viernes, 15 de julio de 2016

Todos no somos Messi

En el país de los Pujol y sus pornográficos tejemanejes, de Granados y su Púnica, de los Eres andaluces, de Bárcenas y la Gürtel... en el país donde hay políticos que cuentan los billetes de las mordidas escondidos en un coche, donde algunos miembros de la familia real acaban en el banquillo y el partido que tiene más casos de corrupción pendientes de juicio consigue más votos cada vez que se presenta a unas elecciones, en ese país encaja perfectamente que a un personaje como Lionel Messi se le haga la ola colectiva tras haber sido declarado culpable de tres delitos fiscales por la Audiencia Provincial de Barcelona.

¡Señoras y señores! Ese joven muchacho tan correcto como soso, con pinta de no haber roto un plato en su vida, ese chico tan aparentemente impoluto y políticamente correcto, que hasta los escupitajos en el césped los suelta con gracia el chaval, acaba de ser condenado a 21 meses de cárcel, que no cumplirá, por haber defraudado al fisco -con "ignorancia deliberada"- 4,1 millones. Aunque la sentencia está recurrida al Supremo, el joven icono ha sido juzgado y condenado.

Me resulta difícil entender la tolerancia social de la que gozan los deportistas, hasta el punto que mientras escribo esto, ya me estoy imaginando que me va a caer la del pulpo. Hace unas semanas tuvimos el turbio asunto del portero de Gea -presunto, claro-, sobre el que de momento se ha corrido un tupido velo; MARADONA GORDO 3ahí están también las siniestras historias de dopaje en el ciclismo, o el ascenso y caída de atletas como Ben Johnson o Javier Sotomayor; del caso Maradona mejor ni hablamos... En fin, el caso es que estos ídolos de masas -caídos o no, juguetes rotos en unos casos y en otros siempre héroes hagan lo que hagan- gozan de un grado de comprensión hacia sus actos delictivos infinitamente mayor que la que se nos concede al común de los mortales por transgresiones mucho menos graves.

Antes de continuar, una declaración de principios: me gusta seguir los espectáculos deportivos y, aunque no soy del Barça, reconozco que sus jugadores, con Messi a la cabeza, me han hecho disfrutar mucho con su fútbol durante la última década. Dicho esto, añado: me parece inadmisible que Messi se escaquee a la hora de cumplir con sus obligaciones fiscales y me desconcierta que el equipo que le paga la sustanciosa nómina lance una vomitiva campaña -"Todos somos Messi"- para apoyar al "pobre chico". No vaya a ser que se deprima el muchacho, pierda la inspiración en el campo y les busque la ruina. Pero lo que menos me gusta de todo es la condescendencia y la comprensión de la parroquia para con este tipo de fechorías, dispuesta siempre a mirar para otro lado y exculpar al inocente jovenzuelo, víctima el angelito de las tropelías de un entorno que, con su "papá" al frente, roba en su nombre sin que él se entere de nada. "Ignorancia deliberada"

Coincide la publicación de la sentencia de Messi con la proyección en los cines de "The program" ("El ídolo"), la película en la que Stephen Frears narra con pelos y señales el escandaloso fraude que fue la historia del ciclista estadounidense Lance Amstrong, antes y después del cáncer de testículos que sufrió a los 25 años. Amstrong ridiculizó aquel viejo refrán que sostiene que "no se puede engañar a todos todo el tiempo" porque él lo hizo durante toda su carrera deportiva. 150126163747_lance_armstrong_624x351_afpGanó siete Tours de Francia seguidos dopado hasta las cejas y nunca lo pillaron. Y si no hubiera dejado tirado a su otrora fiel gregario Floyd Landis cuando éste dio positivo en el Tour de 2006, todavía al tejano continuaría disfrutando de una fama y un reconocimiento que nunca mereció. Porque fue Landis, que durante años se dopó con él y junto a él, quien decidió tirar de la manta cuando se vio abandonado por quien había sido su jefe de filas.

Como hice durante tantos meses de  julio en mi vida, veo estos días, a la hora de la siesta, algunos finales de etapa del Tour de Francia y no puedo evitar preguntarme si por por fin habrán conseguido limpiar el pelotón de delincuentes o si, por el contrario, dentro de unos años volveré a enterarme de atrocidades de estos tiempos como ahora se cuentan en "The Program" las  que ocurrieron durante la última década del siglo XX y la primera del XXI.

Hace tiempo que tengo claro que no hay que creer en nada ni en nadie, pero... ¿de verdad se lo tengo que contar así a mis hijas? ¿de verdad les tengo que contar a los ilusionados jóvenes que conozco que todos sus ídolos son mentira, que no aspiren nunca a ser como ellos, que muchos de aquellos a quienes tanto admiran se mueven al margen de la legalidad y defraudan al fisco, se dopan o se drogan porque se creen inmunes, porque está convencidos de que cuentan con una tolerancia social prima hermana de la impunidad?
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¿Quieres robar y que no te pase nada? Pues primero hazte figura del fútbol, atleta o ciclista y luego todo te será perdonado. O peor: no te andes con miramientos y drógate, que todos lo hacen, como dice Amstrong en la "The program". Solo tienes que ser más listo que ellos y que no te pillen. Y si no te pillan, que te quiten lo bailao.

Claro que, en el fondo, esa directiva del Barça que ha tenido que pactar con Hacienda y pagar 5, 5 millones para cerrar el vidrioso asunto Neymar, la misma que ahora promueve la campaña "Todos somos Messi" intentando manipular la buena fe de los socios, lo que hace es moverse en el mismo fango al que nos tienen acostumbrados esos políticos que no paran de abrir telediarios protagonizando casos de corrupción. Roban a manos llenas y luego les llenamos las urnas de votos. ¿Por qué van ser menos el Barça y sus chicos?

J.T.

martes, 12 de julio de 2016

Tras la muerte de Víctor Barrio

No me gusta que maten a los toros, pero mucho menos me agrada aún que alguien se alegre de la muerte de un torero. Si todos los fundamentalismos son peligrosos, el talibanismo antiaturino está comenzando a adquirir visos de intimidadora amenaza mafiosa. La vejación a la que ha sido sometida en redes sociales la persona y la memoria de Víctor Barrio desde su muerte el pasado sábado en la plaza de toros de Teruel transmite una suerte de incómoda ansiedad ¿De verdad existen argumentos para justificar que un ser humano se alegre de la muerte de otro?

A Víctor Barrio lo mató el toro "Lorenzo" la tarde del nueve de julio y prácticamente desde el mismo instante en que murió, lo remataron en redes con un linchamiento tan violento como desaforado. Bien es cierto que, cuando comprobaron la monstruosa dimensión que iba adquiriendo el despiadado ataque al torero muerto, las principales asociaciones antitaurinas decidieron desmarcarse: "No compartimos ninguna de esas opiniones y comentarios", declaró Laura Duarte, portavoz del Partido Animalista Pacma; "Me desagrada que haya personas que se planteen esto como un combate", dijo Chesús Yuste, portavoz de la Asociación Parlamentaria de Defensa de los Animales (Apdda)...

También Carmen Méndez, presidenta de la Asociación Defensa Derechos Animal (ADDA), se apresuró a desvincular a su organización de este tipo de comentarios, aunque añadió que "quienes más deberían replantearse la fiesta de los toros y estos espectáculos son los propios taurinos". Pero Méndez, como Duarte y como Yuste, saben que es muy posible que estas declaraciones conciliadoras quizás lleguen pelín tarde. Hace ya bastante tiempo, años, que la deriva antitaurina estaba adquiriendo tintes preocupantes. Yo no sé si hay que acabar con la fiesta de los toros o no, lo más probable es que su desaparición caiga por su propio peso con el transcurso del tiempo, pero mientras esto ocurre, conviene no olvidar que estamos hablando de un espectáculo legal en torno al que pivotan las fiestas más importantes del año en buen número de pueblos y ciudades de nuestro país. Y que se trata de un fenómeno que va más allá de los planteamientos ideológicos: ser de izquierdas no tiene porqué conllevar ser antitaurino, ni ser de derechas lo contrario, como más de uno parece empeñado en sostener.

Todos mis amigos progres y antifascistas navarros, que en tiempos se jugaron la vida corriendo delante de la policía en comprometidas manifestaciones políticas, también corrieron y corren delante de los toros por las calles de Pamplona cuando llegan los Sanfermines. Algunos llevan cuarenta años haciéndolo y, por supuesto, tienen abono en la plaza de toros, donde se desgañitan en los tendidos de sol cantando a voz en grito "La chica yeyé", "Mi gran noche" o "Sigo siendo el rey". Así de complejo y contradictorio es el asunto.

Quienes apuestan por la abolición de la fiesta tienen tanta razón como quienes piensan lo contrario. Pero los abolicionistas han ido por ahí encendiendo tantas mechas que al final ha acabado llegando un incendio que se les ha escapado de las manos. Hubo un momento, no hace demasiado tiempo, en que el acoso y la intimidación llegaron a ser de tal calibre que en el mundo taurino no supieron cómo reaccionar: optaron por el silencio, pasó el tiempo y nadie salía a dar la cara.

Tuvo que ser un francés, el torero Sebastián Castella, el primero en atreverse a "salir del armario" y protestar públicamente recordando que se estaban vulnerando sus derechos ciudadanos y laborales. Un famoso presentador televisivo había llamado públicamente, y en su cara, "asesinos en serie" a sus compañeros Fran Rivera y Julián Lopez "El Juli", y Castella decidió terciar, hace ahora un año, con una carta pública en la que invocaba la legislación española y también la europea, pedía amparo y reclamaba respeto:

"...se vulnera nuestro derecho al honor acusándonos día tras día de asesinos y se nos priva de nuestro derecho al trabajo...hoy son los cosos taurinos -continuaba, pero mañana será cualquier otra manifestación artística que no les caiga en gracia... El toreo no es de izquierdas ni de derechas. No es político. Es de poetas, pintores y genios. De Lorca y de Picasso, dos artistas poco sospechosos de fascistas ni asesinos..."

La muerte de Víctor Barrio ha avivado un fuego que pide a gritos ser apagado cuanto antes. Repito: a mí no me gusta que maten a los toros, pero mucho menos me agrada aún que alguien se alegre de la muerte de un torero. Las bajezas de estos días en twitter, además de promover las denuncias de los taurinos ante la policía, están consiguiendo justo el efecto contrario al que muchas organizaciones animalistas aspiran de manera legítima. Los ataques fortalecen, y los ataques violentos fortalecen mucho más. Los que quieren que la fiesta desaparezca han dado un paso atrás con las ofensas y las injurias de algunos de sus simpatizantes, quizás porque estos no tuvieron en cuenta que la cornada que le partió el pecho a Víctor Barrio, a muchos nos partió el alma.

J.T.

J.T.

lunes, 11 de julio de 2016

Por unas fiestas libres de agresiones sexistas


Lo primero que me llamó la atención la mañana del pasado 6 de julio en Pamplona fue el pin que adornaba buen número de camisas y camisetas blancas de quienes celebraban por sus calles las horas anteriores y posteriores al chupinazo sanferminero. La imagen de la insignia era una mano roja abierta con los cinco dedos cortados, como si se tratara de cinco ramas de un árbol recién podado. Luego vi carteles con el mismo emblema y una frase contundente: "Por unas fiestas libres de agresiones sexistas" y poco después, cuando recalé en la animadísima Plaza del Castillo, advertí la existencia de un "Centro de Orientación e Información" sobre agresiones y acoso machista.

El ayuntamiento que preside Joseba Asirón se había conjurado este año contra las agresiones machistas; Laura Berro, concejala de Igualdad, promovía por segundo año consecutivo una trabajada y potente campaña por los "Sanfermines en Igualdad" y toda la corporación de este "municipio por el cambio" decidió apostar fuerte por erradicar una pesadilla que les avergüenza. "No al miedo ni a las agresiones, sí al ligoteo sano y a vivir las fiestas libremente”, proclamaban. Y anunciaban también a bombo y platillo que este 2016 se ampliaban los recursos disponibles en materia de atención sanitaria, psicológica, judicial o policial... cámaras de alta definición diseminadas por toda la ciudad, reiteradas invitaciones a la colaboración ciudadana...

Pues bien, a pesar de todo ello la campaña no tardó en fracasar ni veinticuatro horas. A las seis y media de la mañana del día siete, cuando cruzaba yo la calle Paulino Caballero camino del primer encierro de los Sanfermines, me enteré que pocas horas antes, en uno de los portales de esa céntrica zona, cinco energúmenos habían violado a una chica madrileña de diecinueve años, grabaron la humillación con un teléfono móvil y le robaron el suyo a la joven agredida.

La misma tarde del día 7, decenas de miles de pamploneses se manifestaron para protestar contra el desgraciado comienzo de las fiestas. Pero ni así: la noche del sábado día 9 otra joven, esta vez una francesa de 22 años, denunció haber sido violada: otro perturbado fue detenido por meterle mano a una policía local y un tercero acabó también en el calabozo por acosar y manosear a una chica que descansaba en el césped de un parterre.

Hay quien piensa que, gracias a toda esta campaña, se visibiliza un problema hasta ahora casi tabú porque anima a las víctimas a dar el paso y denunciar, lo que contribuye a que presuntos agresores se lo piensen dos veces y, en consecuencia, disminuya el número de abusos. Aún así, quienes manejan los datos sostienen que campañas como la de estos días en Navarra consiguen que, como mucho, se atreva a denunciar el diez por ciento de las personas agredidas.

En esa ciudad han tenido el valor de abrir la caja de los truenos y poner sobre la mesa un problema que en otros muchos lugares no acaba de abordarse de manera contundente por miedo a perjudicar el prestigio de las fiestas y la presencia de visitantes. O porque no acaban de asumir la importancia y gravedad del asunto. O por machismo , o por inercia social, o simple y llanamente, porque no les da la gana.

El camino de Pamplona es un camino lento, tortuoso, duro. Hay que luchar contra el machismo social, la vergüenza de las afectadas, la reticencia de quien piensa que eso no es bueno para la ciudad ni para las fiestas... pero tiene toda la pinta de que se trata de una iniciativa que acabará dando fruto. Un camino que siguen ya algunos otros ayuntamientos como Málaga, San Sebastián o Vigo, decididos a atajar los abusos de desaforados que confunden divertirse con delinquir y por el que discurrirán otros muchos cuando comprueben que esta decisión del ayuntamiento de Pamplona de coger el toro por los cuernos (nunca mejor dicho) acabará consiguiendo que la política de "Tolerancia Cero" sea asumida, y practicada, por todo el mundo.

Como dice Asirón, "no podemos consentir que haya un cincuenta por ciento de nuestra ciudadanía que tenga que pagar un impuesto de seguridad por salir a la calle, según por qué sitios y según a qué horas". El encarcelamiento de los cinco violadores (presuntos) del día siete en Pamplona es un buen precedente. Que el Ayuntamiento se persone como acusación particular, también. La mala noticia para los andaluces es que los detenidos procedan de Sevilla. Uno de ellos, como ya se sabe, se graduó como guardia civil en Baeza hace solo unos días.

J.T.

sábado, 9 de julio de 2016

Pamplona. 38 años sin Germán Rodríguez

Han pasado 38 Sanfermines y nunca se supo quién lo mató. Se llamaba Germán Rodríguez, tenía 27 años y era hijo de una conocida familia de Pamplona. Murió de un disparo en la frente en pleno centro de la ciudad el segundo día de las fiestas de 1978. Los turistas huyeron y los Sanfermines se acabaron ahí. Muy pocas veces en su ya larga historia se suspendieron las universales fiestas de Pamplona. Antes de aquel año solo ocurrió en 1937 y 1938, durante la guerra civil. Conviene recordarlo y repetirlo. La memoria es el principal patrimonio de una sociedad libre.

Perdonar, si; olvidar, no. Así lo proclamaban este 8 de julio en Pamplona quienes desde hace 38 años mantienen viva la memoria de aquel joven militante de la LCR con un emotivo acto que cada año celebran ese día en la confluencia de las calles Roncesvalles y Carlos III. Allí pude presenciarlo yo este viernes, en el lugarexacto donde Germán cayó herido de muerte durante aquellos trágicos Sanfermines sin que hasta hoy se sepa quién fue el autor de aquel asesinato. O sí.

¿Qué fue lo que pasó?

Aquel verano de 1978 en que faltaban pocos meses para que la Constitución se sometiera a referéndum, cuando el ministro del Interior de Adolfo Suárez se llamaba Rodolfo Martín Villa, el ambiente en el País Vasco y Navarra estaba muy  caldeado. Se había iniciado un proceso de amnistía muy parcial y nada satisfactorio, y en ese ambiente tenso y crispado llegaron los Sanfermines. El día 8, al finalizar la faena del sexto toro del segundo festejo, muchos integrantes de las peñas saltaron al ruedo como es tradicional en la plaza de toros de Pamplona, donde la celebración de la fiesta tiene desde siempre una personalidad y un sabor propios. Faltaban pocos minutos para las nueve de la noche. Saltaron también a la arena un grupo de personas que desplegaron una pancarta reclamando amnistía y libertad para los presos navarros y vascos.

Hubo aplausos, silbidos y enfrentamientos en las gradas y en las andanadas. La tragedia empezó a mascarse cuando cerca de cuarenta "grises", que era como por entonces se llamaba a los miembros de la Policía Armada, irrumpieron en el ruedo con material antidisturbios para "restablecer el orden". Dispararon primero pelotas de goma y botes de humo hasta que, finalmente, recurrieron al fuego real. Hubo siete heridos de bala en la plaza. Un verdadero desastre, sobre todo si se tiene en cuenta que la plaza de toros de Pamplona es la tercera más grande del mundo y las veinte mil personas que caben dentro aún no habían podido abandonar el recinto.


Veinte mil personas de las que la mayoría entraron en pánico y huyeron despavoridas  por las calles adyacentes a la plaza, pero hubo muchos que decidieron hacer frente a la tropelía de los antidisturbios y los enfrentamientos se extendieron con más policía y más ciudadanos cada vez, por muchas calles de la ciudad. Apenas una hora después de iniciarse la refriega fue cuando mataron a Germán Rodríguez, que falleció pocas horas más tarde en el Hospital Provincial de Navarra sin que los médicos pudieran salvarle la vida. Los disturbios se convirtieron en una revuelta. La batalla duró hasta la madrugada. Los manifestantes intentaron asaltar el Gobierno Civil y el palacio de la Diputación Foral. El día 9 por la mañana, el centro de Pamplona presentaba un aspecto dantesco y solitario: oficinas bancarias, tiendas y bares destrozados; decenas de coches, utilizados como barricadas –todavía no había contenedores de basuras en las calles- incendiados. Miles de turistas, aterrorizados, abandonaron la ciudad. El balance final de víctimas, además de Germán, fue de once heridos de bala y otros 150 con diferentes lesiones.

38 años después de aquellos hechos, he tenido el honor de acudir al primer acto de homenaje a Germán que se realiza sobre una plataforma colocada por el Ayuntamiento. Nunca hasta ahora el colectivo organizador había contado con apoyo oficial. Pero esta vez, por segundo año ya, allí estaba
Joseba Asiron, el alcalde. Y por primera Ana Ollo, portavoz del gobierno foral. El Ayuntamiento ha colocado una placa nueva en euskera y castellano: "En memoria de Germán Rodríguez Saiz, muerto por disparo de la Policía el 8 de julio del 78".

El lugar donde murió Germán Rodríguez suele ser visitado por las peñas antes de la corrida de toros todos los días ocho de julio por la tarde. Ya en la plaza, ese día mantienen silencio a la salida del segundo toro. Al finalizar el festejo, abandonan el coso  con las pancartas plegadas y sin música. Todo lo que ocurrió en aquellos Sanfermines de 1978 está estupendamente contado en un documental elaborado por Juan Gautier y José Ángel Jiménez, que en el año 2005 se presentó en el Festival de Cine Español de Málaga. En él pueden verse imágenes inéditas tanto de los enfrentamientos en las calles como de la entrada de "los grises" en la plaza de toros. Imágenes, estas últimas, conseguidas gracias a los archivos de una televisión francesa. TVE las emitió en los informativos del nueve de julio del 78 y desde entonces nunca más se supo. Desaparecieron de los archivos y punto.

Fundamental recordar, fundamental no olvidar, reivindicar la memoria y mantener siempre vivo algo que explica unos años de nuestra historia tan convulsos como mal resueltos. Nunca es tarde. El acto de homenaje en Pamplona, este ocho de julio, a Germán Rodríguez, ha sido uno de los episodios más emotivos que he vivido en estos Sanfermines de 2016. Los primeros, por cierto, a los que acudo en mi vida.

J.T.