Vamos a ver si lo dejamos claro de una vez: el problema de los jóvenes NO es su abuela con casa y pensión. El problema es un mercado de vivienda sin control, gobiernos que renunciaron a intervenir, fondos buitre campando a sus anchas, precariedad laboral estructural y una fiscalidad que protege a los de arriba.
Que nadie blanquee esto, por favor, ni en tertulias de televisión o titulares de periódico, ni en conferencias o vídeos, ni en libros a cuyos autores se les está otorgando una cancha en los medios, tan generosa como sospechosa, cuyo tramposo diagnóstico es “tu abuelo vive bien y por eso tú estás mal.”
¡¡No!!
Tú estás mal porque los que mandan gobiernan para unos pocos. No podemos permitir que vaya instalándose la idea de que los jubilados son un problema, que cobran demasiado, que acumulan privilegios, que son los culpables de que sus hijos no puedan comprar piso, criar hijos o dormir tranquilos. Esta mezquindad hay que pararla. Lo que necesitamos no es menos derechos para los jubilados.
Lo que necesitamos son más derechos para los que vienen detrás, defender pensiones, vivienda, servicios públicos y dignidad, no pelearnos entre los de abajo sino unirnos y exigir con firmeza lo que nos están quitando.
¡Qué curioso!, justo cuando hay que defender el sistema público de pensiones aparece el discurso de que los mayores viven demasiado bien, que ya han vivido, que no merecen tanto… Quienes trabajan en la propagación de estas ideas, es decir, los mismos que llevan años tratando de recortar lo público y privatizar lo común, ¿cómo es que son capaces de tener tan poca vergüenza? ¿Qué pasa, que va a ser un delito no haberse muerto ya?
Es cierto que muchos jubilados tienen hoy una vida más estable que sus hijos o nietos. Y bendita estabilidad, que tampoco es tanta, a pesar de haberla peleado, cotizado y defendido durante décadas. Algunos trabajaron desde los 14, pasaron por dictadura, reconversión industrial, paro, hipotecas al 18 por ciento, y criaron a sus familias como pudieron. No tuvieron la vida resuelta, tuvieron que pelearla y mucho. Lo que pasa es que sí es verdad que existía un pacto social que garantizaba que, si trabajabas, podrías tener derechos a una pensión digna algún día. Ese pacto ahora está roto, pero no lo rompieron ellos.
El problema de los jóvenes no son sus padres ni sus abuelos. El problema es un sistema que permite que el alquiler se coma el sesenta por ciento del sueldo y que comprar una vivienda sea un delirio aunque trabajes. El problema es que se han desmantelado las políticas públicas de acceso a la vivienda, se ha dejado el mercado libre como si fuera una fuerza divina, y se ha convertido el derecho a un hogar en un producto financiero. Así que no, no son los pensionistas los que impiden que los jóvenes tengan casa o estabilidad. Los responsables son los gobiernos que renunciaron a intervenir el mercado, los bancos que especulan, los fondos buitre que compran edificios enteros mientras nadie los frena...
¿Y las pensiones? He aquí otro frente donde intentan colarnos la trampa. Nos cuentan que el sistema no es sostenible, que no hay dinero, que la solución es recortar, retrasar la edad de jubilación o contratar planes privados. Pero lo que nunca nos dicen es que el sistema sí sería sostenible si se aumentara la recaudación fiscal de los que más tienen, si no se perdonaran miles de millones en fraude fiscal o si no se priorizaran rescates a bancos y autopistas por encima de las personas.
En lugar de hablar de impuestos, inversión pública o redistribución, nos entretienen con una guerra generacional inventada. Como si el problema fuera que el abuelo cobra mil trescientos euros, y no que la nieta cobra ochocientos trabajando cuarenta horas. Nos dicen que el abuelito está demasiado bien, que el joven sufre porque el viejo vive, que la pensión de uno se come el futuro del otro. A quienes sean capaces de otorgarle algún tipo de crédito a semejantes patrañas habrá que decirles alto y claro que el futuro se lo comen quienes no quieren tocar ni un euro de los beneficios empresariales, quienes privatizan lo público y luego nos echan la culpa a los de abajo por pelearnos entre nosotros.
Así que no caigamos en la trampa, que los jóvenes estén en la cuerda floja no es culpa de quienes hoy están jubilados, que el alquiler sea una ruina no es culpa de quien ya pagó su hipoteca hace treinta años, que no existan oportunidades laborales dignas no se resuelve enfrentando generaciones, sino denunciando a quienes gobiernan solo para unos pocos.
Los pensionistas no son el enemigo. Son el testimonio de que una vida con derechos era posible. La lucha no puede ser entre abuelos con casa y nietos sin futuro. La batalla ha de plantearse entre quienes reclaman derechos para todos y quienes defiende beneficios solo para unos pocos.
J.T.
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