sábado, 29 de enero de 2022

Las buenas noticias no son noticia. O sí.


Yo lo siento, pero aún a sabiendas de la existencia del  viejo dicho periodístico con el que titulo mi artículo de hoy, voy a arriesgarme a transgredirlo para hacerme eco de algunas cosas que han sucedido esta semana que ahora termina y que a mi juicio merecen gozar de mucho más eco del que han conseguido en los medios. Solo en un día, el pasado jueves 27 de enero, se produjeron tres noticias de primera magnitud:

1. La EMA (Agencia Europea del Medicamento) aprobó el uso de una pastilla contra el COVID. Se llama Paxlovid y según Pfizer, la farmacéutica que la ha desarrollado, tiene un 89 por ciento de efectividad contra el coronavirus. Como nos ha explicado José Carmona en este mismo periódico, se puede administrar a “pacientes con un riesgo alto y durante los primeros cinco días desde que aparecen los síntomas para evitar así que se eleven las complicaciones de la enfermedad”.

2. Se ha anunciado un detector precoz del cáncer de páncreas, el tumor de peor pronóstico. El equipo de investigadores del Hospital del Mar de Barcelona que lo ha descubierto afirma que podría ser detectado con un simple análisis de sangre.

3. Los laboratorios Moderna han comunicado el descubrimiento de una nueva vacuna contra el Sida que ha comenzado a experimentarse también estos días en Washington.

Pues bien, ninguna de estas noticias ha merecido los honores de la primera página en los diarios tradicionales de papel que todavía sobreviven y se distribuyen por toda España, ni en una esquinita siquiera. Solo dos de ellos, El País y La Vanguardia, destacaron en primera otra buena nueva conocida este jueves, a mi entender de suma importancia: que el empleo en España ha alcanzado el nivel más elevado desde la crisis financiera de 2008, lo que se traduce en la disminución del paro en 615.900 personas y la creación de 840.700 empleos, récord desde el año 2005. En total existen ahora mismo en nuestro país más de 20 millones de personas trabajando.

El PP y sus acólitos mediáticos resultan patéticos intentando retorcer estas cifras para minusvalorarlas olvidando que para que esos datos sean posibles intervienen muchos factores que no son solo políticos, entre ellos el dinamismo de la sociedad civil, que tiene unas ganas locas de sacudirse la pesadilla del covid cuanto antes, también la voluntad empresarial y, por supuesto, el espíritu individual de superación del la ciudadanía media, nada dispuesta a dejarse tumbar por la adversidad. Es verdad que sin las decisiones adoptadas en materia laboral y económica por el gobierno no hubiera sido posible, pero aunque resulta condición necesaria, sabemos de sobra que no es suficiente. Está bien que Moncloa presuma de los efectos beneficiosos de la subida del salario mínimo o del éxito de los Ertes, pero el mérito no es solo atribuible al ejecutivo, lo mismo que cuando los datos son malos la culpa no es exclusivamente de quien ejerce el poder político en ese momento.

El PP, como partido de gobierno que ha sido, y que imagino aspira a continuar siendo, sabe de sobra que esto es así. Por eso resulta más difícil todavía de entender el infantil empeño de un desnortado Casado y su cohorte de pelotas intentando buscarle las vueltas a unos datos cuyo carácter positivo es irrefutable. Como lo es también el aumento de la pensión que las personas jubiladas han empezado a cobrar a partir de este mes de enero, o el crecimiento de la economía un 5 por ciento en 2021.

Se me ocurre que igual podría no ser tan mala idea celebrar algo juntos de vez en cuando y no dejarse cegar siempre por la distancia corta, por la cercanía de unas elecciones, o por la obsesión enfermiza de derribar al Gobierno de coalición a toda costa. Estoy soñando, ¿verdad? No solo van a tener veleidades infantiles los muchachos del PP. Empieza a ser demasiado cansino tanto frentismo permanente y gratuito. ¿De verdad que es obligatorio andar permanentemente cabreado y atacar a muerte al adversario para ganar votos?

Si en vez de hacerse selfies diarios entre ovejas y vacas, si en lugar de mentir tanto, soltar tantas memeces cada vez que les ponen un micrófono delante, los chicos de las derechas se dedicaran a proponer cosas, a decirnos cuál es su idea de futuro para este país, igual a la larga saldrían ganando ¿No hay nadie que les diga el ridículo tan espantoso que hacen con el raca raca de los fondos europeos, o con los palos en las ruedas que le ponen a la reforma laboral, a la ley de vivienda y a toda iniciativa que el Gobierno de coalición propone para mejorar la vida del común de la ciudadanía, la de todos, voten a quien voten? Si a los hooligans los tienen seguros, ¿qué voto es el que aspiran a captar en Castilla y León con ese mal rollo que se gastan?

Están pasando cosas buenas en nuestro país en el mundo del trabajo, en el de la economía, en el de las pensiones, los nuevos descubrimientos científicos son todo un alivio… Pero claro, como bien proclama la vieja máxima periodística, las buenas noticias no son noticia. O sí.

J.T.

domingo, 23 de enero de 2022

Los fachas que me perturban


Me cuesta asimilarlo, pero los fachas que me perturban nacieron y crecieron en el mismo país que yo, escuchando la misma música, viendo las mismas películas en el cine y las mismas series de televisión en la única cadena que existía; estudiaron con los mismos libros de texto, leyeron los mismos tebeos, nuestras rutinas infantiles y adolescentes fueron muy parecidas… ¿qué ha podido ocurrir entonces para que nos veamos ahora los unos a los otros tan extraños y tan lejanos? 

Cada día que transcurre percibo una atmósfera más hostil, noto que estoy más rodeado por una manera de pensar y de entender la vida que nada tiene que ver con lo que soñé, amé y aspiré durante mis ya muchas décadas gastadas. Mi mundo no es el que era, o el que yo creía que era, y todo se ha desbaratado sin que acierte a fechar el momento en que empezó esta deriva totalitaria y enemiga de la libertad, sí, “libertad”, ese término que se empeñan en ultrajar cada vez que lo pronuncian.  

Este país de cabreados insultándose a diario los unos a los otros no tiene nada que ver con aquel por el que yo peleé; estos políticos cada vez más analfabetos y chillones no pueden ser los que nos merecemos, estos periodistas instalados en el bulo y en la mayor de las desvergüenzas no tienen nada que ver, aunque sean los mismos, con la manera en que recuerdo a mis compañeros de trabajo durante tantos años. Y en cuanto a los más jóvenes… no acabo de entender muy bien de dónde han salido, que libros han leído, quiénes les han dado clase en los institutos y en las universidades, qué les ha llevado a convertirse en frentistas provocadores.  

¿Qué nos ha pasado? Te lo preguntas y al mismo tiempo descubres que no puedes perder demasiado tiempo en análisis y debates: cuando estás viendo que te van a robar la cartera no te puedes poner a ordenar los billetes y las tarjetas. Pongamos que hablo de Madrid: ¿Por qué hay en los partidos madrileños de izquierdas un vacío y una ausencia de liderazgo tan grande desde hace ya tantos años? ¿Por qué personajes como Ayuso disponen de tanta cancha, por qué se les deja tanto espacio a pesar de su triste gestión y a pesar también de sus alianzas con los ultras, alianzas que suponen la lesión de derechos humanos fundamentales?  

Los fachas que me perturban parecen reproducirse por esporas. Otra pandemia más a combatir y con cuya vacuna parece que no acertamos. VOX es sinónimo de peligro máximo y ahí andamos, viendo desde el burladero como amenazan, insultan e intimidan dejándolos hacer en nombre de unos usos democráticos en los que ellos no creen y con los que acabarían sin pestañear el mismo día en que tuvieran el poder para hacerlo.  

Sé que hay bastante gente que piensa lo mismo que yo, que comparten diagnóstico y lo expresarían aún mejor pero están callados, no escriben sobre ello, no hablan, no se significan. Algunos juegan a equiparar una izquierda democrática como Unidas Podemos con una ultraderecha totalitaria como Vox. ¿Nos hemos vuelto locos, o qué? A los fachas que me perturban les sobran los inmigrantes, los menas, los gays, son negacionistas, patriotas de pacotilla, frentistas, violentos… ¿cómo puede alguien atreverse ni en broma a comparar estas ideas con las que defiende UP?  

No paran de intentar contaminarnos con el imaginario fascista sin darse cuenta de que somos muchos aquellos que, remedando el principio de Arquímedes, si nos sumergen en un ambiente ultra y totalitario, nos ayudan a experimentar un empuje hacia la izquierda que viene a ser equivalente al peso de la doctrina reaccionaria que desalojamos.  

En el calendario de elecciones que tenemos a la vista durante los dos próximos años, estos fachas que me perturban tienen muchas papeletas para seguir inquietándome aún más. La amenaza es gorda y continuamos paralizados ¿A qué esperamos para espabilar de una vez? 

J.T.

sábado, 22 de enero de 2022

Hablar de los políticos solo cuando se lo merecen


Buena parte de las intervenciones de los políticos en los medios, puede que la mayoría, son del todo innecesarias. Suelen obedecer a inercias que nadie cuestiona y que parecen haberse instalado sin remedio en la práctica periodística diaria.

Deberíamos hablar de los políticos solo cuando se lo merecen, proponía alguien en la tele el otro día. Alguien que, por cierto, lleva a los políticos a su programa cuando le ordenan que los lleve. Pero en esto tenía razón: si los políticos aparecieran en la tele solo cuando van a contarnos algo que nos interesa porque afecta a nuestras vidas nos garantizaríamos, entre otras cosas, un mayor sosiego y sin duda una mejor convivencia.

La responsabilidad de que las cosas no sean así no es solo de los políticos y de sus equipos de asesores sino también de los periodistas que les siguen el juego ¿Por qué se les sigue el juego? Ninguna respuesta de las posibles deja en buen lugar al oficio periodístico, ya que esa cancha tan excesiva como prescindible al exabrupto del político de turno se debe a la pereza, al miedo o a la búsqueda del beneficio, y muy pocas veces se rige por estrictos criterios profesionales.

Se debe en primer lugar a la pereza porque es barato y sumamente cómodo ponerle la “alcachofa” (el micrófono) a alguien para que diga lo que le viene en gana (pocas veces se corresponderá con la verdad) y tener cubierta así la cuota diaria de aparición en pantalla de cada partido político. Una vez consiguen que alguien les regale el “ataque” de la jornada se frotan las manos: habrá quien tendrá la decencia de buscar al menos la réplica del adversario aludido, aunque ese pérfido juego tampoco lleva a ninguna parte la mayoría de las veces; pero otros darán ya por cubiertos sus objetivos cuando el material obtenido les proporcione un titular para los informativos y a su vez les resulte útil también como carnaza para montar el pollo en los programas satélite de la cadena de turno.

La mayor parte de los informativos se han convertido en una fétida oferta de “totales” (así se llama en el oficio a las declaraciones) encadenados cuyo contenido casi nadie se molesta en verificar y mucho menos apostillar, como sería de obligado cumplimiento cuando el político de turno se ha dedicado a insultar o a mentir.

En segundo lugar, decíamos, la prensa le sigue el juego a los políticos por miedo. La supervivencia de la mayor parte de medios locales y regionales depende de las subvenciones de ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autonómicos. Por cada subvención que entra por la puerta hay un trozo de periodismo que sale por la ventana. Y si la dependencia es total, la ausencia de periodismo acabará siéndolo también. En cuanto a los medios de difusión nacional, la perversión es absoluta como ya hemos tratado en otras ocasiones. Como sabemos, cada vez son menos las empresas periodísticas que no dependen de fondos extranjeros, de bancos o de empresas del Ibex en general. Y en cuanto a los medios públicos, ¿conocen algún directivo que se resista a cumplir las instrucciones del gobierno que lo nombró y se mantenga en el cargo?

La tercera razón por la que los medios le siguen el juego a los políticos es porque se trata de una práctica que les resulta rentable. En unos casos porque creen que para sobrevivir es imprescindible hacer la pelota y en otros porque entienden el periódico, la radio o la tele de su propiedad como instrumentos para colocar a políticos que, una vez en el poder, actuarán de acuerdo con sus intereses y no con los de la ciudadanía que los votó.

En resumen, que el político que aparece en la tele no lo suele hacer porque el medio de turno lo requiera para aclarar un tema de interés ciudadano donde su intervención puede ser ilustrativa y hasta pedagógica (en estos casos suelen resistirse), nada de eso: solo quieren hablar para contarnos lo guapos y listos que son ellos, frente a lo feos y perversos que son su adversarios.

Se olvidan del carácter de servicio de su puesto de trabajo (ya sean alcaldes, directores generales, diputados o presidentes), olvidan que son empleados nuestros, que somos nosotros quienes los hemos puesto donde están, y solo quieren los medios para usarlos como vehículo de propaganda del mensaje que necesitan difundir. Si los políticos aparecieran en los medios y hablaran en ellos solo cuando se lo merecen sería toda una revolución. Parece algo de sentido común, ¿no? Pues mire usted que es difícil.

J.T.

sábado, 15 de enero de 2022

SOS de los "viejos rockeros" de la política andaluza


Andalucía, eterna cantera de luchadores antifranquistas, atraviesa en estos momentos por una peligrosa etapa donde largos años de esfuerzo por eliminar la desigualdad y la injusticia se pueden venir abajo. Más abajo aún de lo que ya están desde que PP, Ciudadanos y Vox entraron hace un par de años en el palacio de San Telmo.

La Andalucía rural y los barrios más poblados de sus ciudades importantes tuvieron durante décadas muy claro que las derechas jamás en la vida defenderían sus intereses y que los modos fascistas de la dictadura, además de yugularle el derecho a progresar, habían supuesto la ruina de miles de familias que se vieron obligadas a emigrar abandonando para siempre el lugar donde nacieron.

Desde los primeros ochenta, el dibujo político andaluz solía anticipar lo que iba a suceder en toda España. El éxito rotundo de las izquierdas en las elecciones autonómicas de mayo de 1982 (74 escaños entre socialistas y comunistas frente a los 32 de Alianza Popular y Unión de Centro Democrático) precedió al arrollador triunfo de los socialistas en las generales de octubre de aquel mismo año.

Con el paso del tiempo, la progresiva derechización del PSOE andaluz tuvo a su vez el mismo recorrido en el federal. Atrás quedaron movilizaciones emblemáticas como la del 4 de diciembre de 1977, donde perdió la vida el joven García Caparrós, o conquistas históricas como la autonomía conseguida tras el referéndum del 28-F de 1980 para el que las derechas pidieron la abstención o el voto en blanco.

Los socialistas hicieron tantas concesiones durante sus décadas de gestión que al final la ultraderecha consiguió abrirse paso hasta obtener en diciembre de 2018 los primeros 12 escaños en un parlamento español. Como siempre, el dibujo andaluz precedió al general y ahí tenemos a Santiago Abascal y sus 51 correligionarios sembrando el desconcierto en el Congreso de los Diputados desde enero de 2020. No pinta nada bien la cosa si, tras los comicios en Castilla y León previstos para el próximo 13 de febrero, Moreno Bonilla decide adelantar a su vez las elecciones andaluzas. Dado el carácter premonitorio que suele tener lo que sucede en esa tierra, nos encontramos sin duda ante un asunto serio.

Los viejos luchadores antifranquistas de provincias como Cádiz, Sevilla, Granada o Almería parece que lo han visto claro y acaban de dar la voz de alarma. A pesar del cansancio y del desencanto de tantas veces, se resisten sin embargo a tirar la toalla y han decidido hacer un esfuerzo, otro esfuerzo más, para llamar a las izquierdas andaluzas a entenderse e impedir así que la ultraderecha continúe avanzando y lo que sería ya un desastre absoluto, que acabara ocupando alguna que otra consejería en el próximo gobierno autonómico.

Su análisis es que la derecha y la ultraderecha gobiernan en Andalucía porque medio millón de personas de izquierdas se quedaron en casa y no fueron a votar en la última convocatoria electoral. Se trata pues de dos cosas fundamentales, una que ni una sola de ese medio millón de personas se quede en casa la próxima vez, y otra que las izquierdas andaluzas se dejen de tonterías y que ni en broma se les ocurra acudir a esa convocatoria electoral presentando varias listas diferentes.

“Urgimos a partidos políticos y colectivos sociales con sensibilidad progresista, ecologista, andalucista, feminista y de izquierdas a dejar en un segundo plano sus legítimas diferencias, a concentrarse en lo que les une y construir, en diálogo con los movimientos sociales afines y las gentes de toda Andalucía, una candidatura de unidad para las próximas elecciones.”, solicitan en un manifiesto que acaban de hacer público y que, en menos de una semana, ha superado ya las mil firmas de apoyo.

Los promotores de “Andalucía se Encuentra”, que es como han bautizado a la iniciativa, buena parte de ellos “viejos rockeros” de la política andaluza, saben bien que es imprescindible que la gente joven despierte y abandere esta pelea, también que resulta imprescindible que las izquierdas se presenten juntas. Algunas conversaciones parece que han empezado a producirse porque, aunque les cueste entenderse, resulta evidente que la división solo contribuirá a propiciar el crecimiento de la ultraderecha. Algo que, hace solo unos cuantos años, poca gente podía imaginar que acabaría sucediendo en España. Y mucho menos en Andalucía.

J.T.

domingo, 9 de enero de 2022

El PP y la exaltación de la cerveza


Que el presidente Juanma Moreno decidiera prescindir del cava para felicitar el año a los andaluces y en su lugar optara por un caña de cerveza cuando llegó el momento del brindis puede ser todo lo patético y ridículo que queramos, pero era un mensaje más cargado de contenido que los catorce minutos de cháchara que le precedieron. 

Incapaz de aportar discurso propio, no solo no le importó plagiar el comportamiento populista de Isabel Díaz Ayuso sino que fue más allá. Si su correligionaria madrileña usó las cañas como símbolo de esa peculiar libertad que la derecha dice defender, Moreno en Granada hizo lo propio pero añadiéndole su toque particular: bebiendo en vivo y en directo al acabar la retransmisión ¡Viva el vino, que diga la cerveza! 

Parece que siguen vigentes los modos y maneras que reivindicaba Aznar cuando proclamaba que a él nadie le decía cuánto ni cuándo tenía que beber. Pero proclamar ¡viva el vino! a voz en grito como en su día hiciera Mariano Rajoy parece que ya no es cool. Ahora, lo que da votos es la cerveza, aunque cuando acaben de grabarte no le des un sorbo más y vuelvas al fino o al güisqui caro, que es en verdad lo tuyo. 

Pero aunque sea de cara a la galería la derecha ha decidido convertir la caña de cerveza en su bandera, en un símbolo de falsa libertad que intenta engañar a los más desprevenidos diciéndole “mira soy igual que tú, también bebo cerveza”. Calculan algunos llamados expertos que esa cerveza granadina en la mano de Moreno Bonilla puede suponerle más de cien mil votos añadidos en las elecciones que sin duda convocarán pronto, porque eso fue el discurso de fin de año del presidente andaluz: el primer acto de su campaña.  

Solo un adelanto electoral explica que en plenas fechas de fin de año se apueste por la cerveza para brindar por la noche, en un día donde hasta en las familias más humildes se hace lo imposible para que no falte por lo menos una botella de sidra. A ver qué pasa en las elecciones de Castilla y León que, por cierto, son la víspera del día de los enamorados, ¿aparecerá Mañueco en los spots electorales con una cerveza en la mano brindando por el amor en libertad? 

Una caña de cerveza hermana a la gente de a pie, la cerveza es testigo de muchos primeros besos, de animadas conversaciones donde se ríe, se llora, se cuentan chistes, se piden y se dan consejos. Pero me cuesta imaginar a la gente de derechas haciendo este tipo de cosas con una cerveza en la mesa. Demasiado barata por muy elaborada que esté. Los ricos son más de bebidas sofisticadas para cerrar los tratos o conmemorar efemérides. O para pelearse o insultarse a cara de perro, entrañable costumbre navideña que nunca decae.  

Igual que hubo un tiempo en que para los prebostes del PP el vino significaba rebeldía ante las normas, ahora le toca a la cerveza ser el símbolo de la libertad. Las derechas acaban de descubrir que, para conseguir votos, les viene muy bien recurrir a la cerveza por mucho punto proletario que esta tenga. 

¡Quién nos iba a decir que el santo y seña de las propuestas electorales del PP iba a ser la exaltación del alcoholismo! Visto lo visto, ya nos podemos imaginar el destino que le espera a la pobre cerveza el día que se consiga legalizar la marihuana.  

J.T.

sábado, 8 de enero de 2022

Y la mentira se instaló entre nosotros


Abro el twitter de algún que otro director de periódico y no leo más que mentiras; consulto el instagram de desprejuiciados informadores y compruebo cómo sus hooligans aplauden cada bulo que reproducen; miro el Facebook o el youtube de tanto falso comunicador ahora llamado infuencer y constato escandalizado cómo, sin el menor recato, se dedican a difundir entre sus decenas de miles, a veces cientos de seguidores, las mayores infamias. Esta siembra reverbera primero en webs ultras como The Objective, Ok Diario, Periodista Digital… a continuación radios y periódicos amplifican el mensaje y así un material, cada vez más incendiario acaba llegando a las televisiones convertido ya en verdad incontestable que pasa a ser “analizada en profundidad” por tertulianos que, mire usted por dónde, son en muchos casos los mismos que horas antes habían fabricado y difundido la mentira.

He ahí el círculo infernal al que toca combatir cada día, he ahí la trampa de cada mañana, he aquí el fake envenenado nacido de mentes calenturientas ante el que cualquier opción para conseguir neutralizarlo se convierte en una trampa: si lo dejas pasar y callas, malo, y si entras al trapo peor, porque hay muchas probabilidades de no salir bien parados en la contienda dado que tú tienes vergüenza y ellos la desconocen.

En esas estamos desde hace ya demasiado tiempo y, particularmente en nuestro país, el año nuevo ha llegado con un tedioso catálogo que nos permite imaginar por dónde pueden ir los tiros en los próximos meses. La esencia del periodismo es ayudar a tener opinión propia, ofrecerle datos al lector o al espectador que le sirvan para extraer sus propias conclusiones pero cuando la mentira le roba el protagonismo a la información contrastada, cuando en redes, en las portadas de las webs, en las newsletters o en las alertas del móvil aparecen mezcladas las mentiras y las verdades, ¿cómo distinguir unas de otras? La dimensión del fraude, dada su enorme capacidad de propagación, está empezando a ser de un calibre tan escandaloso que al final acaba consiguiendo relegar la información contrastada a un segundo o ercer plano.

Los medios y los profesionales que no mienten se encuentran a día de hoy en inferioridad de condiciones. No resulta nada fácil que la verdad acabe imponiéndose, si es que finalmente consigue hacerlo. Contrarrestar la mentira es tan agotador que te acaba robando el espacio, el tiempo y hasta la energía necesarias para hacer bien tu trabajo.

Entre los muchos bulos con los que los facinerosos nos han “felicitado” este año recién nacido se encuentran las torticeras referencias al patrimonio de la ministra de Igualdad o las opiniones del titular de Consumo sobre política alimentaria. Por no hablar de quienes han atribuido falsamente el descenso del paro al crecimiento del empleo público o de quienes, como el alcalde de Madrid proclaman, a sabiendas de que mienten, que la economía en nuestro país mejora porque “Madrid tira de España”.

Ante la perversa eficacia de esta manera de comunicar, quienes nos esforzamos por contrastar nuestras informaciones y documentar cada cosa que dejamos por escrito nos encontramos en inferioridad de condiciones. Por eso me desalienta el certificado de honorabilidad que nos exigen muchos de quienes jamás en la vida se han atrevido a toserle a los desprejuiciados. Las barbaridades de Tertsch, la desmesura de Azúa, las afirmaciones de Marhuenda o las salidas de pata de banco de Pedrojota se suelen solventar con un “ya sabes cómo son”, “no hay que hacerles ni caso”, pero a ti te exigen que cada dato que aportas contenga un vínculo, o una nota a pie de página, que demuestre que no estás mintiendo.

En resumen, que el desparpajo y la amoralidad de los desestabilizadores acaba afectando a tu propia credibilidad. Tu honestidad la tienes que demostrar, mientras que los impúdicos disfrutan de barra libre para emponzoñar la convivencia. “Es que no eres lo mismo de crítico con unos que con otros, Juan”, me llegan a decir en algún caso incluso amigo míos ¿Pero qué me estáis diciendo, no veis que están ganado la partida por goleada?, les contesto, ¿no veis que estamos bailando al son que tocan ellos y, además de estar perdiendo calidad democrática, estamos poniendo el futuro y el prestigio de la información en juego?

La equidistancia no es la solución, ponerse de perfil es de supervivientes, no de profesionales comprometidos. A riesgo de repetirme hasta la saciedad denunciaré una y mil veces el comportamiento criminal de quienes usan lo medios para engañar, calumniar, crispar, difamar y dividir. No a los bulos orquestados, no a la propagación de fakes, ni a la insidia, no puede ser que a unos se nos exija aval de honradez añadido, diploma de pureza de comportamiento, casi certificado de penales cada vez que publicamos algo y a otros se les deje mentir como bellacos a diario y en medio de la mayor de las impunidades.

Así fue como nacieron, crecieron y se reprodujeron los Trump, los Bolsonaro, los Johnson, los Ayuso… ¿Es eso lo que queremos? ¿Que los insidiosos continúen ganado terreno y que quienes no lo somos nos la cojamos con papel de fumar cada vez que usamos este u otro adjetivo o aportamos un dato cuya veracidad es incontestable y acreditamos con la solvencia de nuestra propia firma? Como el poeta maldigo, una vez más y sin ambages, la prosa y la poesía de los tibios y los equidistantes que procuran no pronunciarse intentando así no verse en la obligación de tomar nunca partido ni mancharse.

J.T.