso de buena parte de sus manifestaciones…

Si lo hacen en el Parlamento, en el Senado, que lo hagan, pero ¿tenemos los medios que dar cuenta de lo que dicen sin responderles? ¿Por qué las contestaciones en el Congreso y en el Senado de los políticos de la izquierda a los ultras, en concreto las de los dos partidos que conforman el Gobierno de coalición, no obtienen el adecuado reflejo en los medios, no ya privados, ni siquiera públicos?

Lo siento mucho, pero no tengo más remedio que volver con el raca-raca cuando hablo de la televisión pública del Estado: ¿es necesario otorgarle tanta cancha a los ultras, por qué? Los demás países de la Europa civilizada no lo hacen, ¿por qué nosotros sí?, ¿que criterios de ecuanimidad utilizamos para tenerlos día sí día no en pantalla insultando, mintiendo y soltando atrocidades anticonstitucionales?

Eso se tiene que acabar ya. Eso no es bueno para nuestra salud democrática ni para nuestro futuro de convivencia en paz, ni para la prosperidad y el bienestar de los ciudadanos de este país. No es bueno para nadie. Con todos los respetos, somos unos puñeteros pardillos y los ultras nos están comiendo la tostada. Ellos lanzan el cebo y nosotros picamos, reproducimos y ampliamos sus mensajes.

No, la democracia no puede ser esto, la pluralidad no puede ser esto, la libertad de expresión no puede ser esto. Que alguien haga algo ya, por favor. Hace seis meses que tenemos un Gobierno de coalición progresista. ¿De verdad es tan difícil buscar la manera de pararle los pies de una vez a los fascistas en los medios públicos?

Basta, como comprobamos la mañana de este martes en los desayunos de Tve, con que alguien como Antonio Papell resuma en un sujeto, un verbo y un predicado lo que tantos llevan tanto tiempo con ganas de oír y los periodistas tenemos la obligación de decir: “No tengo nada que preguntarle, porque nada de lo que pueda decir me suscita interés… A la extrema derecha hay que ponerle un cordón sanitario”.

Pues a ello; y a quien corresponda, me permito decirle: ¡Manos a la obra, ya! Que vamos tarde. Ya sé que soy repetitivo, pero más cansinos son los ultras y ahí los tenemos, insultando sin pudor y buscando el mal rollo permanente mientras se ríen en nuestra cara. Y les da resultado.

J.T.

Publicado en La Última Hora

lunes, 13 de julio de 2020

El hotel de Los Genoveses

Como esto no pretende ser un crónica exhaustiva sino un humilde artículo de opinión, voy a ver si consigo resumir, para quien no esté al tanto, qué demonios está pasando con el dichoso hotel de 30 habitaciones que quieren construir en el Parque Natural de Cabo de Gata, en el cortijo “Las Chiqueras”, a menos de un kilómetro de la llamada playa de Los Genoveses, paradisíaco enclave que hasta ahora había conseguido salvarse de la invasión de chiringuitos, apartamentos turísticos y demás devastadores.

Primera reflexión: El parque natural de Cabo de Gata ha llegado vivo hasta nuestros días por pura casualidad.

Segunda consideración: Es verdad que la vocación natural del PP en materia de edificabilidad es depredadora pero, en lo que concierne al Parque Natural de Cabo de Gata, hay que decir que tampoco los socialistas pusieron nunca demasiado empeño en su preservación. Los lindes del parque están rodeados de centenares, cuando no miles, de invernaderos. La conservación y el mantenimiento de una zona en la que el agua escasea deja mucho que desear, y el tan denostado hotel de El Algarrobico, en el municipio de Carboneras ahí continúa, viendo pasar los años sin que nadie se ponga a la faena y lo derribe de una vez.

Tercero: Si para el conjunto de la prensa andaluza el asunto del Cabo de Gata ha sido siempre un tema menor, en lo que concierne a la prensa y demás medios de comunicación almerienses, el tratamiento de esta cuestión ha consistido por lo general en templar gaitas rozando el servilismo en muchas ocasiones.

Cuatro: El cortijo "Las Chiqueras" que quieren convertir en un hotel de 30 habitaciones es solo la punta del iceberg, un precedente que si continúa adelante significará que en poco tiempo habrá varios cortijos más que solicitarán la misma rehabilitación y San José, Mónsul y Cortijo Genoveses acabarán albergando en su entorno “bonitos” hoteles que significarán el fin de una época de aislamiento casi idílica. Aunque haya sido por casualidad.

Cinco: Es verdad que las asociaciones ecologistas están moviendo el patio ahora, pero hasta para este tipo de organizaciones el Cabo de Gata es el gran olvidado. Aunque resulte paradójico, la zona ha conseguido llegar hasta hoy como está más por la vocación caciquil de sus antiguos propietarios que por las protestas o el activismo de los conservacionistas.

Seis: El cortijo “Las Chiqueras”, que forma parte de una hacienda mucho más grande conocida como “El Romeral”, era propiedad de una señora conocida en Almería como Doña Pakyta. Falleció en 2014, con 103 años y sin hijos. Sus herederos, algunos de ellos estrechamente vinculados al Opus Dei, no parecen demasiado dispuestos a renunciar a explotar, si se lo permiten, tan “suculento” patrimonio.

Siete: La Consejera de Agricultura por el Partido Popular en la Junta de Andalucía, que para colmo es de Almería, ya ha dado el visto bueno a la “rehabilitación”, término que encubre una intervención integral en toda la parcela. La mayor parte de ladrillos que todavía se mantienen en pie en el complejo serán demolidos y, por mucho que lo nieguen ahora, el resultado será una construcción prácticamente nueva que nada tendrá que ver con lo que existe hasta ahora. En roman paladino: llamarle reconstrucción a lo pretenden hacer es un camelo, una tomadura de pelo en toda regla.

Y resumiendo: Los veteranos del lugar dan el contencioso por perdido, a pesar de las doscientas mil firmas recogidas en contra de la iniciativa. El cortijo se rehabilitará, los clientes de ese presunto hotel tan chic se sucederán y Almería perderá una batalla más de las muchas que lleva perdiendo toda su vida. La cultura de la protesta nunca fue el fuerte de mis paisanos. Si una cosa así estuviera ocurriendo en cualquier otra zona del resto de España, haría ya mucho tiempo que habrían saltado chispas. Y, por supuesto, el hotel no se pondría en funcionamiento, por mucho que fueran partidos de derechas los que estuvieran gobernando en la Autonomía correspondiente.

J.T.

P.D. Para los interesados en entrar en detalles, traslado aquí los vínculos de algunos artículos que se han ocupado del tema durante los últimos días:

https://www.elconfidencial.com/espana/andalucia/2020-06-27/los-herederos-de-dona-pakyta-madrina-del-cabo-de-gata-tras-el-hotel-de-la-polemica_2658148/

https://elpais.com/sociedad/2020-07-08/asi-es-el-polemico-hotel-en-el-parque-de-cabo-de-gata-corrales-convertidos-en-habitaciones.html

https://www.lavozdealmeria.com/noticia/12/almeria/196749/los-promotores-de-genoveses-el-proyecto-es-un-ejemplo-de-turismo-sostenible

https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/196970/el-hotel-de-los-genoveses-esto-no-va-de-arquitectura

Publicado en Confidencial Andaluz

sábado, 11 de julio de 2020

¿Bárcenas, Rato, Matas, Correa? ¡Unos aprendices!

Me imagino a Luis Bárcenas en su particular confinamiento comentando con sus próximos las novedades que vamos conociendo sobre el emérito y su fortuna: Soy un pringao, seguro que cuenta, al lado de lo suyo lo mío es puñetera calderilla.

O a Francisco Granados, pobre, que lo que se dice in fraganti solo le han pillado un milloncejo escaso en una maleta escondida en el trastero de casa… ¿Lo de Camps, lo de Zaplana, lo de Mata, lo de Ignacio González? ¡Pecata minuta! Contar billetes en un coche, como hacía Alfonso Rus, alcalde de Játiva, ¿recuerdan? “Diez mil, once mil, doce mil…” ¡Menuda horterada!

Si Jesús Gil viviera aún, seguro que estos días se estaría subiendo por las paredes. Y yo que pensaba que no había nadie más listo!, andaría gritando por los pasillos de aquel su famoso club financiero marbellí. Nunca consiguió sacarle tanta pasta a los amigos del Golfo.

¿Y de Rodrigo Rato, qué me dicen ustedes? Seguro que no da crédito, él, con sus modestas tarjetas black… Ni siquiera lo que se llevó crudo por otros lados tiene punto de comparación. Seguro que nunca llegó a sacar mensualmente cien mil euros del banco durante cuatro años seguidos! 

Correa, el Bigotes, y compañía, a ver, ¿cómo es que ninguno de ustedes tuvo jamás el detalle de transferirle a alguno de sus amores 65 milloncitos de nada “por gratitud y por amor”? ¡Pardillos!

Pedrojota, Rubido, Marhuenda y compañía han vendido toneladas de papel con escándalos de tres al cuarto en primera página. ¡Qué pena que los periódicos estén de capa caída justo ahora! En el caso de ABC y La Razón, ni con la excusa de levantar ventas se atreven a llevar el escándalo real en portada. Cuando no tienen más remedio que hablar del asunto, lo hacen de puntillas y en ridículos faldones de páginas par.

Cuarenta y cinco años de tabúes, de comentarios de alto voltaje en las redacciones que nadie se atrevía a publicar, han saltado por los aires. Oigo ahora las radios, incluso las teles, leo informaciones en celulosa o en el ciberespacio y reconozco que, tras tantos años de escuchar estas cosas en voz baja, no consigo acostumbrarme del todo a que por fin se hable sin pelos en la lengua sobre los tejemanejes de una persona que durante lustros y en nombre de la bendita inviolabilidad, hizo de su capa un sayo sabiendo que estaba protegido por un blindaje que para él, y a la vista de los resultados, significaba un verdadero chollo que le permitía llevar una vida de película.

El miércoles 8 de julio fue la primera vez en la historia reciente que un presidente del gobierno de España decidió dejarse de pamplinas a la hora de hablar de las investigaciones al rey emérito. Esto fue lo que dijo textualmente Pedro Sánchez: "Estamos siendo testigos el conjunto de la población española de informaciones inquietantes que nos perturban a todos, a mí también. Primero, hay medios de comunicación que no miran para otro lado, al contrario, se hacen eco de esas informaciones; en segundo lugar, hay una Justicia que está actuando y en tercer lugar, y esto es algo que agradezco, la propia Casa Real está marcando distancias sobre esas informaciones".

La trascendencia de la declaración no debió parecerle tal a ningún medio escrito en papel; el miércoles 9 solo aparecía en la primera de El País en un recuadro a la izquierda, abajo y a una sola columna. El Correo lo refirió en un faldón a tres columnas casi abajo del todo y para el resto no existía la noticia. Solo La Vanguardia abrió arriba y a cuatro: “Sánchez agradece a la Casa Real que se distancie del rey Juan Carlos”.

Me imagino a Iñaki Urdangarín, también en su particular y cómodo confinamiento, descojonándose por lo bajito: me dejasteis tirado, ¿no? ¡pues ahí tenéis ahora!

No quiero ni imaginarme la próxima cena de Navidad en familia, tampoco el discurso de Nochebuena del rey joven, que desde su desafortunada intervención televisiva el 3 de octubre del 17, a propósito del 1-O en Catalunya, cada vez que comparece en clave institucional lo hace peor.

Hay que reconocer que su padre ahí lo bordaba. De hecho, ha conseguido resistir décadas a costa del discurso del 23-F. Y de discurso en discurso ha ido llevando la inviolabilidad con el arte suficiente para que el resto de asuntos fueran quedando en la trastienda. Hasta ahora.

Queda mucho trabajo por hacer con el subconsciente colectivo hasta que consigamos quitarnos de encima esa especie de pudor y prevención aún existentes a la hora de hablar con claridad sobre las “presuntas” irregularidades del rey emérito. En el mundo del periodismo se nota bastante. Sin ir más lejos, el otro día en twiter un colega de los que en ocasiones suele mojarse, calificaba sin embargo de “fuerte” la declaración de Sánchez sobre el escándalo del rey Juan Carlos que he citado más arriba. ¿Fuerte... o lógica? –le contesté. Ya era hora de que algo empezara a moverse, ¿no? Vamos tarde, bastante tarde.

J.T.

martes, 7 de julio de 2020

Echenique, Vallés y la libertad de expresión

¿Quién apoyó a mi compañera Patricia López cuando, tras empezar a desnudar en el diario Público las inmundicias de las cloacas de Interior, hace cinco largos años, no dejó ya de ser insultada ni amenazada hasta hoy? Desde entonces no han parado, cerrándole las puertas además para intervenir en alguna que otra tertulia.

¿Quién ha apoyado a Virginia P. Alonso y a Ana Pardo de Vera cuando, en su condición de directoras de Público, han sido víctimas de provocaciones, bulos, fakes y presiones varias?

¿Quién ha salido en defensa de Cristina Fallarás cuando ha sufrido todo tipo de intimidaciones y acosos?

¿Dónde están las proclamas de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas Españoles) contra Abascal cuando éste ha arremetido contra Elisa Beni?

¿A qué ha venido, pues, ese sospechoso cierre de filas en torno a Vicente Vallés, conductor del informativo nocturno de A3 Televisión, tras un comentario sobre su trabajo hecho público el pasado fin de semana por Pablo Echenique? Esto fue lo que escribió el portavoz parlamentario de Unidas Podemos: “En realidad lo que le pasa a Vicente Vallés es simple, y es lo mismo que le ocurre a toda la derecha y la ultraderecha: le produce sarpullidos que las cloacas no consiguieran su objetivo y Unidas Podemos esté en el gobierno. Está en su derecho, pero que no lo llamen "informativos".

Que Vicente Vallés sea o no un profesional más o menos aceptable no creo que sea lo que está en discusión. Su trabajo, como el de cualquier periodista, se puede, y se debe, criticar. Y el término criticar no tiene por qué ser sinónimo de señalar, por mucho que algunos se empeñen en ello.

¿Por qué quienes dieron el pistoletazo de salida en redes contra Echenique no hicieron lo propio en su día frente a los maltratos que sufrieron –y sufren- las compañeras de oficio que he citado al comienzo del artículo? * Incluso ellos mismos han sido víctimas de ataques, ¿por qué el caso de Vallés es especial? ¿por qué no han levantado la voz cada vez que ultras como Espinosa de los Monteros arremeten contra profesionales de la comunicación citando nombres y apellidos?

¿Hemos descubierto la solidaridad de pronto? Si así fuera, les aseguro que yo sería el primero en levantar mi copa para celebrarlo. Pero no se trata de eso, ni mucho menos.

¿Por qué no se promovió algo parecido cuando a Jesús Cintora lo echaron de Cuatro Televisión? ¿Por qué tampoco ocurrió con Javier Ruiz quien, cuando gobernaba el PP, fue amenazado por Maroto durante una conexión en directo y su programa, -¡qué casualidad!- acabó siendo clausurado apenas unas pocas semanas después? ¿A qué se debe el empleo de varas de medir tan diferentes?

Para defender a Vallés, han saltado al ruedo apellidos ilustres que van desde Enric Juliana a Pérez Reverte o Esther Palomera. Se ha creado una etiqueta, #YoSoyVicenteVallés, en la que han picado inocentes criaturas de toda edad y condición. A algunas de ellas me he tomado la molestia de llamarlas para preguntarles si de verdad sabían lo que estaban apoyando y me han reconocido que no tenían ni idea, que se habían dejado llevar por la inercia porque la campaña “sonaba bien”. Que estaban atacando a un periodista y había que defenderse. Muy bien, vale, estupendo, qué alegría, pero vamos a ver, si llevan atacando periodistas por tierra, mar y aire, con toda la saña del mundo desde hace años, ¿qué ha ocurrido esta vez para que espabilemos todos de pronto?

¿Que Vallés no es como Inda, Negre, Rojo o Losantos? Bien, de acuerdo, pero si comete errores, ¿no se le puede criticar haciendo uso de esa libertad de expresión que no nos cansamos de defender con uñas y dientes? ¿Qué pasa, que porque Echenique sea portavoz de un partido político no tiene derecho a protestar? ¿De verdad que de lo escrito por el portavoz de Podemos se puede deducir amenaza o persecución? ¿Quién ha tocado el silbato para que tanta gente se remangue y se ponga diligente a la faena?

¿Por qué estamos tan mal acostumbrados los periodistas? No soy sospechoso de no haber reivindicado durante toda mi vida, y hasta la saciedad, la libertad que nuestro oficio necesita para trabajar sin presiones ni condicionamientos. Me he desgañitado reclamándolo y he pagado mi precio por ello, así que espero que nadie venga a darme lecciones sobre lo que es o no es políticamente correcto a la hora de analizar este espinoso asunto.

Como he escrito en mi cuenta de twitter, no existe la solidaridad entre periodistas. El oficio está repleto de trepas y advenedizos que lo invocan para reclamar un blindaje frente a las críticas que no se ganan con su trabajo. Si un periodista miente, miente, por muy periodista que sea. Se puede, y se debe, denunciar.

Y hay algo peor que el corporativismo en el periodismo de este país: el miedo a dejar de comer si te sales del carril. Precarios haciendo la pelota y propagando insidias en lugar de plantarse para informar con dignidad y sin que los exploten. El resultado ya lo estamos viendo.

Una vez dicho todo esto, permítanme una última reflexión: Convengamos, por poco que nos guste a algunos, que Echenique tiene que callarse. En ese caso, se supone que tendrán que callarse todos, ¿no? Que nadie intimide a Cristina ni amenace a Patricia, a Elisa, Ana… Que a nadie se le ocurra mentir más sobre la directora de este medio y, si alguien se empeña en continuar con el raca-raca, defendámoslas a todas con la misma vehemencia por lo menos que estos días se ha hecho con Vicente Vallés, ¿no les parece?

J.T.

* ACTUALIZACIÓN (12:45): Algunas referencias personales que figuraban en una primera versión de este artículo han sido eliminadas tras comprobar que una de las personas citadas escribió un tuit dando su apoyo a otra de las periodistas señaladas.

lunes, 6 de julio de 2020

Claver, Terradillos, Monedero y las tertulias televisivas

Cada vez que intervengo en una tertulia televisiva, últimamente poco, me lo planteo: ¿Tiene algún sentido acudir? ¿es mejor participar o no hacerlo? ¿Le soy útil al espectador o, por el contrario, puedo contribuir a confundirlo más de lo que ya está? Si yo no miento cuando expongo cualquier argumento, ¿por qué he de verme obligado a replicar a alguien de derechas, o de ultraderecha, cuya técnica es mentir por sistema? Yo me preparo mis intervenciones, ¿por qué ellos no lo hacen? Sueltan barbaridades y tú tienes dos opciones: mantener la calma y el tono mesurado, algo que no suele gustarle a los directores de los programas porque es poco televisivo, te dicen, o ponerte a la altura de tu interlocutor violentando así tu manera de entender la tarea de debatir y confrontar ideas.

Pensaba estas cosas la otra mañana, mientras veía a Juan Carlos Monedero replicar con argumentos, y con infinita paciencia, la sarta de sinsentidos que María Claver iba desplegando en una tertulia mañanera de Telecinco. Bastaba con un vistazo breve y rápido para constatar las leguas de distancia existentes entre la fortaleza intelectual de uno y la debilidad argumental de la otra. Claver, dicho sea de paso, fue una de los tres “periodistas” que en febrero del 19 leyeron en la plaza de Colón el manifiesto con el que se cerró la manifestación del trifachito.

Si tengo dudas sobre la conveniencia o no de participar en tertulias de este tipo, me las refuerza la escasa por no decir inexistente imparcialidad que a veces practica el moderador, moderadora en el caso que nos ocupa. Ana Terradillos, sustituta en verano de Ana Rosa Quintana, no la vi actuar como árbitro sino que se alineaba claramente frente a las posiciones que intentaba defender Monedero, y eso cuando lo dejaba hablar: unas veces lo interrumpía apelando a las órdenes que ella recibía por el pinganillo y otras lo mandaba callar directamente. Terradillos, dicho sea también de paso, es “experta” en información sobre temas de Interior como se ha contado en La Última Hora y entre sus fuentes, cómo no, se encuentran verdaderas estrellas del mundo de las cloacas.

Es fundamental que los mensajes de izquierdas se escuchen en los medios, claro que sí, pero ¿el precio a pagar tiene que ser hacerlo en debates con Claver de antagonista y Terradillos de moderadora? Va llegando ya la hora de que los medios traten, con el respeto que merecen, a los representantes de una formación política que cuenta con cinco miembros en el Gobierno de coalición gracias a los cuales está empezando a mejorar la vida de las personas más humildes, de aquellas que tienen más problemas para sobrevivir. Una formación que, tras seis años sufriendo todo tiempo de intentos de acoso y derribo, ha logrado resistir, llegar a gobernar y empezar a poner en marcha una parte de sus propuestas políticas.

El panorama de los medios en nuestro país no puede continuar siendo el que es. Le debemos a la ciudadanía cumplir con su derecho a conocer los argumentos y puntos de vista de izquierda sin tener que recurrir para ello a intervenir en tertulias cuyo punto de partida es la hostilidad con los planteamientos progresistas.

Los postulados intelectuales de izquierdas han de poder divulgarse en igualdad de condiciones que los de la derecha. Se trata de una obligación democrática, un derecho irrenunciable, una necesidad social. Y de momento, cuando el Gobierno de coalición cumple ya sus seis primeros meses, esto aún no sucede en nuestro país.

J.T.

Publicado en La Última Hora

sábado, 4 de julio de 2020

Continúan los incendios en Televisión Española

Dos años ya de gobierno progresista, los últimos seis meses con un Gobierno de coalición, y la tele pública está peor que nunca, ¿hay alguien que pueda comprenderlo? ¿hay alguien que pueda entender que una Administradora Única, nombrada con carácter provisional (por unos tres meses, dijeron en su día) mientras se resolvía el concurso público, vaya a cumplir ya nada menos que dos años completos en el cargo? Dos años sin que se le vea la punta a todo esto porque, como ya he contado otras veces, ese dichoso concurso pendiente parece que no hay manera de que alguien se decida a meterle mano para resolverlo.

Ser Administradora Única significa que no existe Consejo de Administración y eso a su vez quiere decir que sus decisiones son soberanas y aplicables sin discusión. Ocupar un cargo de manera provisional tendría que significar también no meterse en demasiados charcos ni adoptar decisiones ejecutivas que hipotequen el futuro de quienes vengan detrás. Pero dos años de provisionalidad es demasiada provisionalidad y al final están reventando todas las costuras.

Cada día que pasa apetece menos sintonizar Televisión Española. Al menos a mí. Me refiero, sobre todo, a los programas informativos. Si nos remontamos en el tiempo, es difícil encontrar una época más nefasta. Han existido momentos vomitivos, es verdad, por la manipulación tan descarada que, sin ir más lejos, practicaban los comisarios políticos del Partido Popular en la época de Mariano Rajoy. Pero desde los tiempos de la moción de censura que convirtió en presidente a Pedro Sánchez, allá por junio del 18, el asunto no ha hecho más que empeorar a medida que transcurren los meses.

Da pereza ponerse a ver los telediarios. Ya no valen ni para cabrearse. Al menos cuando escuchas la COPE o lees el ABC sabes que te vas a cabrear a conciencia porque quienes te sacan de tus casillas saben hacerlo con arte. Pero es que Televisión Española no es ni chicha ni limoná. Hay algo peor que manipular obedeciendo órdenes: que lo hagas por miedo y sin que nadie te lo exija. Las piezas bien hechas, que las hay, faltaría más, no consiguen esconder la desidia que rezuman el resto de sus compañeras de escaleta. Como si se tratara de un reflejo del aire que se respira en los pasillos, donde las frases que más se escuchan son “yo ya no entiendo nada” o “lo único que quiero es jubilarme”.

Según ella misma se empeña en repetir a quien quiera oírla, la Administradora ya no decide, y quien parece que lo hace, Enric Hernández, de momento se está cubriendo de gloria. Le acusan de ser comisario de la Moncloa pero, si es así, se nota muy poco en el producto. ¿Seguro que Moncloa iba a permitir, si de verdad ejerciera mando en plaza, el ninguneo aplicado a muchos miembros del Gobierno empezando a veces por el propio presidente? ¿seguro que no se hubiera prodigado un tratamiento más amplio a la trascendencia de las medidas de tipo social adoptadas durante el estado de alerta?

A juzgar por esto, y sobre todo por la saña con la que se ha tratado, y aún se trata, a los miembros de Podemos en el Ejecutivo, podría decirse que en los telediarios manda todavía la derecha. De lo contrario, resulta difícil explicar el despliegue otorgado a tanta tontería de Casado y compañía. Como tampoco hay quien entienda la cancha otorgada a las barbaridades que sueltan por su boca los diputados de Vox.

Sé que a muchos trabajadores de  “la casa”, como ellos la llaman, no les gusta un pelo lo que está pasando pero, por la razón que sea, aquellos tiempos de los viernes negros pasaron a mejor vida y ahora, cuando empiezan a manifestar su incomodidad con lo que sucede, quizás sea ya demasiado arde.

Desde hace unas semanas el equipo “provisional” ha empezado a cortar cabezas, decidir nombramientos poco entendibles y realizar contrataciones cuando menos controvertidas. Y eso lo ejecutan durante la resaca del estado de alerta, en pleno verano y cuando lo que tenían que estar haciendo sería ir recogiendo sus cosas para dejar paso a los sucesores, que han de llegar cuando en el Parlamento los partidos se pongan a hacer sus deberes de una vez.

Hay quien sostiene que la escabechina perpetrada estos días por Hernández es solo una triste huida hacia delante. Unos dicen que está muy solo y otros que intenta consolidarse, con apoyos de UGT principalmente, y así hacer inevitable su nombramiento como presidente de la Corporación. Pero para que esto último fuera factible habría que saltarse a la torera un concurso en mitad del proceso. No creo que el Gobierno se atreva ni que el Parlamento lo consienta. Eso sí, tanto el Consejo de Administración como su presidencia (diez personas en total) puede que salgan de entre los casi cien aspirantes que se presentaron al concurso y no de los veinte candidatos que hace año y medio seleccionó un comité de expertos.

Más vale que los partidos políticos se den prisa en ponerse de acuerdo para acabar con la provisionalidad de Televisión Española si no quieren que los incendios en “la casa” sean cada vez más gordos y más difíciles de apagar. Estos días le ha tocado el turno a los centros territoriales, en pie de guerra por el relevo de los responsables de algunos de ellos. Hace unos días saltaron chispas con la remodelación de la programación matinal y la eliminación de las desconexiones informativas en algunos centros regionales…

¿Cuál será el siguiente terremoto? Como decía, más vale que del Parlamento, que es donde la ley dictamina que ha de hacerse, salga cuanto antes un Consejo de Administración plural y una presidencia competente, un equipo dispuesto a pegar cuantos puñetazos sobre la mesa sean necesarios para acabar de una vez con tanto cachondeo en RTVE. ¿Se atreverán? De momento, vamos tarde.

J.T.