Demasiado estaba tardando Trump en acabar con la escasa libertad de expresión que iba quedando en los medios de comunicación estadounidenses. Malos tiempos en ese país para expresarse sin mordazas. Un famoso y reconocido showman de televisión llamado Jimmy Kimmel ha sido despedido fulminantemente del programa que presentaba desde hacía 22 años en la cadena ABC por insinuar en uno de sus monólogos que el movimiento MAGA (Make America Great Again) intenta sacar rédito político del asesinato del joven ultraconservador Charlie Kirk la semana pasada en Utah, y por “atreverse” a criticar la reacción del presidente cuando este conoció la noticia del atentado.
“Hemos tocado fondo –afirmó el presentador del talk show “Jimmy Kimmel Live”- con la banda de MAGA tratando desesperadamente de describir a Tyler Robinson, asesino de Kirk, como cualquier cosa menos uno de los suyos y haciendo todo lo posible por sacar provecho político de ello”. Está claro que algo huele a chamusquina y que el presentador puso el dedo en la llaga con estas palabras. Resultado: no solo él ha sido borrado del mapa, sino que el programa ha quedado cancelado indefinidamente ¿A quién se le ocurre afirmar que “los esfuerzos por desligar al asesino, de 22 años, de cualquier relación con la ideología MAGA no son inocentes y que sacar rédito político de la tragedia “supone un descenso ético significativo en el discurso público”? ¿Cómo se atrevió a comparar la reacción de Trump tras el asesinato de Kirk con “la forma en que un niño pequeño lamenta la pérdida de una mascota, y no con como un adulto lamenta la muerte de un amigo”?
Al presidente estadounidense debieron de acabar llevándoselo los demonios cuando supo que el osado cómico también había calificado su comportamiento de “inmaduro e inapropiado”. Nos lo imaginamos durante sus días ingleses pegando puñetazos encima de la mesa y levantando el teléfono adecuado para perpetrar la admonición correspondiente: “Fuera ese tío, no lo quiero ver más ni en pintura”. Sus deseos son órdenes, debieron contestar en Disney, empresa propietaria de la cadena ABC, por la cuenta que les trae. Así que dicho y hecho. Se acabó Kimmel y se acabaron sus “insolencias”.
“Enhorabuena a la ABC por haber tenido la valentía de hacer lo que ha hecho”, escribió Trump en su red social con el desahogo que le caracteriza, al tiempo que aprovechaba para preguntarse a ver cuándo otras cadenas iban a adoptar decisiones similares con presentadores también molestos según él, como las estrellas televisivas Jimmy Fallon y Seth Meyers.
Ya ni disimula, está claro que le importa un bledo lo que piensen de él. Lo que no le gusta se lo carga y punto. Este es el plan que tenemos, esta es la manera de comportarse del hombre más poderoso del planeta. Si esto lo ha hecho con uno de los comunicadores más reconocidos en Estados Unidos, conductor además de la gala de los Óscar hasta en cuatro ocasiones, ¿qué no será capaz de hacer con cualquiera que se atreva a toserle? Igual nos lo podemos imaginar tras conocer lo que le dijo a los periodistas que le acompañaban en el vuelo de regreso a Washington tras su visita al Reino Unido: “Leí en alguna parte que las cadenas están en un 97% en mi contra, creo que tal vez deberían retirarles la licencia”.
No hay más preguntas, señoría.
J.T.
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