lunes, 27 de febrero de 2023

28 de febrero en Andalucía. Nada que celebrar


Nada que celebrar mañana en Andalucía. Cinco años ya sin nada que festejar. Se admiten ideas para tirar algún que otro cohete, porque… ¿qué podemos celebrar este 28-F? ¿Acaso que somos una de las autonomías más pobres, menos desarrolladas, con mayores índices de precariedad del país y aún así no se nos ocurre otra cosa que votar en tromba a la derecha?

¿De verdad hay quien cree que Moreno Bonilla va a mejorar alguna vez la vida de los más débiles? ¿De verdad hay quien se crea que la eterna brecha andaluza entre los que más y los que menos tienen va a disminuir con el PP en el poder? Si no es así, ¿me quieren decir por qué extraña conjunción astral hemos brindado mayoría absoluta a quienes más pronto que tarde dejarán la sanidad, la educación y la dependencia hechas unos zorros? Se me ocurren pocas respuestas que me dejen el cuerpo con ganas de celebrar nada este 28 de febrero.

¿Me pueden decir qué es lo que ha mejorado en los cinco años que lleva la derecha instalada en el palacio de San Telmo? Mayoría absoluta desde junio del año pasado, es verdad, así que nada que objetar desde el punto de vista democrático, pero eso es lo que refuerza mi necesidad de proclamar que no tenemos nada que celebrar, ¿de verdad quienes los votaron han mejorado su vida en algo, salvo las pocas familias que llevan decenios, incluso siglos, manejando el cotarro, los terratenientes de siempre, los señoritos a caballo y escopetas de caza de siempre?

¿Me pueden explicar qué demonios ha pasado con la izquierda en Andalucía para que este momento de festín neoliberal y de desmantelamiento de los servicios públicos que estamos viviendo haya sido posible? Lo único que se puede decir es que lo socialistas desaprovecharon nada menos que cuarenta años seguidos al frente de la Junta. Establecieron como prioridad básica permanecer en el poder cuanto más tiempo mejor y se dedicaron a potenciar ferias y fiestas, engrandecer la semana santa o promover romerías convencidos de que esa era la manera más fácil de retener el voto de los retrógrados. Antepusieron durante cuarenta años la búsqueda de clientelismo a la consolidación de las conquistas sociales o la promoción de la actividad industrial así que, cuando fueron desalojados de las poltronas, la derecha se encontró con prácticamente todo el trabajo sucio hecho.

Seguíamos siendo los más pobres, pero en el Rocío se reunían más de un millón de personas; teníamos los salarios más bajos, pero la semana santa es todo lujo y esplendor desde Ayamonte hasta Pulpí, teníamos uno de los índices de paro más ínfimos del país, pero en Canal Sur podías escuchar coplas y flamenqueo casi todo el día, o disfrutar de Juan y Medio intentando emparejar personas de la tercera edad todo el tiempo. ¿No es maravilloso?

Le dejaron el cortijo tan a huevo Susana Díaz y Manuel Chaves a Moreno Bonilla que este no ha tenido más que rematar la faena. Le faltó tiempo para envolverse en la bandera andaluza consiguiendo así confundir a tanto despistado como pulula por esos pueblos perdidos y, en el colmo de la desfachatez, hasta se atrevió a reivindicar la figura de García Caparrós, el joven malagueño asesinado durante la manifestación que reclamaba para Andalucía una autonomía que la derecha nunca quiso.

Hasta el legendario Alejandro Rojas Marcos le ha acabado siguiendo el juego (tampoco es que resulte tan de extrañar) y ahí tenemos a Moreno con el viento a favor despojándose ya de la piel de cordero y acometiendo sin escrúpulo alguno el neoliberalismo más salvaje: promoviendo universidades privadas completamente innecesarias, recurriendo ante el Tribunal Supremo el impuesto a las grandes fortunas, haciendo que se froten las manos especuladores de la peor ralea o anunciando que acabaremos pagando en sanidad hasta los servicios de atención primaria.

Con absoluta impunidad, quien consiguió hacer creer a la mayoría del electorado que era una especie de mosquita muerta, está sacando ya su verdadera cara. No, no hay nada que celebrar mañana 28 de febrero en Andalucía. No hay nada que celebrar porque quien preside la Junta no está interesado en mejorar la vida de quienes peor lo pasan, tampoco en combatir la desigualdad, ni la injusticia ¿A quién se le pudo ocurrir pensar que, con el PP en el palacio de San Telmo, esa Andalucía a la que la derecha mantuvo en la miseria durante siglos iba a hacerles salir de ella?

Mañana, tras otorgar las medallas de hijos predilectos a David Bisbal, y a título póstumo a Lola Flores, manda narices, sonará el himno de Andalucía en el lugar donde se celebre el acto. Tanto Moreno Bonilla como toda su cohorte no tendrán ningún reparo, ya lo verán, en cantar a voz en grito:

Andaluces, levantaos,
Pedid tierra y libertad.

¿No les parece una profanación, un descaro casi pornográfico? Pues eso, que mañana, al menos yo, no tengo nada que celebrar.

J.T.

lunes, 20 de febrero de 2023

Sobre Gambogaz, el “pazo” andaluz de Queipo de Llano


Les voy a contar una historia que a estas alturas todavía pocas personas conocen, la del cortijo de Gambogaz. Para empezar, solo les diré que el protagonista es el general golpista Gonzalo Queipo de Llano, de cuyo paso por este mundo no acabamos de conseguir desembarazarnos. El espantoso currículum de este genocida es sobradamente conocido, pero créanme que hay cosas que aún continúan tan impunes como ignoradas. Verán:

El cortijo de Gambogaz podría considerarse el "Pazo de Meirás" andaluz. En diciembre de 1937 había derramado ya tanta sangre Queipo durante el año y medio de guerra transcurrido por aquel entonces que una nutrida cohorte de pelotas, acojonados varios y profesionales de la supervivencia acabaron poniéndole en bandeja una propiedad que ni en sus mejores sueños hubiera imaginado aquel militar que se permitía además ir por la vida presumiendo de austero.

El cortijo de Gambogaz se encuentra en el municipio andaluz de Camas, junto al río Guadalquivir y a unos cuatro quilómetros de la ciudad de Sevilla. Como puede leerse en la web de turismo de la Diputación de esta provincia, se trata de una antigua alquería musulmana de origen medieval, que pasó a formar parte del cabildo sevillano en el siglo XIII, tras la conquista de las tropas cristianas. Con el paso del tiempo pasaría a manos privadas hasta acabar hace ochenta y cinco años en las del responsable de los asesinatos de Blas Infante y García Lorca, del sátrapa que ordenó miles de fusilamientos en las murallas de la Macarena y el exterminio de miles de malagueños que huían por la carretera camino de Almería, entre otros muchos espantosos crímenes.

Ese mismo monstruo es el que continúa siendo, a día de hoy, propietario de una finca de 550 hectáreas valorada entonces por encima del millón y medio de pesetas, lo que hoy equivaldría a veinte millones de euros aproximadamente. En su momento esto fue posible gracias a los “buenos oficios” de banqueros, un notario corrupto, un alcalde pelotas y varios expertos en leyes ansiosos de ganarse su afecto.

Este era el grueso del equipo decidido a enriquecer a Queipo. Hacía falta un paria, claro está, y lo encontraron: el dueño del cortijo, llamado Manuel Camacho, un controvertido empresario metido en asuntos turbios y cargado de deudas. Presa fácil. Fue sencillo dar con alguno de sus tropezones, y tras pillarlo in fraganti en un intercambio ilegal de divisas en Gibraltar, lo metieron unos cuantos meses en la cárcel y cuando lo sacaron en verano del 37, el buen hombre estaba dispuesto a firmar lo que le pusieran delante con tal de salvar la vida.

En realidad solo tuvo que firmar una cosa muy sencilla: un poder a nombre de uno de los lameculos decididos a hacer rico a Queipo, por lo que, cuando el militar golpista se presentó en la notaría la nochebuena del 37 no tuvo ni que verle la cara a la víctima del expolio. Que se diera por satisfecho con conservar la vida, debió pensar, que no se quejara.

Se llevaron a cabo colectas callejeras para reunir parte del dinero que presuntamente se pagó a las entidades que le tenían hipotecada la finca a Camacho, se “invitó” a ofrecer un donativo voluntario a funcionarios de la diputación y del ayuntamiento, y se redondeó la operación con una hipoteca de 750.000 pesetas de las de entonces, unos diez millones de euros ahora, que a día de hoy no aparece cancelada en ningún registro. Aún así, para llegar al total necesario que permitiera a Queipo ser titular de la propiedad, hasta el expoliado dueño acabó teniendo que poner entre 150.000 y 200.000 pesetas de su bolsillo.

En un primer momento, y para disimular la tropelía, Queipo de Llano ordenó que se creara una fundación a cuyo nombre estuvo algunos años la finca hasta que finalmente pasó descaradamente a ser suya. En ningún momento tuvo tampoco escrúpulos para usar mano de obra gratis con la que poner en funcionamiento la finca, presos que consideraban un privilegio trabajar en Gambogaz como esclavos de sol a sol antes que ser fusilados cualquier amanecer.

En Gambogaz fue donde vivió desde entonces Queipo y donde murió doce años después de acabar la guerra civil. A día de hoy, la polémica propiedad sigue estando a nombre de su familia, una familia dividida y desestructurada cuyos abogados les aconsejan que, al contrario de lo que pasó con los Franco en el pazo de Meirás, armen el menor ruido posible, sobre todo ahora que distintas asociaciones han puesto sobre la mesa la necesidad de aclarar este asunto hasta conseguir que la finca pase a ser propiedad pública.

La semana pasada se celebraron unas jornadas divulgativas en la universidad de Sevilla y en el ayuntamiento de Camas que terminaron el sábado 18 con una marcha reivindicativa, la tercera ya, hasta los dominios de Gambogaz. Cuesta entender que, a día de hoy, queden flecos tan serios de la guerra civil aún sin resolver. 

J.T.

lunes, 13 de febrero de 2023

“La Desbandá” malagueña fue un exterminio en toda regla


Fue un exterminio que durante décadas se mantuvo cubierto por un espeso manto de silencio. A quienes nacimos en los años cincuenta del siglo pasado en Almería, nadie nos habló de lo que se vivió aquí en febrero de 1937, hace ahora 86 años. Éramos “zona roja” como todo el levante peninsular, y nuestra ciudad era la primera escala hacia la supervivencia en Valencia o Barcelona para quienes llegaban huyendo despavoridos desde el Campo de Gibraltar, desde Málaga, perseguidos a sangre y fuego por los golpistas rebeldes cuyo cabecilla, -un tal Queipo de Llano, ¿les suena?- sembraba el pánico por la radio aterrorizando a las mujeres anunciándoles todo tipo de vejaciones apenas su tropas acabaran de tomar la ciudad.

Para salvarse era necesario escapar de Málaga hacia el Este y las montañas de Sierra Nevada no dejaban otra salida que una carretera pegada al mar que acabó convertida en trágica ratonera para una población civil lanzada en tromba hacia lo que entendieron era su única esperanza para sobrevivir. A quienes nacimos en los cincuenta en Almería, nadie nos contó que cada curva de esa carretera que muchos nos conocíamos de memoria estuvo un buen día llena de cadáveres abandonados. Nadie nos dijo que decenas de miles de mujeres, niños y ancianos aterrorizados se habían marchado casi con lo puesto de sus casas de las provincias de Cádiz y Málaga intentando llegar a Almería como fuera.

Nadie nos contó nunca que soldados italianos, alemanes y marroquíes que apoyaban a los golpistas sembraron el terror entre una población civil española, la malagueña, que vio cómo los representantes del gobierno legítimo no recibían ayuda para defender la ciudad y protegerlos. Nadie nos contó nunca que los dejaron tirados como ratas, que aquello fue un desesperado sálvese quien pueda sin mirar atrás carretera adelante intentando escapar hacia a la zona republicana.

Nadie nos contó que tres barcos que navegaban en paralelo a ellos pegados prácticamente a la costa dispararon sin misericordia cazando como conejos a miles de personas indefensas que morían desangradas mientras familiares y amigos se veían obligados a abandonarlos y correr desesperados en busca de refugio para evitar morir ellos también bajo el fuego de los aviones.

Nadie nos habló nunca de aquella violencia gratuita, de aquel genocidio que acabó con la vida de entre cinco y diez mil seres humanos. Nadie nos habló nunca porque a día de hoy todavía se sabe muy poco. A día de hoy aquella tragedia, conocida como “La Desbandá”, apenas ocupa unas líneas en los libros de historia, apenas hace unos años que esto empezó a moverse. El escritor y periodista Juan Madrid dirigió un documental en 2006, casi setenta años después de los hechos, que La 2 de tve emitió un día de agosto a las doce de la noche, historiadores como Paul Preston o Hugh Tomas se han ocupado de ello pero poco, existe poca documentación, no hay archivos, no hay nombres, no hay cadáveres, no hay apenas monumentos…

Cuando han empezado a recabarse testimonios, buena parte de los supervivientes adultos de entonces habían fallecido. Los pocos que quedan, octogenarios y nonagerarios ya, solo manifiestan –y algunos aún con miedo- sus espantosos recuerdos, como el de aquella madre muerta cuyo bebé aún vivo seguía intentando mamar aferrado a su pecho. Pero no hay nadie que pueda brindar contexto porque durante décadas todo fue miedo y silencio.

Nadie nos contó tampoco que cuando en Motril las Brigadas Internacionales consiguieron parar en la Sierra de Lújar el acoso de los rebeldes a los huidos, quienes de entre ellos consiguieron llegar a Albuñol, Adra y Almería no eran “malagueños ladrones” que querían quitarnos la comida como durante años se nos repitió en la posguerra, único indicio por cierto de que algo grave había sucedido aunque nadie nos lo aclarara. Nadie nos contó que eran decenas de miles de seres humanos heridos, hambrientos y envueltos en harapos que desde el 7 al 12 de febrero habían sobrevivido a los ataques de barcos y aviones corriendo y comiendo únicamente caña de azúcar o cáscaras de habas.

Desde hace años, centenares de personas caminan cada año durante estos días de febrero entre Málaga y Almería para recuperar la memoria de aquella infamia y homenajear a las víctimas. En 2013, mi compañero Alejandro Torrús lo contó ya en este diario, que periódicamente viene haciéndose eco de aquel perverso exterminio, como lo calificó Nieves Concostrina el pasado sábado 11 de febrero, durante el acto que cerraba los diez días de caminata-homenaje de este 2023.

A los que nacimos en los cincuenta nunca nos contaron nada de todo esto, pero lo más grave es que, a día de hoy, mientras el mundo entero conoce hasta con detalle lo que fue y lo que significó el bombardeo de Guernica, en el que murieron unas 1.500 personas, son muy pocos quienes han oído hablar  del genocidio de “La Desbandá”. La Junta  de Andalucía y muchos de los alcaldes del PP de la zona por la que ocurrieron los hechos no quieren saber nada, como denunciaba aquí a el otro día  en su columna  mi compañero David Bollero.

Los demócratas tenemos aquí una enorme deuda pendiente. El año que viene me propongo hacer la marcha. Quiero ponerme en el lugar de quienes durante días miraron al mar soñando que detrás de cada curva de la carretera por la que caminaban podía estar la libertad, imaginarme el ruido mortal de los aviones alemanes, las cubiertas del Baleares, el Canarias o el Almirante Cervera, los tres barcos asesinos que dispararon sin piedad contra miles de personas desarmadas e indefensas, tres buques cuyos nombres aún figuran en los callejeros de varias ciudades españolas. Escandaloso que, a día de hoy, los nombres de esos barcos cuenten con mayor predicamento que el reconocimiento público a las miles de víctimas de aquel pavoroso exterminio.

J.T.

miércoles, 8 de febrero de 2023

Tendrán el poder, pero no la razón


Una de las constantes en el comportamiento de los poderosos cuando se ven cuestionados es intimidar al objetor conminándole a especificar dónde, cómo y cuándo ocurrió la irregularidad que se le atribuye. 

Es una manera de poner a prueba tu seguridad y si dudas o titubeas ya empiezas a perder el pulso. Porque ellos lo plantean como un pulso, jamás como un debate entre iguales o como un intercambio de opiniones. Desde su punto de vista tú no estás planteando jamás una objeción constructiva, estás osando cuestionarlo y tamaño atrevimiento tienes que pagarlo caro para que te lo pienses dos veces a próxima vez que quieras intentarlo y para que tomen nota quienes estén pensando en hacer lo mismo que tú. 

A ver, ¿dónde dije eso? ¿dónde están los datos? ¿qué día fue aquello? ¿me lo puedes demostrar? ¿tienes pruebas? ¿hay documentación que lo avale? ¿hay testigos?  

Como, en la mayoría de los casos, para acumular pruebas tendrías que dedicar todo tu tiempo a reunirlas y tú tienes una vida y muchas obligaciones, el intimidador, que por lo general cuenta con una cohorte de abogados, juega con todos los triunfos en la mano. Por lo general no suele tener la razón, pero tiene el poder. 

J.T.

lunes, 6 de febrero de 2023

Lawfare en Sevilla ¿Quién les devuelve los abrazos perdidos?

Mientras el pasado martes 31 de enero escuchaba cantar a Manuel Gerena en Sevilla durante el homenaje de desagravio a dos concejales de Izquierda Unida, mientras todos los allí presentes no podíamos evitar emocionarnos, al tiempo yo me preguntaba si alguna vez será posible que quienes defienden los derechos de los más débiles no acaben tarde o temprano arrollados por quienes se niegan siempre a perder sus eternos privilegios.

Cuando los ricos y poderosos solo cuentan con mediocres en los partidos de derechas para defender sus intereses, acaban poniéndose nerviosos y es entonces cuando empieza a aflorar con mayor descaro el espíritu golpista que llevan dentro. Cuando las urnas otorgan el gobierno a quienes defienden los derechos de los pobres, esos ricos y poderosos convierten las legislaturas de izquierdas en un verdadero infierno. Nada nuevo bajo el sol.

Trece años, trece, ha durado el calvario de Antonio Rodrigo Torrijos y ocho el de José Manuel García. En ambos casos una jueza llamada Mercedes Alaya los empuró sin motivo como hace un par de meses quedó demostrado en un juicio surrealista que por fin tuvo lugar en la Audiencia Nacional. Otro juez llamado Juan Ignacio Zoido fue el beneficiario de esta cacería política que consiguió liquidar un gobierno progresista en el ayuntamiento sevillano y otorgó la alcaldía al PP tras uno de los primeros lawfares de libro que tuvieron lugar en este país. Como Rubén Sánchez (Facua) se encargó de recordar durante el homenaje, es difícil saber cuántas portadas le dedicó a Torrijos el ABC de Sevilla culpándole de todos los males de este mundo, pero en cambio resulta muy fácil conocer las veces que se ha hecho eco de la absolución definitiva tras trece años de pesadilla: ninguna.

Mientras intervenían Juan Torres, Javier Aroca o Antonio de la Torre, yo me seguía preguntando qué demonios tiene que pasar en España para que los canallas no dispongan siempre de barra libre y quienes se preocupan por mitigar las desigualdades no acaben estigmatizados, e incluso vituperados por aquellos mismos a quienes benefician.

En doce años de gobierno municipal de coalición (1999-2011), Torrijos y García contribuyeron a cambiar por completo la cara de la ciudad de Sevilla. Con Sánchez Monteisirín en la alcaldía, tenían un proyecto de ciudad y lo llevaron a cabo: peatonalizaciones, carril bici, espacios deportivos, zonas verdes, ayudas a los más desfavorecidos, proyectos sociales, mejoras sustanciales en los barrios más pobres… Demasiado para una derecha que, desesperada, activó los motores de la insidia y no paró hasta echarlos a la calle causándoles daños irreparables en su honor y en su prestigio.

Mientras escuchaba cantar a Gerena el pasado martes, recordé lo que el propio Torrijos ha repetido tantas veces desde que comenzó la caza de brujas contra ellos: García y él fueron los conejillos de indias del lawfare en España, ese experimento consistente en combinar procesamientos y portadas de periódicos atribuyendo a alguien las mayores atrocidades. Les salió bien y desde entonces no han parado.

Cada vez hay más periodistas en todo el país que mienten como bellacos y no pasa nada, cada vez hay más jueces desaforados que ponen en marcha procedimientos que finalmente quedan en agua de borrajas pero que, mientras se mantienen abiertos, zarandean el día a día de los injustamente imputados hasta llegar a arruinarles la vida.  En algunos casos, como en el de Isabel Serra o Alberto Rodríguez, hasta acaban condenándoles con testimonios falsos y, al menos por un tiempo, consiguen su objetivo: apartarles de la actividad política y parlamentaria.

Nos derrotaron, pero nunca nos vencerán, proclamaban Torrijos y García durante el homenaje que recibieron el otro día. Es verdad, queridos amigos, pero nos dejan tocados, consiguen sus objetivos porque el tiempo durante el que siembran dudas, el tiempo en que te humillan y te sientan en los banquillos, acaba afectando a tu reputación y a tu propia vida como vosotros mismos nos contasteis. La viuda del nobel José Saramago, Pilar del Río, que también intervino en el homenaje, dijo que tras ese calvario llega ahora la gloria. Aunque eso fuera así, ¿quién les devuelve a Torrijos, a García y a tantas víctimas de la insidia de las cloacas como a día de hoy existen en nuestro país el tiempo perdido, la salud perdida, los abrazos perdidos?

J.T.

domingo, 5 de febrero de 2023

¡Que no quiero verla!

¡Que no quiero verla
Que no quiero oírla
Que no quiero saber de sus cuitas
Ni de sus inquinas
Ni de su mala leche destilada
Ni de su rencor
Ni de su odios
Ni de su soflamas horteras!

Apartad de mí ese cáliz, por favor
Ya no quiero enfadarme más
Ya no quiero entristecerme más
Puedo imaginarme toda su capacidad de hacer el mal
De ella y de sus adláteres
Puedo adivinar sus felonías
Porque, como todas las personalidades tóxicas,
sus diatribas como presidenta madrileña son absolutamente previsibles
Y sus proclamas
Y hasta sus vómitos.

¡Que no quiero verla
Que no quiero saber de ella
Porque ya lo sé todo
Solo quiero conocer el día en que vuelva a su eterna esencia:
la nada envuelta en celofán.
Es poca cosa, poquísima cosa
Y el tiempo del que dispongo para perder
Es más escaso cada día que pasa.

Que no quiero conocer esos cebos infantiles que coloca a diario
en los que la izquierda se empeña en caer
Replicando lo irreplicable
Haciéndole el juego a sus estruendos
Y a sus intolerancias
Olvidando que lo único que se puede hacer con los intolerantes
es ser intolerantes
No pasarles ni una.

Que no, que no quiero verla, como Federico no quería ver
la sangre de Ignacio sobre la arena.
Que no quiero verla
Dejad de metérmela por lo ojos mañana, tarde y noche, por favor.
Este país no puede bailar al son que toca una persona como ella
Ni de lo que significa
Ni de lo que representa
Ni de lo que propone
Ni de la insidia que destila
Ni de los desastres que perpetra.

Si no podéis libraros de ella,
Al menos hacedme la merced de no citármela.
¿Acaso alguien sabe de alguna aplicación que sirva para impedir que me lleguen los tuits o cualquier otra entrada en redes donde se la mencione?
Ni siquiera me interesa cuando la ponéis a parir, me da igual, que no, que no quiero saber nada de ella!

¡Que no quiero verla!

J.T.