domingo, 5 de agosto de 2018

Un agosto con mucho trabajo




Es que esto se ha hecho siempre así, contesta el funcionario de turno apenas recibe la primera instrucción del nuevo jefe para cambiar alguna de las rutinas anteriores. Por eso precisamente estoy ahora yo aquí, te obliga a contestarle: para que esto deje de hacerse como se hacía, ¿no le parece?

La resistencia al cambio. Centenares de sillas y despachos tienen desde hace dos meses en España nuevos inquilinos cuya primera dificultad es romper los vicios adquiridos por secretarias, bedeles y demás personal auxiliar. En la habitación de al lado, pasándote las llamadas de teléfono, tienes a alguien que se sabe los secretos de quien te precedió y que pronto se sabrá los tuyos. Quien te hace las fotocopias, quien te pone las contraseñas de acceso a internet llevan años moviéndose por esos pasillos y conociendo cada rincón del edificio mejor que los de sus propias casas. Primer dilema, ¿te los cargas o los confirmas?

Este mes de agosto, en los despachos recién estrenados pocos deben pensar en vacaciones. No se puede perder un minuto, nada de dormirse en los laureles, porque además de hacerse con las riendas internas hay que remangarse y preparar un septiembre denso y resolutivo. En ocasiones, cambios sustanciales dependen solo de reflejos y determinación, la decisión justa en el momento exacto, para que cuando el listo de turno aparezca con un inconveniente descubra que ya no hay marcha atrás posible.

El espectacular meneo vivido desde el uno de junio no ha dejado títere con cabeza: el PP, triturado; Ciudadanos como pollo sin cabeza; en el PSOE pellizcándose aún para acabar de creerse lo que ha pasado y Podemos digiriendo las consecuencias del apoyo a Sánchez en la moción de censura que lo alteró todo. El partido que gobernaba España hasta el 31 de mayo ya no existe y quienes lo quieren reinventar no saben qué hacer con tanto corrupto ni con tanto apellido incómodo aún por desfilar en juzgados y calabozos. El espíritu de los expulsados tardará en abandonar tanto Génova como los ministerios. Se resistirán. Casado y su dream team de treintañeros ambiciosos habrán de encarar parecidos problemas a los de Sánchez y su riada de cargos frescos producto del efecto dominó: “Es que esto se ha hecho siempre así”, les repetirá el burócrata de turno mientras ellos se suben por las paredes al ver que van pasando los días y no consiguen vender una escoba.

Unos y otros, el desintegrado PP, el confundido Ciudadanos, el asombrado PSOE y el novato Podemos saben que se está escribiendo un tiempo nuevo para el que no valen los usos y costumbres de los últimos años. Paso a paso, cada día con su afán, van entendiendo que hubo una vez un 15 de mayo desde el que nada es igual. Propuestas políticas que hace 4 años parecían excéntricas y hasta escandalosas van siendo asumidas pudor por quienes antes las torpedeaban a conciencia; los tabúes van cayendo, las impunidades se tambalean y hoy se cuestionan asuntos que hasta hace bien poco eran considerados dogma de fe.

Hay una manera nueva de encarar la política, un estilo potente que va calando sin remedio frente a demonizaciones, vituperios y resistencias ultramontanas. Un estilo que al gobierno Sánchez parece que le cuesta asumir, quizás porque además de estas resistencias, los nuevos inquilinos de los despachos de siempre han de vencer las suyas propias, las que, una vez ocupada la silla gestatoria, les convierten en pacatos con miedo a cambiar las inercias, en timoratos que se la cogen con papel de fumar cada vez que tienen que adoptar una decisión de calado.

Vamos tarde, queridos: o espabiláis y cambiáis esas inercias ya, o pronto los cambiados acabaréis siendo vosotros mientras bedeles y secretarias, aguantándose la risa, os verán recoger vuestras cosas para a los pocos días soltarle al siguiente la misma cantinela: “Es que esto siempre se ha hecho así”. 

J.T.