sábado, 31 de agosto de 2019

El PSOE busca más conejos en la chistera

Afirma Ernesto Valverde que anda ya muy harto, que se le está haciendo demasiado largo el culebrón de los fichajes de futbolistas, y eso que tal juego de intrigas ha de finalizar, según lo legislado, la noche del lunes 2 de septiembre.

Que se consuele el entrenador del Barça: mucho más largo se nos está haciendo a todos el burdo suspense político en el que vivimos desde hace cuatro meses. Dado que el calendario no parece correr a la velocidad que ellos quisieran, los socialistas no saben ya qué demonios inventar para entretenernos hasta la llegada del ansiado día 23, fecha diseñada, quién sabe si desde el principio, para volver a jugarse al póker su futuro, pero también el nuestro.

Ningún órdago parece proporcionar al PSOE el efecto planificado. El 18 de julio, atención a la fecha, Sánchez decidió jugar la que creyó sería su carta definitiva: el único escollo para un gobierno de coalición con Podemos, aseguró en la Sexta, se llamaba Pablo Iglesias. La provocación, debieron pensar los gurús de su gabinete, suscitaría tal enfado en sus “socios preferentes” que el rechazo de estos a investir a Sánchez la semana siguiente les serviría como argumento para responsabilizarlos de la inevitable convocatoria de nuevas elecciones. Como sabemos, les salió el tiro por la culata porque apenas veinticuatro horas después Iglesias decidió hacerse a un lado y les dejó sin coartada.

Desde entonces, los conejos que vienen sacando de la chistera no parecen calar en el respetable tanto como quisieran: “Hay desconfianza mutua”, “no tienen experiencia de gobierno”, “nos van a negar por tercera vez” “Si perdemos esta oportunidad será por culpa de Podemos, por su falta de responsabilidad” Frases estas, entre otras muchas, que la amplia nómina de voceros mediáticos, con la cadena Ser a la cabeza, se encargan de propagar hasta el más recóndito de los confines, de repetirla hasta la saciedad intentando contribuir así a que cueste trabajo recordar los hechos tal como sucedieron.

A mí no me preocupan los medios afines a la derecha hablando de Venezuela o Irán, o del dichoso chalé; me inquietan aquellos otros, en principio menos radicalizados, cuyas informaciones suelen andar trufadas de adjetivos o juicios de valor favorables por lo general a los intereses socialistas. Se repiten tanto las mentiras que hasta el bueno de mi amigo Javier Ruiz tuvo el pasado lunes un incomprensible lapsus, por el que luego pidió perdón, en el que atribuyó a Unidas Podemos la responsabilidad de la convocatoria de elecciones por no contribuir –lo repitió varias veces- a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.

Faltan aún tres semanas para la fecha en que, si no hay acuerdo, quedarían convocadas nuevas elecciones de manera automática, y los socialistas parecen no saber cómo continuar estirando el chicle durante todo ese tiempo. En periodismo conocemos bien la sensación, esos días en que no existe material suficiente para completar las páginas previstas con noticias interesantes, esos tiempos muertos, en radio y televisión, que has de rellenar hablando y hablando sin tener nada sustancioso que decir. En el gobierno en funciones parecen haber olvidado, o no interesarles en absoluto recordar, que están donde están porque hace quince meses su maltrecha formación política fue reflotada, gratis total, merced a la moción de censura que propició una sentencia judicial, la de la Gürtel, donde quedaban certificadas las prácticas corruptas en el Partido Popular.

Al quedarse sin explicaciones plausibles para negar la posibilidad de un gobierno de coalición con Unidas Podemos, los socialistas argumentan ahora sin el menor rubor que el tren ya pasó en julio, como los niños cuando juegan al pilla pilla y gritan ¡casa! Les ofrecimos una vicepresidencia y tres ministerios pero rechazaron la propuesta, añaden. Verdad a medias: eran dos ministerios de nueva creación (Vivienda e Igualdad) y una vicepresidencia vacía de contenido lo que pusieron sobre la mesa; entre los ministerios existentes solo se desprendían del de Sanidad, que por cierto tiene las competencias transferidas. En total, les permitían gestionar un cinco por ciento del presupuesto aproximadamente.

Estas cosas hay que repetirlas muchas veces porque se oyen poco y se leen menos. Y son datos que ayudan a hacerse una correcta composición de lugar. Si están condenados a entenderse, tanto si hay elecciones como si no, cuesta  comprender la agresividad que se percibe en el ambiente. No contribuye a la búsqueda de soluciones que los partidarios de Podemos se dediquen a insultar por redes a los socialistas, como tampoco se entiende que estos últimos no acaben de asimilar que la España de hoy está muy lejos de la de hace cuarenta años.

Parecen querer resucitar el bipartidismo olvidando que un gran segmento de la población, entre los jóvenes pero también entre los no tan jóvenes, no van a votar Psoe ni PP nunca más. Sin tener en cuenta que hay una izquierda a la izquierda del Psoe a la que ya no se puede ningunear como en su día hiciera Felipe González con Carrillo o con Anguita. Sin contemplar en su verdadera dimensión la aspiración de millones de ciudadanos que quieren percibir un cambio de verdad reflejado por fin en las instituciones, consejo de ministras -y ministros- incluido.

Igual se arrepienten de ver cumplidos sus deseos, rematan los poderosos defensores de las inercias de siempre, esos guardianes de las esencias que nunca descansan. Suponiendo que esto fuese verdad, no tienen más que dejar de poner palos en las ruedas y que los hechos acaben dándoles la razón. ¿O no están tan seguros?.

J.T.

sábado, 24 de agosto de 2019

Anson y Marhuenda, cariños sospechosos


Me llama la atención que Luis María Anson o Francisco Marhuenda le hagan tanto la pelota últimamente a Podemos. “Las razones de Iglesias para participar en el Gobierno no derivan del voluntarismo político. Están ahí claras y coherentes. Las respalda el sentido común”, repite Anson desde hace semanas cada vez que tiene oportunidad. Y lo adorna: “ Se comprende –ha reiterado en varios foros- que a Sánchez le preocupe tenerle al lado (al líder de Podemos) porque en cualquier momento se lo puede merendar con patatas a las finas hierbas. Iglesias cabe en la monarquía de todos y me parecen lamentables las campañas de unos y otros para excluirle y lincharle.”
Marhuenda, por su parte, cree, y así lo ha dejado dicho y escrito, que Pablo Iglesias hace bien en no querer que el PSOE solo le ofrezca floreros en su Gobierno y que pida el tercio que le corresponde en función de la representación que obtuvo.”

A ver que yo me aclare: ¿se marchan por la puerta Errejón, Bescansa, Teresa Rodríguez o Kichi y entran por la ventana Marhuenda y Ansón a dorar la píldora con el incensario en la mano? ¿Qué está pasando aquí? Nunca me gustaron las lisonjas de los adversarios políticos. Si, como dijo alguien, el halago debilita, en este caso tal expresión parece más acertada que nunca. Este tipo de amores solo puede acabar desconcertando a un electorado de izquierdas que, cada vez más desmotivado, volverá a quedarse en casa si hay nuevas elecciones poniéndole así en bandeja a Casado, Rivera y Abascal instaurar el trifachito en el gobierno de la nación.

Al paso que vamos, a los llantos sin consuelo por no haber sabido defender Madrid (Ayuntamiento y Comunidad), Murcia o Andalucía, acabaremos sumando la pérdida de la Moncloa. Tiene que ser posible ponerse de acuerdo y ceder –unos y otros-, por mucho que sagaces próceres de la derecha digan al oído justo lo que se quiere oír, que mire usted por donde, a lo mejor no es lo que más conviene para acercar posturas y buscar soluciones entre Podemos y un PSOE cuya soberbia invita a deducir que viven en otro mundo, que han perdido la perspectiva.

Porque si no hay acuerdos, ¿qué nos espera? Volverán los indignados a las plazas, dicen. No, perdonen ustedes, indignados seguimos porque no ha habido motivos para dejar de estarlo. Lo que haremos será volver a ocupar las calles como no teníamos que haber dejado de hacer nunca, porque los de que de verdad mandan ni se han inmutado y ahí continúan, relajados y fumándose un puro, a la espera de que en la izquierda terminen de destrozarse los unos a los otros, habilidad esta sobradamente demostrada a lo largo de la historia.

Resulta desalentador comprobar cómo se escapa la oportunidad de conformar un gobierno de izquierdas cuando la tienes al alcance de la mano. Madre mía, pero si esto es histórico, ¿cómo puede ser que no se encuentre el camino para rematar la faena? No, Pedro Sánchez, las uvas no están verdes como en aquella fábula de Esopo, están a punto, ahí, colgando de la parra, solo hay que atreverse a dar el salto con un poquitín de audacia y cogerlas de una vez por todas. Claro que igual te parece excesivo esfuerzo y prefieres que te traigan un banquito, en forma de nuevas elecciones, cuyos resultados (según vaticinan cuestionables encuestas) te permitan subirte a él y alcanzar así el racimo con mayor comodidad. ¿Que el precio es derechizarte más todavía de lo que ya estás? Tampoco da la impresión de que esto vaya a preocuparte demasiado, ¿verdad?.

Somos muchos más de la mitad del censo los que no queremos que el país se derechice. Pero, maldita sea, o no encontramos la manera de evidenciarlo en las urnas, o cada vez que votamos lo hacemos de tal modo que quienes reciben nuestro mandato no saben -o no quieren saber- qué demonios hacer con él para traducirlo en pactos que las matemáticas y la mentalidad práctica hacen perfectamente posibles. Una falta de respeto a los votantes en toda regla, porque tienen la obligación de encontrar la manera de ponerse de acuerdo.

Mientras tanto Marhuenda y Anson ahí siguen, con su apasionado abrazo del oso, defendiendo a Podemos y frotándose las manos en la intimidad cada vez que ven más cercana la probabilidad de que la izquierda, fiel a su tradición, acabe despedazándose como siempre tras haberse ilusionado como nunca.

J.T.

martes, 20 de agosto de 2019

La barba veraniega de Pablo Casado



Como si quisiera ofrecer un aspecto de persona más hecha y alejarse de esos aires lechuguinos que hasta ahora compartía con Albert Rivera, Pablo Casado apareció este lunes en la toma de posesión de Díaz Ayuso luciendo barba de diez días. En tiempos de Franco dejarse barba era cosa de rojos, un hombre decente tenía que salir de casa hecho un pincel, y eso incluía afeitarse todos los días. La barba y el pelo largo eran símbolos de falta de higiene, algo propio de desharrapados y contestatarios que además de ducharse poco y drogarse mucho, copaban las calles para protestar contra el orden establecido y montaban pollos memorables. Sin duda han cambiado las cosas.
Las melenas y las barbas eran señas de identidad de la izquierda y quién sabe si fue por eso por lo que los socialistas, apenas consiguieron tocar pelo en 1982, decidieron cortarse el suyo al tiempo que arrinconaban postulados y llenaban sus armarios de trajes y corbatas. Felipe González y Alfonso Guerra se afeitaban todos los días y que el ministro de Defensa, Narcís Serra, además de catalán y civil, fuera un señor con toda la barba, no sentó nada bien entre los militares, que aún vivían en los cuarteles la resaca del intento de golpe del 23-F.
En la vida familiar del ciudadano medio también había presión: quítate esa barba, que te hace mucho mayor de lo que eres, te decía tu madre, o tu novia, si osabas permanecer unos días sin afeitarte. Tú argumentabas que muchos genios de la literatura habían llevado barba, escritores como CervantesHemingway o Unamuno, y compositores de música clásica como Brahms o Tchaikovsky pero no tragaban, por mucho que en la lista de barbudos figurara hasta el general Prim, o el mismísimo Abraham Lincoln.
Hasta que la derecha no decidió que llevar barba estaba bien, no afeitarse tuvo mala prensa entre los biempensantes. Cierto verano fue Juan Carlos I quien apareció con ella durante las vacaciones, y en la Casa Real se vieron en la obligación de explicar que el rey no se afeitaba porque sufría alergia. Felipe VI empezó como su padre, con barbas veraniegas vergonzantes, hasta que por fin decidió dejársela todo el tiempo.
En los últimos cuarenta años, el único presidente con barba que hemos tenido, Mariano Rajoy, ha sido de derechas, y parece que el actual líder del PP, quién sabe si teniendo esto en cuenta, ha decidido dejar de afeitarse a ver si así acelera su llegada a la Moncloa. Esperemos que tal decisión se deba a que sus asesores ensayan cómo mejorarle la imagen para la foto de los carteles si hay elecciones y no tenga nada que ver con la extensión de esta moda entre las filas de la ultraderecha: Matteo Salvini, ese pérfido ministro italiano que parece buscar con la barba enmascarar parte de su maldad; Santiago Abascal, cuya afilada perilla le proporciona un punto entre hipster y conquistador medieval; Iván Espinosa de los Monteros, propietario de un estudiado desaliño tanto en la barba como en las melenas…
Observo la foto de la última reunión del G-20, donde además de la práctica ausencia de mujeres llama la atención la escasez de barbas, y descubro una muy turbadora: la de Mohamed bin Salmán, príncipe heredero de Arabia Saudí. Aunque claro, para ser un personaje inquietante tampoco es que parezca imprescindible el uso de barba, como Trump y Putin se encargan de demostrar a diario al mundo entero.
Si tenemos elecciones en noviembre, esta vez en los debates electorales de los cabezas de lista seguirán faltando mujeres pero habrá varias barbas, las de Abascal y Casado junto a la semilampiña de Pablo Iglesias. Veremos si el presidente del Partido Popular decide mantenerla. Parecerse a Salvini o Abascal no sé si le dará muchos votos. ¿O se la dejará justo por eso?
J.T.

lunes, 19 de agosto de 2019

De Quinto y su fertilidad tuitera


Es tan pobre que no tiene más que dinero. Si a mediados de agosto, con casi cincuenta millones de euros en el banco, no encuentras nada mejor que hacer que ponerte a insultar por twitter a todo bicho viviente un sábado por la noche, algo te falta en la vida por mucho saldo bancario que te sobre. Si además eres diputado por un partido que nació presumiendo de moderación y mesura, algo entonces, o alguien, nos está sobrando a todos. Aprendí que la cultura y la educación no son la misma cosa cuando de niño me ponía enfermo y veía a mi madre temblar ante la inminente llegada a casa del médico del pueblo: será muy buen médico, pero tiene muy mala educación, recuerdo que repetía. No me costó mucho asimilar tal evidencia, ni tampoco consolidarla a medida que crecía e iba conociendo ricos con estudios, pero impresentables, y pobres analfabetos educadísimos.

Aún así, lo de Marcos de Quinto supera de largo los muchos casos prácticos con los que me he tropezado en tiempo. El millonario confeso más forrado del Congreso ofendía sin pudor en las redes a los náufragos socorridos por el Open Arms glosando su escaso aspecto desnutrido –“bien comidos pasajeros” les llamó- y no tardó en caerle la del pulpo. No daba crédito al primer tuit suyo con el que tropecé: “Pedazo de cretino, troll de mierda –gritaba- soy un diputado al que ha votado mucha gente para que no se deje achantar por gentuza como vosotros y para que trabaje por un país mejor en el que gentuza como tú desaparezca de la redes sociales. Tú –remataba- sigue votando izquierda :-))”.

Me costaba creer que un representante popular fuera capaz de expresarse públicamente como un matón barato de barrio, tenía que ser una cuenta falsa, pensé. No tardé en verificar su autenticidad apenas entré en su perfil por primera vez en mi vida y descubrí, para mi estupor, la pericia con la que su señoría se desenvuelve en el insulto y el vituperio. A Rubén Sánchez, por criticarle el comentario sobre el Open Arms, le llamaba imbécil y mantenido segundos antes de bloquearlo. “Se que eres la mujer del que me ha llamado “miserable” –le escribía a Keka Sánchez, la mujer de Rubén-. “Dile al cobarde –continuaba- que deje de enviarme mensajes a través tuyo y que se disculpe”. “Tu forma de hacer política es sembrar bulos con calumnias. Me parece absolutamente bochornoso Marcos”, le contestó Keka, y acto seguido el provecto diputado de Ciudadanos procedió a bloquearla sin contemplaciones.

En el reparto hubo sitio también para Cristina Almeida: “Estoy viendo La Sexta Noche y a Cristina Almeida -escribió a las 22.16 del sábado el prolífico diputado- y quiero dar todo mi apoyo a la justa reivindicación de activar YA los viajes del IMSERSO… por favor, ya!!", rebuscada forma de intentar llamarla anciana olvidando que hay muchas personas con la edad que él tiene, sesenta años, que ya los disfrutan.

Para Alberto Garzón también hubo leña. El coordinador de Izquierda Unida había escrito: “El diputado multimillonario, el explotador del ERE a los trabajadores de Coca-Cola, el portavoz de economía de Ciudadanos... este tipo se ha referido a los migrantes y refugiados como “bien comidos pasajeros”. Reflejo de la ola reaccionaria y sintomático de lo que es Ciudadanos.” Y a de Quinto le faltó tiempo para entrar al trapo: “El PCE ha “jibarizado” todo lo que toca: Para no desaparecer, se integró en Izquierda Unida... y cuando ésta iba a desaparecer, se integró en Podemos y ahora está haciendo desaparecer a esta formación. Entre tanto agitan el “Open Arms” para que no se hable del “Maduro Arms”.

En una palabra, que Marcos de Quinto no paró de repartir estopa a diestra y siniestra durante horas con llamativa fertilidad. Tras unas horas de sueño reparador, al despertarse debió considerar conveniente volver a sentarse al ordenador y recular, pero solo un poco: “No estoy acostumbrado (ni me quiero acostumbrar) –escribió a las 8:26 del domingo 18- que la gente me insulte. A quien no le guste lo que escribo, que no lo lea. Lamento que alguna vez haya respondido con la misma moneda, pero no es agradable tener que soportar continuamente a tanto deficitario educacional”.

En el partido que fichó a este personaje como si se tratara de un futbolista estrella, el único que se ha pronunciado por ahora sobre los exabruptos de de Quinto ha sido César Zafra, secretario de organización de Madrid. Solo para decir que se trata de “tuits personales” que no se debe “entrar a valorar”. Tuits personales, por cierto, de alguien en cuya cuenta se autodefine textualmente de la siguiente manera: “Marcos de Quinto. Pirata. Navego sin bandera. No pretendo convencerte de nada, acaso hacerte dudar de lo que crees.”

J.T.

jueves, 15 de agosto de 2019

Con Díaz Ayuso no nos vamos a aburrir

Cuando le preguntaron a Juan Belmonte cómo era posible que Joaquín Miranda, un antiguo banderillero de su cuadrilla, consiguiera llegar con el tiempo a gobernador civil de Huelva, el mítico torero respondió contundente: “Degenerando, amigo, degenerando”. No pude evitar recordar la anécdota mientras presenciaba este miércoles el debate de investidura de Isabel Díaz Ayuso. ¿Cómo es posible que la community manager de un perro haya conseguido llegar a presidenta de la Comunidad de Madrid? Pues sí, señor, degenerando, amigo, degenerando.
A mi amiga Nieves Concostrina, que escribe semanalmente una columna sobre Madrid, no le va a faltar el trabajo con Díaz Ayuso en la presidencia autonómica. Será, no me cabe duda, una inagotable fuente de inspiración, pero no solo para quien como Nieves escribe sobre Madrid en Madrid, sino para plumillas, guionistas y dibujantes varios de España entera. En redes aseguran que las acciones de El Jueves se han disparado ya, y en Polònia, El Intermedio o Late Motiv deben estar frotándose las manos y afilando los lápices para la rentrée de Septiembre.
Es un hecho que lo que ocurre en Madrid, ya sea en la Comunidad o en el Ayuntamiento, trasciende más que lo que sucede en Murcia o en Andalucía, por mucho que los partidos que partan el bacalao sean los mismos en las tres autonomías. Queramos o no, Madrid funciona como termómetro de la temperatura política del país, y que Vox presione en el ayuntamiento de Cibeles o en la sede autonómica de la Puerta del Sol adquiere mayor repercusión que si lo hace en cualquier otra institución del resto del país. El eco mediático añadido, qué duda cabe, está garantizado de antemano.
Sin Ayuso y Almeida en Madrid, Pablo Casado sería un fracasado a día de hoy, mientras que esta semana puede pasearse por las fiestas de la Paloma sacando pecho y besando niños tras dos meses y medio en los que no acababa de creerse la suerte que finalmente ha acabado teniendo. Cuando vi a los tres fotografiarse haciendo la V de la victoria en el atril improvisado de la calle Génova la noche del 26 de mayo, me pareció que se precipitaban. Es más: tuve la impresión de que a ellos también se lo parecía. Me equivoqué, está claro. El caramelo era demasiado sabroso para no acabar chupándolo a conciencia, aunque el precio fuera tragar con las astracanadas de Vox, a cuyos postulados tampoco parecen haberle hecho demasiado asquito.
Se trataba de tirar de receta andaluza y adelante: permitir a la ultraderecha jugar a las banderitas, hacer concesiones en materia de género, memoria histórica y algunos derechos ciudadanos más, ya consolidados, y a cambio conseguir que Abascal y compañía se dejaran de monsergas y votaran lo que tenían que votar. En cuanto a Ciudadanos, tan empeñados como están en hacernos creer que van de por libre, al final han tragado carros y carretas para que sea el PP quien acabe llevándose el gato al agua. Apenas tocan pelo, por muchas vicepresidencias (tampoco tantas), consejerías y tenencias de alcaldía que presuman gestionar. Se han bajado los pantalones en Ciudadanos sin pudor alguno, y punto, algo que por cierto tampoco parece haberles preocupado en exceso.
Sánchez y su sanedrín, por su parte, aún juegan a continuar sopesando la posibilidad de pescar en las confusas aguas de Rivera y Arrimadas de cara a la formación del gobierno de la nación, sin acabar de asumir del todo, al menos de cara a la galería, que la misión suprema de los naranjitos es hacer el trabajo sucio con el que la derecha de toda la vida prefiere no mancharse.
El problema es que a quienes mandan de verdad se les ha ido la mano eligiendo algunos peones ¿Se puede ir muy lejos con lumbreras como Ayuso o Almeida? Ángel Gabilondo denunció la actitud frentista que la candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid mantuvo durante buena parte del debate de investidura. “De tener el honor de ser propuesto para el puesto, -añadió por su parte Íñigo Errejón-, no rebajaría el parlamentarismo y la dignidad de las instituciones como usted lo ha hecho”.
A la vista de tanta crispación y tanta histeria como la que se detectaba este miércoles en la Asamblea de Madrid, no puedo dejar de tocar madera en previsión de los nubarrones que se dibujan en el horizonte. Mucho me temo que, durante una buena temporada, nos vamos a aburrir bastante poco.
J.T.

martes, 13 de agosto de 2019

Arabia Saudí compra la Unión Deportiva Almería


En un visto y no visto, hace solo un mes nadie sabía nada, la Unión Deportiva Almería ha pasado de las manos de un empresario murciano a las de un saudí llamado Turki Al-Sheick, que ha comprado el 96 por ciento de las acciones de la sociedad. A primeros de agosto se hizo pública la operación, tras la firma en una notaría a la que el nuevo dueño acudió sin turbante, enfundado en la camiseta de su nuevo equipo. Desde los tiempos de Jesús Gil y Gil, Ruiz de Lopera o José María Ruiz Mateos, siempre me pregunté cómo es posible que un buen número de equipos de fútbol, por cuyos colores decenas de miles de seguidores sienten verdadera pasión, estén gobernados por personas cuyo interés por el deporte es cuando menos discutible.

El Español está en manos chinas, el dueño del Valencia es de Singapur y la tercera parte del Atlético de Madrid, propiedad de un israelí. Solo seis equipos de la Premier tienen dueños ingleses y el resto están gobernados por magnates rusos o americanos. Los cataríes mandan en el París Saint Germain, y el propietario del Manchester City es un jeque de Abu Dhabi cuyas inversiones deportivas llegan hasta Australia, Estados Unidos, Japón, Uruguay y cómo no, España, donde comparte la propiedad del Girona FC con los hermanos Pere y Josep Guardiola. En cuanto a equipos andaluces, el dueño del Málaga es catarí y el del Granada un chino llamado Jiang Lizhang.

Me cuesta trabajo entender cómo una pasión casi religiosa, la actividad deportiva que más entusiasmo despierta entre los aficionados del mundo entero, uno de los mayores focos de ansiedades y alegrías irreprimibles, el símbolo a veces más importante de una ciudad, consiga mantener toda su fuerza y su vigor al margen de quiénes sean las personas responsables de los destinos del equipo.

Ahora le ha tocado a mi tierra, Almería. A nadie parece preocuparle que Turki Al-Sheikh, de 38 años, forme parte, según contaba este domingo Icíar Ochoa de Olano en los periódicos de Vocento, del grupo de hombres de confianza de Mohamed bin Salmán, el controvertido príncipe heredero de Arabia Saudí, temido purgador de disidentes y a quien la ONU responsabilizó de la muerte del periodista Jamal Khashoggi el pasado mes de octubre en el consulado de su país en Estambul.

A lo largo de su vida Al-Sheikh, el nuevo dueño del equipo de fútbol almeriense, ha ocupado diferentes cargos en varias áreas del gobierno saudí, incluidas responsabilidades en los ministerios de Interior y Defensa. En la actualidad desempeña en su país un cometido estratégico al que le otorgan suma importancia: la presidencia de la Autoridad de Entretenimiento General, organismo creado, según aseguran, para modernizar el país programando desde conciertos de jazz a óperas, festivales de cómics o espectáculos de “pressing catch”. Para tal maquillaje cuenta con un presupuesto de 60.000 millones de euros a invertir de aquí al año 2030.

Y en medio de todo esto, me pregunto yo, ¿qué pinta la Unión Deportiva Almería? ¿De todos los lugares posibles del mundo, el entorno del príncipe heredero saudí ha tenido que venir a fijarse en Almería? ¿A qué debemos tanto honor? Me pregunto qué pensarán de todo esto los árabes que trabajan de sol a sol bajo los invernaderos de El Ejido, Vícar, Roquetas o Níjar. Que les parecerá, a esos a quienes en lenguaje coloquial se les suele llamar moros y a quienes tanto gusta el fútbol, la irrupción por estos lares de acaudalados millonetis del petróleo. Y millonetis no de un país árabe cualquiera, no: nada menos que de Arabia Saudí, palabras mayores.

Insisto: no sé a qué debemos tanto honor. Asegura Turki Al-Sheikh, y Mohamed El Assy, su director deportivo, que el objetivo es hacer ascender cuanto antes al Almería a Primera División, y en tres años colocar el equipo en puestos que le permitan disputar competiciones europeas. Mientras asimilan el cambio, los aficionados sueñan y callan. Y la prensa local, cogiéndosela con papel de fumar, faltaría más. Este sábado diecisiete se disputa el primer partido de la temporada. Contra el Albacete, cuyo dueño, por cierto, es un inversor venezolano-libanés llamado Georges David Kabchi Zakia, ¿no es maravilloso?

J.T.

lunes, 12 de agosto de 2019

El día en que Iglesias entrevistó a Iván Redondo


Repasar, tres años largos más tarde, la conversación que Pablo Iglesias mantuvo con Iván Redondo el veinte de abril de 2016 en Otra vuelta de Tuerka, resulta un ejercicio sumamente ilustrativo. Lo recomiendo a quienes ya la visteis y escuchasteis en su día y también, cómo no, a quienes aún la tenéis pendiente.

En aquel entonces, ni Iglesias ni Redondo, ni por supuesto tampoco Pedro Sánchez, podían imaginar el lugar que acabarían ocupando cada uno de ellos en la veraniega España de 2019. A Sánchez ni siquiera lo habían expulsado todavía de la secretaría general del PSOE y el currículum de Redondo, donostiarra de 1981 curtido en la Universidad de Deusto (Humanidades y Comunicación) y en la de Madrid (Economía), lo rellenaban asesoramientos a miembros del Partido Popular como Basagoiti, García Albiol o José Antonio Monago. Faltaba todavía más de una año para que acabara convirtiéndose en el asesor áulico de Pedro Sánchez, cuando este decidió volver a pelear en las primarias de su partido.

Redondo parecía tener bien claras sus ideas ya por aquel entonces, como quedó certificado durante la citada conversación con Iglesias, en la que definió el papel de un spin doctor como el de “una persona que se tira por un barranco por su cliente”. He aquí algunas de las perlas que nos regaló aquel día:

- Cuando hay una zona de ruptura y tú vas a esa zona de ruptura, tú la puedes estirar hacia la izquierda o hacia la derecha.

- Es importante simplificar, conectar con las experiencias, vivencias y circunstancias de cada uno.

- Un estratega tiene que dominar la comunicación y las instituciones. Eso te hace educar la mirada. El líder no es nadie sin un equipo detrás. Un piloto de Fórmula Uno no gana si no dispone de un buen equipo de ingenieros y de un buen coche.

- Siempre he sido una persona discreta, que trata de prevenir, respetuoso con cualquier tipo de ideología. Mi madre era del PNV, tengo hermanos del PSOE y del PP, somos plurales.

- Creo en la cultura popular, en la cultura de masas, lo que le falta a la política española es la gestión de lo que quiere la gente. No creo en el elitismo, donde alguien toma una idea, la lanza y nadie la entiende.

- Sospecho de quienes no creen en la comunicación política.

- Llevo diez años predicando en el desierto en muchas ocasiones, porque había poco campo para la comunicación y para el asesoramiento por falta de cultura política. Aquí se ha dado más importancia a la burocracia, a la noción de que España es más una administración que una sociedad civil, y eso se ha roto ahora.

- En política te están grabando siempre, por eso en primer lugar hay que analizar el punto de partida; lo segundo es definir tus objetivos, ya sea en una entrevista, una rueda de prensa o un plan de educación. Hay que elaborar una estrategia, un plan de acción y la clave de un plan de acción es el calendario.

- El tiempo en política es lo más importante, porque todo el mundo acaba cadáver. Solo es cuestión de tiempo. El que controla el tiempo gana.

- El ochenta por ciento de los votos lo producen el veinte por ciento de los mensajes.

Y ojo al cierre de la conversación, a las palabras que Redondo escogió para el brindis que Iglesias acostumbra a proponer a sus invitados en el minuto final de Otra vuelta de Tuerka:

Yo creo –comenzó diciendo- que los tiempos han cambiado, y que la política tiene que cambiar con los tiempos, y creo firmemente, y es lo que defiendo siempre, en el entendimiento entre la izquierda y la derecha… Le he traído este peón de ajedrez de regalo a Pablo, porque creo que es la figura que nos une a todos: el peón es el militante, el asesor, esa persona que siempre está detrás. Y recordemos que cuando un peón consigue llegar hasta la casilla ocho, puede transformarse en cualquier pieza. Y es con la estructura de peones como se ganan las partidas en la política y en el ajedrez”.

Han pasado tres años y casi cuatro meses desde aquel día de abril de 2016 en que tuvo lugar la entrevista que acabo de resumir, un momento en el que habría hecho falta mucha imaginación para predecir que las cartas a día de hoy iban a estar repartidas como lo están.

Ahora quizás se entienda mejor lo de “simplificar el mensaje para conectar con la gente," o que el piloto de Fórmula Uno hable un día de “escollos”, otro de “gobiernos paralelos” y al siguiente proclame que “como percibe desconfianza”, pues ahora el que no se fía es él.

En estos días de un agosto de incertidumbres y desencantos, repasar la conversación entre Iglesias y Redondo de hace tres años puede que ayude a entender muchas cosas, a reflexionar también y quizás hasta a maliciar qué demonios es lo que puede estar cociéndose en el retiro de Doñana.

J.T.