sábado, 30 de noviembre de 2019

Queipo de Llano resiste en La Macarena



“Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad; también a sus mujeres: esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen. Vayan las mujeres de los rojos preparando sus mantones de luto. Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: ¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros; que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda responsabilidad”.

Los restos mortales de quien ladraba este tipo de soflamas desde los micrófonos de Radio Sevilla durante el verano de 1936 continúan enterrados en la basílica de la Macarena, nada más entrar a la izquierda y, según cuenta en este periódico mi compañero Raúl Bocanegra, ahí seguirán de momento porque este jueves, en el Parlamento andaluz, Vox, PP y Ciudadanos votaron en contra de su exhumación.

Rechazaron una propuesta de Adelante Andalucía en la que se instaba a la Junta a sacar cuanto antes de ahí los huesos de quien, para empezar a hablar, mandó fusilar a centenares de miembros de esa misma cofradía, una de las más punteras de Sevilla. En esta ciudad, pertenecer a una cofradía -más de sesenta distintas salen a la calle en Semana Santa- es un hecho social, una pasión que en muchos casos nada tiene que ver con la fe o la práctica religiosa.

El golpista Gonzalo Queipo de Llano sembró el terror en buena parte de Andalucía durante aquel trágico verano en el que liquidó sin contemplaciones a todo el que había tenido algún tipo de predicamento en el mundo político y social de la región durante la República. Abogados, médicos, arquitectos, filósofos, profesores, notarios –entre ellos Blas Infante- fueron fusilados por las tropas bajo su mando.

Mientras Mola arruinaba Pamplona, Saliquet acababa con la esperanzas de los vallisoletanos y un tal Francisco Franco cruzaba el charco camino de su investidura en Burgos como jefe de Estado, Queipo convertía Sevilla en un reguero de cadáveres. Cada jornada, cuando terminaba de aterrar por la radio a los que quedaban vivos, abandonaba el palacio de la Gavidia y regresaba al hotel Simón, donde se hospedaba; reponía fuerzas y al día siguiente continuaba con la masacre.

Al finalizar la guerra civil Queipo de Llano regó las barriadas sevillanas de nuevas cofradías con la misma fruición con que antes las había empapado de sangre. A la del barrio del Porvenir la llamó “Virgen de la Paz”, y a una de sus imágenes la bautizó como el Cristo de “la Victoria”, para más recochineo. Entre Triana y el Tardón fundó la hermandad de “San Gonzalo”, para su propio autobombo, y una vez satisfecha su vanidad le tocó el turno a su mujer, Genoveva Martí; en el distrito del Tiro de Línea promovió la creación de una cofradía más a la que llamaría “Santa Genoveva”. Desde entonces y hasta hoy, miles de nazarenos de Santa Genoveva y San Gonzalo abarrotan y colapsan las calles sevillanas durante las largas tardes de lunes santo. La Paz es la primera de todas en salir en procesión: el domingo de Ramos, a la una de la tarde.

El sátrapa murió en 1951, doce años después de finalizar la guerra civil, y desde entonces está en La Macarena. En 2008 decidieron maquillar la lápida, y donde ponía “excelentísimo teniente general” ahora puede leerse “hermano mayor honorífico”. La fecha de la rebelión, que también figuró en la losa durante los cincuenta y ocho años que tuvieron que pasar hasta que se atrevieron a retocar la inscripción, fue hábilmente cubierta con el escudo de la cofradía. Un timidísimo parche, tras mucho tiempo de debate, que dejaba sin resolver el asunto fundamental: ¿hasta cuándo continuarán en la Macarena los restos de Gonzalo Queipo de Llano?

Además de votar en contra de la exhumación de los restos del golpista, Vox, PP y Ciudadanos tumbaron también este jueves en el Parlamento de Andalucía la elaboración de un nuevo protocolo de exhumaciones y el desarrollo del régimen sancionador de la Ley de Memoria, donde se contemplaba la posibilidad de aumentar un quince por ciento la partida para las políticas de memoria en el presupuesto de 2020.

Igual lo que habría que hacer, como siempre ha defendido mi amigo Cecilio Gordillo, es desentenderse de todo esto de una vez, y punto. ¿No se trata de un asunto entre católicos y la familia del asesino? Pues que lo arreglen entre ellos, ¿no?

J.T.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Cordón sanitario ya!


Feroces cuando consiguen el poder, resultan patéticos cuando no lo tienen. Por mucho que algunos partidos de la derecha les hayan otorgado cancha a cambio de poder gobernar, los fascistas a los que representan Abascal y compañía no van a conseguir encanallar el ambiente, y menos montando pollos como los de Ortega Smith, que cada vez que abre la boca deja más a la vista la escasa talla humana e intelectual que posee. Incapaz fue de mirar a los ojos este lunes a una víctima de violencia de género que le increpó ofendida por su grosera intervención en un acto institucional. Quedó así patente la ausencia de valentía y de vergüenza que tienen estos fachas cuando no los ampara un atril, una tribuna o una pistola.

Entre todo el ramillete de atentados a las libertades que despliegan en su ideario (xenofobia, machismo, frentismo…), los ultras españoles han priorizado beligerar en materia de género y a fe que le ponen empeño a crispar el ambiente y dejar amarga constancia de su peligrosa catadura. El debut tuvo lugar hace menos de un año en Andalucía, donde sus socios se vieron obligados a comulgar con ruedas de molino para poder sacar adelante los presupuestos, socios a los que también les toca tragar en Murcia, Comunidad de Madrid y ayuntamiento de la capital cada vez que necesitan aprobar por mayoría cualquier iniciativa importante, y más si tiene que ver con la justicia social.

Tanto en el PP como en lo que queda de Ciudadanos saben que vivirán una legislatura con el aliento de los ultras en la nuca. En el Partido Popular hacen cálculos: hay quienes creen que ya están recuperando votos que un día se fueron con los naranjas, y que algo similar acabará sucediendo también con los de muchos que ahora se han marchado a Vox. Suponen que los cabreados de derechas que de momento les han dado la espalda, pronto se darán cuenta que han apostado por unos frikis que solo venden lugares comunes envueltos en himnos, banderas y mal rollo, consignas torticeras con las que embaucar a gente joven que decide votarlos para epatar o porque en sus ambientes se ha puesto de moda hacerlo.

Días antes de las elecciones unos amigos y yo tomamos en Madrid un taxi cuyo conductor nos contó que votaba socialista, pero su mujer no, y eso le tenía preocupado. ¿Qué me aconsejarían ustedes que le dijera para convencerla de que no vote a Vox?, nos preguntó. Dígale que se lea el programa, le respondimos. Es que no sabe leer, contestó. En mi tierra, la provincia de Almería, uno de los graneros de Vox, algunas de las razones por las que ciertos paisanos apuestan por los fascistas son de lo más peregrino: viven en esa perpetua contradicción que consiste en depender de los inmigrantes para prosperar en la vida, y al mismo tiempo aplaudir que Vox quiera acabar con los extranjeros mandándolos de vuelta a sus países de origen ¿Alguien puede entender esta esquizofrenia?

La derecha no tendrá más votos de los que suma el llamado trifachito, y los populares saben que solo volviéndolos a reunir todos en una sola candidatura podrían volver a ganar. Tendrán que desmarcarse de las tremendas propuestas anti derechos humanos de las huestes de Abascal si quieren recuperar votantes; dejarlos solos con sus nostalgias y sus provocaciones, y asumir que el cordón sanitario a los fascistas, limitando su capacidad de torpedear la acción legislativa como sucede en otros países de Europa, se hace imprescindible si se quiere salvaguardar la democracia.

Para empezar, el infame raca-raca con la violencia de género hay que pararlo ya. Se están pasando muchos pueblos los ultras con este asunto y a todos los demás partidos, por muy socios de gobierno suyos que algunos de ellos sean en Comunidades y Ayuntamientos, les corresponde desmarcarse cuanto antes. Soflamas como la de Ortega Smith este lunes en el acto institucional del Día contra la Violencia de Género en Madrid no se pueden tolerar más. Espero que los populares no tengan que acabar arrepintiéndose de no apostar ahora por el cordón sanitario impidiendo que Vox ocupe sillón alguno en la mesa del Congreso. Stop ya!

J.T.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Sobre Griñán


Siempre mantuve que Pepe Griñán es un buen hombre y continuaré haciéndolo, a pesar de las invectivas que recibo desde que, nada más conocerse la sentencia de los ERE, donde se le condena a seis años de cárcel y nueve de inhabilitación, empecé a hacer pública mi postura sobre el asunto tanto en artículos como en redes sociales.

En materia jurídica carezco de formación suficiente para pontificar sobre qué es malversación o no. Expertos jurídicos como Javier Pérez-Royo o Tomás de la Quadra Salcedo sí lo han hecho, y algo creo que nos aclaran al común de los mortales legos en la materia pero, aún así, prefiero no entrar en el contenido de la sentencia. Quiero hablar de sus efectos.

Con sus defectos y sus tentaciones de arrogancia, claro está, Griñán se paseó por la política con dignidad y discreción. Escrito tengo que transmitía la sensación de estar de paso y que parecía costarle mucho afrontar la parte prosaica que conlleva la gestión del día a día. No era, ni mucho menos, el ámbito en el que se sentía más cómodo.

No queda demasiado “cool” en estos tiempos de saña e histeria escribir a favor de alguien estigmatizado, y más raro puede parecer aún que lo haga desde mi blog personal, por lo general crítico con el PSOE andaluz por sus políticas de compra de voluntades, sus presiones, sus desmanes y sus listas negras en Canal Sur. Pero quizás por eso, porque no queda “cool” hacerlo, es por lo que lo hago, porque no todo puede valer en estos tiempos de crueldad y canibalismo.

He oído y visto durante los últimos días, en radios y televisiones, críticas injustas y hasta despiadadas en boca de muchos que se deshicieron en halagos cuando Griñán ostentaba el poder; he leído también infectas invectivas firmadas por los mismos que durante años fueron depositarios de su confianza, empezando por la propia Susana Díaz, el mayor dechado de deslealtad que recuerdo en mucho tiempo.

Me cuesta bastante, lo reconozco, entender la condición humana, y mucho más admitir sus contradicciones. La verdad es que todo lo que andamos viviendo con el linchamiento de Griñán está escrito en el teatro griego desde hace tres mil años, y en el de Shakespeare desde hace quinientos. Las traiciones, las envidias, las deslealtades y las puñaladas traperas son las mismas desde que el mundo es mundo, pero a mí me produce mucho asco constatar que este axioma continúa manteniendo intacta su vigencia sin que el paso del tiempo nos haya mejorado en absoluto.

Incluso partiendo de la premisa de que la responsabilidad de Griñán en el caso de los ERE fuese la que la sentencia dice que es, muchos de los que le deben tanto y ahora lo niegan tres veces antes que cante el gallo podrían, por lo menos, permanecer callados si tuvieran un mínimo de vergüenza. En momentos como estos, el silencio es la mayor muestra de honorabilidad que se puede tener. Así que, dado que ellos no se callan, yo tampoco lo hago a riesgo, como sé, de tener que pagar el alto precio que, por lo general, supone actuar así.

Se han lanzado a la yugular de Griñán a las primeras de cambio perdiendo de vista, sin prudencia alguna, que la sentencia no es aún firme. No puedo evitar que me venga a la cabeza aquella secuencia de “La lengua de las mariposas” (Manuel Rivas, José Luis Cuerda, Fernando Fernán Gómez, 1999) en la que un niño que adoraba a su maestro republicano no duda en tirarle piedras al carro en que se lo llevaban para fusilarlo, para que así a los fascistas no les quedara ninguna duda sobre de qué lado estaban tanto él como su familia.

Con tanto sinvergüenza con chaletaco en Simón Verde y demás zonas chics en los alrededores de las grandes ciudades andaluzas que se lo han estado llevando crudo durante décadas, con tanto petulante venido a más gracias a subvenciones mal utilizadas y comisiones descaradas, con tanto ladrón que nunca pagó por sus tropelías, no es justo que sea Pepe Griñán quien acabe costeando los platos rotos. Como lo siento, lo escribo.

J.T.

domingo, 24 de noviembre de 2019

¿Quién dinamitó Ciudadanos?


Afirmaba este viernes en Onda Cero José Manuel Villegas, bombero de guardia en Ciudadanos mientras los que aún quedan en el barco buscan la mejor manera de disfrazar el naufragio, que es “incapaz de identificar la decisión concreta que desencadenó el mal resultado del 10 de Noviembre.” Seguro que lo sabe, pero le da vergüenza reconocerlo. Seguro que sabe que la vocación pirómana de Rivera, Girauta, Páramo y demás marineros huidos viene de bastante atrás.

En Catalunya se dedicaron siempre a avivar las llamas del enfrentamiento y en cierto momento encontraron brecha en un sector no independentista de la población al que dijeron las cosas que quería oír, estos los votaron en masa y se produjo el espejismo. Pero nunca aportaron ni una sola propuesta en positivo, solo palo y mano dura en unos momentos de alta crispación donde lo recomendable hubiera sido bajar el balón al suelo y ponerse a construir juntos cuanto antes. Pero Ciudadanos nunca construyó nada solvente, y Villegas lo sabe.

Encontraron otra brecha, la corrupción, cuando dieron el salto a la política nacional, y aplicaron las mismas recetas que en Catalunya: cero propuestas y alto voltaje para generar enfrentamientos, crispación, insultos, con el único objetivo de capitalizar, sin contraprestaciones, el cabreo de los votantes del PP cabreados con su partido de siempre.

Hablaban de regeneración y se creían los más listos, capaces de pactar ora con la socialista Susana, ora con la pepera Cristina. Eran la nada envuelta en celofán pero se crecieron, perdieron la perspectiva y caminaron durante unos años con el viento a favor, si consideramos viento  favor esos empresarios de postín convencidos de que Iglesias y los suyos eran poco menos que el diablo en persona, y decidieron ponerse manos a la obra para apadrinar un Podemos de derechas que hiciera de contrapeso.

No creo que exista una decisión concreta que acabara propiciando el descalabro de la formación política a la que aún pertenece el señor Villegas; quizás la génesis de la catástrofe pudo tener lugar tras las elecciones andaluzas de diciembre del año pasado, donde no tuvieron pudor alguno en contar con el apoyo de los fascistas de Vox para conseguir la vicepresidencia de la Junta. Tampoco creo que les haya ayudado mucho su actitud pendenciera, ni las provocadoras visitas a Waterloo, Vic o Alsasua para sembrar cizaña.

A todo esto hay que sumar la célebre foto en la madrileña plaza de Colón, cuando para protestar contra el gobierno socialista, Ciudadanos acompañó a los gamberros de Vox, junto a las huestes de Casado, para exigir todos juntos elecciones ya y conseguir echar a Sánchez cuanto antes del poder. Desde aquel domingo de febrero (apenas han pasado poco más de nueve meses, quién lo diría), nadie tuvo dudas de que cada vez que Albert Rivera pudiera aliarse con los filonazis lo haría, como sucedió en la Región de Murcia, la Comunidad de Madrid y también en el ayuntamiento de la capital.

El siguiente paso natural, dada su carencia de escrúpulos, hubiera sido pactar con los socialistas tras las elecciones generales (algo que a Sánchez, por cierto, le habría encantado) y gobernar juntos dado que su formación y la del PSOE sumaban 180 escaños. Pero ahí, sin que sea fácil explicar por qué Rivera se comportó como lo hizo, defraudó las expectativas de sus mentores y empezó a cavar su propia fosa.

¿De verdad necesita usted buscar una “decisión concreta” para explicar lo que le ha ocurrido a Ciudadanos, señor Villegas? ¿Acaso no recuerda cuando se les subió el pavo en la primavera del 18 porque las encuestas contemplaban la posibilidad de que fueran ustedes los más votados si en ese momento se hubieran convocado elecciones? Pero, ¡oh, desgracia!, en lugar de elecciones llegó la moción de censura que descabalgó a Rajoy y situó a Sánchez en la Moncloa.

Seguro que conoce usted el famoso principio de Peter, donde se explica que todo incompetente suele experimentar un empuje hacia arriba inversamente proporcional a su capacidad para asumir las responsabilidades que se le encomiendan, ¿fue eso? ¿eran un souflé, un globo al que hincharon más de la cuenta hasta que les explotó en la cara cuando, este verano, los mismos poderes que un día les auparon, se cansaron de tanta tontería y decidieron dejarles tirados?

El resultado de tanto sinsentido ya lo conocemos: un memorable tortazo que se estudiará para siempre en la historia de España, de 57 diputados a 10 en solo seis meses. Quizás con el tiempo se vayan despejando tantos interrogantes aún pendientes, entre los que figuran también las razones del fracaso de la operación Valls en Barcelona, o la extraña habilidad con la que dilapidaron en un plis plas el enorme caudal de apoyos con el que contaban en Catalunya, donde en 2017 llegaron a ser la fuerza más votada. Y ya puestos, señor Villegas, cuéntenos, ¿cuándo tomó usted la “decisión concreta”, aunque sea en diferido, de salir corriendo también?

J.T.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Chaves y Griñán


“Manuel Chaves, siempre cordial, era más bien soso y algo estirao. Pepe Griñán creo que mantenía una relación de amor-odio con el ejercicio de la política, y a veces daba la impresión de estar preguntándose qué puñetas hacía él metido en semejante sarao. O supieron engañarme muy bien, a mí y a otros muchos durante bastante tiempo, o ninguno de los dos me parece un delincuente.

Durante mis años como delegado de Cuatro Televisión y CNN+ en Andalucía (1999-2010), mantuve una relación periódica tanto con Chaves como con Griñán. Coincidíamos con frecuencia y me tocó entrevistarlos muchas veces, así que eso me permitió, creo, extraer datos suficientes para hacerme una idea de la personalidad de ambos.

Con la autoridad moral que entiendo me otorga no haberles dorado nunca la píldora, y haber denunciado en múltiples ocasiones tanto el sectario funcionamiento clientelar del PSOE andaluz como lo nefasta que me parecía la ausencia de alternancia en el gobierno de la Junta durante más de treinta y cinco años, me permito decir que creo que Chaves y Griñán no se merecen ni el duro castigo que suponen las penas de la sentencia, ni tampoco el calvario que afrontan desde que dio comienzo la investigación judicial de los ERE. Nunca entendí el débil apoyo público de sus correligionarios, empezando por una Susana Díaz que tras llegar a presidenta de la Junta gracias a los designios de Griñán, no tardaría demasiado en ponerse de perfil.

¿Hicieron algo mal Chaves y Griñán? Decidieron eliminar trabas burocráticas para acudir en ayuda de los Expedientes de Regulación de Empleo que muchas grandes empresas estaban llevando a cabo en Andalucía durante la primera década del siglo. A ese procedimiento se le llamó transferencias de financiación y  fue tramitado, y aprobado sin problemas por el Parlamento autonómico, cuando Magdalena Álvarez era consejera de Economía y Hacienda, y Griñán ni siquiera era aún miembro del gobierno andaluz. Necesitaban los socialistas comprar paz social con urgencia para no poner en peligro la permanencia en el poder y eso les llevó a perder la perspectiva. Y el pudor.

Claro que, siguiendo la lógica por la que se procesó a Chaves, a Griñán y a una veintena de cargos públicos, desde este martes condenados buena parte de ellos, por esa misma razón quizás tendrían que haber encausado también a los miembros de todos los gobiernos andaluces en pleno habidos durante doce años. Y a todos los parlamentarios que dieron el visto bueno.

¿Tuvieron responsabilidad Chaves y Griñán en el asunto de los ERE? Sobre todo, la de no haberse enterado, o no haberse querido enterar, de la cantidad de sinvergüenzas que robaron dinero merced a la ausencia de control de unas partidas presupuestarias destinadas a pagar jubilaciones anticipadas.
Tienen responsabilidad por no haber conocido, o no haber querido conocer, la abultada nómina de buitres que revoloteaban en torno suyo a cuenta de ese dinero y a quienes debían haber marcado mucho más de cerca, como era su obligación: subordinados malversadores y prevaricadores, sinvergüenzas y cocainómanos, compañías de seguros, sindicalistas y ladrones varios tan largos de lengua como cortos de mente, y hábiles para meter la mano allá donde veían dinero con menos control oficial del recomendable. Gentes que distrajeron más de cien millones de euros nunca empleados en los fines para los que estaba destinada una partida que en total acabó llegando casi a los setecientos. Vergonzoso retrato de una época de arrogancia y corrupción en las instituciones, cuyo reto ahora es conseguir que queden limpias para siempre.

La mayor parte de ese dinero, cuyas cifras ha habido costumbre de manejar en las informaciones sobre los ERE con más desahogo y ligereza que rigor y exactitud se empleó, y se emplea aún a día de hoy, en pagar jubilaciones anticipadas a muchos trabajadores víctimas de expedientes salvajes de regulación. Es cierto que una parte se la quedaron varias docenas de sinvergüenzas, pero me habría costado mucho admitir que entre ellos se encontraran también Manuel Chaves o Pepe Griñán. La sentencia reconoce que ninguno de los dos se llevó ni un euro, pero ellos tenían la obligación de velar porque tal cosa no sucediera en ningún caso. Y sucedió.”

(Texto -actualizado- extraído de mi libro “Periodistas, el arte de molestar al poder”, Barcelona, Roca Editorial, 2018, págs. 269-271).

J.T.

viernes, 15 de noviembre de 2019

El silencio de los obispos


Tras la firma del preacuerdo entre Podemos y el Partido Socialista “para conformar un Gobierno progresista de coalición”, todos los cabreos que vemos aireados desde el martes en redes, televisión y demás medios de guardar eran previsibles. Y si me apuráis, hasta adivinables en los términos en que se van produciendo así que, desde este punto de vista, no parece que exista nada nuevo bajo el sol. Faltan los obispos, que aún no han dicho esta boca es mía. Si no ladraran quienes ya lo están haciendo a pleno pulmón es cuando habría que preocuparse, porque significaría que no se cabalga.

A tenor de los espumarajos que sueltan por la boca personajes como Rodríguez Ibarra, Leguina o Felipe González, algo importante está empezando a pasar. No hay que descartar que haya sido el miedo de Sánchez a las veleidades golpistas de sus propios correligionarios lo que propiciara la celeridad con la que se fraguó el contenido de los dos folios del preacuerdo. Que Pedro y Pablo se hayan prometido lealtad y respeto hasta que la muerte política los separe es algo muy difícil de digerir para los patriarcas de la familia socialista y para los tradicionales jerarcas de este país, acostumbrados como han estado siempre a decidir quién se casa con quién, en qué momento y con qué dote.

A pesar de las crisis gordas vividas durante el noviazgo, son muchas los desafíos en que la pareja Sánchez-Iglesias parece haberse puesto de acuerdo, como apostar por la justicia social, garantizar la convivencia, acabar con el frentismo de este país o terminar con la delincuencia fiscal. El escollo más peliagudo, como siempre desde hace tanto tiempo en España, continuará siendo la Iglesia, que sigue manteniendo prebendas y privilegios impropios de un país cuya sociedad es abierta y moderna. Mucho están tardando los obispos en piar y no sé por qué me temo que cuando lo hagan -el lunes 18 tienen convocada una Asamblea Plenaria- no va a ser para nada bueno. De momento ya han enseñado la patita apenas la ministra de Educación en funciones ha cuestionado el actual estatus de los centros educativos concertados. "Espero que sea un lapsus", ha dicho el portavoz de la Conferencia Episcopal.

Si, con sus conspiraciones, la Iglesia puede desestabilizar el acuerdo lo hará; sus movimientos de ajedrez serán más peligrosos que los de todos los miembros del Ibex 35 juntos. Que la bolsa baje o suba apenas afecta al ciudadano medio, al fin y al cabo solo el once por ciento de la población tienen algún dinero invertido en acciones, pero los tentáculos de las sotanas, a día de hoy, aún continúan llegando hasta el último rincón del país.

Inquietante cóctel el de las sotanas cabreadas y la ultraderecha en plena ebullición. Ahí está el verdadero peligro, no en los militares, los banqueros ni los empresarios, sectores cuya proyección internacional les pone difícil apostar por desvaríos decimonónicos sin hacer el ridículo en foros e instituciones europeas. El follón lo van a montar los curas y los fachas, aunque ojalá me equivoque. Costará hacerles entender, si el acuerdo Psoe-Podemos llega a buen puerto, que el mal rollo en blanco y negro no va tener sitio en la nueva España por construir, y que ya va siendo hora de poner al día aulas y púlpitos, tal como ordena la Constitución.

 J.T.

jueves, 7 de noviembre de 2019

¡Disparen a ese periodista!


Es lo único que les falta ya por decir. No es ninguna broma y ya está bien de cachondeo. Estoy harto. Los pasquines en paredes de calles catalanas señalando a seis de mis compañeros con nombres y apellidos es la gota que ha colmado el vaso. Estoy francamente cabreado, muy cabreado, porque, como suelo decir a menudo, no se puede ser tolerante con los intolerantes, y quienes señalan a profesionales de la información porque no les gustan las cosas que cuenta, son unos impresentables de la peor ralea que no merecen más tratamiento que el desprecio.

Entre los seis compañeros señalados con foto y filiación hay algunos que trabajan para medios cuya línea editorial no me gusta en absoluto, pero la gravedad de lo sucedido está muy por encima de mis posibles discrepancias. Esto no puede ser, no puede ser que los periodistas acabemos siendo siempre el pim pam pum fuego de los cabreados de este país, pertenezcan al sector que pertenezcan.

El día en que mi querida Laila Jiménez fue escupida, vejada y maltratada cuando el dos de octubre intentaba hacer una conexión en directo desde las calles de Barcelona para Telecinco ya vi claro que el asunto había rebasado los límites de lo aguantable. No puede ser, y no puede ser tampoco que ni Laila, ni los seis retratados en esos infames pasquines, ni a tantos como han tenido que recurrir a informar con casco como si estuviéramos en los peores tiempos de Beirut o Sarajevo, no reciban una llamada de apoyo y solidaridad por parte de los representantes de las instituciones. No puede ser pero se entiende, porque estos representantes resultan ser los mismos que consideran que es bueno para sus objetivos que la imagen de Cataluña en el extranjero sea la de un perpetuo estado de conflictividad callejera e histeria colectiva.

No se trata solo de Catalunya, ni mucho menos: la profesión periodística está siendo víctima de un maltrato contra el que es necesario alzar la voz y plantarse de una vez. Esta es la lista de los medios vetados por los fascistas de Vox a fecha de hoy, siete de noviembre de 2019, según recopilación de Christian Sellés: El País, Cadena Ser, CRTVG,TV3, Catalunya Radio, EITB, Onda Cero, Eldiario.es, El Español, Público, La Sexta, La Marea, Infolibre, Ctxt, El Mundo (excepto dos periodistas), El Plural, Todo es mentira y El Intermedio. 

Son fascistas, luego es normal que apliquen la intolerancia, pero lo que no es de recibo es que estos radicales se estén beneficiando de los instrumentos de tolerancia que les permite el sistema, porque eso nos sitúa a los demás en inferioridad de condiciones frente a ellos. No es justo, no puede ser, esto hay que arreglarlo, llevamos mucho tiempo cediendo terreno y he aquí los resultados.

¿Dónde están las asociaciones profesionales denunciando todo esto e interponiendo las querellas correspondientes, en nombre de todos nosotros, para que se acabe con unas agresiones contra el ejercicio de la actividad periodística que no se pueden consentir ni un minuto más?

No dudo que en todos los oficios cuecen habas, pero no creo equivocarme mucho si afirmo que la profesión periodística es a día de hoy una de las más maltratadas en nuestro país. Los periodistas nos ayudamos poco los unos a los otros, y las entidades que en teoría representan y defienden nuestros derechos hace mucho tiempo que sobreviven poniéndose de perfil. Teniendo en cuenta estas consideraciones, quizás nos esté bien empleado lo que nos ocurre, porque deberíamos borrarnos todos de aquellas colegios y entidades profesionales que no dan la cara por nosotros ni se baten el cobre por defender nuestros derechos, algo que la gravedad de la situación está pidiendo a gritos desde hace tiempo ya. Pero no, como mucho, cuando algún desmán clama al cielo, se limitan a sacar un comunicado de protesta y a otra cosa mariposa. Así nos va.

Claro que, por otra parte, con el porcentaje de impresentables que cada día practican la delincuencia en muchos medios de comunicación con la coartada de que son periodistas, reconozco que la madeja está demasiado enmarañada y no es precisamente fácil sacar el hilo y poner un poco de orden en todo esto.

Aún así, hay cosas que no se pueden tolerar. Lo de los pasquines señalando a mis compañeros Xavier Sardá, Maika Navarro, Xavier Rius, Joan Guirado, Laura Fàbregas y Estefanía Molina no es admisible bajo ningún punto de vista. Hasta aquí hemos llegado, ya está bien. Toda mi solidaridad, compañeras y compañeros. En cuanto al resto, una pregunta, periodistas todas y todos: ¿Hacemos algo ya o dejamos que, con cualquier excusa y en cualquier sitio, continúen humillándonos y amenazándonos impunemente cuando y como les dé la gana?

J.T.

Vox, la gran pesadilla

A medida que transcurren las horas, la ultraderecha xenófoba y machista goza de mejor salud electoral sin que sus adversarios políticos hayan manifestado durante la campaña excesivos síntomas de preocupación por ello. Meses llevamos ya así y, si nadie lo remedia, este domingo puede que acabemos llevándonos un buen susto. Un sobresalto histórico. Había mucho más miedo a Vox en abril del que se detecta en el ambiente las vísperas de estos comicios, y eso que las encuestas otorgan a la formación radical más del doble de los escaños conseguidos en la primavera pasada.

¿A qué se ha debido pues este relajo? Resulta difícil de entender, porque desde que saltaron al ruedo en diciembre pasado, cuando consiguieron doce representantes en el Parlamento de Andalucía, estos liberticidas van de éxito en éxito (Región de Murcia, Ayuntamiento y Comunidad de Madrid…) sin que se hayan disparado las alarmas todo lo deseable.

Solo Aitor Esteban (PNV) se negó a estrechar la mano al representante de Vox en el debate del primero de noviembre en Tve. Los demás han normalizado una relación que jamás puede ser normal, porque los fascistas cuestionan las mismas reglas del juego de las que se sirven y, como nos enseña la historia, cuando triunfan dinamitan sin miramientos al mismo sistema que les aupó.

¿Por qué, en el debate de los primeros espadas del pasado día cuatro, apenas se plantó cara al despechugado Abascal como se merecía? Solo Iglesias se encaró con él en un par de ocasiones, pero los demás le dejaron verter sus soflamas anti derechos humanos sin apenas réplicas, y en ningún momento se tocó, por ejemplo, el asunto de las escandalosas irregularidades practicadas en materia urbanística por el el matrimonio Monasterio-Espinosa de los Monteros.

¿Por qué nadie le rebatió al líder de Vox sus mentiras cuando criminalizaba a los inmigrantes? ¿por qué, cuando se permitió proclamar que sus vecinas le tenían miedo a los menores del centro del acogida del barrio, no se le contestó como merecía? Espero que no acabemos pagando demasiado cara tanta unanimidad en el ninguneo a un desafío de tal calado a nuestro sistema de convivencia, un sistema de libertades y derechos arrancado con enormes esfuerzos tras décadas de pelea, y que estos desaprensivos se proponen desmontar apenas cuenten con la más mínima oportunidad de hacerlo.

El caballo de Troya está ya dentro de la ciudad, la ultraderecha tiene en sus manos más poder, influencia y vigencia de lo que tendemos a creer y el diez de noviembre puede incrementarla de manera espantosa si no andamos con cuidado. Nadie duda de lo que ocurrirá si los números de las tres derechas terminan sumando, por eso resulta muy difícil entender la deriva hacia la derecha que Pedro Sánchez viene manifestando desde el verano y que se ha acentuado aún más durante la campaña electoral. Por eso parece más necesario que nunca que a la izquierda del Psoe exista una fuerza con gran respaldo de votos. Solo unos buenos datos de participación proporcionarán fortaleza a esta opción, que hoy más que nunca resulta imprescindible para conformar junto a los socialistas una izquierda de progreso que haga imposible un gobierno de derechas con el fascismo dentro.

Sigo sin entender por qué hemos bajado tanto la guardia, justo en este extraño momento político en el que todo anda desmadrado y las proclamas racistas y machistas de Vox continúan calando entre una más que abultada ciudadanía cabreada.

En el PP andan convencidos de que, como pasó en Madrid tras las municipales y autonómicas, los números podrían resultarles favorables. Si las tres derechas suman, no duden que Casado saldrá inmediatamente a las puertas de Génova para fotografiarse dibujando la uve de la victoria como hizo en Mayo junto a Ayuso y Almeida. No le hará falta ni cerrar antes trato alguno con Vox, porque su apoyo se da por descontado. Por peligrosos, racistas y machistas que estos sean, los populares no van a andarse con remilgos si el apoyo de Abascal significa instalarse en la Moncloa.

No tiene por qué ser tan descabellado contemplar la posibilidad de que, si este diez de noviembre no ponemos remedio con nuestras votos, la ultraderecha puede acabar asaltando las instituciones del Estado, devolviéndonos así a tiempos y miedos que creíamos superados para siempre. Estamos a tiempo de evitarlo.

J.T.