sábado, 26 de febrero de 2022

¿Dónde está Jesús Cintora?


En días de guerras y traiciones yo también hablaré hoy de este asunto, pero no me voy a referir ni a Ucrania ni al PP. Voy a hablar de guerras y traiciones en el mundo de la comunicación, y para eso nada mejor que recordar justo en estos momentos a un profesional polémico, que podía gustarnos más o menos, pero que llevó a la televisión un tipo de periodismo tan necesario como poco habitual. Se limitaba a tratar los asuntos de los que se hablaba en la calle, las audiencias le respondían y cuando esto ocurría, entonces… lo echaban.

Que Jesús Cintora esté parado en estos momentos mientras paniaguados de tres al cuarto se ganan la vida con el oficio periodístico prostituyéndolo cada día clama a mil cielos que hubiera. No soy amigo de Cintora, de hecho tendría que estar cabreado con él porque usó mi nombre y mi cara para la promoción de “Las Cosas Claras” y luego no me llamó nunca, pero esta circunstancia creo que me dota de la autoridad moral suficiente para proclamar que lo que en este país se ha hecho con él no tiene nombre.

¿Por qué molesta tanto Jesús Cintora? ¿Por qué es prácticamente imposible hacer un programa de televisión pensando en los intereses de los espectadores y no en los de los políticos o en el de esos dueños de medios que en absoluto parecen dispuestos a incomodar a quienes parten el bacalao? Corría el año 2013 cuando llegó Cintora a Telecinco tras superar un casting y Paolo Vasile decidió que podía funcionar en el programa de mediodía donde Marta Fernández hacía un buen trabajo pero los resultados de audiencia estaban por debajo de lo que la cadena deseaba.

Sin experiencia televisiva, solo había hecho radio hasta entonces, Cintora se rodeó de unos cuantos “frikis entrañables” como Sor Lucía Caram, Miguel Ángel Revilla y otros personajes por el estilo cuyas maneras desenfadadas y directas calaban en la audiencia, supo mezclarlos con equilibrios hasta entonces inéditos entre tertulianos habituales y representantes políticos… y la audiencia empezó a prestarle atención. Uno de los jefes le prometió que si llegaba a un 8 por ciento en aquella franja horaria tan reñida le regalarían un iPhone, y cuando apenas había dado tiempo a que saliera el próximo modelo, “Las mañanas de Cuatro” ya estaba en el 12, en el 13, en el 15… Aquel éxito le costó caro: un buen día tuvo que dejar el programa, y quien pueda entender que entienda.

Lo sustituyó Javier Ruiz, quien no tardó en comprobar que los magazines frescos de actualidad política hechos con desenvoltura y criterio periodístico, algo que tendría que ser innegociable, acaban durando menos que la alegría en la casa de un pobre. Un buen día, sin que el buen porcentaje de audiencia pudiera servir de coartada, Mediaset, mire usted por dónde, decidió fulminar “Las mañanas de Cuatro” para siempre.

Los amantes de las series de intriga y de conspiraciones varias lo atribuyen a la larga mano de Antonio García Ferreras, dada la probada habilidad de este para moverse en las altas esferas. A “Al Rojo Vivo”, el programa que La Sexta emite en esa misma franja horaria, no se le podía hacer sombra: me parece una explicación muy simple, pero hay ocasiones, es verdad, en que las cosas no tienen por qué ser retorcidas.

De todas las etapas por las que pasó “Las mañanas de Cuatro”, la de mayor impacto fue sin duda la de Jesús Cintora quien, una vez defenestrado, continuó en Mediaset el año y medio de contrato que aún tenia firmado. Acto seguido, qué casualidad, fue fichado por La Sexta y Ferreras lo puso a torear contra Inda y Marhuenda. “Dale caña a Inda”, le decían por la calle al antiguo presentador de Cuatro. No tardaría en darse cuenta de que lo habían contratado para neutralizarlo.

Cuando en el otoño del 2020 Tve le ofreció poner en marcha un programa llamado “Las Cosas Claras” para volver así a competir competir con ARV en la misma franja horaria, las lenguas viperinas más distinguidas del país diagnosticaron: “Eso es presión de Unidas Podemos”. La verdad es que no era cierto pero, lo fuera o no, el caso es que a partir de entonces anda el hombre con ese estigma por la vida.

El programa era periodismo puro y aquello era demasiada afrenta para los defensores (tanto políticos como periodistas) de lo políticamente correcto. ¡Qué escándalo, un programa de televisión donde la actualidad política se trata sin pelos en la lengua y donde parece que no haya temas tabú!. Un programa donde un convaleciente del COVID llamado Ernesto Ekaizer tocaba las narices desde su cama de convaleciente hablando del emérito y sus corruptelas, un programa donde un ex presidente del gobierno queda en evidencia cuando un equipo de reporteros lo localiza haciendo footing. ¿Pero esto qué es?, clamaron los sepulcros blanqueados de izquierdas, derechas y mediopensionistas. Por activa, pasiva y reflexiva empezaron a ponerle palos en las ruedas al tiempo que la audiencia iba subiendo.

Apenas cesó en Rtve el equipo directivo que lo contrató, el PP decidió cobrarse haber desbloqueado la elección de un nuevo consejo de administración y lo primero que pidió fue la cabeza de Cintora. Los socialistas se la sirvieron en bandeja.

Como en “El día de la marmota”, el presentador volvía a experimentar en sus carnes un remedo de su experiencia en Cuatro. Con una diferencia: en Mediaset lo mantuvieron año y medio; en Tve salió por la puerta el día del último programa y de allí directamente a la oficina de Empleo.

¿Sigue en el paro? Mucho me temo que sí. Puede que ande repartiendo curriculums por ahí y ofreciendo proyectos, pero el caso es que mientras dinosaurios vendidos y trepas con tantas aspiraciones como carencia de prejuicios mantienen encanallado el periodismo entre guerras y traiciones, alguien que conoce la clave para que la audiencia se interese por los asuntos políticos y los problemas sociales anda perdido sin que sepamos muy bien a qué se dedica.

Un día de estos lo tengo que llamar. Igual está montando un proyecto con el que, seguro, volverá a tener éxito y hasta puede que, esta vez sí, cuente conmigo para su equipo.

J.T.

domingo, 20 de febrero de 2022

Díaz Ayuso y “mienmano”. La historia se repite


Cuando el jueves escuchaba a Díaz Ayuso una y otra vez pronunciar las palabras “mi hermano” no pude evitar, dado que uno va teniendo una edad, recordar al socialista Alfonso Guerra, cuando este era vicepresidente del gobierno en 1990. Él no decía “mi hermano” sino “mienmano” cuando se refería a su hermano Juan, pero el asunto era el mismo: nepotismo, tráfico de influencias, soberbia y sensación de impunidad. Somos los putos amos y podemos hacer lo que nos dé la gana. Punto. 

El “enmano” de Guerra montó un despachito oficial en un recodo de la delegación del Gobierno en Andalucía, un chiringuito si queremos hablar con más propiedad, donde recibía, repartía favores y gestionaba asuntos de todo tipo. Sobre el papel había sido contratado como asistente de su hermano, pero desde aquel rincón sevillano Juan Guerra amplió el campo hasta conseguir ser acusado y juzgado por tráfico de influencias, prevaricación, cohecho y variadas lindezas más. 

Cuando el asunto empezó a salpicar a Alfonso, su entonces amigo Felipe González salió en defensa suya: si quienes la habían tomado con su vicepresidente, aseguró, continuaban con el acoso, acabarían consiguiendo “dos por el precio de uno”. Amagó con dimitir de la presidencia del Gobierno pero no transcurrió demasiado tiempo desde aquel instante hasta el momento en que González decidió dejar a un lado la solidaridad y en la estacada a su amigo de toda la vida. Alfonso Guerra acabó dimitiendo, se marchó del poder y fin de aquel cuento.  

El cuento de estos días, el de Ayuso y su guerra con su otrora amigo del alma Pablo Casado me devuelve a aquellas atmósferas ¡Ay, la familia!, por cierto término este, “familia” que la presidenta de la Comunidad de Madrid tampoco se quitó de la boca durante toda su comparecencia el pasado día 17 y que a mí me recordó, ¡hay que ver cómo soy!, a Marlon Brando en El Padrino. La familia, mi hermano, mi primo o la madre que me parió con perdón: da igual. Da igual el color político, el lugar geográfico o los años que transcurran. En España somos nepotistas vocacionales.  

Que Ayuso no tenía idea de lo que hacía su hermano no se lo creen ni los niños de cinco años. Entre otras cosas porque esas maneras de funcionar han estado y continúan estando instaladas en la gestión de cualquier institución. En el caso de la Comunidad de Madrid, y por referirnos solo a los últimos tiempos, ¿hace falta recordar, por ejemplo, la suite de Sarasola, el telepizza para niños, los ancianos que murieron por no ser trasladados de las residencias a hospitales, la falta de luz en la Cañada Real, las listas de espera en Sanidad…?  

Cuando yo trabajaba en tve tenías que tener cuidado cuando en un corrillo hablabas de alguien porque era bastante probable que te estuviera escuchando un primo, una hermana o un cuñado de la persona que mencionabas. Si gestionas un presupuesto y no te acuerdas de tu familia eres un mal nacido al que te harán la cruz en tu entorno y te dirán en la cara que tú no es que seas decente, es que eres gilipollas. 

Este es el caldo de cultivo en el que hemos crecido medio país, por no decir el país entero, desde hace ya décadas. Usos extendidísimos en la empresa privada que no parece haber manera de erradicar en el comportamiento de los responsables públicos. Hasta que no se les denuncia, se les condena y se les manda a la cárcel, no parecen entender que su cargo oficial existe para servir a la ciudadanía y no para que él, o ella, y su familia se sirvan de las “facilidades” que supone manejar un presupuesto público, a pesar de tanto interventor y tanta auditoría como existen para evitarlo. 

Mucho me temo que Ayuso, subida a la espiral del trumpismo donde la clave del éxito parece ser echarle cara al asunto, comprar todos los favores posibles y atacar antes de que te ataquen, no va a acabar, en el supuesto de que le gane el pulso a Casado, ni con el nepotismo, ni con el tráfico de influencias, ni con las comisiones discutibles ni con las subvenciones a los medios para que te eleven a los altares. Casado tampoco lo haría, no nos engañemos, porque este tipo de costumbres, que por otra parte hay quien sostiene que están grabados a fuego en el adn de la mayoría de los españolitos de a pie, no se van a dar por acabadas en ningún caso. 

Lo de “mi hermano” y las invocaciones a la familia son solo la punta del iceberg. Como en su día fue lo de “mienmano”. Aquello acabó con la dimisión de un vicepresidente del Gobierno. Esto amenaza con una explosión puede que de mayor calibre aunque no estén, gracias sean dadas a los dioses, sentados en la poltrona monclovita. Una vez más se cumple el famoso adagio atribuido a aquel político italiano llamado Giulio Andreotti: “El poder desgasta, pero la oposición desgasta mucho más”. 

J.T.

sábado, 19 de febrero de 2022

Política basura


Cuando el miércoles salieron a la palestra televisiva José María Aznar y una resucitada Esperanza Aguirre cuestionando a Pablo Casado por los resultados de Castilla y León, quizás podía intuirse que algo serio se estaba cociendo en el Partido Popular, aunque la verdad es que resultaba difícil imaginar la dimensión de los acontecimientos que tendrían lugar al día siguiente. Muchos momentos postelectorales suelen convertirse en amargas victorias que se le atragantan al ganador, pero el terremoto sobrevenido en el PP a partir de este jueves posee todos los ingredientes de los más morbosos y cutres espectáculos de la oferta televisiva. Unos aprendices, los de “¡Sálvame!”, al lado de los gloriosos –y bochornosos- momentos que nos están brindando estos días los primeros “espadas”, nunca mejor dicho, del todavía primer partido de la oposición.

Abrió el fuego a las nueve de la mañana del jueves el alcalde de Madrid sin que muchos supiéramos muy bien qué pasaba, salvo que al parecer un empleado de la Empresa Municipal de la Vivienda había contactado con un detective para conseguir datos bancarios y fiscales de un hermano de Isabel Díaz Ayuso. Martínez Almeida aseguró que no era cierto, pero admitió que había “preguntado” al detective y a los responsables de la EMV si por casualidad habían mantenido alguna reunión entre ellos últimamente. Las dos partes le contestaron que no, él se lo creyó y ahí estaba ahora, contándolo en una rueda de prensa, tan ambigua como precipitada, que cuando se dio por terminada consiguió dejar en el aire más sospechas y preguntas sin contestar que antes de su comparecencia.

A la una y media de la tarde irrumpió en escena con el cuchillo entre los dientes la presidenta de la Comunidad de Madrid, resuelta a no dejar títere con cabeza. Casi todo lo que dijo fue dinamita pura y muchas de las frases nos las sabemos ya de memoria pero entre lo que contó hubo algo fundamental: en septiembre de 2021, en el despacho de Casado, este le pidió que le aclarara si su hermano había cobrado comisión un año antes por intermediar en una venta de mascarillas realizada por un amigo de la infancia. Y precisó Ayuso: “Me dijo (Casado) que la documentación por la que me hacía esa pregunta le había llegado desde la Moncloa”.

A día de hoy todavía estamos esperando que nos conteste”, bramó Teodoro García Egea en otra incendiaria rueda de prensa celebrada a continuación de la volcánica intervención pública de Ayuso. Por una vez no había perífrasis, ni frases ambiguas, solo sujetos, verbos y predicados lanzados directamente a la yugular del contrario. Nombres, hechos, claridad, lenguaje comprensible para el común de los mortales. ¡Qué pena que esta manera de expresarse no la utilicen los políticos a diario para hablarnos a la ciudadanía de las cosas que nos interesan,  y en cambio solo lo hagan cuando deciden despellejarse vivos entre ellos. Costaba ir asimilando tanta metralla y ponerla en orden cuando Egea remató su intervención con un anuncio: se le abriría un expediente informativo a la díscola "compañera".

Y mientras tanto, Pablo Casado, ¿dónde andaba? Hasta la mañana de este viernes permaneció escondido. A las nueve en punto, veinticuatro horas después de que Almeida diera el pistoletazo de salida, el presidente del PP hablaba por fin en la Cope, su emisora de cabecera, para negar haberle dicho a Ayuso que la información sobre las presuntas irregularidades de su hermano procediera de la Moncloa, aunque no dudó en precisar la cantidad exacta que Tomás Díaz Ayuso pudo percibir de comisión: según él, 286.000 euros. Andaba disperso el presidente del PP, es decir, en su línea habitual, pero más confuso y dubitativo aún que otras veces. Su tono era inseguro, dijo lamentar mucho lo que estaba pasando pero el partido que él preside, aseguró, "tiene que ser ejemplar y no caben las irregularidades". En fin, si él lo dice...

La guerra sin cuartel continuó minutos más tarde. Apenas había salido Casado de la sede de la Cope cuando ya estaba contestándole Ayuso en la misma emisora, esta vez vía telefónica: "¿Cómo es que él sabe la cantidad exacta de la comisión que dice que mi hermano cobró y en cambio yo no? Quiero pensar que le han engañado y le han dado algo intoxicado en un momento tan bueno para la Comunidad de Madrid".

Horas después, la presidenta autonómica hacía público un comunicado en el que cifraba en 55.850 euros más IVA la cantidad cobrada por su hermano Tomás a la empresa que vendió las mascarillas a la Comunidad de Madrid y lo calificó de "contraprestación por su trabajo y no de comisión por intermediación". Al tiempo que se difundía esta notificación, los consejeros madrileños de Hacienda y Sanidad sudaban tinta en la rueda de prensa que les había tocado en suerte sin que nadie acabe de saber cuándo y cómo puede acabar este festival de despropósitos. "La discordia nos hace infelices, es un rasgo de mediocridad, unidad, unidad, unidad",  clamaba desde Andalucía un Juan Manuel Moreno Bonilla al que desde el pasado domingo puede que no hayan dejado de temblarle las piernas. "Esto tiene que acabarse en días, un problema así no puede alargarse meses", advierte Núñez Feijóo. Y Fernández Mañueco, mientras tanto, lamentando el momento en que se le ocurrió "obedecer", disolver el parlamento de Castilla y León y convocar elecciones.

A quienes irrita la manera que el PP ha tenido de funcionar en los últimos tiempos tendría en principio que divertirnos el espectáculo que están ofreciendo pero, si les digo la verdad, a mí me cuesta alegrarme de una cosa así. Entre otras cosas porque algo tan primario, tan infantil, en el fondo resulta sospechoso. Que un partido político protagonice un espectáculo tan zafio no solo les perjudica a ellos sino que salpica a todos. Que en ese partido se acuchillen sin piedad los unos a los otros no puede ser bueno para nadie, máxime cuando estamos hablando nada menos que de la formación todavía hegemónica en la derecha española. Ni las tertulias basura de la televisión superan todo esto.  

A quienes desde hace un tiempo pilotan ese barco llamado Partido Popular hay que exigirles que sean capaces de estar a la altura, como mínimo, de los partidos conservadores del resto de  Europa. Yo quiero que permanezcan en la oposición siempre, faltaría más, y que el peso de las derechas en la aritmética parlamentaria sea el menor posible, pero nos merecemos una clase política menos chabacana. Si algún partido cae en la tentación de pensar que con esta trifulca sale beneficiado, estaremos más perdidos todavía. Porque tal como anda el patio pierden ellos y perdemos nosotros, incapaces, al menos en mi caso, de imaginar cuál acabará siendo el desenlace de este infame culebrón. 

J.T.

sábado, 12 de febrero de 2022

La importancia del voto en Castilla y León


Quienes tenemos algo de vergüenza siempre estaremos en inferioridad de condiciones con respecto a quienes carecen de ella. Ponerse a su altura no es la solución, desde luego, pero entonces… ¿qué hacemos? Si tantos presuntos periodistas como se dedican a mentir a día de hoy en España acaban consiguiendo imponer su discurso, sembrar la duda y que los despistados que los leen o escuchan asuman y repitan sus intoxicaciones, ¿cómo combatir eso sin entrar en su mismo juego? Si los políticos que han hecho del bulo un modo de vida logran que sus provocaciones marquen las agendas, ¿qué  hacemos para que no acaben encontrando toda la cancha que buscan, como de hecho está sucediendo?

Suelo evitar el empleo de tópicos siempre que puedo, pero hoy me parece que no toca: si nos olvidamos de lo que nos pasó, como invitan a hacer Vox, Díaz Ayuso y buena parte del PP, volveremos a repetirlo. ¿Acaso no vemos cómo avanza el fascismo, acaso no vemos cómo, pasito a pasito, van conquistando espacios que no les corresponden y ganando voluntades desinformadas, sobre todo entre los más jóvenes? ¿Cómo es posible que unos métodos calcados de los utilizados por los fascistas en Italia y los nazis en Alemania hace todavía menos de un siglo estén volviendo a ser eficaces en la europea y presuntamente moderna España del siglo XXI?

Han conseguido que un sector más o menos despistado de la población crea que hay que ser facha para ser rebelde. Algunos comportamientos rozan la ridiculez: los mismos que reivindicaban libertad para no ponerse la mascarilla se niegan ahora a quitársela porque “no va ser Pedro Sánchez –argumentan textualmente- quien les diga lo que tienen que hacer” ¿Pero qué locura es esta? Sería para reírse a carcajadas si no fuera porque de actitudes infatiloides e irresponsables como esta se acaba pasando a provocaciones mayores como el reciente asalto a un ayuntamiento en el hasta se llegó a interrumpir su sesión plenaria. 

Desde que en 2018 entraron en el Parlamento de Andalucía, los fascistas han ido pasito a pasito subiendo escalones en la estrategia de la tensión y el enfrentamiento; en 2019 consiguieron irrumpir en otros parlamentos autonómicos y también en ayuntamientos, a finales del mismo año lo lograron en el Congreso de Diputados con 52 escaños, en el 21 llegaron al Parlament de Catalunya y tras las elecciones anticipadas en la Comunidad de Madrid, creció aún más su capacidad de maniobra. De momento han obligado al PP a tragar sapos a granel (sapos a los que los populares tampoco es que le han hecho demasiados asquitos precisamente) pero el escalón que podrían subir este 13 de febrero, si los votos no ponen remedio, podría llevar a la ultraderecha a ocupar ya directamente alguna que otra cartera en el gobierno autonómico de Castilla y León.

Si eso ocurre, será difícil que el efecto dominó no haga crecer el fascismo en España aún más, responsabilidad que ha de atribuirse en una gran medida a los medios de comunicación. No sé qué demonios nos está pasando. La manera en que buena parte de los medios, incluidos Efe, Tve y demás servicios informativos del Estado andan normalizando los modos, usos e ideología ultraderechista resulta difícil de entender. El argumento con el que se defienden muchos de sus responsables es que la legalidad así lo impone. Pero entonces… si los medios privados andan literalmente tomados por las peores derechas de este país en los últimos 45 años y los públicos andan cogiéndosela con papel de fumar, ¿cómo se le hace llegar a la ciudadanía una información exenta de manipulaciones? Porque el hecho es que en esos medios los fascistas mienten, se les deja mentir y nadie explica que están mintiendo. Y lo más preocupante: mucha gente joven “compra” estos mensajes totalitarios tal como les llegan. Sin filtro alguno.

A los jóvenes que se dejan seducir por “el atractivo de la rebeldía facha” les preguntaría: ¿Nadie os ha contado en qué acaban desembocando este tipo de “bromas”? Abrid un libro de Historia, anda, y tomad nota. Con la wikipedia basta para empezar, no os hace falta más para sacar las primeras  conclusiones, sobre todo si vivís en Castilla y León y os toca votar este fin de semana. Porque cuando gobiernen, si el domingo ganan y llegan al poder, cuando empeoren vuestras vidas y descubráis cómo os van suprimiendo derechos, no os va a quedar ni la opción al pataleo porque vosotros mismos os lo habréis buscado, avisados quedáis.

Amigas y amigos de Ávila, Burgos, León, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Valladolid y Zamora: en la papeleta que elijáis este domingo electoral en vuestra Comunidad Autónoma vais a dibujar el futuro próximo de España entera. Confiamos en vosotros.

J.T.

sábado, 5 de febrero de 2022

Pero no olvidemos lo de Lorca


Suceden tantas cosas y va todo tan rápido, que lo de Lorca parece como si fuera ya historia. El vergonzoso espectáculo del jueves en el Congreso de los Diputados, por la manera tan chusca como acabó convalidándose la Reforma Laboral, ha solapado el escándalo del lunes en Lorca. 

Me pregunto cuántas Lorcas habrá ahora mismo en España. Me pregunto cuánta gente de buena voluntad está cayendo en la trampa de la propaganda fascista de Vox en los últimos meses. Me pregunto cuánta gente de bien tiende a confiar en las mentiras del PP cuando sus voceros las revisten de argumentos creíbles a primera vista.

La España rural, la España agrícola y ganadera, está siendo utilizada por las derechas para inocular el odio en vena. Vivo entre agricultores de a pie y lo sé bien: los verdaderos trabajadores de la agricultura y la ganadería, no quienes usan su nombre en vano, no tienen nada que ver con los energúmenos que reproducen las consignas y las actitudes violentas de la ultraderecha. Los verdaderos trabajadores de la agricultura y la ganadería no acuden a manifestaciones en Madrid manipuladas por las derechas ni mucho menos se dedican a irrumpir en plenos municipales para impedir que se celebre una sesión donde se va a aprobar algo perfectamente tratado y convenido con instituciones regionales e incluso europeas: que las nuevas granjas de cerdos y las remodeladas no estén a menos de 1500 metros de según que zonas urbanas.

El lunes pasado prendió la mecha en Lorca, y por eso me pregunto una y otra vez cuántas Lorcas puede haber ahora mismo en España, en cuántos lugares los fascistas, como en esa localidad murciana de casi cien mil habitantes, andan en estos momentos sembrando odio a base de retorcer la realidad y difundir bulos que a veces calan sin remedio en gentes de buena voluntad pero carentes de la formación o información adecuadas.

Lo sucedido en Lorca el lunes 31 de enero fue un serio y peligroso precedente que certifica lo que algunos venimos avisando desde hace ya algún tiempo: la falta de escrúpulos de una derecha ultra y de una ultraderecha que se desesperan viendo cómo pasan las semanas y el Gobierno de coalición sigue y sigue, aunque sea con carambolas como la de este jueves en el Congreso, cuando un diputado del PP va, se “equivoca” y ese error acaba siendo clave para la convalidación de un ley tan importante como la Reforma Laboral. A las derechas, que llevan dos años largos demostrando su desprejuiciada capacidad de ensuciar la convivencia, solo les faltaba lo del jueves para que su cabreo les haga perder los papeles más de lo que ya lo hacen de manera habitual.

Estoy con quienes piensan que como no salgamos pronto a las calles a denunciar sus tropelías, los fascistas se nos van a acabar comiendo con patatas, ya que para conseguirlo cuentan con ayuda en la monarquía, la Iglesia, el poder judicial, radio, prensa, televisión, irregularidades estas que continuamos limitándonos a denunciar con la boca chica.

Manipulan, engañan, gritan consignas y así ocurre que quienes montan pollos como el de Lorca empujando policías para entrar por la fuerza en los ayuntamientos, cuando argumentan que estaban desinformados, que no sabían a lo que iban, puede que hasta sea verdad en algunos casos, dada la cobardía manifiesta de quienes se dedican a envenenan el ambiente y azuzar a los de sangre más caliente y menor capacidad reflexiva.

Mala cosa esa de confundir a los desinformados, mala cosa esa de señalar gente, mala cosa calentar el ambiente para que a algún descerebrado le de por pasar a mayores cuando menos lo esperemos. No vamos bien y lo de Lorca es un serio aviso. ¿Por dónde pensarán continuar con una escalada de tensión que cada día sube un peldaño más? ¿continuarán elevando el listón hasta que algún día ocurra algo que ya no tenga marcha atrás? ¿qué más tiene que pasar para que se tomen medidas contra quienes difunden mensajes de odio?

Los fascistas no están de broma, ¿por qué entonces no se les toma en serio de una vez y paramos esto antes de que ocurra lo que muchos en nuestro fuero interno tememos que acabe ocurriendo? Quienes asaltaron el ayuntamiento de Lorca y quienes lo instigaron tienen que recibir todo el peso de la ley para que aquellos a quienes nos gusta vivir en paz no empecemos a acostarnos más preocupados cada día que pasa. Y esa ultraderecha que tiene voz y voto en el parlamento democrático no puede ir por ahí diciendo, como ha hecho Espinosa de los Monteros, que “entiende a los asaltantes” del municipio murciano. Eso es intolerable. 

J.T.

viernes, 4 de febrero de 2022

El gran bochorno


Les invito a revisar detenidamente el vídeo del momento en que, el pasado jueves en el Congreso, Meritxell Batet se equivoca al sumar y anuncia que “queda derogado el real decreto ley” de la Reforma Laboral con una expresión que delata su dificultad para acabar de creérselo. Ni la mascarilla le permitió disimular su desconcierto, dado el titubeo con que lo hizo. Mira a su derecha, vuelve a mirar al centro, cambia un folio de sitio, a continuación dirige la vista al infinito y pulsa un botón mientras la ujier la observa con cara de pena. Empiezan los murmullos y, cuando el realizador pincha el banco azul, se puede ver a Sánchez, Calviño y Díaz inexpresivos, con cara de póker, si movieron algún músculo las mascarillas lo ocultaron, ¡ay las mascarillas, qué oportunas en esta ocasión! Sánchez mira hacia su izquierda pero no exactamente a Calviño, Calviño mira a su derecha pero no exactamente a Sánchez. Yolanda Díaz se toca la mascarilla con los dedos de la mano derecha mientras que la expresión de sus ojos permite deducir que son muchas cosas a la vez las que están pasando por su cabeza en ese momento: imposible, eso es imposible, pero se escuchan ya los aplausos de la bancada de las derechas y durante los diez segundos que se mantiene el plano acaban finalmente intercambiando alguna mirada hasta que, justo en el último frame se puede comprobar, aunque hay que fijarse mucho, cómo Sánchez mira a sus dos vicepresidentas y alza ligeramente las manos de una manera que puede traducirse  como “tranquilas, que esto no se ha acabado todavía”. Compruébenlo si tienen ocasión y verán.

El contraplano siguiente, en el que se ve a las derechas manifestar su alegría, es toda una mina para el observador cuando lo congelamos: aplauden la mayoría, sí, pero no lo hacen ni Casado, ni Gamarra, ni García Egea ¿Sabían ellos también que eso todavía no había acabado? Aitor Esteban se toca la oreja izquierda sin acabar de dar crédito a la posibilidad de haber metido la pata, porque el PNV no quería que la reforma se derogara, solo se trataba de asustar un poco, ¿o no?, Rufián no sabe dónde meterse; Smith, Olona y Espinosa de los Monteros, este último apretando el puño feliz, miran y aplauden arrobados a los dos traidores de UPN mientras el presidente y las dos vices permanecen tranquilas mirando a la presidenta de la Cámara quien, tras los veinte eternos segundos que habían transcurrido desde su intervención anterior, vuelve a tomar la palabra: “Los servicios de la cámara me informan de que queda convalidado el real decreto ley”, proclama. En el banco azul ya están de pie cuando los vemos de nuevo: Sánchez, Calviño y Díaz entrelazan las manos exultantes mientras miran a los suyos que, tras esos veinte taquicárdicos segundos, aplauden ahora unos con más ganas que otros. El plano se va abriendo y vemos entonces cómo María Jesús Montero se acerca a Yolanda Díaz para abrazarla con su entusiasmo habitual; Nadia Calviño se lleva las manos a la cabeza en un gesto que igual puede ser de alivio como de contrariedad y desde la bancada socialista algunos increpan a sus adversarios al tiempo que estos transforman los aplausos en protestas y abucheos.

En resumen, un sainete en toda regla que no sé a ustedes, pero a mí me produce vergüenza ajena. Jugaron con fuego y estuvieron a punto de quemarse. Jugaron con fuego todos, no solo los partidos que hicieron posible la investidura y el jueves votaron contra la convalidación de la ley, sino también el Gobierno de coalición porque veamos: ¿a quién es atribuible la responsabilidad de que Alberto Rodríguez no haya regresado aún a su escaño vacío?

Por otra parte, tan trileros como son en el PSOE y con lo bien que se manejan haciendo trampas en las votaciones ajustadas (lo demostraron por ejemplo en julio de 2018, cuando dos socialistas impidieron con su “equivocación” que se constituyera un Consejo de Administración en RTVE donde iba a haber cinco vocales de Podemos). ¿Cómo es posible que se relajaran hasta el extremo de confiarlo todo al sentido de la lealtad de dos diputados de UPN? ¿Cómo es posible que no contaran con que en el PP tienen menos prejuicios que ellos, como demostraron hace años cuando compraron a Tamayo y Sáez y hace poco en Murcia con Ciudadanos?

Tanta ingenuidad resulta difícil de creer. ¿Cabe la posibilidad de que en el PSOE alguien "adivinara" que el diputado popular Alberto Casero se iba a “equivocar”? Del episodio del jueves en el Congreso no sale bien parado nadie. Con todos los peros que se pueden, y se deben, poner a la Reforma Laboral, esta ley no se merecía salir adelante de la manera en que lo ha hecho. Nadie puede estar orgulloso de lo que pasó. Tan dados como son a las gamberradas y a las salidas de todo me temo ahora cualquier cosa de la derecha ultra y de la ultraderecha. No creo que se queden en lo de interponer ante instancias judiciales las demandas que ya han anunciado. Aunque quizás, como tampoco son tan tontos, igual se cortan un poco hasta ver qué pasa el domingo 13 de febrero con las elecciones en Castilla y León.

¡Menudo galimatías, menudo bochorno, menudo peligro! Como decía un compañero el otro día, qué difícil tienen los corresponsales extranjeros explicar en pocas palabras tanto despropósito.

J.T.


https://www.youtube.com/watch?v=srOjB9k0wGQ