sábado, 30 de julio de 2022

Los platos rotos que paga Griñán

Recapitulemos brevemente: quisieron comprar paz social y evitar conflictos laborales con una rapidez que la pachorra burocrática podía complicar. Así que idearon un sistema llamado “transferencias de financiación”. Este procedimiento permitiría librar partidas de dinero que acabaron facilitando los expedientes de regulación de empleo (EREs) para empresas andaluzas en crisis que querían deshacerse de miles de trabajadores. Llevaron el proyecto al Parlamento regional y este fue aprobado por mayoría absoluta, con los votos del Partido Popular incluidos. No hubo objeciones por parte de ninguna formación política.

Cuando esto ocurrió, Pepe Griñán ni siquiera estaba en el gobierno de la Junta. Pero sus antecesores cometieron un error garrafal: le dieron manos libres al área de Empleo para tramitar esos fondos y algunos de sus gestores usaron una parte del dinero para favorecer a familiares y amigos y cobrar comisiones a las aseguradores a las que se adjudicó el pago de los salarios de prejubilación.

A Griñán y a Chaves se les condenó, y este martes se supo que el Supremo ratificaba la sentencia, por "inacción", por no querer enterarse de lo que pasaba en la dirección general de Empleo o por mirar para otro lado. Griñán siempre admitió su responsabilidad política, como cuenta en su libro “Cuando ya nada se espera” (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2022, pág. 534) y por eso dejó la presidencia de la Junta. Pero ni él ni su antecesor se llevaron nada, es verdad, lo único que querían era seguir ganando elecciones y a fe que lo consiguieron… hasta que todo reventó, el PP vio el filón y decidió ensañarse a través de jueces afines.

Por muy injusta que sea, que lo es, la confirmación de la sentencia a Griñán, Chaves y compañía, la mayor parte de los problemas entre el PSOE y el PP no dejan de ser peleas entre la familia bipartidista. Y las peleas de familia, como todo el mundo sabe, son siempre las peores, las más encarnizadas.

Quienes proclaman que PSOE y PP son “la misma cosa”, sin duda exageran en algunos extremos pero hay otros en los que no le falta razón al famoso y escatológico lema. Los antiguos gobernantes socialistas andaluces pagan ahora el pato de la política de templar gaitas con la derecha que su partido practicó durante los muchos años en que en el PSOE tuvo en España todo el poder institucional del mundo para cambiar de verdad este país si hubieran querido. Y no lo hicieron.

Los socialistas dejaron que sobrevivieran las cloacas del franquismo con lo peor de cada casa incrustado en la policía, el ejército o la judicatura; mantuvieron la Constitución con errores y carencias que llevan lustros pidiendo una reforma urgente pero prefirieron “no menealla” mientras los hados les eran propicios e iban ganando elección tras elección. Hasta que un día les pilló el toro.

Apareció por su izquierda una formación política, Podemos, que dio en el clavo señalando todas las asignaturas pendientes del bipartidismo y el discurso conectó, caló. Denunciaban con convicción y argumentos las prácticas corruptas, las puertas giratorias, la institucionalización de las comisiones, la manipulación mediática, el controvertido papel de la monarquía, el excesivo poder de bancos, eléctricas y demás empresas del Ibex, el aumento de la desigualdad, las dificultades de los jóvenes para abrirse camino en la vida, el machismo, la violencia de género, la inacción ante la amenaza del cambio climático…. Pusieron el dedo en la llaga con un lenguaje clarito que entendía todo el mundo, aquello “despertó” al personal y el bipartidismo se acojonó.

Aún así, los socialistas continúan sin tener excesivo interés en promover los cambios en profundidad que España necesita, igual que tampoco quiere que el partido a su izquierda, por muy socio en el Gobierno de coalición que en estos momentos sea, llegue a tener algún día el poder suficiente para hacerlo. El Psoe de toda la vida sigue vivito y coleando, continúa siendo el partido de Felipe y de Guerra, de Lambán, Page o Ximo Puig aunque este último se vista de seda, de muchas agrupaciones provinciales… es el socialismo light, que vive más preocupado porque no se cuestione la monarquía o porque no salgan adelante según que comisiones de investigación que por mejorar la vida de la gente, es el socialismo cuyo mayor sueño húmedo es “matar” a Unidas Podemos por muy caro que les cueste.

Y a fe que les está costando caro. Tanto en las elecciones de Madrid como en las de Andalucía resultó evidente que el Psoe había bajado los brazos, que ambas convocatorias las daba por perdidas de antemano dejando además la impresión de que tampoco le parecía demasiado grave que gobernase el PP. Desde que existe Podemos viven más pendientes de yugular el proyecto a su izquierda que de cortarle el paso a la derecha. Esta semana trágica para el socialismo en Andalucía es consecuencia de esa dinámica. Y ahí está el resultado: Juanma Moreno convertido en faraón y Griñán y compañía arrojados a los leones, a la cárcel él (seis años y dos días) junto a ocho cargos de la Junta más sin contar los inhabilitados, entre los que se encuentra Manuel Chaves.

Lo siento de verdad por Pepe Griñán, víctima propiciatoria de una dinámica donde él solo fue una pieza más. Lo siento porque le tuve afecto personal y continúo teniéndoselo. Pero quienes más han contribuido a lo que le ha sucedido son correligionarios suyos como Bono, Ibarra, Felipe, Guerra y compañía quienes, desde hace muchos años, decidieron escorar a la derecha, poniendo el foco y señalando a quienes pelean contra la desigualdad social, envenenando la política territorial y olvidando cuestionar tanto la institución monárquica y demás poderes “intocables” como la clamorosa necesidad de adecentar la judicatura, la policía y el papel, tan vergonzoso, que los medios de comunicación juegan en todo este entuerto. 

J.T.

domingo, 24 de julio de 2022

Lo de Évole sobre Ferreras


Con el recomendable sosiego que exige toda digestión, he dejado pasar una semana antes de acometer un ejercicio de análisis del texto publicado por Jordi Évole en La Vanguardia el pasado 17 de julio. Dedicaba Évole su artículo, titulado “Lo de Ferreras”, a la polémica grabación realizada por el ubicuo comisario Villarejo, y dada a conocer por Crónica Libre, en la que el presentador de Al Rojo Vivo reconocía saber que era falsa una información sobre la financiación de Podemos que La Sexta a pesar de ello difundió un mes antes de las elecciones generales de 2016.

La estructura del análisis será la siguiente: Primero reproduciré una frase del articulo de Évole y a continuación haré mi comentario.

Voy allá:

J.E. Hace tiempo que no aspiro a ser héroe de nada, ni el Robin Hood de las causas justas, ni el más valiente por alzar la voz donde otros no la alzan.
J.T.: Uy, uy, uy, este preámbulo…
J.E. Este artículo no va de eso. No quiero dar lecciones a nadie. Todos tenemos nuestros muertos en el armario y ese titular a cinco columnas que podría arruinar nuestra carrera.
J.T. ¿Todos, todos? Pues a lo mejor resulta que no.
J.E. Trabajo desde hace 16 años en La Sexta, del grupo Atresmedia. Alguien me dijo que las televisiones eran como un hotel: tienen tantas habitaciones que es imposible que te gusten todas, pero tienes que aspirar a decorar la tuya como quieres.
J.T. Ya va largo el preámbulo y cuesta entender la comparación con los hoteles, a menos que estemos hablando de un tipo de hoteles muy especialito. 
J.E. En algunas ocasiones, la dirección del grupo ha sentido orgullo por lo que hacemos. Otras, la línea editorial de mis programas no ha coincidido con la de los jefes y no por eso han dejado de emitirlo, aunque hayamos discutido hasta el infinito y más allá.
J.T. Ha habido programas memorables, es verdad, pero seguro que también hubo algún “memorable” que se quedó sin hacer, por mucho que se discutiera “hasta el infinito y más allá”.
J.E. Hay algo de matrimonio de conveniencia: nosotros hacemos programas incómodos para los de arriba, pero como el programa lo ve mucha gente, los ingresos publicitarios y la repercusión que genera satisfacen a los mismos a los que les causa incomodidad.
J.T. Incomodidad que no suele aguantar dos asaltos, es decir, una segunda entrega del “programa incómodo”. A la primera llamada del anunciante de turno al despacho adecuado "sugiriendo"que mejor no vuelva a repetirse… no vuelve a repetirse.
J.E. A la vez, es un lujo trabajar con unos presupuestos que nos permiten tener los medios y las plantillas necesarias, y además emitirlo por una cadena con mucho más público que otros canales alternativos.
J.T. Esa cadena con “mucho más publico” ha jugado a ser de izquierdas sin serlo para así colar con mayor eficacia mensajes contundentes, en ocasiones falsos; contra los partidos de izquierda. 
J.E. No creo en las organizaciones monolíticas. Es bueno que en las empresas haya debate, autocrítica, y exponerla si es necesario. Creo que ahora es un buen momento para hacerlo.
J.T. Ahora y siempre.
J.E. Tengo una muy buena relación personal con Antonio García Ferreras.
J.T. ¡No me digas que también anda diciendo por ahí que eres “como su hermano”!
J.E. Podemos hablar y discrepar de todo, menos del Real Madrid.
J.T. ¡Menos mal!
J.E. Ferreras, para quien lo haya olvidado esta semana, era el jefe de informativos de la Ser cuando esa cadena informó a sus oyentes de que el atentado del 11-M no había sido obra de ETA, tal como mantenía el gobierno, a tres días de unas elecciones generales. Ferreras, al frente ya de La Sexta, ha defendido contenidos comprometidos y ha remado a nuestro favor en momentos complicados.
J.T. Cuando se aborda este párrafo, el lector ya sabe que el articulista está preparando el terreno para lo que vendrá a continuación. ¿No hubiera sido mejor ir al grano desde el principio sin tanta subordinada previa? ¿Es preciso que el halago conste por escrito?
J.E. He participado en sus programas siempre que me lo ha solicitado. Los dos tenemos muy claro que ni él me debe nada a mí ni yo a él.
J.T. ¿Seguro?
J.E. Nos respetamos y nos apreciamos. Y discrepamos. A mí me gusta la tele reposada y a él la frenética, donde constantemente pasan cosas aunque no pasen. Él dice que soy el finolis del Rincón del Gourmet y yo le replico que su fast food no tiene por qué indigestar.
J. T. Relación versallesca donde las haya, vive dios!
J.E. Pero para eso hay que evitar los alimentos tóxicos, y si tú incluyes entre tus ingredientes habituales la especia Inda, es fácil que te intoxiques.
J. T. Acabáramos, es decir, que todo se reduce a Inda. Vale, vale, ya me voy enterando.
J.E. Seguro que yo tampoco saldría bien parado de una grabación robada con Villarejo.
J.T. Está bien eso de curarse en salud, que nunca se sabe.
J.E. Alguna de mis frases y el tono de colegueo que él practica me sacarían los colores, como creo que en el fondo sonrojan a Ferreras, quien, por cierto, también dice frases en esa conversación que le dejan en buen lugar, como destacaba en Twitter el periodista Carlos Hernández.
J.T. Menos mal.
J.E. Pero creo que a Ferreras le ha faltado autocrítica.
J.T. ¡Por fin la oración principal! Ha costado, ¿eh? En el último párrafo casi.
J.E. Su audiencia la hubiese entendido mejor que su huida hacia delante, su cierre de filas.
J.T. Lo de “cierre de filas” igual no resulta la expresión más afortunada, ¿no? Se presta a interpretaciones perversas y hay mucho malvado por ahí suelto.
J.E. Algo estamos haciendo mal. Y sería bueno que lo corrigiésemos. Hemos dado demasiadas lecciones de periodismo, de objetividad, y ahora se nos exige lo que hemos exigido a los demás.
J.T. Igual estoy viciado, pero como me ha tocado redactar tantos comunicados en mi vida, estas últimas líneas me suenan a frase consensuada, pero seguro que me equivoco.
J.E. La Sexta ha llegado a donde ha llegado gracias a profesionales como Ferreras. Lo que ha costado tanto ganarnos lo podemos perder rápidamente.
J.T. Y tanto, pero no me digas que de eso te has dado cuenta solo tras escuchar los dichosos audios.
J.E. No confundamos el informar con el influir, por más que esa sea una de las debilidades del oficio. Ejerzamos nuestro poder, con honestidad, sin histrionismos, sin linchamientos. Y recordemos que no somos ni el primero, ni el segundo, ni el tercero. Somos el cuarto poder. Que no es poco.
J.T. Se me escapa a quién va dirigido este desiderátum con efluvios jesuíticos, ¿a Ferreras? ¿a los jefes de la empresa? ¿a ti mismo? ¿a todos? Como remate rechina y como reflexión final se me queda corta.

Algunas observaciones para cerrar
- ¿Dónde está la alusión a los audios de Ferreras, diciendo “estos bolivarianos”, o “sufren de cojones”, o “matamos a Monedero”, o “le di la oportunidad a Pablo…”
- Ferreras e Iglesias...¿cómo se pueden tener dos amores a la vez y no estar loco, que cantaba Machín?
- Parafraseando a Wittgestein en el párrafo final de su célebre Tractatus, hay charcos en los que es mejor no meterse, verdad?
- No se puede estar al mismo tiempo en misa y repicando.
- Lo escrito, escrito queda y a veces suele volverse contra quien lo firma sobre todo si el resultado es un complicado ejercicio de equilibrismo imposible. Esperemos que no sea el caso.

Consideración final

El trabajo periodístico de Jordi Évole cuenta con piezas memorables que dignifican la profesión. Sobre algunas de ellas he hablado en conferencias y cursos de los que imparto por esos mundos. Las he contado, las he proyectado, las he analizado y las he admirado. Con esa misma actitud, con esa misma mirada, es con la que me he permitido hacer este análisis de su artículo en La Vanguardia sobre Ferreras. O al menos lo he intentado.

J.T.

sábado, 23 de julio de 2022

Punto final a las mentiras y a los miedos


Cuesta creer que el globo Vox se esté desinflando, pero tras el patinazo de Olona en Andalucía, los modos altivos y groseros del joven vicepresidente de Castilla y León y el patético papel de Abascal en el debate sobre el Estado de la Nación, está por fin quedando al descubierto la verdadera esencia de la ultraderecha de siempre: son la nada, pero la nada envuelta en un celofán crispado y hortera que ha intentado sin éxito sacar tajada en tiempos convulsos y revueltos.

En cuanto al Partido Popular, y a pesar del espejismo de la victoria en Andalucía, saben de sobra que necesitan un “reseteado” urgente. Las encuestas les son favorables por defecto y más bien poco pero, con ridículos como el que Cuca Gamarra hizo en el Congreso la semana pasada, puede que muchos presuntos votos con los que cuentan se les esfumen en cuatro días.

¿Qué a dónde se van a ir? Al Psoe, naturalmente. Esos impuestos a las eléctricas y a los bancos anunciados a bombo y platillo y celebrados como un éxito que aún está por ver son un tramposo brindis al sol, una engañosa propina que permite a los abducidos “olvidar” el noviazgo formal con la OTAN, la pertinaz defensa de un Marlaska que cada día recuerda más al Zoido del Octubre catalán o los mil millones para defensa aprobados a todo correr. No olvidemos tampoco el anuncio de ir incrementando ese gasto hasta doblar el presupuesto militar de aquí hasta 2029 y alcanzar así el dos por ciento del PIB. Otro detalle que casi ha pasado desapercibido: aumentar el sueldo a 120.000 militares por “la libre disposición las 24 horas al día”.

Hay que tener en cuenta por otra parte que un buen porcentaje de las medidas sociales adoptadas por este gobierno, que han mejorado la vida de mucha gente, los socialistas las han suscrito a regañadientes, instados a ello por sus socios de Unidas Podemos. Eso sí, una vez aprobadas, intentan hacerlas suyas, capitalizarlas para anular todo lo posible las expectativas de sus socios de izquierdas, pero mucho me temo que les está empezando a salir el tiro por la culata.

En muchas agrupaciones del Psoe, y en las instituciones donde gobiernan, la perdurabilidad del ejecutivo de coalición se sigue admitiendo a regañadientes. El boca a boca del militante medio socialista, no digamos ya de la vieja guardia pretoriana, continúa siendo “A los de Podemos, ni agua”, razón esta por la que en un alto porcentaje ha sido posible la cacería judicial, policial y periodística llevada a cabo durante años contra las principales cabezas visibles de sus socios en el Consejo de Ministros. Unas veces esos socialistas miraron para otro lado y otras los provocaron y continúan provocándolos a ver si estallan, bien permitiendo los ataques desde la información servida por empresas públicas como Efe o Rtve, bien ninguneándolos, aunque con escaso éxito.

Las conversaciones del inevitable comisario Villarejo con Cospedal o Ferreras que hemos conocido en medio de estos calores de julio han dejado a todos, incluido el partido socialista, con las vergüenzas al aire. En algunos de ellos se escuchan maniobras encaminadas no a anular las expectativas electorales de Unidas Podemos, sino a borrarlos directamente del mapa, algo que por fin parece que Sánchez y algunos allegados a él empiezan a entender -a regañadientes, eso sí- que no es precisamente lo que más les conviene.

Como suele decir Juan Carlos Monedero, “los fusilaron mal”. Había y hay en el Podemos que nació en enero de 2014 sólidos cimientos intelectuales, propuestas políticas muy serias y enormes ganas de trabajar, algo de lo que tanto Ciudadanos como Vox carecieron siempre. Por eso estos dos partidos se diluyen o se irán diluyendo, a pesar de su insultantemente desproporcionada presencia en los medios y los miles de millones gastados para sostenerlos primero y evitar que se desinflen después.

Además de una base sólida, Unidas Podemos cuenta con la amplia infraestructura de una organización como Izquierda Unida, que entre otras cosas dispone de Casas del Pueblo en buena parte de los municipios de este país. Eso lo saben de sobra quienes, instalados cómodamente en el 78 y sus prerrogativas, se resisten a que se les acabe el chollo.

En ese intento de aniquilación es en el que se han empleado a fondo los últimos ocho años y continúan empecinados a día de hoy los llamados grandes poderes de este país: intentando por un lado que el Partido Popular espabile, porque con los datos de las encuestas no van a ninguna parte por mucho que hayan mejorado, y por otro que el Partido Socialista recupere con urgencia sus maneras de antaño. Pero por mucho que se empeñen en resucitar el bipartidismo, en la reunión urgente de Ferraz este fin de semana no les va a quedar más remedio que organizarse para el año y medio de Gobierno de coalición que aún queda por delante. Les guste o no.

Año y medio en la que tanto a Sánchez como a los dinosaurios con los que se reconcilió en el último congreso les gustaría que “la parte contratante de la primera parte”, es decir, Unidas Podemos, se limitara a sacar adelante un proyecto buenista y descafeinado que, para las próximas elecciones, le cubriera de manera cómoda el flanco izquierdo al socialismo de siempre.

Pues mucho me temo que va a ser que no. Los recientes datos conocidos del CIS, en los que las expectativas electorales de Unidas Podemos crecen un 3,6 por ciento permiten deducir que hay una buena parte del electorado que sueña con la posibilidad de reeditar lo que estuvo a punto de suceder en 2016. Que tiemble el lawfare. Punto final a las mentiras y a los miedos.

J.T.

sábado, 16 de julio de 2022

Somos muchos más que Ferreras y compañía


Con el periodismo estamos acabando los propios periodistas. Un oficio imprescindible cuya técnica no puede ser más sencilla (ir donde suceden las cosas, ver y oír lo que pasa para acto seguido contarlo cuanto antes) nos hemos empeñado en convertirlo en un cometido muy poco de fiar sobre todo cuando hay quienes cierran filas con aquellos colegas (o presuntos colegas) que lo usan para medrar, distorsionar o conspirar haciendo de la manipulación y la mentira sus principales herramientas de trabajo.

Nunca hemos estado demasiado bien vistos los profesionales del periodismo, pero tras el caso Ferreras la poca consideración social de la que aún podíamos gozar está quedando para el arrastre. Ser testigos en primera línea de lo que sucede en el mundo de la política, la economía o la cultura supone un privilegio que estamos obligados a administrar con la mayor decencia. Tener en nuestra agenda los números de los principales actores en cada uno de estos campos no puede hacernos perder la perspectiva. No somos ellos, no somos como ellos, no podemos ni debemos intimar con ellos. Se equivocan quienes piensan que “confraternizar” es necesario para hacer bien nuestro trabajo.

La cordialidad y las buenas formas no tienen por qué confundirse con el compadreo, mantener las distancias es obligado. Por eso resulta tan pornográfico escuchar, no a un periodista cualquiera sino nada menos que al responsable de la línea informativa de todo un canal de televisión, cómo se jacta de “haber matado” a un líder político, cómo habla de darle una hostia” al presidente del Gobierno o cómo un determinado partido político “sufre de cojones” cuando se le atiza.

Hay un par de palabras mágicas en nuestro oficio que resultan imprescindibles para preservar la dignidad de lo que hacemos: son los términos “contrastar” y “verificar”. No se puede jugar con esto, nos va nuestra credibilidad y nuestro prestigio en ello. Una información que nos parezca burda o poco fiable no debemos divulgarla bajo ningún concepto hasta tenerla contrastada por nosotros mismos. Ningún asunto se puede despachar recurriendo al falso equilibrio que supone justificar la infamia porque se cuenta con la opinión de la persona afectada, mucho menos si se trata de un material que atenta contra el honor de alguien o pone en cuestión su buen nombre.

La mentira no puede ser un instrumento de trabajo del periodista. Tampoco del político, pero es problema de ellos si lo hacen y obligación nuestra pararles los pies, no servirles de altavoz. Cuando escuché a Ferreras hablar con un personaje como el comisario Villarejo en el tono cheli y procaz que se puede comprobar en las grabaciones que ha dado a conocer Patricia López no podía dar crédito.

Oírlo además admitir que difundió una información que a él le parecía burda, es decir, poco consistente exige, al margen de las obligadas demandas judiciales, una contundente e inequívoca reacción por parte de quienes nos dedicamos al trabajo periodístico. Por eso me desespero cuando compruebo que transcurren los días y eso no se produce. Por eso no puede entender que continuemos todos como si aquí no hubiera pasado nada. Que los periódicos, las radios y las televisiones estén en manos de unos cuantos desaprensivos y que los medios públicos hayan olvidado su razón de ser no puede hacernos olvidar la verdadera esencia del periodismo: nuestro trabajo se debe a los lectores, a los oyentes, a los espectadores, y los dueños de los medios tienen la obligación de propiciar que eso sea así.

La postura oficial de las asociaciones profesionales de la prensa tampoco está contribuyendo a mejorar las cosas. El comunicado que han hecho público hablando, a estas alturas, de “supuestos” audios y rasgándose las vestiduras porque la polémica surgida a raíz de su difusión “desprestigia” a todo el colectivo de periodistas españoles, me produce verdadero bochorno. En el escrito lamentan que “detrás de toda esa polémica se puedan encontrar intereses espurios contra la libertad de prensa y el derecho a la información” . Traducción: que, según ellos, lo que desprestigia al periodismo no es que haya periodistas que mientan, sino que esto se denuncie.

Pero, vamos a ver, ¿estamos todos locos? ¿por qué no se denuncian en el comunicado las infectas prácticas de Ferreras y tantos como él que durante años vienen dedicándose a confraternizar con las cloacas y a difundir informaciones contaminadas? ¿por qué no se condena esta infame manera de entender el periodismo, que es lo que realmente lo desprestigia, y en cambio se limitan a “lamentar” la polémica surgida a posteriori? En lugar de apuntar hacia la causa lo hacen hacia la consecuencia y, sin especificar a qué se refieren, se quejan delas dificultades, presiones, amenazas y agresiones o comentarios insultantes en redes sociales” ¿Se puede enfocar un asunto tan grave de manera tan ambigua, tan tendenciosa y tan malintencionada?

¿A qué demonios estamos jugando? El corporativismo mal entendido solo nos puede llevar a la ruina definitiva, así que se impone actuar para que desaparezca de una vez por todas el olor a alcanfor en una instituciones profesionales que en principio deberían representar los intereses de todos los periodistas y no solo de los amantes de la genuflexión y el baboseo (bien pagado, por supuesto) ante los poderosos. No queda otra que regenerarse, que reinventarse, que pegar un puñetazo en la mesa de una vez y hacer borrón y cuenta nueva. Estamos tardando.

¿Qué es eso de que tenemos que protegernos entre nosotros? ¿A qué viene ese corporativismo mal entendido? No todos los periodistas somos iguales, hay muchas maneras de vivir en y del oficio, empezando por las escandalosas diferencias salariales entre algunos figurones y los profesionales de a pie, y terminado por las distintas maneras de concebir qué significa ejercer nuestro trabajo con honradez. Hay que encontrar la manera de expulsar a los mercaderes del templo. El periodismo es un cometido bonito e imprescindible que no puede continuar estando en manos de cuatro facinerosos.

Tenemos que seguir hablando de esto una semana, y otra y otra… No podemos dejar que ocurra como con buen parte de las noticias, que hoy ocupan todas las primeras páginas y al día siguiente nadie se acuerda. Tenemos que insistir porque, aunque el prestigio de lo que hacemos está ya por los suelos, nuestra obligación es reivindicar que la decencia es posible, que el trabajo bien hecho existe. Somos muchos más que Ferreras y compañía. Ellos, en cambio, son pocos y cobardes, como en aquel álbum de Loquillo y los Trogloditas.

J.T.

domingo, 10 de julio de 2022

Cuando la infamia queda al descubierto


Lunes 27 de junio. La ministra Irene Montero comparece tras el consejo de Ministros para dar cuenta de la aprobación en segunda vuelta del Anteproyecto de Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las personas Trans y para la Garantía de los Derechos de las personas LGTBI. Lo explica, se trata de un éxito, de una conquista importantísima y se muestra satisfecha, pero por un lado estamos ya en la semana OTAN y por otro resuenan aún en la memoria colectiva aquellas palabras de Sánchez sobre la actuación policial en la valla de Melilla pronunciadas dos días antes: “Bien resuelto”. Así que los periodistas acreditados en Moncloa se muestran más interesados por saber qué piensa la ministra de Igualdad sobre lo que pasó en Melilla, sobre el hecho de que hubiera 23 fallecidos, sobre la impactante valoración del presidente, pero la ministra portavoz le quita la palabra a Montero: 


"Si le parece bien a la ministra de Igualdad, dijo Isabel Rodríguez, responderé todas las preguntas relacionadas con el asunto de la valla de Melilla”. Fuera por politesse, fuera porque así se hubiera convenido antes, el caso es que a Irene Montero le tuvo que “parecer bien” las cinco veces en que fue interpelada por el asunto y en su lugar contestaba Rodríguez. 

Martes 28 de junio. 30º aniversario de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+). Tras el acto, canutazo en el que la ministra de Igualdad expone su opinión sobre lo ocurrido en la valla de Melilla: “Los hechos que hemos visto son insoportables. Son tremendamente dolorosos y, por tanto, tiene que esclarecerse lo que ha ocurrido a través de una investigación independiente y, además, deberíamos utilizar nuestros servicios consulares para dar apoyo a las familias de los fallecidos”. 

En la imágenes pueden verse micros de la Sexta, Tve, AntenaTres y Telecinco a cuyos reporteros parecía interesarles poco ya lo de Melilla, lo importante ahora era pincharle para ver si metía la pata como los mal llamados periodistas deportivos hacen con los entrenadores de fútbol tras los encuentros. Lo importante era saber si se había sentido humillada por el ninguneo de Isabel Rodríguez el día anterior. Montero, que tiene más tablas de lo que muchos creen, no les dio el titular y se limitó a repetir una y otra vez: “Estoy a disposición de los medios de comunicación para responder a esta y a más cuestiones. Sabéis que siempre vais a conocer mi opinión sobre todo”.  Los “intrépidos” reporteros insistían e insistían y ella no se salía de lo que quería decir, frase que por cierto, se entendía perfectamete: lo que quieren saber, vino a decir, ya se lo he dicho, a qué viene que insistan tanto, qué más quieren, ¿no ven que no les voy a proporcionar la carnaza que buscan o les han mandado que busquen? 

Aún así, los editores de Antena Tres, Telecinco, también en Onda Cero, no se amilanaron: ignoraron la contestación sobre Melilla y decidieron explotar lo que ellos llamaron bucle cebándose en la frase donde la ministra se mostraba dispuesta a contestar pero no contestaba, según ellos, en un deleznable ejercicio de manipulación que denigra una vez más al oficio periodístico. Luego las redes hicieron el resto del trabajo y elevaron el despropósito a la enésima potencia. 

Cuando se descubrió el tomate y gracias al trabajo de Julián Macías la infamia quedó al descubierto unos recularon, otros pidieron disculpas y otros, como Prats en Mediaset, intentaron jugar a deshacer el entuerto metiéndose en un charco aún mayor. 

Del viaje a Estados Unidos también esa misma semana, como se ha hablado ya tanto, creo que en esta crónica puede bastar con reseñar hasta qué punto pinchan en hueso quienes intentan desacreditar el trabajo, los logros y el reconocimiento internacional que ha recibido el equipo del ministerio de Igualdad. Gamarra y Feijoó terciando torpemente asesorados, o vaya usted a saber si es cosecha propia, en un asunto del que ambos demostraban no tener ni idea produce verdadera vergüenza ajena. 

Por eso me parece sana la alegría que transmiten los selfies de la ministra Montero y su equipo en Estados Unidos tras mantener reuniones de alto nivel en la Casa Blanca y en la sede de la ONU. Me gusta esa naturalidad, me gusta que no estén dispuestas a perder la sonrisa. 


J.T.

sábado, 9 de julio de 2022

Feijoó, la misma música que Casado

En cuanto a despropósitos y a intrepidez sin escrúpulos (¡cómo me gusta usar esa expresión!), a Núñez Feijoó no le gana nadie. Pasaremos por alto aquí, al menos hoy las muchas veces que, en solo tres meses, el nuevo faro del PP nos ha recordado a su paisano M. Rajoy y sus famosos circunloquios incomprensibles, para centrarnos mejor en alguna de las múltiples barbaridades que el ex presidente de la Xunta de Galicia suelta cada vez que abre la boca.

Ya no estamos hablando de síntomas, dijo en el Congreso de los Diputados a comienzos de semana, estamos hablando de hechos claros que nos dirigimos todavía con mayor intensidad a una profundísima crisis económica mientras el gobierno niega los evidencias y mira hacia otro lado tal como hizo el gobierno socialista en el año 2007.

Soltar una barbaridad así, expresada además con una pésima sintaxis, no es propio de alguien que lidera el principal partido de la oposición. Primero porque no existe ninguna evidencia de que vaya a haber una “profundísima crisis económica” y en segundo lugar porque practicar el alarmismo anunciando una catástrofe es en su caso una auténtica irresponsabilidad. Más si tenemos en cuenta que, si se produjera, y él lo sabe, no sería precisamente por culpa del gobierno sino por una coyuntura internacional cuyo desenlace nadie es capaz de predecir. 

Solo le faltó abrir una botella de cava, ponerse en pie, y brindar junto a sus correligionarios para que esa “profundísima crisis económica” llegue cuanto antes. ¡Cómo me suena todo esto! Predecesoress suyos, desesperados por llegar al poder como fuera, ya se dedicaron en su día a envenenar el ambiente como ahora y a remar en contra todo lo posible para acelerar la caída del gobierno al que querían defenestrar. “No importa que todo sea un desastre, proclamaban, ya lo arreglaremos nosotros cuando lleguemos al poder”. Cuanto peor, mejor, la cantinela de siempre. No iba a ser menos este nuevo gallego, discípulo aventajado del tancredismo que tan buenos frutos le dio a su admirado Mariano.

A los turiferarios mediáticos que le comen en la mano a Núñez Feijoó les ha faltado tiempo para ir más allá que él y, tan “insensatos sin escrúpulos” (perdón por repetir el plagio, pero es tan evocador...) como su amado guía, ya anuncian a bombo y platillo la llegada inminente del Apocalipsis, del llanto y crujir de dientes... Hasta han pronunciado sin timidez alguna el término "recesión" que Feijoó no se atrevió a usar aunque lo estuviera deseando: “RECESIÓN, ven pronto que te necesitamos". Como el lector sin duda sabe, para que se pueda afirmar que un país se encuentra en recesión es preciso que el crecimiento sea negativo durante dos trimestres consecutivos. A ellos les da igual, ¡más madera, que es la guerra!

Pero mire usted por dónde, todos los grandes organismos especializados, tanto nacionales como internacionales, siguen pronosticado un crecimiento para este año en España por encima del cuatro por ciento. Hasta la presidenta de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, Cristina Herrero, nada sospechosa ella de ser progubernamental, ha negado sin ambages que, con los datos en la mano, se pueda contemplar la posibilidad de una recesión. Incluso Luis de Guindos ha declarado en Bruselas hace muy pocos días que "no es momento de hablar de una recesión".  Y la emergente estrella popular Juanma Moreno ha reconocido en público que a quienes él consulta no le hablan de recesión y que confía en que la crisis dure como mucho un año y medio. Igual se le cae el pelo al presidente andaluz en funciones porque, como sabemos, lo de “profundísima crisis” lo dijo Feijóo delante de los representantes parlamentarios de su partido. Y como todo jefe, no le debe gustar demasiado que los suyos le lleven la contraria y mucho menos que lo dejen en evidencia.

¿Este es el camino que el nuevo mesías de la derecha prometió al llegar al cargo, es este el nuevo estilo en el número 13 de la madrileña calle Génova, el nuevo camino que anunció el PP? Solo le falta emular al defenestrado Casado y proclamar, como este hizo hace solo unos meses, que España “se encamina a la quiebra y estamos abocados al rescate”. La misma música.

Este jueves en Barcelona, tras conocerse el escandaloso contenido de las conversaciones entre Villarejo y María Dolores de Cospedal conspirando contra Podemos se ha limitado a quitarle importancia al asunto diciendo que claro, que “es una cuestión de hace diez u ocho años” y que “siempre que al PP le va bien en las encuestas "sale algo contra" el partido”.

¡Viva la renovación, viva la mesura, viva la oposición constructiva en tiempos de crisis! Es cierto que pocas cosas cambian de un día para otro y que todo está condenado a repetirse, pero… ¿tanto?¿tan rápido?

J.T.

sábado, 2 de julio de 2022

Ultras en las ruedas de prensa, ¿qué hacer?


“Me has demostrado que eres una mala persona y en este momento dejo para siempre de contestar a tus preguntas".

El pasado martes, durante un receso en los cursos de verano de la Universidad sevillana Pablo de Olavide, comentábamos esta frase de Joan Baldoví dirigida no hace mucho al ultraderechista Negre en la sala de prensa del Congreso de los Diputados, en Madrid. No sin cierta desazón, nos hacíamos preguntas para las que no acabábamos de encontrar respuesta.

¿Es aceptable que alguien use una acreditación periodística para provocar a según qué políticos comparecientes convirtiendo así la sala de prensa del Congreso en una prolongación de los enfrentamientos que Vox suele protagonizar en el hemiciclo?

¿Es contemplable no facilitar acreditaciones a quienes se sabe a ciencia cierta que las van a utilizar para agredir a quien comparece?  ¿Dónde están los límites? ¿Se les puede negar el acceso? ¿Se les puede poner condiciones? “Soy periodista, estoy acreditado”, repetía Negre como un mantra tras las palabras de Baldoví.

¿Cómo impedir la presencia de estos personajes sin que eso acabe convirtiéndose en un peligroso precedente para recortar libertades a quienes hacen su trabajo de manera respetuosa y profesional?

¿Cuándo una pregunta deja de ser correcta para convertirse en incorrecta, dónde está la frontera? Es más, ¿hay preguntas incorrectas? Los ultras provocadores no alzan la voz, no insultan, sencillamente encanallan el ambiente con directos al hígado retorciendo argumentos y distorsionando la realidad pero ponen la misma cara que si estuvieran diciéndote qué guapo eres.

Por lo visto, en los reglamentos no se había contemplado que este tipo de cosas pudieran suceder, así que mientras le acaban encontrando una solución al galimatías si es que se la están buscando, ¿qué hacemos los políticos y los periodistas demócratas que nos vemos metidos en charcos que nunca llegamos a imaginar?

Nos hacíamos estas preguntas, decía, justo durante el receso de un curso organizado por la Asociación de la Prensa de Sevilla cuyo enunciado era “¿Hacia dónde camina el periodismo? Entre el poder, la mentira, la tecnología y un futuro por determinar”.

José Antonio Zarzalejos, en su ponencia de apertura, sostuvo que el periodista debe ser un “activista de la veracidad”, Ramón Lobo reivindicó el derecho del informador a que prevalezca su punto de vista profesional aunque este no coincida con las opiniones, o las instrucciones, de sus propios jefes; Paloma Jara nos recordaba que el periodismo es un instrumento de la democracia; Aimar Bretos exponía que el enfoque de cualquier mesa de análisis debe ser “te voy a escuchar”, en lugar de “te voy a matar”; José Yélamo advirtió de la obligación que los periodistas tenemos de luchar para no perder la credibilidad; Olga Rodríguez alertó del peligro que supone la sumisión del periodismo al poder…

Pero el asunto de la irrupción de los hooligans ultraderechistas en las ruedas de prensa, aunque sobrevoló, puede que merezca un mayor desarrollo en posteriores ediciones de estos estimulantes cursos de verano. Como fenómeno nuevo que es, la presencia de estos malencarados nos desconcierta y abruma a quienes creemos en las reglas del juego de la democracia; nos hace sentir en cierta manera indefensos.

En resumen, usan la libertad por la que los demás luchamos, una libertad que, apenas puedan, ellos y quienes piensan como ellos la utilizarán para quitárnosla a los demás.

En las ruedas de prensa que se celebran en el Congreso, cuando un diputado de Vox sube al atril lo hace altivo, con aires de suficiencia, contando además con la educación y el respeto que suele caracterizar a cualquier informador a la hora de preguntar, excepto a los ultras de los que estamos hablando y de cuyas provocaciones ellos, lógicamente, se saben a salvo. En cambio, los diputados de Unidas Podemos, los vascos, los catalanes, incluso muchos socialistas, han de ir preparados de antemano para soportar groserías y escuchar los bulos más infames en boca de estos inquietantes caballos de Troya procurando además no perder la compostura por insoportable que pueda llegar a ser la insolencia. 

Eres una mala persona”, le espetó Baldoví a Negre cuando ya no pudo, no supo o no quiso contenerse más. En la respuesta del diputado valenciano creí percibir un cierto aire de impotencia, de verse desbordado por una situación que ni él ni nadie parece saber muy bien cómo gestionar ni mucho menos resolver. La ultraderecha está dentro, juega sus cartas de amoralidad, provoca y es malo que no se les conteste, pero cuando se les replica suele acabar siendo peor.

Que en disyuntivas de este tipo, mucho más serias y trascendentes de lo que en principio pueda parecer, salgan ganado los intolerantes, es un talón de Aquiles, un déficit que urge resolver si no queremos continuar cediendo terreno sencillamente porque no sabemos cómo defenderlo. Algo falla aquí, algo falla y nadie parece dar con la tecla que permita salir del embrollo. 

J.T.