jueves, 17 de enero de 2019

Leña del árbol caído

 "No hay que hacer leña del árbol caído, Juan". Con esa frase tan manida pero tan intimidatoria cuando quien la pronuncia tiene poder, según qué amigos socialistas me reconvenían estos días algunos de mis análisis sobre lo que está pasando en Andalucía. "No es el momento", precisan cuando coincidimos por los pasillos del Parlamento autonómico. Y yo, al escucharlos, no puedo menos que estremecerme recordando a Jordi Pujol, quien durante años en Catalunya contestaba a los periodistas "aixó no toca avui" (eso no toca hoy) cada vez que le molestaba alguna pregunta de las que le hacían.

La razón por la que se permitían regañarme este miércoles en el Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla era que no les había gustado mi post del pasado domingo en el que decía que me parece una putada lo que ha pasado en Andalucía, pero que al mismo tiempo considero higiénico que se haya producido la alternancia política después de cuarenta años. Aún así mis amigos socialistas, unos más conversos que otros, se creen con derecho a reprenderme porque estoy "haciendo leña del árbol caído".

Vamos a ver si nos aclaramos: se tiran cuarenta años tejiendo redes de adhesiones inquebrantables, depurando díscolos, elaborando listas negras, premiando a los sumisos y castigando a los espíritus libres, y cuando les toca irse y no les gusta como lo cuentas, continúan dándose por ofendidos: no es el momento, Juan. O sea, que hasta el momento adecuado para que tú escribas algo, o no, se empeñan en decretarlo ellos hasta el último minuto.

Eso me pasa por tener amigos donde no debo. Me está bien empleado porque caigo en lo mismo que critico en mi reciente libro "Periodistas, el arte de molestar el poder", y de paso aprovecho para hacer promoción. En él hablo del gran peligro que tiene la amistad entre políticos y periodistas, sobre todo
cuando los unos se empeñan en decirle a los otros lo que tienen que hacer, o cuándo y cómo lo tienen que decir. Tanto en uno como en otro sentido.

Toda la vida he pagado mi precio por moverme y expresarme en libertad y hoy me toca seguir haciéndolo, no ya sin cierta pereza a estas alturas. Si dentro de unos meses el árbol no está tan caído como ahora proclaman ellos con cierto efluvio victimista, me tocará sufrir nuevas represalias, qué le vamos a hacer. Seguiré perdiendo amigos.

Deseo con toda mi alma que los que acaban de llegar se marchen lo más pronto posible, pero también que quienes en su día los releven adopten modos y maneras diferentes y abandonen para siempre esa triste costumbre de presionar a los periodistas con sus comentarios. Que no solo los insensatos como yo puedan expresar libremente sus ideas, y que no haya nadie que le tenga miedo a perder el sustento
si se le ocurre publicar algo "cuando no es el momento" porque "no se puede hacer leña del árbol caído".

J.T.


domingo, 13 de enero de 2019

Todavía no se lo creen



Se frotan los ojos y no se lo acaban de creer. En ningún momento contaron con ser desalojados como está a punto de ocurrir. Patalean y se revuelven sin acabar de asimilarlo. No puede ser verdad, ¿cómo ha podido pasar esto? No les preocupan las políticas sociales que quedan pendientes, ni la desigualdad que jamás combatieron con la suficiente convicción. Todo es mucho más prosaico, porque nunca fueron esas sus prioridades sino conservar el poder a cualquier precio. Se les iba la fuerza por la boca y actuaban con la desidia propia de quien cuenta con tener por delante todo el tiempo del mundo.

Cuarenta años y el tejido industrial sigue siendo una miseria, cuarenta años y los índices de paro continúan en niveles escandalosos, cuarenta años y la televisión pública no hay manera de verla sin que produzca vergüenza sintonizarla. Cuarenta años relajados y permitiendo a su alrededor una red de clientes que llevan semanas temblando, ¿qué va a ser de mí, dios mío, qué va a ser de mi chiringuito? ¿Cuántos papeles habrán ido a la trituradora durante las últimas semanas? Tienen muchas cosas que ocultar y no se les había ocurrido prepararse para el desalojo. Dios mío, cuando empiecen a levantar alfombras, ¿encontrarán algo, habremos destruido lo suficiente para borrar todo rastro y que no acaben empurándonos?

Con la coartada de que los otros son la encarnación del mal, han hecho durante lustros lo que les ha dado la gana. Zarrías y Pizarro fueron dos expertos tejedores y Susana heredó la tela ya confeccionada. Se les olvidó que la gente cabreada es determinante en democracia, porque se quedan en casa cuando hay que votar, o porque van y votan a quien les regala el oído sin tomarse la molestia, ¡qué pereza! de leerse el programa de los embaucadores.

Creyeron que era imposible que pasara lo que está a punto de pasar y se equivocaron. Y ahora, mientras lloran por las esquinas su error de cálculo, rezan para que les haya dado tiempo a tapar bien sus miserias antes del infame pero inapelable relevo.

Es una putada lo que va a pasar, pero también una lección que espero no olviden. A ver si son capaces de arrinconar para siempre la petulancia y la soberbia con la que gestionaron el poder durante tantos años y se ponen a trabajar, a partir del mismo instante en que tenga lugar el traspaso de poderes, para recuperar cuanto antes lo que nunca debieron perder si hubieran querido gobernar teniendo en cuenta antes los intereses de los ciudadanos que los suyos propios.

J.T.