domingo, 21 de septiembre de 2025

50 años de los últimos fusilamientos del franquismo


Franco murió matando. Apenas dos meses antes de su fallecimiento, decrépito y casi inválido, decidió añadir a su currículum asesino el fusilamiento de cinco personas más. Este próximo sábado 27 de septiembre se cumplen cincuenta años del día en que fueron aplicadas las cinco últimas penas de muerte que el moribundo dictador ordenó ejecutar desoyendo peticiones de clemencia de mandatarios del mundo entero, incluido el papa Pablo VI. 


En un principio, los condenados a muerte fueron once, pero el Consejo de ministros celebrado el viernes 26 de septiembre conmutó la pena a seis de ellos por treinta años de prisión y comunicó el “enterado” para los otros cinco sentenciados. "Enterado" significaba adelante con la ejecución, así que a la mañana siguiente fueron fusilados. A las afueras de Barcelona ejecutaron a Juan Paredes Manot, Txiki, de 21 años, y en la cárcel de Burgos a Ángel Otaegui, de 33, ambos militantes de ETA político-militar. En Hoyo de Manzanares, Madrid, tres pelotones de diez voluntarios cada uno fusilaron por turnos a tres miembros del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota): Ramón García Sanz, de 27 años, José Humberto Baena Alonso, de 24 y José Luis Sánchez Bravo, de 22. El párroco de este pueblo madrileño, testigo de las ejecuciones, contaría más tarde que cuando fue a dar la extremaunción a uno de los fusilados, este aún respiraba. Entonces vio cómo se acercó el teniente que mandaba el pelotón y disparó el tiro de gracia, sin darle tiempo a separarse del cuerpo caído. La sangre le salpicó. 


Es bueno no olvidar hasta dónde fue capaz de llegar la saña de aquel viejo sátrapa que durante cuarenta años mantuvo a este país encapsulado al margen del progreso y las libertades de las que disfrutaba el resto de Europa. Ni siquiera cuando ya le rondaba la muerte fue capaz de renunciar a la crueldad. Total, como era católico, se confesaría en el último momento y su dios le perdonaría. Ni a su representante en la tierra el papa Pablo VI se dignó hacerle caso, a pesar de que desde el Vaticano se pidió clemencia por tres veces, como recordaba L’Osservatore Romano del 5 de octubre: “El estupor y la pena –podía leerse en aquel editorial- se hacen particularmente vivos en nosotros, al considerar que ni siquiera se han querido tener en cuenta los tres llamamientos a la clemencia hechos por el Santo Padre, y particularmente el último que dirigió al Jefe del Estado Español en la noche del día 26 de septiembre”.



Olof Palme
, primer ministro sueco, salió a las calles de Estocolmo con una hucha en la mano pidiendo dinero para ayudar a las familias de los condenados, el presidente de México solicitó la expulsión de España de la ONU, diecisiete países retiraron sus embajadores de Madrid, en muchas ciudades europeas se convocaron manifestaciones, en Lisboa incendiaron la embajada española mientras las radios portuguesas emitían en castellano mensajes de solidaridad. Personalidades extranjeras del mundo de la cultura como el actor francés Yves Montand, el escritor Régis Debray, el director de cine Costa-Gavras o el filósofo Michel Foucault habían sido expulsados de España tras celebrar en el hotel Torre de Madrid una rueda de prensa clandestina en la que leyeron un manifiesto contra las condenas a muerte. 


Sordera total por parte de Franco y sus ministros. No solo eso, sino que además sacaron pecho. Carlos Arias Navarro, presidente del gobierno desde el asesinato de Carrero Blanco, apareció en la tele tres días después de los fusilamientos hablando de intolerable agresión a la soberanía española” y lamentando la falta de apoyo por parte de la Conferencia Episcopal. “Franco, dijo, ha tenido ya una extrema clemencia al conceder varios indultos”. Y continuó: “El gobierno español no se dejará intimidar por las dimensiones de una campaña exterior cuidadosamente organizada, con centros de financiación conocidos y ante la cual no sabemos si nos produce más estupor la violencia de los agitadores que la protagonizan en la calle o la culpable irresponsabilidad de los gobiernos y los medios informativos que la secundan”. No deseamos estar solos, pero no nos intimida la posibilidad del aislamiento”, remató antes de solicitar “la adhesión del pueblo a la figura cada vez más definida y admirada del príncipe de España”.  



Un príncipe de España llamado Juan Carlos de Borbón que al día siguiente uno de octubre –siempre pasan cosas los días uno de octubre-, apareció con su esposa Sofía junto a Franco en el balcón del palacio de Oriente donde el anciano déspota se permitió el último baño de multitudes (unas doscientas mil personas) de su vida. Fue su última aparición, la última vez que se le escuchó hablar en público, la última ocasión en que volvió a repetir las mismas frases recurrentes que usó durante sus cuatro décadas de tiranía: “conspiración judeo masónica, contubernio, subversión terrorista-comunista que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece…”


La pena de muerte quedó abolida en España desde el momento en que entró en vigor la Constitución de 1978. Desde el 27 de noviembre de 1995, lo estaría también "bajo cualquier circunstancia civil o militar." Los últimos fusilamientos del franquismo tuvieron lugar el 27 de Septiembre de 1975 y Franco murió el 20 de noviembre. Cincuenta años han pasado de todo aquello, pero quizás sea bueno no olvidarlo. 


 

J.T.

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