domingo, 26 de junio de 2022

Anfitriones de la OTAN


Leopoldo Calvo Sotelo fue un presidente efímero y de transición, pero durante el tiempo que estuvo en La Moncloa le dio tiempo a dejarnos para siempre una herencia de enorme calado: con nocturnidad y alevosía fue el encargado de meter a España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte el 30 de mayo de 1982. 

Entretenidos como estábamos con el juicio contra los militares que encabezaron el fallido golpe de Estado del 23F del 81, cuando vinimos a darnos cuenta éramos ya miembros de la Alianza Atlántica. El PSOE protestó con la boca pequeña, había llenado las paredes del país con carteles donde podía leerse “De entrada, no” y parte de la campaña electoral que meses después le proporcionaría el inapelable triunfo en las urnas con 202 diputados estuvo basada en la promesa de convocar un referéndum para sacarnos de la OTAN apenas estuvieran en el poder. 

Ya como vicepresidente, Alfonso Guerra llegó incluso a conceder una histórica entrevista a Victoria Prego en Tve, que por entonces era televisión única. Embutido en un traje blanco impecable, aseguró que convocarían el referéndum prometido remarcando, para quien no lo tuviera claro, que “la consulta sería para salirnos de la OTAN, no para quedarnos”, porque en el imaginario popular la verdad es que la cosa no estaba demasiado clara. Luego fueron pasando los meses, y los años, y del referéndum nadie hablaba. 

Ya en 1984, en Informe Semanal de Tve se decidió hacer un reportaje para recordar a los españolitos que en la OTAN estábamos de hecho con todos los avíos que eran menester y tuve el honor de que se me encargara a mí elaborarlo. Así que me fui a Bruselas para enseñar las dependencias que los militares españoles estaban ya ocupando allí, en la sede de la Alianza Atlántica. No estábamos integrados en la estructura militar, pero aquello andaba lleno de militares. Entrevisté a los jefes de los tres ejércitos en sus respectivos despachos y al embajador, Jaime de Ojeda, a cuyo lado trabajaba Rafael Spottorno, que años después pasaría al palacio de la Zarzuela. 

Una vez montado y antes de emitirse, quisieron ver el reportaje en el ministerio de Defensa, me resistí y Enrique Vázquez, director de Informativos, me apoyó: lo vieron al mismo tiempo que los 18 millones de espectadores que habitualmente seguían el programa los sábados por la noche. Cuando Vázquez fue relevado por Enric Sopena en 1985 todo cambió. Todo cambió en la tele y en el gobierno porque la legislatura iba agotándose, el asunto del referéndum se tenía que solucionar y no había narices de convocarlo para pedir el NO: terminaron convocándolo para pedir el SI. Por entonces pareció que los socialistas daban un súbito y sorprendente giro de 180 grados, pero vista la evolución del tándem González-Guerra con el paso de los años, no parece descabellado suponer que todo estaba  perfectamente planificado desde el principio: Calvo Sotelo les hacia el trabajo sucio y ellos remataban la faena.

Me encargaron un par de reportajes más sobre el referéndum cuando ya faltaban pocas semanas para que tuviera lugar la convocatoria. En el segundo se me ocurrió rescatar la frase de Guerra a Prego en 1984 cuando afirmó que la consulta se convocaría para pedir el NO a la OTAN y en ese mismo instante dejaron de encargarme cualquier cosa que tuviera que ver con el asunto al tiempo que por las cabinas de montaje de los telediarios se paseaba un entrañable comisario político, en excedencia del diario El País, que iba quitando todas las imágenes de soldados con las que algunos redactores ingenuos continuaban ilustrando las piezas en las que se hablaba del referéndum. 

Tres días antes de abrirse los colegios electorales para votar, cuando Manuel Fraga ya había anunciado que la derecha que él lideraba pediría la abstención, Felipe González compareció en domingo por la noche para chantajearnos a través de Tve: “Si gana el NO, yo no pienso gestionarlo”, dijo. 

La noche del referéndum, ya con el “castigo” levantado, me tocó cubrir las horas de recuento en la sede socialista de la madrileña calle Ferraz. Cuando, exultantes por la victoria del SI, apareció Guerra entre vítores y música a toda pastilla, el vicepresidente se acercó hasta los militantes de la UGT con quienes yo me encontraba: “Gracias, les dijo, quiero que sepáis que sin el trabajo a conciencia que ha hecho la UGT durante toda la campaña, jamás habríamos ganado el referéndum”. 

Tres meses después, el PSOE volvió a ganar por mayoría absoluta a la Coalición Popular de Manuel Fraga, al CDS de Adolfo Suárez y a un experimento llamado Partido Reformista capitaneado por Miquel Roca en el que figuraba también Florentino Pérez, una apuesta que fracasó estrepitosamente y le costó a los bancos cuatro mil millones de pesetas que nunca recuperaron.  

Treinta y seis años más tarde ahí seguimos: con los bancos, con Florentino Pérez… y en la OTAN. Celebrándolo además en Madrid, como anfitriones de todos los pesos pesados del mundo occidental y en plena guerra de Ucrania ¡Ea!  

J.T.

sábado, 25 de junio de 2022

Carta a Antonio Caño

Muy señor mío,

Me alegraré que al recibo de la presente se encuentre bien. Yo, fatal, después de leer el tuit que lanzó a los cuatro vientos el pasado martes.

Me gustaría llamarlo respetado colega, pero mucho me temo que colegas no somos y en cuanto a respeto, por mucho que le tenga parece que es  usted quien se empeña en no tenérselo ni a sí mismo ni a la profesión periodística.

Fue muy duro seguir queriendo El País durante el tiempo en que estuvo usted al mando de ese barco (4 de mayo de 2014 a 8 de junio de 2018), fue necesario un esfuerzo extra para acercarse al quiosco durante esos años y seguir comprándolo, fue cada vez más complicado no acabar cabreado tan solo ojeando los titulares, no digamos ya cuando entrábamos en los textos, sobre todo en los editoriales y artículos de Opinión, sección esta a cuyo frente se encontraba un señor apellidado Torreblanca de cuyo nombre preferiría no acordarme.

Aunque su infame tuit del otro día se difundiera a los cuatro vientos a la velocidad de la luz, con su permiso me haré eco de él también aquí, y así lo inmortalizamos un poco más: “Hace cuatro años, intentamos evitar desde El País el pacto de Sánchez con populistas y separatistas porque creíamos que eso era malo para la izquierda y para España. No nos creyeron”, escribió usted textualmente.

En el tuit no se defendía, como luego pretendió matizar, el derecho de un periódico a manifestar libremente sus opiniones y su vocación de orientar a los lectores, sino que admitía la intención de meter cuchara descaradamente (“intentamos evitar”) en la cocina política porque al parecer no le acababa de gustar el mecanismo constitucional que permite triunfar a una moción de censura.

Digo esto porque, al hablar en su tuit de “hace cuatro años”, deduzco que se refiere usted al momento en que tuvo lugar la moción de censura contra Mariano Rajoy, cuando Pablo Iglesias y Marta Pascal consiguieron, una vez convencido el PNV, que Pedro Sánchez sumara los votos necesarios en el Parlamento para ser elegido presidente el 1 de junio de 2018.

En el editorial que El País publicó al día siguiente -¿recuerda?- podía leerse textualmente:

Para censurar a Rajoy y sustituirle al mando del Gobierno, Sánchez ha necesitado reunir fuerzas muy dispares e incoherentes entre sí… Y al rechazar legitimarse mediante unas elecciones anticipadas, se ve obligado a hacerlo por el ejercicio inteligente de una acción de gobierno prudente y capaz al frente de un Gobierno de acreditado prestigio y solidez… En el diseño del Gobierno, el nuevo presidente no puede pretender satisfacer a la heterogénea coalición de 180 diputados que le han dado su apoyo. Como muchos de los representantes de los grupos sostuvieron en la tribuna al justificar su voto a Sánchez, con él expresaban el deseo de ver a Rajoy fuera de La Moncloa, no un apoyo explícito al programa presentado por el PSOE”. En el texto no se podía disimular la frustración del periódico por no haber podido “evitarlo”.

Una semana después, el día 8 de junio, era usted relevado como director del diario del Grupo Prisa.

Acababa así una etapa repleta de momentos memorables como aquel ignominioso editorial de finales de septiembre de 2016 que pasará a la historia como ejemplo de qué no tiene que ser el periodismo. En ese editorial se llamaba “insensato sin escrúpulos” a Pedro Sánchez varios días antes de que su propio partido lo acabara defenestrando, montara una gestora y convirtiera a Mariano Rajoy en presidente del Gobierno.

Me va usted a permitir que deje aquí constancia, para quien no lo recuerde, que este fue el remate de una insidiosa campaña llevada a cabo por su periódico contra el entonces secretario general del PSOE. No se trataba del ABC ni de La Razón, no: se trataba de El País, que desde que se conocieron los resultados de las elecciones generales repetidas en junio del 16 llegó a dedicar -¿se acuerda?- ¡42 portadas y 26 editoriales! al líder socialista para “convencerlo” de votar un gobierno PP.

Es decir, que esa presión, que ese “intentar evitar” no fue solo “hace cuatro años”, sino prácticamente durante todo el tiempo en que usted estuvo al frente del periódico. Claro que a su favor quizás haya que decir que después de marcharse usted, las colección de perlas que ese diario ha continuado dedicando al Gobierno de coalición y a sus miembros, sobre todo a los de Unidas Podemos, desde que este se constituyó en 2020, tampoco tienen desperdicio. Pero sigamos con lo suyo para abreviar e ir rematando:

En otro tuit escrito por usted para defender el contenido del que abrió la caja de los truenos y encendió la polémica en las redes, tuvo la desfachatez de comparar su trabajo con el del New York Times cuando el periódico estadounidense “intentó evitar, ejerciendo influencia política” que Donald Trump fuera elegido presidente de los Estados Unidos.

Si le parece, esto mejor ni lo comentamos, ¿o está usted intentado equiparar el trabajo del NYT con los empeños ultraderechistas de aquí por expulsar a Sánchez de la Moncloa desde el mismo instante en que este formó gobierno con Unidas Podemos, ¿está usted intentando poner al mismo nivel evidenciar la peligrosidad de Trump y los intentos en España, que haberlos húbolos, de propiciar un gobierno de concentración en los tiempos más duros de la pandemia?

Inasequible al desaliento, ahí sigue usted dando la matraca, ahora en el ultraderechista “The Objective, con su cantinela de siempre: “Con Pedro Sánchez como secretario general, escribía el pasado 15 de mayo, nadie puede garantizar el compromiso del PSOE con la estabilidad del sistema político”. 

En fin…

Sin más que añadir por la presente, le saludo atentamente.

J.T.

sábado, 18 de junio de 2022

La Sexta ¿Más periodismo o más de lo mismo?


Hay mucha gente aún que sigue creyendo que La Sexta es de izquierdas. Deshacer el equívoco no es tan fácil porque durante un tiempo dieron el pego, consiguieron que esa idea pasara a formar parte del imaginario popular y algunos detalles sueltos en la programación parece que les permiten seguir manteniendo viva la coartada de que entre Antena Tres y ellos hay un abismo. Pues no señor, no lo hay. Por mucho que repitamos que los dueños de ambas cadenas son los mismos, da la impresión de que al común de los mortales le cuesta creérselo. 

A mí me suele producir vergüenza ajena ver y escuchar según qué cosas en La Sexta cuando todavía cedo a la tentación de sintonizarla. Como no soy documentalista ni tampoco profesional de las bases de datos, no voy a pormenorizar con ejemplos, pero a quien me lo cuestione no tengo inconveniente en quedar con él o ella y sentarnos el día o los días que quieran, el tiempo que haga falta, a tomar nota de lo que emite La Sexta en sus informativos, sus programas presuntamente progresistas y esa tertulia donde se proclama cada día el pegadizo slogan que algún día muchos nos creímos: “Más periodismo”

Pero hombre, Juan, ¿cómo puedes decir eso si existen programas como El Intermedio? A quien me pregunte esto, solo le diré que en ese programa en el que, cuando ganó Rajoy en 2011, cantaron “Resistiré” a voz en grito, a día de hoy ya no tengo claro si resisten tanto. Es verdad que entre lo que ofrecen hay alguna cosa que se salva. Como el Opus, que siempre tiene un pobre para enseñar cuando se les dice que sus miembros pertenecen a la élite intelectual y financiera. 

Recién desaparecida CNN+, reconozco que en cierto momento tuve la impresión de que La Sexta tomaba el relevo de mi añorada cadena todonoticias en lo que a nervio periodístico se refiere. Reaccionaban con rapidez ante los acontecimientos, demostraban reflejos para los directos, estaban los primeros en los sitios que había que estar  e interrumpían la programación sin dudarlo cuando el interés informativo así lo exigía. 

Nada que ver con esa atocinada cadena 24 horas de Televisión Española, un verdadero diamante en bruto por los medios humanos y técnicos con los que cuenta y a la que hasta el día de hoy no parece haber habido manera nunca de sacarle el partido profesional y de servicio publico que en teoría puede proporcionar. La verdad es que resulta difícil de entender, teniendo en cuenta que entre quienes la han dirigido, se encuentran profesionales de tan indiscutible prestigio como Cristina Ónega o Álvaro Zancajo. 

El nervio periodístico de La Sexta fue lo que nos encandiló a todos en su momento. Eran capaces de ganar por goleada a Tve en agilidad, criterio periodístico para ponerse en el lugar del espectador y ofrecían lo que queríamos ver y las públicas nos escatimaban… Pero como cualquier iniciativa neoliberal era mentira. Uber sedujo al principio a mucho incautos que ya van descubriendo que sus servicios son más caros que los taxis de toda la vida, Google nos hizo creer que nos facilitaba la existencia hasta que descubrimos que nos la controlaba. El mismo mecanismo es el que funciona en el caso de La Sexta. Nos hizo creer que no tenía nada que ver con Antena Tres hasta que descubrimos que se trataba de otra manera de barrer para la derecha, de hacerse su propia competencia engañando a cuanto incauto no se percatara de la jugada. 

La Sexta, como Cuatro TV, fueron producto en sus comienzos de la iniciativa que responsables de la maquinaria comunicativa de Rodríguez Zapatero como Miguel Barroso o José Miguel Contreras pusieron en marcha en 2004 para intentar que no todos los medios de este país fueran descaradamente de derechas. Y es verdad, hubo un tiempo en que parecía que manaba leche y miel. Pero como siempre sucede, duró poco la alegría en casa del pobre. Algunos años después, Cuatro acabó en manos de Mediaset, la empresa de Berlusconi dueña de Telecinco; y La Sexta fue adquirida por Atresmedia, la empresa del Grupo Planeta dueña de Antena Tres, Onda Cero y ese patético tebeo llamado La Razón

De “Más periodismo”, nada: “Más… de lo mismo”. 

J.T.

domingo, 12 de junio de 2022

La Andalucía de la que no se habla


Es verdad que las matemáticas no son mi fuerte, pero de sumar y restar todavía creo que me acuerdo. Veamos: si el medio millón de andaluces que nunca votaron a las derechas y se quedaron en casa en diciembre de 2018 movieran el culo el 19 de junio y fueran a votar como está mandado, a lo mejor Juanma Moreno se llevaba una sorpresita y el PP acababa mordiendo el polvo, ¿no? 

La derecha no se había comido una rosca en Andalucía hasta hace tres años y medio entre otras cosas porque la ciudadanía tiene memoria. En 1980 el partido matriz del actual PP pidió el NO en el referéndum celebrado el 28 de febrero para disfrutar una autonomía plena. Ganó el . O sea, que la derecha apostó, perdió y desde entonces lo ha estado pagando: hasta que le llegó la pereza a ese medio millón del que hablábamos antes. Esa “pereza” es la que nos ha costado que la ultraderecha irrumpiera por primera vez en un parlamento español hace tres años y medio.  

Sigamos haciendo cálculos. O más bien haciéndonos preguntas: Si los que le dieron su merecido a las derechas en Andalucía durante casi cuarenta años siguieran votando en la línea de siempre, ¿seguiría Juanma Moreno en San Telmo tras el domingo 19?  

Salvo donde ha crecido el miedo irracional al inmigrante (zonas de cultivo bajo plástico) y ciertos enclaves turísticos en los que la corrupción ha campado a sus anchas, el votante andaluz es un votante con criterio y con memoria, como decíamos. Un votante concienciado que sabe que quienes van a defender sus intereses no son los señoritos de siempre. Un votante que mantiene aún casi un centenar de municipios andaluces con alcaldías a la izquierda del Psoe y a más de mil concejales cuyo trabajo diario por mejorar la vida de la gente es incontestable. 

Esa es la Andalucía de la que no se habla, la que apenas dispone de altavoces en los medios de comunicación y que, aunque cuenta con mil motivos para estar cabreada con las políticas light de los socialistas, jamás votará a la derecha. Ese es el caladero que permite que las cuentas no estén tan claras para quienes piensan que el 19 de junio va a ser un paseo para la derecha. Los socialistas andan sospechosamente dormidos, pero puede que haya posibilidades para las candidaturas de izquierda si estas no dan el partido por perdido antes de tiempo. 

Continuando con las cuentas, no me creo que nadie que votara por el SI en el referéndum de 1980 sea capaz ahora de votar a las derechas. Puedo que algunos se hayan muerto ya, pero quedan muchos más. Ni ellos ni nadie de sus entornos creo que sean capaces de propiciar que el fascismo acabe ocupando poltronas en el próximo gobierno andaluz.  

Sería la mayor de las paradojas que parte de quienes defendieron a pulso la dignidad de Andalucía el 28-F de 1980 contribuyan cuarenta y dos años después a que nos gobiernen personajes de una formación ultraderechista cuyo objetivo es acabar con el Estado de las Autonomías.  

J.T.

sábado, 11 de junio de 2022

Andalucia entre debate y debate


No le suelen gustar los debates electorales a buena parte de los políticos porque se les acaban viendo demasiado las costuras. Por eso es higiénico e imprescindible que se celebren. Hay expectación en Andalucía por saber cómo se desarrollará el segundo encuentro entre los seis aspirantes a la presidencia de la Junta, previsto para el lunes día 13 y organizado en esta ocasión por la televisión autonómica. Lo que suceda allí puede que tenga mayor repercusión en los resultados del 19-J de lo que en un principio se pensaba.

Esta semana de campaña andaluza ha venido marcada en buena parte por la resaca producto del primer debate, el que el lunes 6 emitió Radiotelevisión Española. Nada es igual desde aquel día. Ninguno de los candidatos salió de él como entró y, a medida que han ido transcurriendo las fechas, se ha ido percibiendo en la atmósfera electoral hasta qué punto tuvo trascendencia un encuentro al que en un principio nadie pareció concederle demasiada importancia.

Una vez en el plató Macarena Olona, que días antes parecía iba a comerse el mundo, se perdió entre soflamas racistas y machistas que iba colocando a voleo al tiempo que la famosa ultraderechista evidenciaba el nulo conocimiento que posee de la tierra donde aspira a ser presidenta.

Moreno Bonilla (PP) descubrió por primera vez en tres años y medio que se encontraba solo ante el peligro, a pecho descubierto y sin nadie que le hiciera la pelota sin parar. Su intención de pasar desapercibido quedó ensombrecida por unos patéticos aires de suficiencia poco compatibles con la insustancialidad de su discurso.

Puede que existiera cierto morbo por ver cómo se desenvolvían las candidatas a la izquierda del PSOE tras los vergonzosos episodios que debieron superar hasta conseguir componer las listas definitivas, pero tanto Inma Nieto (Por Andalucía) como Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) trasladaron mensajes eficaces que en pocas ocasiones tienen la oportunidad de divulgar, dada la hostilidad manifiesta de la mayor parte de los medios contra las formaciones políticas a las que representan. Al tiempo que transmitían sus mensajes, aprovecharon para endiñarle algún que otro contundente zasca tanto a Olona como a Bonilla.

Juan Marín (Ciudadanos) anduvo el hombre todo el tiempo dando manotazos en el agua para intentar permanecer a flote y Juan Espadas (PSOE), predecible siempre, fue ni chicha ni limoná pero aún así ambos proporcionaron algo más de juego del que en principio podía suponérseles.

El caso es que los seis aspirantes llegan al segundo y último round andaluz con un ambiente electoral muy diferente al que se percibía la semana anterior. Si en el primero existía cierta indiferencia, y hasta desinterés si se me apura, este lunes ha aumentado la expectación. 

Esperemos que esta vez quienes se encarguen de los comentarios en el coloquio posterior sean periodistas que conozcan el día a día de la política andaluza, no como en Tve, donde la madrileñización de los contenidos se hizo patente, y ofensiva, una vez más: ni un solo periodista especializado en la política andaluza formaba parte de la mesa de análisis que tras el debate moderó Igor Gómez en La 1.

Cuarenta años de autonomía no le han metido al centralismo en la cabeza que Madrid no puede continuar actuando como si fuera el ombligo que hace mucho tiempo ya no es. Exponer esta reflexión en redes nos ha costado a más de uno críticas despiadadas en los últimos días. No importa: cosas así hay que denunciarlas porque lo peor de todo es que el permanente ninguneo de Madrid hacia la periferia funciona por inercia, ni siquiera es que haya un malvado urdiendo la afrenta: les sale así porque, como recordaba Javier Aroca en La Base este martes, los colonizadores son así.

Lucía Méndez, una de las todólogas elegidas para el madrileñizado análisis, se ofendió por las críticas y así lo hizo público sin acabar de entender que lo que se cuestionaba no era su trabajo, ni el de Palomera, Martínez o Cué, sino una decisión de Tve calificable, cuanto menos, de controvertida. En palabras de Enric Juliana, “si Tve no impulsa una visión más polifónica de España no lo hará nadie”. No puede ser que todo acabe recluido en Madrid, no es cuestión de haber nacido aquí o allí sino que se trata de una vergonzosa asignatura pendiente: la de “dar más voz a la España que vive fuera del circuito M-40 y del rally Madrid-Barcelona.

Los periodistas andaluces tienen mucho que contar a España cuando hay elecciones en su tierra. Y el pasado lunes no tuvieron oportunidad de hacerlo. Tienen mucho que contar, entre otras razones, porque las convocatorias electorales en Andalucía nunca han sido unas elecciones más: por lo general suelen marcar el camino que le espera luego al resto del país. Y quienes cubren todos los días la información política andaluza son sin discusión los que más claves tienen para ayudarnos a entender a todos lo que se cuece en el palacio de San Telmo, sede de la presidencia de la Junta.

En San Telmo y en el Hospital de las Cinco Llagas, donde se encuentra el Parlamento andaluz, primer hemiciclo español en el que irrumpió Vox, con 12 diputados a comienzos de 2019. Desde entonces no han dejado de liarla parda. Si tras el debate del próximo lunes en Canal Sur Olona vuelve a pinchar como lo hizo en el primero, igual resulta que hay más partido del que en un principio creíamos.

J.T.

sábado, 4 de junio de 2022

Andalucía. Predicar en el desierto


La lucha nunca es estéril pero hay veces en que, por mucho que se labre la tierra, la cosecha resulta escasa. Esa es la sensación que me produce la cercanía de las elecciones andaluzas, en cuya campaña acabamos de entrar de lleno y cuyos resultados para las izquierdas no parecen nada halagüeños. Dos semanas para despejar incógnitas, dos semanas quedan para acabar de deshojar la margarita y por ahora los “hechos objetivos”, expresión esta tan familiar para algunos de mis amigos de siempre, no permiten ser nada optimistas. Pensar lo contrario a estas alturas sería pura ingenuidad.

La conjunción astral presagia la catástrofe para los avances sociales y laborales en Andalucía, para la mejora de la calidad de vida de quienes peor lo pasan, pero a las formaciones políticas que tendrían que estar trabajando sin descanso para evitar la irrupción del fascismo en el gobierno de la Junta, los vemos ahí melifluos e impotentes, sin capacidad para evitar la llegada de una tormenta rabiosa cuyas nubes negras aparecen ya en el horizonte presagiando sin remedio una correlación de fuerzas inimaginable hasta hace pocos años. Los truenos hace meses que se escuchan, ruidosos y amenazantes, y los rayos feroces que de vez en cuanto vemos partir en dos el cielo de Andalucía, a mí me parten directamente el alma.

¡Qué larga y desesperante se va a hacer esta campaña electoral! ¿Habrá algo más insulso que una campaña electoral, algo más tedioso para los profesionales de la información que tener que cubrir los actos de los candidatos y dar cumplida cuenta de las obviedades y lugares comunes que sueltan? Además, siempre con el cronómetro en mano para que el tiempo dedicado a cada partido sea proporcional al porcentaje de escaños sobre el total que ocupan en el Parlamento. Eso no solo no es periodismo sino que, en casos como el de Ciudadanos, acaba siendo surrealista. ¿De qué les va a servir a los pobres el tiempo que van a aparecer en pantalla si sus votos se los van a acabar repartiendo entre el PP y Vox?

Como las izquierdas en Andalucía parecen empeñadas en despedazarse ellas mismas las unas a las otras, no seré yo quien contribuya a echar leña a ese fuego. Solo diré que en la medida en que los enfrentamientos son más públicos y resultan más patentes, más se frotan las manos en los cuarteles generales del fascismo.

Y del perfil bajo que mantienen los socialistas, ¿qué me dicen? El candidato Juan Espadas es una mala copia de Ángel Gabilondo. Sus mensajes no llegan nada más que a los convencidos de siempre, no confronta, no agrede, no ataca… confiado él y los suyos en el suelo con el que cuentan. Un suelo cada vez más movedizo e insuficiente como se demostró en Madrid, pero con una pequeña diferencia: lo que viene ocurriendo en Andalucía desde hace 40 años ha tenido siempre un cierto carácter premonitorio con respecto a los resultados de las elecciones generales que se han celebrado después.

Esta manera de comportarse de los socialistas, unas veces autosuficiente y otras más bien “pasota”, a mí solo me cuadra si responde a algún plan oculto de Sánchez y su sanedrín, porque el desastre posible lo conocen mejor que nosotros. Lleva Pedro jugando al póker desde que sus hermanos de leche lo mandaron a los infiernos en octubre de 2016. Desde que resucitara poco después hasta ahora, casi cinco años ya, navega con el viento de cara sorteando oleajes amenazantes y tormentas imposibles. Pero mucho me temo que con Andalucía no le va a salir bien. Como escribía Ricardo Dudda hace unos día en El País, “al Psoe le ha venido bien en el pasado el crecimiento de Vox, aunque mucho menos de lo que esperaba. La estrategia de convertirlo en enemigo público número uno es poco sostenible en el tiempo y está llena de riesgos: quizás vences a tu adversario en el barro, pero acabas tragado por él.

Por otra parte, parece existir un objetivo en el que coinciden PP y Psoe: hacer desaparecer a Unidas Podemos del mapa para siempre, que dejen de incordiar de una vez, algo en lo que hasta esa mosquita muerta llamada Joan Balldoví parece coincidir a tenor de la invitación pública que hace pocos días hizo a Pablo Iglesias: a ver si se está calladito, llegó a decirle a María Galán en una entrevista para Nius. Con compañeros de viaje así, Feijóo y Sánchez tienen el trabajo hecho y tanto Vallés como Ferreras o Ana Rosa Quintana la carnaza servida en bandeja.

Hablábamos antes de la inacción del Psoe: ¿cuántos votantes de la izquierda quedan por movilizar contra el crecimiento de la ultraderecha?, se preguntaba alguien el otro día. A lo mejor resulta que no es tanta la inacción y que todo lo que está sucediendo anda pactado de antemano para resucitar el bipartidismo con la coartada de que se trata de la única manera posible de frenar al fascismo. Capaces son. Por eso todas las voces de alarma que se den para desenmascarar esta posible jugada serán pocas; como decía al principio, la lucha nunca será estéril aunque la cosecha a veces resulte escasa. Por mucho que parezca que se predica en el desierto, siempre hay alguien escuchando.

J.T.

miércoles, 1 de junio de 2022

"Macarena, tú no eres andaluza"



 

En Cádiz, la comparsa "Los Quinquis" de José Antonio Vera Luque, una de las favoritas del tardío carnaval de 2022 (se decidió postergar su celebración de febrero a mayo-junio por los coletazos del covid), consiguió este lunes 30 de mayo poner al público del teatro Falla en pie cuando acabó la interpretación de una de sus coplas, la titulada "Macarena, tú no eres andaluza".

Levantado de sus asientos el público les dedicó, además de un largo aplauso, la interpretación de un fragmento del Himno de Andalucía que acabó emocionando a todo el mundo, miembros de la comparsa incluidos.

Como si de un acta notarial se tratara, copio y pego aquí la letra responsable de todo esto para que quede constancia de un momento tan especial.

"Tú no eres andaluza, ay Macarena de mis entrañas/
Ay que eres una intrusa, ay Macarena de Graná/
Te pone más pitosa aquello de una grande y libre España/
Tú no eres andaluza y nunca lo serás/

Por mucho que te disfraces de mujer de Andalucía,/
Te sobra la chulería y te falta mucha clase./
Y aunque imites nuestro acento, como si fueras del sur,/
No tienes ni puta idea del sentimiento andaluz./

Ni los cuatro de diciembre, se te encoge el corazón
recordando a Caparrós./
Ni sientes la blanca y verde, igual que la siento yo,/
Porque no fue Andalucía la mare que te parió./

Andalucía de Rocío Jurado, Carmen de Burgos, María Zambrano./
Andalucía de Victoria Kent y Mariana Pineda./
Andalucía de la abuela mía, alimentando las tripas vacías después de la guerra./
Andalucías de Las Cigarreras y de las madres que daban el pecho en plena desbandá./

Y no de señora Olona, macarrilla, macarrona,
un cortijo pa' su mierda oligarquía./
Que no tiene ni la sangre ni tiene categoría para ser lo que levante,/
a mi tierra Andalucía".

Por la transcripción
J.T.