sábado, 27 de agosto de 2022

¿A qué demonios estamos esperando?


Las vacaciones de agosto suelen servir para escuchar voces y opiniones que por lo general no son las de tu rutina habitual. Hablas con familiares y amigos con los que apenas tienes contacto durante el resto del año y mantienes conversaciones que en teoría deberían ser algo distintas a las habituales. No tardas en darte cuenta de tu equivocación: los lugares comunes son los mismos que en tu trabajo o en los bares del barrio donde vives, los nombres propios que se manejan varían también muy poco, igual ocurre con los tópicos, con los bulos y con las críticas al Gobierno de coalición. Los asuntos estrictamente locales ocupan un porcentaje escaso en los temas de conversación de unas sobremesas donde el veraneante comprueba en seguida hasta qué punto cala, aunque nos encontremos en el rincón más escondido del país, la política de desinformación a destajo que sufrimos desde hace dos años y medio.

El Falcon, los Eres, Bildu, el chalé de Galapagar, la niñera, Cuba, Venezuela… Esos son los lugares comunes, el mantra que no solo no cesa sino que ha calado tan hondo que continúa repitiéndose sin cesar. La moda es hablar bien de Ayuso y mal de Irene Montero, Feijoó es la gran esperanza blanca y Sánchez ese señor antipático que nos lleva a la ruina. Los que tienen claro que eso es mentira callan y los propagandistas de bulos se crecen en las paellas familiares de mediodía y los cubatas de sobremesa. Lo cool es poner a parir al Gobierno de coalición, proclamar a los cuatro vientos el aumento del paro y el crecimiento de la inflación…

Nada de admitir que lo del precio de la energía es un alivio, que bajan los carburantes, que la revalorización de las pensiones está garantizada y que el sueldo mínimo está en mil euros y seguirá subiendo, nada de plantear qué habría pasado si en los dos últimos años en la Moncloa hubiera habido un gobierno compuesto por la derecha y la ultraderecha; la corrupción del PP como si no existiera, los muertos de las residencias como si no existieran, los destrozos en sanidad y educación en las autonomías donde gobierna la derecha como si no existieran, del emérito ni una palabra, ni de las cloacas, ni de los jueces corruptos… No hablo de oídas, créanme, me he movido mucho este verano y he procurado poner el oído en conversaciones de bar, charlas familiares y reuniones de toda índole... Una ruina.

La eficacia propagandística de los voceros de la derecha queda pues más que probada. Y surge, claro está, la pregunta del millón. ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí? ¿A quién es atribuible que en el imaginario popular se haya instalado ignorar, correr un tupido velo sobre los desmanes de la derecha y su innegable peligro para los intereses de la mayoría de los ciudadanos?

¿A qué o a quienes hay que achacar que esté bien visto arrearle estopa por sistema al Gobierno de coalición sin conmiseración alguna despreciando un trabajo en materia de igualdad, de derechos laborales, de avances sociales o de aprobación de leyes progresistas, asuntos estos que no solo han contribuido a aliviar serios reveses en los tiempos espantosos que llevamos vividos sino que nos preparan para afrontar mejor los que parece que nos quedan por vivir?

Por más vueltas que le doy, no acabo de entender la laxitud, la escasez de sangre en las venas de quienes olvidan que gobernar no consiste solo en hacer cosas sino que además se tiene la obligación de ponerlas en valor para que los beneficiados de las medidas, que son millones de ciudadanos, las conozcan y lo reconozcan. Eso no está ocurriendo.

Quien está ganando por goleada eso que llaman “el relato” es la derecha y la ultraderecha y su particular enfoque torticero y manipulador. ¿Son solo los medios de comunicación los responsables de esto, como últimamente todos parecemos convenir en diagnosticar? Yo creo que no, que hay que ir más allá.

¿Qué están haciendo los partidos, qué están haciendo los sindicatos, las organizaciones sociales?, todos aquellos colectivos progresistas que luchan por los derechos de la ciudadanía y contra los desmanes de la derecha, ¿dónde están metidos? ¿dónde está la capacidad de organización, de réplica para impedir que los bulos, los fakes, las mentiras y la desfachatez ultraderechista dejen de campar a sus anchas de una manera tan impune como eficaz?

El momento de pensar qué país queremos para los tiempos venideros es ahora: para este otoño, para el 2023, para los próximos cuatro y ocho años... El momento de frenar la capacidad que la derecha tiene de calar con sus mensajes procaces y frentistas debió empezar hace mucho. No me cansaré de repetir que vamos tarde.

Es verdad que una de las prioridades inaplazables es poner pie en pared con la perturbadora manera de informar que se ha instalado en la mayoría de los medios. Pero parece claro que aunque eso sea condición necesaria, no es en absoluto suficiente. La pasividad, la indolencia, la pereza, incluso la confianza, son lujos que las izquierdas de este país no se pueden permitir ni un solo minuto más. Estoy seguro de que eso lo tenemos claro la mayoría. Entonces, si es así… ¿a qué demonios estamos esperando?

J.T.

domingo, 21 de agosto de 2022

30 razones por las que a las derechas no hay que pasarles ni una

1. Porque no están dispuestas a acabar con la corrupción. 

2. Porque no transmiten ni un solo mensaje constructivo. 

3. Porque hasta a sus hooligans mediáticos más incondicionales les cuesta cada día más trabajo defenderlos sin hacer el ridículo. 

4. Porque subidos en la ola de las mentiras y los bulos que en estos momentos caracteriza la política de derechas que se practica en buena parte de Europa y América, solo podemos ir camino del desastre

5. Porque la calidad de vida de quienes viven de manera precaria no la van a mejorar jamás. 

6. Porque les importa un comino el cambio climático. 

7. Porque el destrozo que perpetran en la sanidad y la educación públicas allá donde gobiernan es una trágica marcha atrás que hay que frenar en seco. 

 8. Porque no saben cómo hay que arreglar las cosas que a su juicio funcionan mal. Y si lo saben, debe ser tal la felonía que no se atreven ni a insinuarlo. 

9. Porque hasta quienes tienden a creerse su pornográfica propaganda, en su fuero interno tienen miedo a los desmanes de los que serán víctimas si las derechas gobiernan. 

10. Porque hay que acabar de una vez con las cloacas del Estado y ellos no lo harán jamás. 

11. Porque nunca propiciarán la existencia de un Poder Judicial decente. 

12. Porque no creen en el derecho a la información y consideran legítimo manipular y mentir para conseguir sus objetivos. 

13. Porque la igualdad les parece una aberración. 

14. Porque seguirán haciendo recaer la mayor parte de la carga fiscal sobre los que menos tienen. 

15. Porque acabarán con el poder adquisitivo de las pensiones. 

16. Porque continuarán protegiendo los desmanes bancarios. 

17. Porque, aunque sean pocos los que acaban en la cárcel, con ellos en el poder los corruptos saldrán todos impunes incluyendo, por supuesto, al corrupto mayor del reino. 

18. Porque es necesario e higiénico que salga a la luz todo lo que quieren tapar intentado estirar hasta el infinito en el tiempo el período de duración de los secretos oficiales. 

19. Porque si se les deja campar por sus respetos corren peligro de desaparecer todos los avances sociales y laborales logrados por el actual Gobierno de coalición. 

20. Porque ya está bien de crispación, de insultos, de dirigirse a sus rivales políticos como si se tratara de enemigos en lugar de adversarios legítimamente elegidos en las urnas igual que ellos. 

21. Porque nos merecemos una política que parta del respeto a los derechos humanos y a la dignidad ciudadana. 

22. Porque la proyección internacional de sus líderes es tan escasa como vergonzosa. 

23. Porque, dado que la alternancia en el poder significa higiene democrática cuando lleguen, que esperemos sea dentro de mucho tiempo, deben hacerlo sin religiones ni demás hipotecas retrógradas dentro de  la mochila. 

24. Porque quieren acabar con el derecho al aborto. 

25. Porque las políticas de discriminación por razones de sexo, raza o religión no deben tener cabida en un país moderno y democrático. 

26. Porque, entre otras muchas cosas, han de aprender también a dejar de usar el terrorismo como comodín cuando se quedan sin argumentos, que suele ser casi siempre. 

27. Porque están en contra de la recuperación de la Memoria Histórica. 

28. Porque son golpistas. 

29. Porque llevan dos años y medio ensuciando la vida democrática y poniendo en peligro la convivencia. 

30. Porque se niegan a admitir la realidad diversa del Estado Español y “olvidan” que en el artículo 3.3. de la Constitución se dice textualmente que “la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”

Continuará… 

J.T.

sábado, 20 de agosto de 2022

"Vender opiniones como hechos"


“Vivimos en un bucle que denigra el derecho a la información. Un periodismo cada vez más reducido a vender opiniones como hechos y unos ciudadanos cada vez más polarizados que solo toleran a quien mima su pensamiento. Algo está fallando”
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Leí esta reflexión en twitter hace unos días y me gustó porque me parece un diagnóstico con mucha miga. Me llamó la atención sobre todo por la persona que la hacía, a quien me referiré en seguida. El derecho constitucional que los ciudadanos tenemos a la información está siendo denigrado, y maltratado, desde hace ya demasiado tiempo en este país. Releo artículos escritos hace más de diez años, y ya éramos unos cuantos los que andábamos lanzando la voz de alarma. De poco parece haber servido porque, a medida que ha ido transcurriendo el tiempo las cosas han ido a peor, se han ido perdiendo más aún los modales… y la vergüenza.

“Un periodismo cada vez más reducido a vender opiniones como hechos”. Es exactamente eso: las primeras páginas de la mayoría de los periódicos de papel hace tiempo que ya no informan, sino que adoctrinan. Son órganos de los partidos de la derecha y ultraderecha, donde se ensalza y airea cualquier cosa que digan sus amados líderes, por lo general chorradas; se ocultan sus meteduras de pata y se trata a los adversarios ideológicos como auténticos enemigos. Son panfletos, no son periódicos por mucho que quienes trabajen en ellos se autodenominen periodistas y hayan conseguido su puesto tras graduarse en Ciencias de la Información. O, vaya usted a saber, quizás no son periódicos precisamente por eso.

Lo que esconden los medios es justo lo que más necesita saber la ciudadanía para poder tener opinión propia sobre bases ciertas. Divulgar, cuando más mejor, aquello que no quieren que se sepa e insistir en ello, es el único camino para poder disfrutar algún día de un país decente.

Pero los periódicos de papel, que son lo que generan el efecto arrastre de la pésima información que se consume hoy día en España, no están por la labor. Gran paradoja que sean ellos aún quienes tiren del carro de la infamia, teniendo en cuenta el cada vez más escaso número de ejemplares que venden. Trasladan sus invectivas a las versiones digitales y muchos de los medios que solo cuentan con oferta on line copian y pegan descaradamente sus disparates. También cuentan con un porcentaje de producción propia según qué webs de la derecha, pero las más destacadas solo parecen empeñadas en contribuir al ruido y a la furia, reforzando así la idea del tuit inicial del que parte este análisis y cuyo autor desvelo en seguida.

Radios y televisiones convierten definitivamente las opiniones en hechos porque amplifican este fenómeno con sus tertulias de tres al cuarto, que confunden más que difunden, y sus predicadores de pacotilla que parecen competir entre sí para ver quién es el que suelta el disparate más gordo. Estos días de agosto la mayoría anda de vacaciones, pero da igual. Quienes sustituyen a los crispadores habituales se creen en la obligación de demostrar a diario que han sido bien elegidos, y para ello entienden que han de demostrar su agradecimiento elevando el listón de las barbaridades y despropósitos que los locutores titulares volverán a soltar de nuevo apenas regresen a sus púlpitos en septiembre.

“…unos ciudadanos cada vez más polarizados que solo toleran a quien mima su pensamiento”, continuaba diciendo José Pablo López, autor del tuit con el que arrancamos al comienzo. Así es, nos estamos volviendo cada vez más endogámicos, cada vez nos importa menos lo que digan aquellos que no piensan como nosotros.

Leemos y escuchamos las “no informaciones” para reafirmarnos en nuestras ideas, hay alergia al debate, se considera una pérdida de tiempo porque total, se excusan unos y otros, no me vas a convencer, no pienso cambiar de opinión. Al aceptar las opiniones como hechos, aceptamos en consecuencia la desinformación, la expansión de los bulos, el triunfo de los fakes, el reinado de la mentira. En el mundo de las redes sociales el campo queda así abonado para la descortesía y el insulto, otro escalón más en la espiral del mal rollo. La reacción es bloquear al insolente, lo que viene a confirmar la idea de que “solo toleramos a quienes miman nuestro pensamiento”.

“Algo está fallando”, concluye López, director de Contenidos Generales de RTVE, en su tuit del pasado 11 de agosto. Alivia constatar que el diagnóstico está hecho por alguien que puede cambiar las cosas, y seguro que hay más responsables de medios que piensan como él. Ahora solo les queda ponerse a la tarea, seguro que más pronto que tarde acabarán tomando decisiones que enderecen tanto despropósito como a día de hoy perpetran las empresas informativas tanto públicas como privadas en España. Seguro. Pero, por si acaso, esperaré sentado que uno va teniendo ya una edad.

J.T.

viernes, 12 de agosto de 2022

“¿Cómo se llama el portavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid?”

Se me ocurrió el jueves pasado lanzar esta pregunta en mi perfil de twitter y se lió. Se lió tanto que decenas de propietarios de añejas orejeras sectarias me han dado este artículo prácticamente hecho.

Verán: decidí formular esta cuestión con la idea de remover un poco las aguas de la izquierda, puse el foco en Juan Lobato porque mucho me temo que es la cuarta víctima en poco más de un año que el PSOE va a echar a los leones. Colocar este asunto sobre la mesa, pensaba yo, podía ayudarnos a reflexionar porque, que a los socialistas les vaya mal elección tras elección está visto que a quien acaba beneficiando es a unas derechas y ultraderechas cada vez más canallas y desprejuiciadas.

No soy demasiado partidario de las encuestas a salto de mata, de hecho me parece abominable esa costumbre que tienen las teles de mandar un equipo al centro de las ciudades a preguntar, armados de micro, cualquier cosa a la primera persona con la que tropiezan. Pero aún así, reconozco que poner el oído en los bares, en los ambientes familiares, sociales o laborales donde nos movemos a diario ayuda a hacerse una idea de por dónde van los tiros de lo que piensa la ciudadanía media.

Antes de trasladar a twitter la pregunta, en las últimas semanas lo había ensayado en los distintos entornos en que me muevo. Se la hice, entre otros muchos, a un alto cargo sindical andaluz, a un profesor de historia en la Autónoma de Barcelona, a algunos miembros de mi familia, a ciertos amigos leídos y cultos… Nadie sabía quién era Juan Lobato, ni mucho menos que se trataba del portavoz socialista en la autonomía madrileña. Me pareció grave y fue entonces cuando decidí continuar con la experiencia en redes.

Pero no, según los socialistas la responsabilidad de que Ayuso les esté comiendo la tostada es de todos menos de ellos, la culpa la tiene esa maldita prensa que ignora lo que el pobre Lobato cuenta en Telemadrid o en las desconexiones locales de esos medios que no le proporcionan el mismo espacio que el que conceden a las burradas que Ayuso va soltando por las esquinas cada día. Pues tendréis que espabilar aunque eso sea verdad ¿no os parece? Os equivocasteis con Gabilondo en Madrid, con Espadas en Andalucía y con Tudanca en Castilla y León, y cuando se os hace ver que Lobato va por el mismo camino... ¿la emprendéis contra el mensajero? La repercusión mediática de las declaraciones que uno hace hay que ganársela con frases cortas y contundentes, yendo a la yugular como ellos, no se puede ser tan soso por mucho contenido que tenga lo que se dice ni por muy competente que sea el trabajo que se hace.

Es verdad que el Partido Popular cuenta con medios afines a los que inunda de millones y le hacen la ola sin pudor alguno, pero es que tiene también hasta Televisión Española a sus pies atentando cada día contra la pluralidad exigible a un medio público ¿qué pasa ahí? ¿también es culpa de todos menos vuestra? ¿pensáis continuar yendo de derrota en derrota hasta el desastre final? El victimismo, conviene no olvidarlo, es el mejor pasaporte para el fracaso definitivo.

Que el Psoe tire la toalla de la manera en que lo está haciendo es la peor noticia para las izquierdas en este país. Están intentando por otra parte alentar una izquierda a su izquierda mansa y debilitada y al hacer eso juegan con fuego, recuerdan el famoso chiste del gitano al que le permiten pedir lo que quiera con la condición de darle el doble a un guardia civil: ¡que me saquen un ojo!, respondió el gitano sin dudarlo. Es decir, con tal de borrar del mapa a Podemos, no me importa ir perdiendo elecciones en una Comunidad Autónoma tras otra.

El eterno suelo electoral del PSOE baja cada año que pasa. Se les van muriendo los incondicionales y no consiguen seducir a las generaciones jóvenes, a las que no les gusta nada los guiños a la derecha que descubren en un partido que asegura ser de izquierdas. En cuanto a los sindicatos, que tendrían que estar empujando sin dar tregua, tampoco acaban de espabilar todo lo que sería deseable. A ver este otoño. Sin unas calles calientes los próximos meses, el PP y las ayusadas continuarán copando primeras páginas con ataques sin descanso a un Gobierno de coalición que, en materia de repercusión mediática, parece estar en Babia. 

Preguntar por quién conoce a Juan Lobato quien, no me cabe duda, hace su trabajo lo mejor que puede y sabe, creo que puede ayudar a reflexionar sobre el escaso predicamento público de un Psoe en horas bajas cuyo aparato sigue sin asumir que los tiempos han cambiado y hay que emplear, mucho mejor, todas las armas que ya usa el adversario si se aspira a ganarle la partida por la izquierda. Porque estamos hablando de un partido de izquierdas ¿O no?

J.T.

 

sábado, 6 de agosto de 2022

Es gamberrismo, no insumisión


Quiero reivindicar aquí la dignidad del término insumisión.

Es una transgresión intolerable utilizar este vocablo para definir el comportamiento de según qué miembros o miembras del Partido Popular cada vez que el Gobierno de coalición dicta una norma o promulga una ley. A lo que hace el principal partido de la oposición se le puede llamar gamberrismo, pataleta de niñas maleducadas, desafío irresponsable pero jamás insumisión. Un respeto.

La insumisión significa negarse por acción u omisión, generalmente por razones de conciencia, a cumplir por ejemplo con el servicio militar obligatorio o a pagar determinados impuestos. Significa estar dispuestos a pagar el precio que conlleva adoptar este tipo de decisiones, algo que ni de lejos se plantean los “gamberros” del PP. Como escribió en su día Santiago F. Reviejo en este periódico, hubo un tiempo en que en nuestro país la insumisión significó “una lucha sin cuartel, tenaz, que llevó a prisión a cientos de jóvenes españoles que incumplieron la ley a conciencia en la mayor campaña de desobediencia civil en España y de las más importantes que se hayan llevado a cabo en Europa”.

Cuando se amenaza con no cumplir leyes que contribuyen al ahorro de energía como estos días está haciendo el Partido Popular, a esto no se le puede llamar insumisión. Cuando se argumenta que apagar escaparates a las diez de la noche significa inseguridad se está manipulando el contenido de un decreto que hace hincapié en una iluminación pública sostenible. No es insumisión, pues; es manipulación. Cuando se anuncia que no se va a cumplir que los termostatos del aire acondicionado estén en los 27 grados, eso es desobediencia, no insumisión.

Estas pataletas no van a ningún lado y en el Partido Popular lo saben. Me da igual que hasta esta cuestión sirva para pulsos internos. Recuérdese que Núñez Feijoó abogó por lo mismo que ha promulgado el Consejo de ministros, aunque Bendodo y Gamarra se alinearan más tarde con quienes, como la presidenta de la Comunidad de Madrid, la utilizan para sacar petróleo de donde no hay, dado que cada vez parece resultarles más difícil encontrar argumentos de peso para la confrontación partidista.

Tendrán que cumplir la ley se pongan como se pongan. Como tantas otras veces, se trata de lanzar fuegos de artificio de los que se hagan eco los medios de comunicación afines (es decir, prácticamente todos), generar ruido unos cuantos días y después correr un tupido velo como viene ocurriendo con tantos estrépitos que suelen acabar perdiéndose entre las nubes.

¿Es este el Partido Popular que quiere ser respetado en Europa, es esta la organización política que aspira a ser alternativa de gobierno en España? Pase que no sepan una patata de inglés, que reaccionen haciendo el ridículo cada vez que en la Unión Europea y en otros foros internacionales ponderan y valoran el trabajo del Gobierno de coalición, pero si quieren ganarse el estatus al que aspiran se tienen que plantear seriamente dejar de decir y hacer tonterías cuanto antes.

Siendo como somos un país reconocido y respetado en el seno de la Unión Europea, el partido de la oposición y sus mariachis de la ultraderecha no pueden continuar sosteniendo un discurso infantil que, no solo perjudica más a los ciudadanos que al gobierno, sino que además proyecta la imagen de un país bananero que no beneficia ni a nuestros intereses ni a nuestras perspectivas de futuro. Insisto, lo que el Partido Popular está haciendo no es oposición, es un gamberrismo que casa muy mal con el papel institucional que les corresponde como primer partido de la oposición que son y como gobierno que han sido.

Una deslealtad que llevan practicando desde los tiempos del “¡Viva el vino!” de Aznar y Rajoy que lo que en realidad produce es vergüenza ajena. La semana pasada le tocó al “¡Vivan las corbatas”! ¿se puede ser más ridículo? Alguien ha debido darse cuenta de lo estúpido que era y parece que ya ha pasado la fiebre de los memes con corbata en la playa y en los aquaparks. A partir del martes 9 de agosto, cuando entre en vigor el decreto que regula temperaturas e horario de iluminación, esperemos que se dejen de bromas, que ya está bien. No llamemos más insumisión a lo que sencillamente es irresponsabilidad o falta de escrúpulos.

Nos merecemos una oposición con mejores credenciales de las que está mostrando este PP de un Feijoó cada día más descafeinado. Si, como aseguran, quieren dejar atrás los tiempos de la corrupción, este tipo de cortinas de humo lo único que hacen es incrementar las dudas sobre su voluntad de cambiar las cosas y también sobre su capacidad para actuar como políticos solventes.

J.T.

La indecencia que no cesa


En este preciso instante, en muchas redacciones españolas, hay sicarios y mercenarios -unos excelentemente pagados y otros pobres pringaos- urdiendo canalladas, mentiras y bulos con los que mantener viva la llama de la desinformación y el ataque sistemático al Gobierno de coalición.

En este preciso instante, da igual cuando se lea esto como se suele decir en redes, hay un tertuliano o tertuliana mintiendo por aquí, difundiendo bulos por allá, o sacando punta a insustancialidades sin trascendencia por acullá. Palabrería que acabará derivando en doctrina, en consigna tóxica que acto seguido comienza a reproducirse en bares y chiringuitos sin que nadie sepa muy bien dónde oyeron lo que cuentan.

En este preciso instante, y eso que estamos en agosto donde según los expertos hay mucha menos actividad, una radio está mintiendo, una televisión tergiversando y un periódico cogiendo el rábano por las hojas a la vez que perpetra un infecto titular. Habrá menos actividad pero quienes sustituyen a los manipuladores titulares, deseosos quizás de demostrar que han estado bien elegidos, queriendo estar a la altura, elevan aún más el listón de los desafueros de lo que este ya suele estar durante el resto del año.

Hay colegas que todavía defienden el periodismo decente y que, muy indignados ellos, se cogen un rebote diario con alguna primera página, o con lo escuchado en algún programa canalla, antes de rasgarse las vestiduras en redes proclamar acto seguido a voz en grito que esto no puede seguir así. A mi juicio cometen un error, dicho sea con todo el cariño, cuando hacen pública su indignación: reproducir la infamia que les ha provocado el cabreo, el texto y a veces hasta las fotos. Entendería que esto se hiciera así si la calumnia fuera una excepción, pero cuando el despropósito se convierte en algo generalizado, no sé si es bueno proporcionarle a los canallas más aire del que ya tienen, por mucho que la intención sea condenar lo que cuentan y cómo lo cuentan.

Habrá quien me diga que no es bueno generalizar y que no todos los medios son iguales. De acuerdo, vale, pero cuando lo son la mayoría, y esto es un hecho irrefutable, sí creo lícito plantear las cosas como intento hacer en estas líneas. Porque en este preciso instante, insisto, se están cometiendo en España varios atentados contra la obligación ética que tiene la prensa de ser rigurosa, honesta y de contar las cosas como son y no como se quiere que sean.

Ni en tiempos de la censura más insoportable se cometieron tantos atentados contra el derecho del ciudadano a estar informado. En tiempos de dictadura aprende uno a leer entre líneas, a buscar información alternativa, a que los corresponsales extranjeros escriban en sus periódicos lo que pasa en nuestro país… Igual sería bueno que a día de hoy existiera un José Antonio Novais que contara en Le Monde, como ocurría en tiempos del franquismo, lo que pasaba en España. Pero claro, si somos una democracia “avanzada”, pensarán fuera, qué necesidad hay de cuestionarla. Pues la hay, queridos colegas extranjeros, la hay y mucho, créanme. Los corresponsales extranjeros que en la actualidad están acreditados en nuestro país suelen hacer bien su trabajo, pero no encuentro que en las crónicas que publican trasladen a sus lectores el nivel de encanallamiento del que es víctima el oficio periodístico en España en estos momentos.

Por alguna razón, que seguro quienes lo propician saben, se ha instalado aquí una dinámica de leña al mono, es decir, al Gobierno de coalición, que impide que el ciudadano medio conozca algo que no sea la inquina indisimulada y el ataque sistemático al gobierno sin que este parezca ser capaz de reaccionar, algo que no entiendo.

Espero que a ningún badulaque se le ocurra plantear que con estas reflexiones estoy defendiendo un planteamiento informativo propagandista del trabajo del gobierno, pero convendrán conmigo que resulta bastante difícil de entender el predicamento que nuestros gobernantes y su trabajo tienen en el extranjero frente a la insidia sistemática de que son objeto por quienes tienen la obligación de contar en qué consiste el trabajo que hace. Criticándolo si lo consideran oportuno, faltaría más, pero contándolo. Y no lo cuentan.

Hagan la prueba cuando les parezca, busquen la primera página de no importa qué periódico en este mismo instante, sintonicen una radio o un programa de televisión cualquiera: existe un 90 por ciento, y quizás me quede corto, de posibilidades de que estén contando cualquier nimiedad que desemboque en poner a caldo a algún miembro del Gobierno de coalición. El diez por ciento restante quizás no esté mintiendo ni propagando bulos, pero en pocos casos estará cumpliendo con su obligación de servicio público contándonos las cosas que de verdad nos conciernen. Es lo que hay.

J.T.