jueves, 31 de diciembre de 2020

Al flemático Salvador Illa le va la marcha

Diez meses poniéndolo a parir sin parar y ahora solo falta que le griten, como a aquel jugador de la selección española, “Illa, maravilla”. Las reacciones del PP al conocer que el candidato a la presidencia de la Generalitat por el PSC será Salvador Illa son tan patéticas e infantiles que ya no puede uno ni indignarse cuando las escucha. Claro que las de la todavía jefa del PT (Partido de los Tránsfugas) dan más pena aún. Del resto de la ultraderecha, mejor ni hablamos.

¿Es un acierto para Illa y su partido la decisión tomada? ¿Qué datos manejan para apostar por una jugada de indiscutible audacia, para desvestir un santo y vestir otro que anda rodeado de incógnitas? ¿Es amor al riesgo? La primera incógnita es el propio candidato quien, a pesar de haberse visto obligado durante casi todo el año a desempeñar un papel de inevitable protagonismo, la mayor parte de ese tiempo ha conseguido mantener un perfil discreto y a veces hasta hermético.

Delegaba las comparecencias en técnicos como Fernando Simón, despachaba a diario con los consejeros de Salud de cada autonomía, también con sus colegas europeos, tomaba decisiones en función de los datos que se le proporcionaban, informaba con detalle al presidente y cuando tenía que dar la cara, la daba, pero procuraba hacerlo con mesura, concisión y contundencia.

Unas veces podía intuirse cómo se mordía la lengua, cómo contaba hasta cien antes de hablar, otras podía adivinarse cómo reprimía las ganas de saltarle a la yugular a algún que otro autor o autora de descalificaciones sistemáticas o insultos gratuitos. Hubo un día, allá por primeros de octubre, en que ya no pudo más: “Ni oculto datos a esta cámara, ni le tomo el pelo. No le tolero que usted lo diga”, le contestó a Ana Pastor cuando esta pidió su dimisión y lo acusó de “surfear la realidad de lo que ocurre en el país”. “He echado en falta un cierto tono de humildad en usted”, le replicó Illa a quien fuera ministra de Sanidad con José María Aznar. Y añadió: “Combata al Gobierno si quiere, pero combatamos en primer lugar la pandemia”.

En junio, en cambio, el tono de su despedida de la comisión de Sanidad del Congreso había sido muy diferente. Quienes le habían dado una caña tremenda sin conseguir nunca alterarle el ánimo se quedaron desarmados. “El médico que lleva usted dentro me ha enseñado cosas y se lo quiero agradecer”, le dijo al portavoz de Vox. “Le he visto una permanente actitud de querer ayudar y lo quiero destacar”, le comentó al de Ciudadanos, y a la representante del Partido Popular quiso reconocerle que se notaba que había sido alcaldesa por lo “pegadas al terreno que habían estado buena parte de sus intervenciones”. Solo él sabe si les tomó el pelo o les dijo lo que realmente pensaba.

De un tiempo a esta parte, en cambio, se le notaba ya en el rostro un rictus de cierta contrariedad. Como si se hubiera hartado de caer bien. A los que les caía bien, claro. Tenía cara de “quiero dimitir”, pero no de derrotado, emitía mensajes involuntarios que prácticamente nadie supo captar hasta que este miércoles lo entendimos todo de golpe. Va a ser el candidato a la presidencia de la Generalitat de Catalunya. “Estoy preparado”, afirmó. “Será el presidente”, apostilló Miquel Iceta; “Solucionar los problemas de Catalunya, y sin revanchas”, remató el flamante candidato. Sin duda, al flemático Illa le va la marcha.

Desde la Moncloa se emiten señales que permiten intuir la cercanía del indulto a los políticos del procés. Demasiadas cosas juntas en un final de año meteórico, colofón de infarto a diez pavorosos meses de dolor e incertidumbre. El ministro que llegó de Barcelona para ocupar una cartera de escaso contenido se convirtió, por obra y gracia de la pandemia, en la autoridad máxima, en el hombre de cuyas decisiones dependían incluso los ministerios de Defensa e Interior. Lo suyo es que hubiera acabado no ya quemado, sino hecho fosfatina.

Y helo ahí, segundo político más valorado en Catalunya después de Oriol Junqueras y con unos sondeos que le permiten anunciar, a él y a su maltrecho partido, que su objetivo es conseguir la presidencia, nada de medias tintas. De momento, los cuarteles generales del resto de partidos catalanes se han puesto la pilas sin perder un minuto y han empezado a trabajar para replantear estrategias, mensajes, argumentos, consignas, ataques… A partir de este miércoles treinta de Diciembre, el guion en Catalunya ha cambiado por completo.

J.T.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

La sembradora de la discordia

El otro virus del año 2020 se llama Isabel Díaz Ayuso (IDA), esa irredenta sembradora de discordia, esa especie de mosca cojonera que, con sus astracanadas y exabruptos diarios ha intentado, y hay que reconocer que en ocasiones con éxito, hacer olvidar que preside la autonomía con más contagiados (400.000) y más muertos (12.000) de todo el país.

No hay nadie que haya alterado más la paz y tranquilidad, tan necesarias en estos últimos diez meses, que esta joven periodista nada dispuesta a desperdiciar que la “suerte” llamara a su puerta. Porque eso está siendo para ella la pandemia, una lotería que la ha puesto en el candelero gracias a su descaro, su amoralidad y su carencia de pudor. Con una maestra como Esperanza Aguirre, la discípula ha demostrado haber asimilado bien sus enseñanzas.

La COVID-19 pasará antes que Ayuso, que tiene todas las trazas de ser una Aguirre dos. Su mentora obtuvo la presidencia de la Comunidad de Madrid en 2003 por culpa de los traidores Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez; y Ayuso la consiguió hace año y medio merced al cisma promovido por el tándem Carmena-Errejón por un lado, y por otro gracias al apoyo de una ultramontana ultraderecha resucitada tras lustros de latencia dentro de las filas del propio Partido Popular.

Practica Ayuso la estrategia de la tensión permanente. Bajas la guardia y ya te está montando la bronca. Te descuidas, sintonizas la radio y allí está ella lanzando soflamas. No quiere la conciliación, busca pelea, y lo hace desde la desenvoltura que le permite su falta de complejos. Transmite la sensación de que no conoce la vergüenza, pero no porque sea una sinvergüenza, que a lo mejor, sino porque no le da vergüenza nada, no tiene ningún miedo a hacer el ridículo, y cuando lo hace se va de rositas. Se tira sin paracaídas pontificando de lo que haga falta aunque no tenga ni repajolera idea de aquello de lo que habla y, en lugar de sentir vergüenza ajena, sus fans le ríen la gracia, la aclaman, la aplauden. Les ha nacido una lideresa imprevista donde y cuando menos lo esperaban, y andan encantados de la vida.

Lo suyo es el ataque, la presidenta de la Comunidad de Madrid no abre la boca para otra cosa. No tienes más remedio que replicar a su desmesura y esto te obliga a desplazar a un segundo plano lo único que debería estar siempre sobre la mesa: su incompetencia para gestionar, sus huidas hacia delante, su falta de lealtad, su militancia en la mentira y la provocación.

Es el mirlo blanco perfecto para Miguel Ángel Rodríguez (MAR), su singular jefe de gabinete. Cuando fue asesor de José María Aznar este se le resistía, pero aquí se ve que dispone de cancha. Aunque Ayuso apuntaba maneras por sí sola (no hay más que recordar su sonado debut hace un par de años, cuando proponía considerar al “concebido no nacido” como un miembro más de la unidad familiar), con la ayuda de MAR ya es imbatible. Lo único que se le resiste es Telemadrid. No soportan, ni ella ni él, que la dirección no se plegue a sus ambiciones manipuladoras. Amenazan, boicotean, pero de momento no pueden hacer nada contra un equipo directivo blindado por seis años en la Asamblea en tiempos de Cristina Cifuentes, que consiguió llegar a un pacto con los socialistas.

La hoja de ruta de Ayuso está presidida por una sola idea: “¿A qué me tengo que oponer hoy?”. Está convirtiendo Madrid en un monstruo. Una autonomía artificial, nacida del rechazo de las dos Castillas, está arrogándose en manos de Ayuso el carácter de oposición al gobierno de la nación y adquiriendo con ello más predicamento incluso que el líder de su propio partido, que no sabe ya cómo encanallar el ambiente y anda el hombre por los telediarios dando palos de ciego y haciendo un ridículo tras otro.

No se relajan ni en momentos propicios para la distensión y la esperanza como los de la llegada de las primeras vacunas. Casado lo llama propaganda, y Ayuso compite cuestionando la proporcionalidad de la distribución de las dosis. Rivalizan en desfachatez y gana ella.

Lo decíamos más arriba, el otro virus del año 2020, no solo en Madrid sino en toda España, se llama Isabel Díaz Ayuso. Contra esa epidemia parece que, de momento, no hemos encontrado aún la vacuna.

J.T.

domingo, 27 de diciembre de 2020

Gibraltar, sprint final

“El reloj sigue corriendo”. La frase es del ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo, y define con bastante precisión la ansiedad que se vive estos días en la Bahía de Algeciras, una extraña cuenta atrás cuyo suspense se mantiene a pesar de lo cerca que está ya el momento del desenlace. ¿Qué pasará con la frontera? ¿Volveremos a necesitar pasaporte? ¿Cambiará la vida de las más de diez mil personas de La Línea y demás municipios de la Mancomunidad del Campo de Gibraltar que atraviesan a diario la verja para trabajar?

Conseguido el acuerdo post Brexit entre el Reino Unido y la Unión Europea, hay que alcanzar ya una posición común sobre Gibraltar. El jueves uno de enero esa solución, sea la que sea, tiene que haberse producido.

España, según González Laya, nuestra ministra de Exteriores, va a buscar hasta el último segundo un acuerdo porque no existe mejor opción que “construir una zona de prosperidad compartida que facilite la movilidad” entre los habitantes de la zona. Y por lo que cuentan, públicamente al menos, las tensiones continúan, sobre todo por el lado británico.

Si finalmente hubiera acuerdo, Gibraltar podría convertirse en frontera exterior de la Unión Europea bajo control español. Los británicos que viajaran al Peñón deberían hacerlo con pasaporte, y en cambio nosotros podríamos entrar sin problemas. Hasta que no lo vea, no me lo creeré.

Gibraltar siempre ha sido una plaza de enjundia, una zona caliente que el franquismo explotó sin pudor a costa del sufrimiento de los vecinos de ambos lados de la verja. Durante muchos veranos la dictadura la usó para mantener entretenido y crispado al personal y en tiempos del PP, sobre todo cuando el ministro de Exteriores era García-Margallo, intentaron volver a las mismas patéticas andadas. En las etapas de Josep Piqué y Miguel Ángel Moratinos hubo intentos de búsqueda de entendimiento, porque es de sobra sabido que tanto los habitantes de la Roca como los del resto del Campo de Gibraltar se necesitan los unos a los otros. A pesar de las eternas colas para entrar y salir sufridas durante tanto tiempo. Este tipo de inconvenientes, a expensas de por dónde vaya el viento, deberían desaparecer ya para siempre. Por mucho que el Brexit británico condicione la vida de los treinta y cinco mil habitantes de una colonia en la que más del noventa por ciento votó en contra del cisma con Europa. Los condiciona a ellos y a decenas de miles de vecinos de las poblaciones limítrofes.

Los siete municipios de la Mancomunidad del Campo de Gibraltar (Algeciras, La Línea, Los Barrios, Tarifa, San Roque, Castellar de la Frontera y Jimena de la Frontera) suman más de doscientos cincuenta mil habitantes, siete veces largas la población de la Roca. El Producto Interior Bruto (PIB), es decir, la riqueza que genera al año cada habitante de la Bahía de Algeciras se encuentra bastante por debajo de los veinte mil euros, y en el Peñón supera los cuarenta mil. El paro en la Roca es apenas inexistente frente al treinta y cinco por ciento de media que padecen sus vecinos de la Mancomunidad. Un conductor de autobús gana en Gibraltar más del doble que uno de la Línea o de Algeciras…

Cuando Franco ordenó cerrar la verja, en junio del año 1969, condenó a la miseria a la mayor parte de los vecinos de La Línea de la Concepción, cuyo puesto de trabajo estaba en las empresas de la Roca. Una ciudad de cien mil habitantes acabó reducida casi a la mitad de su población porque el resto se tuvo que marchar a buscarse la vida a Cataluña, Madrid, el País Vasco o Alemania. Directa o indirectamente cuarenta mil linenses se quedaron sin medio de vida cuando les cerraron la verja. Y muchos de los que no se marcharon sobrevivieron en la marginalidad y la delincuencia dedicándose, por ejemplo, al contrabando de tabaco o al narcotráfico. Quisieron perjudicar a treinta mil gibraltareños, y lo que hicieron fue hundir para siempre a quince mil familias españolas.

Conviene saber también que, desde que Fernando Morán reabrió la frontera en diciembre de 1982, tanto en educación, como en sanidad y comercio, se celebran muchas actividades conjuntas entre gibraltareños y distintos municipios de la mancomunidad. Quienes defienden profundizar en esta opción lo hacen porque entienden que se trata del mejor camino para la convivencia entre vecinos. Se promueven programas de cooperación, convivencia y buena vecindad que permiten que mejore la calidad de vida y el conocimiento mutuo de quienes residen a uno y otro lado de la verja.

Si se cierran con éxito las negociaciones de estos días, Gibraltar se beneficiaría por vez primera de las ventajas del acuerdo de fronteras de Schengen, por el que se permite la libre circulación de personas por 26 países europeos (22 de la Unión Europea, más Islandia, Noruega, Suiza y Liechtenstein) y del que nunca formó parte el Reino Unido. Paradójicamente, los llanitos disfrutarían en ese caso de mayor libertad de movimientos por el territorio europeo que el que han tenido durante los casi cincuenta años en los que el Reino Unido ha formado parte de la Unión Europea.

Nadie parece contar ahora con un desenlace fatal, pero la verdad es que mientras no haya nada firmado, más vale no cantar victoria.

J.T.

Publicado en Confidencial Andaluz

viernes, 25 de diciembre de 2020

Primeras navidades sin Alicia

 

Fue morirte tú y cambiar el mundo. Por los días en que te despedimos en aquella colina navarra empezábamos a tener noticia de un extraño virus que andaba, allá por la China, maltratando pulmones humanos. Ni por asomos podíamos imaginar que pronto lo tendríamos sembrando el caos por todas partes sin dejar un solo rincón terrenal a salvo. Y en esas seguimos a día de hoy, cariño.

La pandemia parece un cabreo del destino por tu marcha. Te fuiste y se lió. Se lió parda. Tres largos meses, entre marzo y junio, estuvimos encerrados en nuestras casas, saliendo con mascarilla solo a comprar lo imprescindible, mientras veíamos en la tele ataúdes sin parar y nos negábamos a darle crédito a las cifras de contagiados, hospitalizados, fallecidos… No se cabía en los hospitales, se hizo triaje y murieron decenas de miles de ancianos, muchos de ellos en residencias de las que no les dejaron salir para ser atendidos.

Amigos tuyos y míos muy queridos estuvieron en la UCI entre la vida y la muerte, y gente a la que le teníamos mucho cariño se marchó porque se contagió y no hubo manera de conseguir que sus pulmones volvieran a funcionar en condiciones. COVID-19 (COrona VIrus Desease) es el nombre que le han puesto a este maldito virus que, a día de hoy, se ha cobrado casi cincuenta mil vidas en España y cerca de dos millones en el resto del mundo. Desde la primavera pasada, anda extendido por los cinco continentes sin que nadie haya sido capaz de combatirlo. Laboratorios del mundo entero han trabajado duro y rápido para conseguir cuanto antes una vacuna eficaz. Ya te contaré, porque por estos días empiezan a vacunarnos en un operativo que durará meses y cuyo éxito es una incógnita.

¿Sabes que buena parte de nosotros andamos teletrabajando en casa, que nos reunimos por videconferencia? ¿Sabes que este año no hemos tenido ni Fallas, ni Semana Santa, ni feria de abril, ni Sanfermines, y puede que en 2021 ocurra igual? Como no puede haber aglomeraciones, todas las fiestas han sido suspendidas, y los conciertos, y los congresos, las conferencias, las presentaciones de libros… Los cines y los teatros funcionan desde el verano en parte, pero con restricciones de aforo, igual que los espectáculos deportivos, que se celebran sin público y una vez que los deportistas han pasado los controles reglamentarios para verificar que no están infectados.

Fue marcharte tú y se apagó todo. Aquí y en sitios que tú recordabas con afecto como Roma, Nueva York o San Francisco, de pronto empezaron a morir por centenares, sin nadie al lado, sin funerales y con la presencia solo de tres personas, las más allegadas, en el momento del entierro.

¿Sabes que llevamos desde que te fuiste sin abrazarnos los unos a los otros, que no podemos celebrar ni los premios que te siguen dando? Fíjate, a tu reportaje de las "Mil mujeres asesinadas" le han concdido varios premios más este año, incluido el Ondas ¿Sabes que no nos besamos, y que apenas nos tocamos? ¿Sabes que no podemos quedar a cenar como tanto te gustaba a ti y, si lo hacemos, tenemos que ser como mucho media docena, pero no solo en los restaurantes, ¡también en casa! ¿Sabes que no paramos de lavarnos las manos como posesos, que para entrar y salir de los sitios hay que frotárselas con gel alcohólico? ¿Sabes que no tenemos ni idea de hasta cuándo seguiremos así? Por cierto, cotilleo: ¿sabes que el rey emérito ha huido de España por "irregularidades fiscales"? Está en Abu Dhabi, sí has leído bien, "Abu Dhabi", desde primeros de agosto, ¿qué te parece?

A veces juego a imaginar las maldades que estarías soltando por tu boca si aún continuaras a mi lado. Y se me ocurren verdaderas burradas, claro, pero nunca tan brillantes ni tan divertidas como serían las tuyas en estos momentos de desconcierto y ansiedad colectiva.

Fíjate, nos reíamos de los chinos que venían de vacaciones y no se quitaban la mascarilla nunca, y ahora vamos aquí todos igual que ellos. Como te puedes imaginar, se ha hecho mucha política con lo de la pandemia y peligrosos elementos como Trump o Bolsonaro se han dedicado a ir de negacionistas sin importarle que en los países donde ellos gobiernan, los ciudadanos estén muriendo como chinches. Por cierto, una alegría, amor, Trump ha perdido las elecciones. Y otra: aquí el Gobierno de coalición cumple ya su primer año y parece que puede ir para largo. De Televisión Española, mejor ni hablamos. Con tu permiso, si te parece, lo dejamos para otro día.

A veces me da por pensar que lo del coronavirus nos ha pasado por haber permitido que te fueras, por no haber sido capaces de retenerte. Que alguna fuerza sobrenatural nos está castigando por haberte perdido. Si no fue así, al menos tuvo el detalle de impedir que te enteraras de todo esto y permitió que te marcharas en un momento en el que pudiste aún exhibir músculo reuniendo en tu despedida a centenares de personas que te queríamos. Sigo sin acabar de hacerme a la idea de que ya no estás aquí.

J.T.

P.D. Alicia Gómez Montano murió el pasado 18 de enero en Madrid. Era firme candidata a presidir RTVE tras haber obtenido el número uno en el concurso para constituir el Consejo de Administración de la Corporación, algo que, a fecha de hoy, aún continúa pendiente.




miércoles, 23 de diciembre de 2020

Un año de los acuerdos PSOE-UP y casi todo por cumplir

Los acuerdos PSOE-UP van a cumplir ya un año. Por lo menos cumplirán algo.

Si dejas de pagar el alquiler o la hipoteca, te desahucian; si te descuidas con la factura del teléfono, te lo cortan; si en el trabajo no llegas a tu hora, te echan… Pero si consigues la presidencia del gobierno gracias a un pacto y no cumples los acuerdos van y te aplauden, ¿no es maravilloso? Acuerdos, por cierto, firmados el 30 de diciembre del año pasado en un documento de cincuenta páginas que propició la investidura de Sánchez y la formación del Gobierno de coalición.

Veamos cómo suelen tratar las desavenencias entre los socios de este gobierno los medios sobre todo impresos, felices ellos apenas atisban el más mínimo nubarrón en el horizonte: “Sánchez da un golpe de autoridad; Sánchez, harto de conceder victorias; Sánchez echa el freno de mano, Sánchez impone límites; Sánchez, harto de los pulsos de Iglesias; La Moncloa reprocha a Podemos su estrategia de presión…”

Los fustigadores de Sánchez dejan en parte de serlo apenas creen oler sangre en las disputas entre él y sus socios, y entonces se dedican a meten cizaña soñando con el cisma: “Podemos fuerza, Podemos exige, Podemos presiona…”  En resumen, eres un moroso, remoloneas para cumplir tus pactos o directamente no los cumples, llamas cabezón a quien te recuerda lo firmado y hasta tus críticos te hacen la ola.

Recordemos cuáles son algunas de las exigencias, esas “terribles” presiones que, según los correveidiles de la corte, sufre Sánchez por parte de los “pesaos” de sus socios: subir el salario mínimo un 0.9 por ciento, frenar los desahucios hasta mayo, evitar los cortes de suministros en los hogares con menos recursos, agilizar la reforma laboral, proteger las pensiones…

Todo medidas de corte social, decisiones que benefician a los más desfavorecidos y que el sector mayoritario del Gobierno de coalición retrasa o maquilla: ahora no se puede hacer nada para asustarles (a los empresarios), ha comentado alguno de los ministros socialistas, necesitamos que inviertan y que vuelvan a confiar para relanzar la economía”. Y, claro, todo se resuelve rebañándole nueve euros al mes a los trabajadores que menos cobran. O regateando con los suministros, o compensando a los fondos buitre por según qué desahucios, o negándose a anular la reforma laboral de Rajoy, promesa esta que, por cierto, hizo el propio Partido Socialista… Luego está el asunto quizás más peliagudo y con el que el ministro de Seguridad Social patinó por la manera en que lo dio a conocer: el informe donde se propone que el cómputo para calcular las pensiones se alargue de los 25 a los 35 años de vida laboral.

Si el término “cabezón” ha de emplearse en su sentido correcto, lo suyo sería aplicarlo a quien se resiste o se niega a cumplir lo prometido, no a quien reclama que esto se haga. Las discrepancias en un gobierno de coalición son perfectamente entendibles, pero las explicaciones de la parte que se resiste a atender según qué reclamaciones no deberían sonar a tomadura de pelo ni proporcionar munición a quienes buscan sin descanso abrir brecha como sea. 

Afirman según qué cronistas que lo que hay detrás de las negativas de Sánchez a las “presiones” de Unidas Podemos es la necesidad de dejar claro ante sus socios de gobierno quién es el que manda. Le hacen un flaco favor al presidente pensando así. No creo que Sánchez anteponga el orgullo ni los celos al sentido práctico que le ha permitido seguir vivo después de la envergadura de muchas de las batallas políticas que se ha visto obligado a librar en su vida. De lo contrario este martes no hubiera llegado a acuerdos (insuficientes, pero acuerdos) en materia de desahucios y suministros, cuando muchos voceros daban por hecho el fracaso completo.

Acordar no es ceder a presiones, pero sin presiones parece difícil que se cumplan los acuerdos PSOE-UP. Acuerdos de los que celebramos ya su primer aniversario. Sería bueno que las presiones a los socialistas vinieran, además de por parte de sus socios de gobierno, de las organizaciones sindicales y sociales cuya presencia en las calles hace algún tiempo que se está echando en falta.

J.T.

Publicado en "La Última Hora".

 

 

domingo, 20 de diciembre de 2020

Esa veleta llamada Pablo Casado

Ayuso es tan básica que, precisamente por eso, le está comiendo la tostada a Pablo Casado. Como dice Ramón Lobo, su discurso es claro, firme y sin complejos”, algo que, en un mundo tan mediocre, le permite tener un futuro asegurado. Mientras el todavía presidente del PP anda dando manotazos sin acabar de acertar con la estrategia, IDA es más estable porque nunca tiene un momento moderado. Casado ni gusta a muchos de los suyos, a quienes tiene desconcertados y ansiosos, ni asusta a los adversarios. Me imagino, por ejemplo, a Cayetana frotándose las manos a la espera de los resultados de las elecciones catalanas, donde el temido sorpasso de Vox arrinconaría a los populares y saciaría también en parte la sed de venganza que tiene Abascal desde que se sintió humillado en la moción de censura que promovió en octubre contra Pedro Sánchez.

Acosan a Casado por los cuatro puntos cardinales: Ayuso, Vox, Catalunya y Andalucía, autonomía esta última donde Juanma Moreno no tolera injerencias ni soporta que le manden comisarios políticos como Zancajo para dirigir los informativos de Canal Sur. El todavía líder de la oposición incomoda casi más en su propio partido que en el Congreso, donde se enzarza en surrealistas peleas, suele mentir por sistema y, a la vista de su escaso éxito con el empleo de tales métodos, ahora le pide al presidente del gobierno que llore para parecerse a Merkel.

Poner como condición para apoyar la renovación del Consejo General del Poder Judicial que Unidas Podemos quede fuera de juego no deja de sonar a pataleta infantil de quien, desolado, ha agotado los cartuchos de que disponía, de quien se ha quedado ya sin trucos a los que recurrir. Le falta imaginación, le falta contundencia, sal, chispa. Por lo menos antes nos cabreaba de vez en cuando, pero ahora ni eso, como mucho da risa. O pena.

Casado es tan inconsistente como sus estudios universitarios y tan veleta como su propia amoralidad: si algo me sirve para atacar al gobierno, lo uso, ya sean los muertos de la pandemia o ese terrorismo que hace diez años que no existe. Que intente ningunear a Podemos no le reporta ningún beneficio de cara a la futura composición del órgano de gobierno de los jueces. En cambio, obliga al gobierno a cortar por lo sano y buscar una solución alternativa que por lo menos impida a los magistrados que lo componen aún, dos años después de tener que haberse marchado, continuar realizando nombramientos que torpedeen el progreso y alivien la situación judicial de tantos miembros del PP como hay todavía pendientes de juicio por corrupción.

¿Cuánto tiempo más aspira Casado a mantener el bloqueo? Si espera a solucionarlo cuando el Partido Popular vuelva al Gobierno, igual los suyos lo han defenestrado mucho antes. ¿Vamos a seguir años sin cambiar ni el CGPJ, ni RTVE, ni tampoco el resto de organismos cuya renovación continúa exigiendo dos tercios de los votos totales en el Congreso? Hay que arreglar esto porque el bipartidismo no volverá. Tres años más así es insostenible, o más, si la derecha, como es de esperar, vuelve a perder las próximas elecciones.

Con su particular y delirante raca-raca, ora declarándose en rebeldía, ora inaugurando hospitales fantasma, ora asegurando que el rey ya ha pagado sus desmanes con disculpas, Isabel Díaz Ayuso le va comiendo terreno a Pablo Casado. Por otro lado Feijóo, Bonilla y alguno más guardan las distancias, Cayetana se parte de risa en la intimidad y, por si faltaba algo, ahí anda Abascal bajo palio, a hombros de centenares de militares nostálgicos.

Mientras el Gobierno de coalición continúa haciendo su trabajo, aprobando leyes y superando obstáculos, en la sede de la caja B y de los martillazos a los ordenadores crujen los cimientos y resucitan los fantasmas.

J.T.

sábado, 19 de diciembre de 2020

Normalizar las contradicciones


He repasado estos días algún que otro capítulo de Borgen, he vuelto a disfrutar con los cotidianos tiras y aflojas entre Birgitte Nyborg y los ministros de otros partidos con los que gobierna y me ha dado mucha envidia. Aunque ficción, la serie es un fiel retrato del proceder habitual en los gobiernos de coalición. 

Aquí, en cambio, parece que no haya manera de normalizar las lógicas contradicciones entre los miembros de un gobierno formado por dos partidos distintos. Esperan unos, y hasta exigen otros, que el funcionamiento sea el mismo que el de los gobiernos monocolor en tiempos del bipartidismo, cuando Felipe o Aznar gestionaban los Consejos de Ministros a golpe de silbato y quien se movía no salía en la foto. 

Que en el Gobierno haya dos almas no parece mala cosa. El Psoe también tiene, o tuvo, dos almas, pero una de ellas pasea por el mundo con más desahogo y conciencia de impunidad que la otra. Me consta que hay muchos socialistas a los que la fiesta de los toros les parece una barbaridad, pero va Carmen Calvo, prologa un libro de Eneko Andueza, portavoz socialista en el parlamento vasco, defendiendo la tauromaquia (“Los toros, desde la izquierda”, Servisistem) y nadie osa llevarle la contraria. “Hubo aficionados y toreros antes de que existieran la izquierda y la derecha”, escribe la vicepresidenta socialista en ese prólogo, y todo son reverencias en su partido y en los medios de derechas. En cambio a Sergio García Torres, director general de Derechos de los Animales, cuando muestra en redes su desacuerdo con esa postura y aprovecha para recordar que hace más de cien años ya había socialistas que mantenían posiciones antitaurinas, los cañones mediáticos se apresuran a disparar a discreción con entusiasmo y diligencia. Se conoce que aspiran a que, por el hecho de estar gobernando juntos, Podemos aplauda hasta los desatinos más infumables. El alma republicana del Psoe, como la antitaurina, andan desaparecidas en combate.  

A lo mejor hay algún ingenuo por la Moncloa que cree que el destino natural de los ministros de Unidas Podemos es ser fagocitados. Y como puede que lo crean de verdad, no soportan que se pongan sobre la mesa de trabajo asuntos donde existen diferencias de calado. Temas que, recordemos, figuran todos en el programa de investidura. A plantear las cosas de agenda, ellos y sus palmeros lo llaman exigencias, a las discrepancias, broncas, a tener puntos de vista distintos, desleatad, a las reclamaciones para que se cumpla lo pactado, batallas, a las discusiones, conflictos, a debatir, combatir… y así sucesivamente. Jerga bélica, como en el peor periodismo deportivo. Siete veces empleaba El País el término “batalla” en la información del pasado miércoles dedicada a la agenda social del Ejecutivo. 

¿Por qué nos resistimos a normalizar las contradicciones dentro del Gobierno? Que, a pesar de ser del mismo partido, Guerra y Solchaga no se pudieran ver, o Soraya y Cospedal se llevaran como el perro y el gato, eso no parecía rechinar. Me consta que más de un miembro socialista del gobierno actual las ha tenido serias con María Jesús Montero, pero se paran las rotativas cuando ella y Pablo Iglesias discrepan. 

Lo normal es que las cosas sean como están siendo, debate, negociación y finalmente acuerdo. Algo que, en el caso de los Presupuestos, se ha demostrado eficaz para frenar a la derecha y dotar así de estabilidad al equipo de gobierno. Lo normal es que si hay sobre la mesa una agenda social en la que cada partido defiende sus postulados, eso se refleje en las conversaciones donde se busca llegar a acuerdos. Es normal que Nadia Calviño y Yolanda Díaz
discrepen sobre la cuestión del salario mínimo, lo extraño sería lo contrario; es lógico que Ione Belarra y Teresa Ribera mantengan posiciones distintas sobre la prohibición de los cortes de suministros, o que Nacho Álvarez y José Luis Escrivá no enfoquen del mismo modo el espinoso asunto de las pensiones. Por no hablar de la reforma laboral y la resistencia numantina de Calviño. Todo esto es normal, repito: N-o-r-m-a-l

Los resultados, que es lo que importa, están a la vista, rematados estos días con la aprobación de los Presupuestos y la ley de eutanasia. Como escribía el jueves Enric Juliana en La Vanguardia, “una vez afianzada la legislatura, los debates dentro de la coalición gubernamental se convierten en la única fábrica de política tangible”. 

El diálogo sereno entre fuerzas radicalmente diferentes, la negociación y la firma de pactos estables suele ser lo habitual en los gobiernos de coalición de otros estados europeos. En Dinamarca, el país inspiración de la serie Borgen, hace ya más de un siglo que no gobierna un solo partido por mayoría absoluta. Sería deseable que aquí no hubiera que esperar tanto para que nos relajáramos un poquito. 

J.T.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Contra la lluvia fina del odio

Llevan desde enero intentándolo todo: crispación en el parlamento, tensión en las calles, insultos en los medios, acusaciones de asesinos, de incompetentes, de enemigos de la unidad de España… Desde el mismo día de la toma de posesión abrieron hostilidades: las televisiones públicas y privadas dando pábulo a soflamas fascistas y pronunciamientos bananeros; Aznar, Felipe, los viejos barones socialistas y los todavía en ejercicio disparando sin parar antes, durante y después del confinamiento; el PP atacando al Gobierno de coalición por llegar a acuerdos con EH Bildu y ERC, o actuando en Europa contra los intereses de España...

De nada les ha valido: los Presupuestos han sido aprobados con 188 votos a favor. Y como han fracasado se sacan de la manga el más patético de los comodines, los militares nostálgicos, por si no nos quedaba algún ridículo más que hacer en el resto de Europa.

Me cuesta trabajo tomarme a broma las amenazas de ser fusilado, la lluvia fina de los radiopredicadores, la preocupante deriva de las teles, la falta de respeto de los periódicos a sí mismos, porque a los lectores hace ya tiempo que se lo perdieron…. No es justo que cada vez que la derecha pierde el poder tengamos que aguantar tanto ruido, el de sables incluido, aunque en esta ocasión estén oxidados.

¿Qué ha pasado con el PP? ¿Era mentira que se trataba de una derecha civilizada? ¿Eran solo el huevo de la serpiente de Vox? Si quedan demócratas en el Partido Popular, ¿qué hacen callados mientras Casado y Ayuso sitúan al partido cada vez más lejos del marco democrático?

Las mejoras sociales que nos traerán los Presupuestos son buenas para todos. Muchos de quienes hoy los demonizan, mañana los disfrutarán, como ocurre con cada progreso social que consigue la izquierda. Aquellos trabajadores que se encandilan con el discurso de la ultraderecha han de saber que para ellos son mera carne de cañón, tontos útiles a los que dejarán tirados apenas consigan sus objetivos. Eso si tienen suerte y no los fusilan.

Y a todo esto, la izquierda… a por uvas en aspectos fundamentales como lo es vender los logros, que son muchos, pero para eso hace falta una buena política de comunicación y no la tienen. Este momento tiene que servir para que la izquierda olvide para siempre las peleas al estilo de la célebre secuencia de los Monty Python en La vida de Brian.

¿Acabaremos alguna vez con la vieja maldición de las dos Españas? ¿Conseguiremos entendernos aunque tengamos maneras diferentes de pensar? ¿A qué esperamos para ponernos a trabajar y conseguir que la ultraderecha vuelva a ser insignificante? ¿A qué esperamos para hacerles entender de una vez que España no es suya, como no lo son tampoco ni el himno ni la bandera? Lo de los militares nostálgicos incordiando no se puede tomar a broma. Lo del silencio del rey, tampoco.

Tener un gobierno de coalición es una buena noticia. Que estén pasando cosas en materia de avances sociales, es una buena nueva que necesitábamos desde hace tiempo. Modernizarnos significa seguir el camino abierto tras la aprobación de los Presupuestos, que permiten buscar la manera de construir un país mejor. Y hay que divulgarlo todo lo que se pueda, explicarlo en un lenguaje que puedan entender los jóvenes, esa generación que ya no oye la radio, ni ve la tele, ni lee periódicos porque los tenemos aburridos.

Esta España será más fuerte en la medida en que desaparezcan los bloques y la intolerancia quede arrinconada. Una buena derecha tiene que alejarse de las políticas de odio y volver a apostar por las maneras civilizadas. Es la única manera de ser europeos y no podemos, ni queremos ni debemos, ser otra cosa.

J.T.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Tras la vuelta a la cárcel de Forcadell y Bassa

Se sabía que el Supremo haría lo que ha hecho, revocar las medidas de semilibertad concedidas a los líderes independentistas catalanes. Hay quien sostiene que no podían hacer otra cosa, pero eso es entrar en tecnicismos en los que me pierdo, como creo que le sucede a la mayoría de los mortales. Me desespera la verborrea jurídica y la lentitud de su funcionamiento, no entiendo ni sé del leyes, como decía la canción, pero no creo que haya que saber de leyes para entender que volver a meter en la cárcel a Carme Forcadell y Dolors Bassa e impedir a sus compañeros de condena que salgan a trabajar no presagia nada bueno.

Será legal pero es injusto, como tantas leyes que están pidiendo a gritos ser cambiadas. Si me pregunto a quién beneficia tampoco lo tengo claro, considerando que la resolución se hizo pública un día después de la aprobación de los Presupuestos generales del Estado y a dos meses de las elecciones catalanas.

¿Estamos condenados a que las decisiones judiciales condicionen una y otra vez el discurrir político de un país con tantas complejidades, con tantos frentes abiertos? La sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut en 2010 contribuyó al auge del independentismo y al crecimiento del respaldo ciudadano a los partidos que defendían sus postulados. Ahora el Supremo anula la semilibertad de la que disfrutaban los presos del 1-O por “prematura”. “El Tribunal Supremo, sostiene Ester Capella, consellera de Justícia, se vuelve a equivocar, no actúa por razones de derecho sino por razones de Estado y cuando hace eso, está haciendo política”.

¿De verdad hay alguien que crea que este castigo ayuda a mejorar la convivencia? Siempre fue un asunto político, pero cada día que pasa lo es más, por mucho que la vertiente jurídica mantenga vivo el galimatías. Verdaderos delincuentes hay, ladrones, agresores y hasta homicidas cuyas condenas han sido menores que las de los políticos del procès. Tres años en la cárcel ya! La mejora del régimen penitenciario, “debe vincularse a una clara voluntad de sus beneficiarios de no reincidir en el futuro en sus conductas ilegales” viene a decir el TS en una resolución que más bien parece un jeroglífico. Tanto el presidente en funciones de la Generalitat como el president del Parlament lo traducen a roman paladino: "El Tribunal Supremo persiste en la sed de venganza, la vía judicial es una vía muerta”, proclama Pere Aragonés; “El Gobierno que se dice más progresista de la historia es incapaz de parar los pies a los enemigos del diálogo”, declara Roger Torrent.

De cara a la campaña electoral de las elecciones catalanas, no parece que este ambiente sea el mejor preámbulo de los deseables. No es buen escenario el de una sociedad enconada, el indulto tendrá que acabar llegando, o la reforma del delito de sedición, o la amnistía, y sin que transcurra demasiado tiempo amparándose en papeleos, trámites o plazos, esos tediosos procedimientos que tanto nos desesperan a los ciudadanos de a pie cuando nos vemos inmersos en un pleito por nimio que sea. Cualquier decisión sobre este tema por parte del Gobierno de la nación sería deseable que se adelantara a la del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ante quien en su día se presentó recurso porque, según recuerda Blanca Bragulat, pareja de Jordi Turull, la esperanza, desde el minuto cero, siempre ha estado en Estrasburgo”.

Se saldrá de esto dialogando y votando, no hay otro camino. Y para eso es necesario buscar una salida política cuanto antes.

J.T.

 

La derecha y su “recorrido ético” pendiente

 

¿Usted no cree que a un sector importante de EH Bildu le falta, como diría Ramón Jáuregui, una especie de recorrido ético más profundo, más auténtico a la hora de decir nos equivocamos?

La pregunta se la hacía Antonio García Ferreras a Pablo Iglesias apenas una semana después de que Jon Iñarritu, diputado de EH Bildu, se hubiera dirigido a Antonio Salvá, parlamentario de Vox y padre de un guardia civil asesinado por ETA en 2009 en los siguientes términos: “Cuando ocurrió ese terrible asesinato, esa injusticia, que el señor Salvá sufrió en su familia y que nunca tendría que haber sufrido, expresé mi condena, mi rechazo, y lo que sostenía hace once años lo sigo sosteniendo igual: todo mi respeto y solidaridad. Usted tiene mi respeto como persona y, como víctima, tiene también mi solidaridad personal y profunda”.

No les basta, ni a Jáuregui (vieja guardia del PSOE) ni a esa derecha que no puede soportar que ETA ya no exista y la formación política que heredó sus postulados haya decidido apostar por el diálogo y los pactos. La derecha se queda sin coartada, sin mantra, como reconocía Margallo contando algo que le ocurrió en San Sebastián en 2015, cuando preguntó a sus compañeros por qué la gente no acudía allí a los mítines del PP: “Desde que no nos matan, no tenemos proyecto”, le contestaron.

Ni proyecto, ni pudor, ni vergüenza, ni ética. Pero se dedican a exigir un mayor recorrido ético a los diputados de EH Bildu. No parece bastarles tampoco, ni al PP, ni a Ferreras, ni a socialistas como Ramón Jáuregui, que Mertxe Aizpurua estuviera presente en el homenaje del Congreso a la memoria de Ernest Lluch en el vigésimo aniversario de su asesinato.

Nadie parece querer recordar que el PP fue fundado por ministros franquistas, algunos de los cuales habían firmado penas de muerte contra demócratas. Nadie nunca les exigió ese recorrido ético, nunca pidieron perdón y nadie se lo reprochó porque lo importante tras la muerte del dictador, y es cierto, era que fueran capaces de apostar por la democracia. Pero no es esa vara de medir la que utilizan ahora quienes se rasgan las vestiduras porque el Gobierno de coalición ha “osado” contar con EH Bildu para acordar los Presupuestos.

Ya desde el Pacto de Ajuria Enea (1988), todas las fuerzas políticas incluida Alianza Popular, el antiguo PP, instaban a Herri Batasuna a dejar la violencia y defender sus ideas por canales democráticos. Pero a día de hoy, con ETA desaparecida y EH Bildu convertida en la segunda fuerza política de Euskadi, todo continúa siendo demonización e intentos de deslegitimación. Siguen negándose a admitir que, es un éxito de nuestra democracia, como le dijo Iglesias a Ferreras el pasado lunes, que los que en el pasado defendieron la violencia estén haciendo política en las instituciones”.

Sin duda llegará el momento en que esto se normalizará, pero los pataleos y las salidas de tono, con ETA siempre en la boca, seguirán mientras alguien en la derecha continúe pensando que les vale como munición electoral. Ese sector socialista que lleva semanas cargando contra sus propios compañeros en el Gobierno de coalición, ¿habría exigido algún tipo de recorrido ético a los partidos de la derecha si alguno de ellos hubiera llegado a acuerdos? ¿Cuándo ha pedido el PP perdón por la Gürtel, cuándo se ha disculpado porque tantos antiguos dirigentes, algunos de ellos primeros espadas en el partido, en el gobierno, en las autonomías, hayan sido condenados y encarcelados por ladrones? ¿Se arrepentirán alguna vez de haber utilizado a la policía para el espionaje y la invención de pruebas falsas? ¿Acaso han reconocido los crímenes que se cometieron en el franquismo contra luchadores demócratas cuyo único delito fue pensar diferente?

Hace ya ocho años Pernando Barrena, entonces portavoz de Sortu, pidió perdón por la “insensibilidad” y por el “daño añadido o sentimientos de humillación” a las víctimas de ETA en un acto en el que, por cierto, también estaba Mertxe Aizpurua. No les basta. Quieren más porque sin ETA no son nada. Les da igual que cada vez sean más las víctimas que reclaman que no se utilice su dolor para hacer política, les da igual que exista ya una generación que haya crecido sin violencia y a quien ese raca-raca pelmazo les suene a chino.

Ningún dinosaurio del PSOE ha salido, al menos que yo sepa, a condenar públicamente las maneras antidemocráticas de según qué diputados de la ultraderecha. Al PP tampoco le conminaron nunca a condenar el franquismo de manera contundente como sí hacen con la izquierda abertzale sobre la violencia de ETA ¿Por qué no se le exige a la derecha, ni se le ha exigido jamás, ningún tipo de recorrido ético?

J.T.

Publicado en "La Última Hora"