Cuando este martes a primera hora supe que Trump y su Secretario del Departamento de Salud habían decidido vincular el consumo de paracetamol durante el embarazo con el autismo infantil, pude constatar cómo mi capacidad de asombro va desapareciendo porque ni me inmuté, he llegado a un momento en que ninguna barbaridad que provenga del inquilino de la Casa Blanca me sorprende ya.
El histriónico y maleducado personaje que gobierna el país más poderoso del mundo no parece dispuesto a dejarnos tranquilos un solo día. La semana pasada juró odio eterno, como en día su Aníbal a Roma, a quienes no condenan con suficiente contundencia el asesinato de Charlie Kirk; en el avión de regreso de Reino Unido amenazó con acabar con todos aquellos presentadores de televisión que no le hagan descaradamente la pelota… Cuesta llevar la cuenta de sus disparates porque la velocidad a la que las suelta es mayor que nuestra capacidad de asimilarlas. Al menos de la mía.
Esta tarde me entero que ha entrado en Naciones Unidas, cual elefante en cacharrería, proclamando con el mayor de los desparpajos que ha acabado con siete guerras haciendo el trabajo de la organización, que la ONU ni siquiera le ha llamado para agradecérselo y que se merece el premio Nobel por sus logros. Por si faltaba algo, ha calificado el cambio climático como “un montaje” y “una estafa” que “está destruyendo buena parte del mundo libre como ocurre también con la inmigración". Ni títere con cabeza.
Los conflictos con los que este peligroso megalómano al que como mínimo le quedan tres años largos de legislatura asegura haber acabado son los de Armenia con Azerbaiyán, República Democrática del Congo-Ruanda, Israel con Irán, India y Pakistán, Camboya-Tailandia, Egipto- Etiopía y Serbia con Kosovo. Esto es literalmente mentira porque en el caso de Armenia-Azerbayán se trató de un acuerdo preliminar que no aborda cuestiones clave como los prisioneros de guerra o el reconocimiento de la soberanía armenia, por lo que no es una paz definitiva. En Congo-Ruanda es verdad que se firmó un compromiso en la Casa Blanca, pero los combates continúan; en lo que concierne a Israel con Irán no existe ningún documento que garantice el fin permanente de las hostilidades y además los dos países han advertido sobre la posibilidad de nuevos conflictos. En India y Pakistán el problema de fondo sobre Cachemira permanece sin resolver; en el caso de Camboya y Thailandia se trataba de un contencioso de baja escala donde sí es cierto que se logró un cese de hostilidades tras las presiones económicas de Estados Unidos y en el de Egipto con Etiopía tampoco se trató de una guerra sino de una disputa por una presa en el río Nilo, una tensión diplomática que no llegó a conflicto armado y sobre el que no se firmó ningún acuerdo de paz porque Etiopía se retiró de negociaciones en 2020. En cuanto a Serbia y Kosovo, lo que hubo en 2020 fue un acuerdo de normalización económica entre las dos naciones, no un tratado de paz, aparte de que las tensiones políticas aún persisten.
Pero a Trump le da igual, miente sin parar e insiste en que ha conseguido acabar con siete guerras mientras que en Naciones Unidas, según él, son todos inútiles, como inútiles son los científicos que se empeñan en no hacer caso al antivacunas Kennedy ni a él mismo que no tuvo el menor reparo para pontificar también en el terreno científico: “creemos que hemos entendido el autismo mucho mejor que muchos de los que lo estudiaron”, ha proclamado con absoluto desahogo. “Y digo creemos –añadió- porque no creo que realmente estuvieran dejando que el público supiera lo que ellos sabían”. En resumen, una teoría de la conspiración más y a ver mañana con qué nuevas monstruosidades se despacha. Una pesadilla todo esto. Menuda ruina tenemos encima en el planeta mientras continuemos a merced de este incalificable individuo que nos ha tocado en suerte.
J.T.
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