viernes, 28 de febrero de 2020

El móvil de Dina Bousselham, la justicia y el periodismo de las cloacas


No sé a ustedes, pero a mí la lentitud con la que funciona la justicia me desespera, no consigo acostumbrarme. Cuando un presunto delito empieza a cobrar forma y aclararse en los juzgados, mucha gente ya ni se acuerda de asuntos que, por pura salud democrática, convendría no olvidar nunca. ¿Recuerdan ustedes cuando le robaron el móvil a la asistente de Pablo Iglesias? Más de cuatro años han pasado ya, y ahora es cuando empiezan a saberse cosas que permiten concluir que aquel robo no fue precisamente una casualidad. El 1 de noviembre de 2015, Dina Bousselham y su pareja andaban de compras por uno de los centros de IKEA en Madrid, cuando de pronto les desaparece el abrigo donde estaba el móvil. ¿Los estaban siguiendo? ¿Eran cacos vulgares o algo más serio? ¿pudo ser un encargo del ministerio del Interior bajo el gobierno de Mariano Rajoy?

La información que contenía ese móvil, números de cuenta bancarios de Iglesias incluidos, llegaron misteriosamente a la redacción de la ya desaparecida revista Interviú; Alberto Pozas, su director, le pasó la patata caliente al presidente de su empresa y este se la entregó al líder de Podemos. Pero mire usted por dónde Villarejo come un día con Pozas y con uno de sus redactores de apellido Rendueles, y tras esa comida, ¡alé,hop!: el polémico comisario dispone de una copia en pen drive del contenido del móvil sustraído a la asistente de Iglesias. Magia potagia y ¿robo blanqueado?.

Villarejo le entrega el pincho a la Dirección Adjunta Operativa de la Policía Nacional que por entonces dirigía Eugenio Pino, no sin antes hacer una copia, y al poco irrumpe en escena otro personaje bien conocido: Eduardo Inda, que queda a comer con Villarejo (hay que ver lo que le daban de sí a este hombre las comidas) en junio del 16, justo unos días antes de que aparezca en OKdiario la información del móvil robado a la asistente de Iglesias.

Por el juzgado que instruye el caso han pasado ya a declarar Pozas, el redactor que le acompañó a comer con Villarejo, el presidente de Zeta, y el propio Villarejo. ¿Eduardo Inda? ¡Qué va! Este no. Según se ha conocido tras el levantamiento del secreto de sumario, en el texto se dice que citar a declarar a Inda sería “prematuro”. Ahí queda eso.

Si cualquier cosa relacionada con policías y juzgados suele ser ya de por sí compleja, que por medio haya periodistas enredando no parece de recibo. Los profesionales de la información vivimos de las fuentes, claro está, pero no de las connivencias. ¿Por qué hay quien se empeña en confundir una cosa con la otra? De aquí a que el asunto del robo del móvil de Dina Bousselham llegue a juicio transcurrirá aún bastante tiempo, y mientras tanto los protagonistas de este tipo de turbios asuntos seguirán campando por sus respetos: en la policía, en los juzgados, en el ministerio del Interior, en el periodismo…

No quiero pensar que ha sido el temor a lo que ocurra cuando la investigación vaya avanzando, lo que ha llevado al director de Okdiario a manifestar en twitter su preocupación porque el vicepresidente Iglesias tenga acceso a la información del Centro Nacional de Inteligencia. Qué casualidad además que la opinión de Inda coincida con la de los expresidentes González y Aznar… y hasta con la del comisario Villarejo, encarcelado desde noviembre de 2017, que este mismo jueves ha declarado que la presencia de Iglesias en la comisión del CNI “abre una dramática brecha de seguridad”. ¡Ea!

Estos asuntos tan enrevesados llevan mucho tiempo destripándolos en Público Patricia López y Carlos E. Bayo, que conocen el tema a fondo y no se les escapa ni una. Servidor, profano en estas lides, se siente orgulloso de sus compañeros y su pelea constante por luchar contra el olvido. Me solidarizo con ellos y en casos como el del móvil de Dina no me quiero mantener al margen porque, entre otras muchas cosas, lo que está en juego es la dignidad del oficio periodístico.

¿Quién y por qué robó a la asistente de Iglesias  el abrigo en el que se encontraba el teléfono? ¿Por
qué las falsas informaciones que intentaban desacreditar al líder de Podemos coinciden en el tiempo, unas con el momento de las primeras negociaciones para formar gobierno en enero de 2016 (el famoso informe PISA -Pablo Iglesias, S.A.-) y otras con las elecciones de junio de ese mismo año? (Villarejo e Inda se vieron justo en esos días, como aparece reflejado en la hoja de la agenda del comisario incluida en el expediente judicial que se le instruye, y cuya reproducción ilustra estas líneas).

Quienes urdieron el robo del móvil de Bousselham, y más tarde difundieron parte de su contenido, deben aclarar al detalle todo lo que ocurrió. Las responsabilidades penales las dirimirán los jueces, pero las connivencias entre policías y periodistas no se pueden tolerar. De ninguna manera.

Han tenido que pasar cuatro elecciones generales y una moción de censura, entre otros muchos acontecimientos políticos de gran calado, antes de que los detalles de este turbio asunto hayan empezado a salir a la luz. Para intentar acabar con Podemos y con su líder no dudaron en utilizar todos los métodos (mafiosos o no) que tenían a su alcance, pero les salió el tiro por la culata. Lo dicho: me desespera la lentitud judicial.

J.T.

miércoles, 26 de febrero de 2020

A los de color verde vómito, ni agua

Dejemos de hablar de ellos, por favor. Propongo que nos abstengamos de citarlos por sus siglas, nada de publicidad gratuita. Sugiero que dejemos de mentarlos ni siquiera para denostarlos. No se les puede ignorar, es verdad, ni se debe, porque hacen y dicen cosas que es mejor conocer para así no olvidar la peligrosa catadura de aquellos con quienes nos estamos jugando los cuartos. Pero sí podemos ningunearlos, otorgarles la cancha justa y ni un milímetro más, ni un segundo de más. Reduzcamos al mínimo imprescindible su presencia en los medios porque nada de lo que promueven es inocente, nada es irrisorio ni mucho menos ridículo, aunque lo parezca.

Sí, ya sé que los medios de comunicación públicos están obligados por ley a darles cancha proporcional a la representación parlamentaria conseguida. En los informativos vale, porque así es preceptivo, pero en los programas, ¿por qué? Con los intolerantes no se puede ser tolerante ¿o me vais a decir que sí? ¿Os da igual que sean bilis pura, odio militante, filoviolentos, racistas, machistas, liberticidas? No señor, por mucho que lo intenten no conseguirán eclipsar ni profanar el verde resplandeciente de la ecología y la esperanza porque su verde vómito es asco puro.

Son asesinos de libertades, no lo olvidemos, como no debemos ignorar tampoco que la chulería, la soberbia y la sensación de impunidad con la que se desenvuelven son posibles porque creen que pueden y aún piensan que, como ocurriera en tiempos pretéritos, andan blindados por la vida. Y claro, de momento hay hechos que parecen darles la razón, porque nadie les mete mano por mucho que en sus hojas de servicios aparezcan fraudes inmobiliarios o proyectos arquitectónicos firmados sin título que los respalde, por ejemplo.

Busco en las hemerotecas, sin éxito, críticas de Felipe González contra estas corrupciones y contra la llegada de la ultraderecha a algunos ayuntamientos y gobiernos autonómicos. Pero no los encuentro, debe estar el hombre muy ocupado pidiendo explicaciones a Sánchez, con cuyo gobierno afirma no sentirse representado, por la excesiva cancha que a su juicio otorga a Iglesias. Ocupado y preocupado por si este, con su acceso al Centro Nacional de Inteligencia, acaba sabiendo de según qué secretos que el mandamás de otros tiempos no tiene ningún interés en que se conozcan.

Por favor, dejemos de regalarle cancha a las astracanadas de los fascistas, tan frecuentes y disparatadas como arteramente planificadas. Dejemos de caer por más tiempo en sus trampas, ya está bien. El neofascismo no puede tener altavoces, y si se los proporcionamos nos convertimos de alguna manera en cómplices de sus fechorías, de las de ahora y de las del futuro. Porque si tienen la oportunidad de que esa manera de actuar vaya a más, no lo dudemos: aprovecharán la oportunidad. Lleva razón Willy Toledo: igual en algún momento, tras haberle reído las gracias a estos liberticidas sin reflexionar sobre las consecuencias de actuar así, tengamos que lamentar cómo llegan hasta nuestras puertas para cerrarnos la boca, y no precisamente con esparadrapo.

Sueltan tantas burradas y proponen asuntos tan descabellados, están tan lejos de la sociedad próspera y moderna que la mayoría de los españoles queremos disfrutar, que igual la actitud recomendable es dejarlos que se vayan cociendo en su propio patetismo y continúen proponiendo iniciativas que a los únicos que ponen de los nervios es a los lechuguinos del PP, perdidos como están buscando su rumbo entre el noviazgo con Ciudadanos y los halagos al líder de los ultramontanos.

El neofascismo en España dejó de ser una mera anécdota hace ya más de un año, cuando irrumpieron en el Parlamento de Andalucía pero aún así, y a pesar de las zig zags peperos, es posible bajarles los humos y hacerles perder votos. Hay quien piensa que vamos tarde, que en Madrid, Murcia y Andalucía se han rebasado líneas que en países como Alemania, por ejemplo, continúan siendo rojas, pero me niego a creer que esta deriva no se pueda detener. El 5 de abril en Euskadi estoy seguro -la encuesta que Público da a conocer este miércoles así lo vaticina- que los votantes no van a respaldar la estrategia de Casado-Iturgaiz, y en Galicia espero que apenas toquen pelo.

El neofascismo no puede ni debe prosperar. Por sentido común, por sentido de la justicia, por lógica. Si lo consigue será porque los demócratas no estamos haciendo bien nuestro trabajo. Así que no perdamos ni un minuto más. A los de color verde vómito, ni agua.

J.T.

lunes, 24 de febrero de 2020

La década perdida


Tiende la derecha cuando gobierna a detener el tiempo, a parar el reloj de la historia y devolvernos siempre a tiempos pasados y superados. Más que conservadores parecen gamberros, niñatos –y niñatas- cuya cultura, adquirida en costosos colegios, no suele ir en absoluto pareja con sus modales soberbios, altivos y a menudo barriobajeros. Cuando gobiernan arrasan con todo, y cuando les toca estar en la oposición se dedican a torpedear cualquier posibilidad de acuerdo que ayude a que el país funcione mejor. En materia autonómica y fiscal, ni agua, eso es así, pero es que ni siquiera facilitan el correcto funcionamiento de la justicia o de los medios de comunicación públicos, organismos que precisan de acuerdos parlamentarios amplios para ser renovados.

Los años de gobierno de Rajoy dejaron el país hecho un triste guiñapo. Tras dedicarse cada viernes a quitar derechos laborales y sociales, el PP consiguió destrozar en poco tiempo buena parte de lo conseguido durante las dos legislaturas anteriores. El desastre de Catalunya tiene mucho que ver con el recurso al Estatut que el Partido Popular interpuso para cargarse artículos que en Andalucía pactaron y continúan vigentes. Fue una década monstruosa, años para olvidar que piden a gritos recomponer los desperfectos cuanto antes.

El actual gobierno de coalición era una necesidad higiénica, y por eso ha sido factible. Tanto desmán no podía ser eterno. El problema es que, además de haber metido la mano en todas las cajas posibles, de haberse forrado como si no hubiera un mañana, la derecha lo ha dejado todo hecho unos zorros y poner orden en tanto estropicio va a costar bastante trabajo.

Además de encanallar el ambiente en Catalunya, Rajoy y los suyos echaron a millones de jóvenes de España, robaron sueños y expectativas a cientos de miles de trabajadores, rebajaron las posibilidades de vivir con dignidad a un gran porcentaje de la ciudadanía, despreciaron las necesidades de pensionistas, enfermos, ancianos y dependientes... Encontrar un trabajo digno y mínimamente estable se convirtió en una quimera y expresarse en libertad empezó a costarle caro a cantantes, humoristas, dibujantes y comunicadores varios. Por no hablar del escándalo de las cloacas del Estado que mi compañera Patricia López lleva denunciando años en este periódico. La televisión daba asco verla por mentirosa y manipuladora y los paniaguados medios de comunicación, teóricamente privados y abrumadoramente mayoritarios, demonizaban sin parar la aparición de una nueva opción política, surgida tras el 15-M, que denunciaba la inmoralidad de todo lo que estaba ocurriendo.

Un sueldo mínimo irrisorio, pensiones con un ridículo 0,25 por ciento de aumento anual, contratos de miseria, explotación pura y dura con amenazas de quedarte en la calle a las primeras de cambio, incluso si te encontrabas de baja por enfermedad. Ahí estaban, en su salsa y forrándose sin vergüenza alguna cuando de pronto, en enero de 2020 llega un gobierno nuevo, el primer gobierno de coalición de izquierdas desde la guerra civil, y se empieza a demostrar que otra manera de hacer las cosas no solo era posible sino que los cambios que se están haciendo ayudan a que mejore la vida de mucha gente.

Los empresarios acuerdan pactar, con gobierno y sindicatos, un salario mínimo mejor; quienes se negaban al diálogo en Catalunya descubren, mire usted por dónde, que parece que sí se puede... y la derecha responsable del desastre anterior, en lugar de reconocer sus errores y su torpeza, continúa haciendo el vándalo incrementando la crispación y echando al fuego toda la leña que puede. Lo hace refugiándose en sus medios afines y, por si faltaba algo, con la complicidad de la escisión ultraderechista del PP, esa formación de color verde vómito cuyo efímero éxito no se lo creen ni ellos, ese partido estridente y totalitario que no desaprovecha ninguna ocasión en la que regar de miedo el ánimo ciudadano con propuestas de escaso recorrido, pero con las que consiguen repercusión en portadas y debates. Portadas y debates que pilotan presuntos periodistas, directores y presentadores que denigran el oficio de contar lo que pasa y a quienes cada vez respaldan menos anunciantes, lectores, oyentes o espectadores.

Todo esto es la consecuencia de los diez años en que Rajoy y sus adláteres destrozaron España. Toca recomponer el rompecabezas y le toca a un gobierno de coalición que habrá de trabajar sin descanso para mantenerse cohesionado frente a quienes, desaforados, rezan cada día para que salte en mil pedazos cuanto antes. Ni cien días, ni cincuenta, ni treinta. Lo quieren hecho añicos ya.

Seguro que cuesta, pero eso no puede ni debe pasar. Por mucho que Felipe González, manda narices, afirme no sentirse representado o Miguel Ángel Aguilar use sus tribunas para demonizar y ridiculizar el trabajo de un gobierno que parece claro que no le gusta. Están de los nervios, ellos y esa oposición que no acaba de encontrar fisuras, vías de agua que buscan como locos. Por eso no dejan de ladrar mientras el gobierno de coalición, que tendrá sus discrepancias y sus desencuentros, como es lógico, continúa cabalgando: ley de educación, muerte digna, libertad sexual, regulación del juego, no más falsos autónomos... Señores de la derecha, dejen trabajar en paz, ¿acaso no han tenido suficiente con haber tirado a la basura el derecho al progreso en nuestro país durante los últimos diez años?

J.T.