sábado, 31 de octubre de 2020

Monedero y el corporativismo periodístico

Pocas cosas hay más nocivas que los corporativismos. Y si es en periodismo, para qué les voy a contar. No hace mucho que tropecé con el tuit de un colega, indignado él porque alguien criticaba el empleo del verbo “tumbar” para referirse a rechazar o derogar (los Presupuestos, una propuesta de ley, un acuerdo que se creía cerrado…) “¿Me va usted a decir cómo tengo que titular”? –preguntaba el periodista, ofendidísimo por la precisión que alguien se había “atrevido” a hacerle, alguien que por cierto era lingüista.

Al margen de si está mejor o peor emplear el verbo tumbar en lugar de sinónimos como anular o suprimir, lo que más me llamó la atención de aquella reacción fue su apestoso tufo a corporativismo rancio: “yo titulo y titularé como me dé la gana, faltaría más, qué se habrá creído este metiéndose en mi trabajo”. Seguro que el tal “ofendidito” traga carros y carretas mucho más graves, dentro y fuera de su trabajo pero… que le cuestionen el empleo de un verbo… ¡hasta ahí podíamos llegar!

Me acordé de esto el otro día cuando Joaquín Prat sermoneó a Juan Carlos Monedero a propósito de la cancha que se le dio en el programa televisivo Cuatro al día a una negacionista de 21 años que presumía de ir sin mascarilla por la vida porque a ella le daba la gana. A Monedero se le ocurrió decir que ″algo de culpa tienen los medios de comunicación cuando hacen algo tan poderoso como ponerle un altavoz a una persona que no está preparada para hacerlo”, y a Prat (que seguro que es periodista de carrera, no lo dudo) le faltó tiempo para indignarse y decirle a Monedero: “¡Qué narices tienes, Juan Carlos! Dándonos lecciones de cómo tenemos que hacer nosotros periodismo”.

Nunca me pareció que para saber informar hubiera que tener el título de periodista y así lo llevo defendiendo toda mi vida. De hecho hay muchos no periodistas ejerciendo el oficio, unos con más suerte que otros a la hora del reconocimiento de su trabajo, pero lo que me parece grave es que un presentador arremeta contra un contertulio porque este se permite opinar sobre la conveniencia o no de entrevistar a según qué descerebrados. O descerebradas.

Monedero tiene acreditado poseer conocimientos suficientes para expresarse como lo hizo, es un intelectual preocupado por el funcionamiento de los medios y ha leído mucho sobre ellos, presenta programas, interviene en tertulias, conoce el funcionamiento del oficio periodístico, la dinámica interna, incluso los trucos del día a día, porque no le falta preparación ni capacidad de observación. Pero aunque no tuviera ese bagaje, cualquier persona con un mínimo sentido común podría haber llevado a cabo la misma reflexión que hizo él cuando la joven toledana empezó a soltar barbaridades.

Estoy de acuerdo con lo que dijo Monedero y lo amplío: no puede ser que a una niñata desahogada, por el hecho de haber comentado algo en redes y declararse insumisa a las recomendaciones para luchar contra la pandemia se le busque, se le ponga un micrófono y se le pasee de tele en tele a pelo, argumentando que es lícito proporcionarle altavoz a sus barbaridades cuando en lo único que están pensando es en el incremento de audiencia que suele acompañar a la emisión de este tipo de desafueros.

A eso no podemos jugar. Eso no es periodismo ni nada que se le parezca. Ni espectáculo tampoco, porque ni siquiera tiene interés objetivo. Dos reglas que siempre le dije a los periodistas que trabajaron conmigo: una, el micrófono lo sostienes tú, nunca el entrevistado y dos, no puede ser usado al azar ni de manera irresponsable, a la ligera, y mucho menos en directo.

Porque si hacemos lo contrario y elevamos al absurdo esta demoníaca práctica que nada tiene que ver con el periodismo, ¿por qué no ponerse a buscar todos los días, por ejemplo, alegatos a favor de la pena de muerte, del maltrato a las mujeres o contra la presencia de vecinos de raza negra en nuestra vecindad? Hagámoslo así y démosle todo el altavoz posible, ¿no? Parte de esas siembras infectas son las que han acabado desembocando en los lodos fascistas que han llevado a Vox al parlamento.

Esa manera de hacer las cosas no puede traer nada bueno. Hay códigos éticos que no se pueden estar traspasando continuamente, mucho menos es de recibo ofenderse cuando viene alguien y nos dice que eso le parece mal y acto seguido espetarle que cómo se atreve, que a ver si va a ser el invitado quien le va a decir a él, presentador de rancio abolengo, cómo tiene que hacer las cosas.

Funcionar así en los platós televisivos es pornografía. No vamos bien por ahí, ni tampoco buscando canutazos en las calles comerciales del centro de las ciudades para conseguir las respuestas que queremos, otra práctica tan generalizada como deleznable.

Esto es lo que piensan: “Somos periodistas y a nosotros nadie nos dice lo que tenemos que hacer ni cómo hacerlo, ni a quién ponerle un micrófono”. Claro que no, faltaría más, como tampoco hay que opinar sobre si es correcto o no abusar del verbo tumbar en los titulares, ¿verdad?

J.T.

martes, 27 de octubre de 2020

Canal Sur se echa al monte

Lo de Canal Sur estaba cantado. Apenas los socialistas perdieran el poder en Andalucía, el PP se tomaría la revancha sin compasión alguna. A fe que lo está haciendo con creces. Claro que fueron tantas las tropelías cometidas durante casi treinta años que era impensable que, a las primeras de cambio, los adversarios políticos no se desquitaran pagándoles con la misma moneda. Hubiera sido elegante no hacerlo, claro, y me consta que entre los miembros del equipo de dirección hay quienes defienden criterios profesionales y no comparten el espíritu de revancha, pero… 

Otra cosa hubiera sido difícil, por no decir inimaginable. Esa es la triste historia de las televisiones públicas en nuestro país: yo tengo el poder, ergo yo manejo la tele. Y a los profesionales a quienes pilla en medio solo le quedan dos opciones: marcharse y buscarse la vida con el frío que hace fuera, o ponerse en primer tiempo de saludo y a tragar carros y carretas.

No son funcionarios propiamente dichos pero tienen plaza fija, y no es lo mismo ser ordenanza en un ministerio que periodista en una tele pública, claro que no. El ordenanza, el guardaespaldas o el arquitecto de una empresa pública no son lo mismo que un periodista, no pueden serlo.

Un periodista no puede ser tratado como un mercenario, ni este debe permitirlo. Esté quien esté en el poder, su trabajo ha de hacerse con los mismos criterios profesionales, así como un ingeniero técnico no puede pervertir las matemáticas según quien gobierne ¿O sí?

El periodista no debe ser maltratado por los gobernantes de turno, que es lo que ocurre en la mayoría de las televisiones públicas; la información en libertad es garantía de salud democrática y cuando esta práctica se prostituye todo se desarma.

Habría que crear mecanismos que impidieran esta dinámica. De lo contrario, ocurrirá siempre lo que en estos momentos sucede en Canal Sur, donde ahora andan arrinconados quienes durante años partieron el bacalao y campan por sus respetos quienes por entonces eran ninguneados. O ninguneadas.

Con un director de informativos, Álvaro Zancajo, de acreditadas tropelías en los medios por donde había pasado anteriormente, un señor a quien literalmente le importa un pimiento la información, todos sabíamos desde el día en el que lo nombraron que la tragedia estaba servida. Lo suyo es la sumisión a sus señores del Partido Popular, práctica contra la que, lamentablemente, poco pueden objetar quienes le precedieron e hicieron lo mismo durante lustros, al servicio de los gobiernos socialistas.


He ahí la maldición ¿Cómo se sale de ese bucle? ¿Cómo conseguir que ni los Zarrías ni los Bendodos de turno metan sus sucias manos en la información de servicio público? Desde los puestos máximos de responsabilidad debe ser muy difícil. Conozco el solvente trabajo que en otros tiempos acreditó como buenos profesionales a Juande Mellado, Isabel Cabrera o Desirée García Escribano… No me puedo creer que se encuentren cómodos con el producto que están haciendo,
no me puedo creer que les parezca bien el aterrizaje de Zancajo, no me puedo creer que hayan tenido algo que ver con la designación del triunvirato Montero-Fatou-Casal para el informativo de las ocho y
media de la tarde…

No, no me lo creo, porque ellos saben perfectamente que los espectadores, no solo no son tontos, sino que la ciudadanía andaluza no merece ser tratada con tal desconsideración. A este paso Canal Sur terminará haciendo buena la Telemadrid de la época de Esperanza Aguirre, aquella que acabó como el rosario de la aurora. No puede ser que suceda lo mismo con la televisión pública andaluza. Por mucho que San Telmo y los incondicionales acólitos con los que cuenta dentro de la tele autonómica parezcan empeñados en ir directos al precipicio.                                                                                                 
                  
J.T.

Publicado en "Confidencial Andaluz"

lunes, 26 de octubre de 2020

¡Váyase de una vez, señora Mateo!

He estado a punto de titular “¡Hasta aquí hemos llegado!”, pero me ha dado miedo que Pablo Casado me cobrara derechos de autor. De todas maneras, eso es lo que quiero decirle.

Señora Mateo, ¡qué decepción más grande! ¡qué tristeza, qué desaliento, qué ingenuidad la de quienes en algún momento creímos en usted e incluso llegamos a admirar públicamente su valentía! ¿Cómo pude/pudimos estar tan ciegos? Puesto provisional era el suyo, ¿verdad? “Yo estoy de paso, señorías”, llegó a decir en una de sus primeras comparecencias parlamentarias. ¡Ja!

En aquellos momentos estuve también entre quienes pensaron que usted se rodeaba de un buen equipo, lo escribí en un artículo de septiembre del 18 que titulé “Gracias, señora Mateo” ¡Madre mía, qué puntería la mía! La verdad es que era un buen equipo, el de los primeros meses sobre todo… hasta que usted se los fue fumigando uno a uno y sustituyéndolos por pelotas no sé si más cobardes que incompetentes o más incompetentes que cobardes.

Por aquel entonces preferí obviar sus conocidas carencias sobre el oficio periodístico porque creí en su buena voluntad y en su capacidad para delegar en gente competente. ¡Menudo chasco! Algún día se hará el estudio, con números y datos concretos, del a mi juicio enorme grado de responsabilidad que, con su gestión al frente de RTVE, tiene usted en el crecimiento del fascismo en nuestro país, en la preeminencia que Vox ha llegado a adquirir en la sociedad española.

Permitiendo la emisión de los infectos telediarios con los que nos castigan dos veces cada jornada, manteniendo el espíritu casposo en la cadena 24 horas, poniendo al frente de las mañanas a una presentadora sin capacidad de repreguntar, usted está destrozando la poca competencia que le quedaba a la televisión pública.

Hasta la espantosa televisión andaluza, que por culpa de Zancajo y sus tropelías apenas ven cuatro gatos mal contados, un Canal Sur que ha conseguido hacer buena la Telemadrid de los tiempos de Aguirre, hasta esa televisión se atreve a sacar pecho proclamando que sus datos de audiencia, ridículos y menguantes, son mejores en su territorio que los de Televisión Española.

¿Qué fue de aquella musa de la transición que leyó al pie del congreso de los diputados el documento conjunto de todos los partidos tras la manifestación para protestar contra el golpe de estado del 23F? ¿De verdad es usted aquella misma persona? ¿De verdad es aquella Rosa María Mateo la que está ahora permitiendo el crecimiento de los nazis en nuestro país merced a una programación vomitiva y unos informativos deleznables?

Podría preguntarle qué demonios le ha pasado, pero prefiero directamente pedirle que tenga el valor de marcharse mañana mismo.

Creo que algo de la Mateo de antes debe quedar todavía en usted y, si así es, lo más sensato sería dejar en evidencia a quienes la nombraron dimitiendo de verdad, no con la boca chica, convirtiendo su marcha en un hecho consumado, lo que obligaría a tomar decisiones para acelerar la formación de un nuevo Consejo de Administración. Si mientras tanto la tiene que sustituir otra persona al frente de la Administración Única, pues que espabilen, no pasa nada, ¡adelante, que así sea!

Que la nombraran Administradora Única dejó atónitos a muchos, sorpréndalos ahora de nuevo marchándose a su casa mañana mismo, aunque solo sea por respeto al trabajo de todos los directores –y directoras- generales que le precedieron. Nadie lo hizo peor de lo que usted lo está haciendo, y mire que hubo algunos que le pusieron bastante empeño.

Márchese también por respeto a los muchos profesionales decentes que quedan en tve y que sufren a diario viendo lo que se hace con su trabajo y con el patrimonio de tantos años. Algunos de los que perpetraban la manipulación en tiempos de Rajoy ahí siguen con mando en plaza, y quienes serían capaces de hacer una tele decente... si se les espera… nadie parece saber dónde están.

¡Qué pena me da tener que tragarme las palabras con las que ponderé su trabajo aquel día en que me parecía que usted podría ayudar, en su etapa de transición, a dejar una buena tele para el equipo que le sucediera. ¡Menuda herencia les espera!

¡Váyase antes de pasar a la historia como lo peor que le pudo pasar a rtve! Aunque me temo que ya es demasiado tarde.

J.T.

sábado, 24 de octubre de 2020

Lola Maldonado, víctima de su exceso de lucidez

Palabras de despedida

Lola Maldonado
, a quien desde hace casi cincuenta años me unía un cariño de hermanos, era una mujer VÍCTIMA DE SU EXCESO DE LUCIDEZ. Demasiado brillante para llevar una vida normal. 

Quiero rendir homenaje hoy aquí a su memoria y a su vida con estas palabras. Quiero rendir homenaje a quien tenía un actitud ante la vida que, en ocasiones, recordaba a memorables mujeres de la historia de la literatura. 

Mujeres como Emma Bovary, la heroína de Gustave Flaubert, que marcó a generaciones con su increíble vida y carácter. Insegura y sensible, luchó por ser feliz pese a flirtear a veces con el aburrimiento y la depresión. Tropezaba y caía, pero nunca se rindió. 

Mujeres como Elizabeth Bennet, una de las protagonistas de Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, siempre reivindicando su independencia y negándose a aceptar lo establecido, que pensaba por sí misma y actuaba en consecuencia. 

Lola unas veces parecía Ana Karenina por su cabezonería, su tenacidad o su propensión a ponerse el mundo por montera, y otras recordaba a Miss Marple, el personaje de una docena de novelas de Agatha Christie, mujer astuta, perspicaz… y metomentodo. 

Si hubiera vivido en la Oviedo de Clarín, Lola podía perfectamente haberse convertido en inspiradora del personaje de Ana Ozores, la protagonista de La Regenta, de personalidad insegura pero con criterio, que acabó siendo víctima de una sociedad que no la entendía, la reprimía y no le dejaba ser lo libre que quería ni sentir de la manera en que ella lo necesitaba. 

En Sant Cugat, a primeros de los setenta, Lola era la más brillante de todos nosotros, la docena de almerienses que por aquel entonces nos fuimos a estudiar a la Universidad Autónoma de Bellaterra. Se leía en un día, y los asimilaba, tochos de 400 y 500 páginas. 

Hemos vivido casi siempre en la distancia, yo en Sevilla, Málaga o Madrid; ella en Almería, pero cuando venía aquí la veía antes y más veces que a parte de mi familia. A ella y a su hijo Francisco, mi ahijado. A pesar del perro. 

Los últimos dos años y medio, la enfermedad nos unió más aún. Mis hijas la adoraban y sus madres también. Por algo sería. Y Alicia, mi compañera de vida los últimos seis años, siempre estaba preocupada porque el cáncer de Lola, me decía, era más grave que el suyo. Hace ya más de nueve meses que murió. 

Menos acostarnos, Lola y yo hicimos centenares de cosas juntos en nuestra vida, pero lo que quedará fijado para siempre en mi recuerdo es la excursión a Segovia que el pasado 6 de septiembre, apenas dos semanas antes de que ingresara en el hospital de donde ya no saldría con vida, hicimos con ella mi hija Gádor y yo: Catedral, casa de Machado, Alcázar, Acueducto, el reglamentario cochinillo… Caminó todo el día y aguantó como una leona. 

Desde hacía años, solía leerle muchos de mis artículos antes de publicarlos. Ya en el hospital, todavía le dio tiempo a corregirme los de los días 8, 10 y 12 de octubre, este último dedicado a la historia de la Comunidad de Madrid, el himno y su bandera. Al que escribí para publicar el día 14, ya no pudo darle su visto bueno. 

Durante los últimos días en el hospital a veces repasábamos algún libro que en su día nos gustó a los dos y otras, gracias a internet, recordábamos películas y canciones que en su día nos dejaron buen sabor de boca. Era momento de cosas ligeras. “El golpe” la disfrutamos en mi ordenador portátil el día 9 de octubre; “Con faldas y a lo loco” llegamos a la mitad el día 10, y el 11… ya no tuvo ganas de ver el resto. Entre los últimos vídeos musicales que escuchamos juntos estuvo el Aleluya de Leonard Cohen:

“…la guerra pronto se acabará.
 
En el mundo al fin reinará la paz
 
y no habrá miseria alguna.
 

Aleluya Aleluya, 
aleluya
 Aleluya, aleluya 

Porque la norma sea el amor
 y no gobierne la corrupción, 
sino
 lo bueno y lo mejor del alma pura.
 
Seguro que Dios nos protegerá de un mal final”. 

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(Almería, 24 de octubre de 2020, texto leído durante el acto de despedida final a mi "comadre" del alma.)
 

miércoles, 14 de octubre de 2020

Los informativos de Telemadrid son más decentes que los de TVE

Suena raro, ¿verdad? 
Pues así es. 
Si los comparamos con los Telediarios de la Uno y a día de hoy, los informativos de Telemadrid ganan por goleada. Hacen un periodismo más vivo, salen más a la calle y sus escaletas suelen estar equilibradas, aunque todo dentro de un orden, claro está, pero lo suficiente para tener de los nervios a Díaz Ayuso y a Miguel Ángel Rodríguez.

Si los informativos de Telemadrid presentan una cierta decencia, esto ocurre muy a pesar de la presidenta de la Comunidad y de su alter ego. ¿Cómo es posible que en “nuestra” televisión no se hagan las cosas como nosotros queremos?, braman por los pasillos, impotentes ante el blindaje legal con el que cuenta el actual equipo directivo de la televisión pública madrileña.

Lo repetimos, por si aún piensan que no han leído bien: La televisión de la autonomía que preside la popular Díaz Ayuso, en coalición con Ciudadanos y con el apoyo de Vox, es a día de hoy mucho más presentable que la del Estado, cuyo Gobierno de coalición está presidido por el socialista Pedro Sánchez y cuenta con cinco ministros de Unidas Podemos. El PP y Vox están mucho más felices con el trato que les prodigan en TVE que con el que reciben por parte de la televisión pública madrileña.

En Telemadrid las cosas son así entre otras razones porque al equipo directivo, elegido hace casi cuatro años, no se le puede destituir a menos que gaste más dinero del asignado y el déficit se dispare. En TVE, en cambio, las cosas están como están porque un equipo provisional elegido para pocos meses lleva dos años largos al frente de la Corporación a la espera de que, en el Congreso de los Diputados, los partidos se pongan de acuerdo para sacar adelante de una vez un Consejo de Administración independiente.

Esperanza Aguirre, la que más tiene por qué callar en materia de manipulación televisiva, manifestó el otro día con su desahogo habitual y sin que se le cayera la cara de vergüenza que “Telemadrid es de Podemos ¿Y dónde dijo esto? Pues sentada en un plató de Televisión Española, entrevistada en directo en un programa matinal, sin que ni la presentadora ni los contertulios le replicaran tamaña barbaridad. Cuando unos informativos no manipulan, como se hacía en sus tiempos de presidenta, para Aguirre y para el PP en general, esa televisión es de Podemos, por muchas carencias que tenga, que las tiene y por muchas críticas que merezca.

Les propongo un entretenimiento: ¿Qué les parece si en lugar de extendernos en más disquisiciones intentamos comparar, por ejemplo, el comienzo de los informativos que Telemadrid y TVE emitieron la tarde-noche del pasado lunes 12 de octubre? Bastará con la apertura y los primeros temas de ambos Sumarios para extraer conclusiones, ya verán:

Apertura de TVE
12-0: REENCUENTROS EN LA FIESTA NACIONAL
Imágenes de Pedro Sánchez saludando a Ayuso, corrillo con ella y tres personas más, saludos del rey a los miembros del gobierno y primer plano de Iglesias.
Presentadora: "El reencuentro de Pedro Sánchez y la presidenta madrileña después de que el gobierno decretara el estado de alarma en Madrid es una de las imágenes que nos deja este 12 de Octubre. Una fiesta nacional atípica marcada por la pandemia a la que por primera vez ha asistido Pablo Iglesias. El vicepresidente segundo ha coincidido con el rey tras sus últimas críticas a la monarquía y con el presidente del Poder Judicial y del Supremo. Este tribunal tendrá que decidir sobre su posible imputación en el caso Dina".

Tres dentelladas a Pablo Iglesias a portagayola, las tres seguidas, sin anestesia. Caña inmisericorde al líder de Podemos desde el minuto uno aunque todo lo demás pase a segundo plano. Es verdad que se trata de la primera vez que Iglesias asiste a este acto, pero también lo es que hasta este año no formaba parte del Gobierno y miren qué casualidad, como hay un plano en el que aparece en un corrillo con Lesmes, pues aprovechamos para meter cuña un día más con el llamado caso Dina. Sobran comentarios.

Apertura de Telemadrid
UN DOCE DE OCTUBRE DIFERENTE
Imágenes de aviones sobre el Palacio Real, salvas, el rey pasando revista, ofrenda, desfile en el patio, corrillos…
Off: "La patrulla Águila ha vuelto a surcar el cielo de Madrid pero este ha sido un desfile del 12 de Octubre diferente, recluido en el patio de la Armería del palacio Real. El rey ha presidido un acto en el que por primera vez en décadas no ha habido desfile de las unidades militares por las calles de la capital. Lo que sí ha habido, como cada año, han sido corrillos. Algunos muy significativos".

Abren informando de la celebración de la Fiesta Nacional, se ve la pifia del humo de los aviones aunque no la comentan, y rematan advirtiendo que algunos corrillos eran “muy significativos” mientras se ve a Iglesias en uno de ellos junto a Lesmes. Sutileza.

Segunda noticia de Televisión Española 
UNA FIESTA NACIONAL SIN DESFILE
En imágenes, fragmento del desfile con los soldados cantando “La muerte no es el final”, parada militar y repetición del saludo del rey a los miembros del gobierno con especial hincapié en el momento en que coincide con Iglesias.
Off: "Una fiesta nacional atípica que ha cambiado de escenario. Ha sido en el palacio real y también de formato. El tradicional desfile se ha sustituido por una parada militar en la que han participado poco más de quinientos efectivos frente a los cuatro mil de hace un año. Los reyes han presidido los actos, donde hemos visto al gobierno casi en pleno".

Segunda noticia en Telemadrid
EL CORRILLO DE SÁNCHEZ Y AYUSO/ UN ENCUENTRO “INCÓMODO” Imágenes de ambos que refuerzan el titular.
Presentadora: "Por primera vez desde la declaración del estado de alarma por parte del gobierno hemos visto juntos a Pedro Sánchez y a Isabel Díaz Ayuso".
Off: "Ambos han coincidido en el Palacio Real, se han saludo pero poco más. Ha sido un encuentro frío en el que también han estado el alcalde de Madrid, el jefe del Estado Mayor y la ministra de Defensa, en el que se ha hablado de todo menos del cierre perimetral de Madrid. El gobierno regional sigue reclamando que se levante el estado de alarma".

Mientras que a TVE le faltó tiempo para decir esto en la primera frase de la apertura, la televisión regional habla de su presidenta en segundo lugar. La apertura se le otorgó a los hechos, no a los cargos, justo al contrario que lo que hizo el Telediario.

Tercera noticia de TVE
PROTESTAS CONTRA EL GOBIERNO
Imágenes de la plaza Real con manifestantes envueltos en banderas de España chillándole a los coches de los miembros del gobierno mientras iban saliendo del Palacio Real. Sonido ambiente que permite escuchar pitos y gritos de “Gobierno, dimisión”. A continuación, imágenes de la manifestación de Vox por la Cibeles y otros lugares de Madrid.
Off: "Con pitos, abucheos y gritos de dimisión han recibido y despedido algunos ciudadanos al Gobierno. En paralelo a estos actos, Vox ha convocado en toda España marchas en contra del ejecutivo. La más numerosa, esta, que ha recorrido el paseo de la Castellana en Madrid".

Banderas de España enarboladas por quienes gritan contra el Gobierno al que representa esa misma bandera, y banderas también en los coches de la protesta convocada por Vox. Un collage cuando menos confuso donde la ausencia de matices y precisiones no ayuda demasiado a que el espectador extraiga  conclusiones claras de lo que le están contando.

Tercera noticia en Telemadrid
UN PUENTE DEL PILAR ATÍPICO / RETORNO, PERO MENOS
Imágenes de carreteras carreteras, estaciones, pasajeros con maletas…
Off: "Y a estas horas, tranquilidad en los accesos a la capital, nada que ver con lo que sería normal el un puente del Pilar. También hemos visto poco movimiento en estaciones de autobús o Renfe. Muchos optaron por quedarse y los que se fueron regresan poco a poco a Madrid".

Información de cercanía sin valoraciones.

Cuarto tema en TVE
DEBATE MOCIÓN DE CENSURA 21 y 22 de Octubre
Imagen: Un croma de Abascal y Pedro Sánchez frente  frente
Presentadora: "El congreso debatirá la próxima semana la moción de censura que Vox anunció en junio contra el presidente del gobierno Pedro Sánchez. Será en el pleno de los días 21 y 22 de octubre".

Más Vox arriba del todo, no vaya a ser que se enfaden y ya se sabe que hay que tenerlos contentos.

Cuarto tema en Telemadrid
LOS MADRILEÑOS HAN VISITADO MADRID / POR FIN… UNA BUENA CAJA
Dúplex reportero: "Los hosteleros están satisfechos con este puente, por ejemplo los del centro de Madrid, que han visto cómo tenían estos días las terrazas llenas. El confinamiento les ha venido bien para hacer buena caja estos días de puente".
Total hostelero 1: "Desde antes del confinamiento de marzo no habíamos tenido tanto trabajo. Ha sido un fin de semana fantástico".
Total hostelero 2: "Desde luego el comportamiento del madrileño de apoyo al sector está siendo increíble".

Televisión Española, por supuesto, no trató este tema. Igual pensaron que era muy local, pero no lo era porque entre los argumentos de Ayuso contra el Gobierno central, esta ha sostenido que el encierro y la falta de libertad iban a ser una ruina para los hosteleros. Constatar la alegría del sector no debió ser plato de buen gusto para la presidenta regional ni para su cohorte, pero Telemadrid dio esa información, como dio también, ya en el desarrollo de la escaleta, una batería de totales de representantes de todos los partidos de la Asamblea a propósito de la gestión de la pandemia.

Comparado con el trato que TVE dispensa al Gobierno de coalición, el ejecutivo de Ayuso y su vicepresidente Aguado no tiene argumentos para quejarse de Telemadrid por mucho que, insaciables como son, no les bailen el agua todo lo que a ellos les gustaría. Como le ocurre a Aguirre, Ayuso está firmemente convencida de que “su” televisión está colonizada por Podemos y tanto lo cree que, en los catorce meses que lleva de mandato, aún no ha pisado las instalaciones.

Cierto día, en sede parlamentaria, el PP recriminó al director general que fuera desleal con su gobierno, a lo que este respondió textualmente: “Yo no trabajo para ningún gobierno, yo trabajo para la Administración pública, que es muy distinto”. Desde entonces tanto Ayuso como Rodríguez le tienen puesta la cruz a José Pablo López y sueñan con el momento de echarlo, tanto a él como al equipo de Informativos que dirige Jon Ariztimuño, por mucho criterio profesional que apliquen en su trabajo y por muy respaldados que estén por los indices de audiencia, algo que ya les gustaría a los profesionales de TVE que ocurriera con su trabajo, tan digno y competente como el de sus compañeros de Telemadrid, pero mucho peor gobernado.

Al ritmo que van las cosas existe el riesgo de  que, en lugar de celebrar las mejoras en TVE, acabemos viendo a Telemadrid de nuevo en manos de los mismos desaprensivos que hace años hundieron su credibilidad y su prestigio. Solo hay una manera de evitar la catástrofe: que Ayuso se vaya, lo que puede que ayude a  para preservar los logros de Telemadrid, y que el concurso de TVE se resuelva de una puñetera vez.

J.T.

lunes, 12 de octubre de 2020

TVE, ¿hay alguien ahí?

Hasta hace unas semanas llevaba una especie de prontuario sobre los informativos de televisión y me tomaba la molestia de anotar observaciones sobre las cabeceras y el desarrollo de las escaletas. Lo hacía sobre todo con las televisiones generalistas, con todas, gracias a que los aparatos de televisión de ahora te permiten consultar la programación cuando a ti te resulta más factible. 

Hasta hace unas semanas tomaba notas sobre el orden de las informaciones, la falta de objetividad en muchas entradillas, la elaboración de las piezas, las intervenciones en directo, analizaba lo que a mi juicio faltaba y sobraba, me indignaba con los totales callejeros al azar colocados sin venir a cuento y que, como todos sabemos, son la máxima expresión del antiperiodismo… 

Lo hacía hasta hace una semanas, sí, pero lo he dejado. Me he rendido, He desistido por salud mental y hasta física, porque hay insultos al periodismo que perpetran las teles a diario que a mi pobre corazón le cuesta trabajo soportar. Lo he dejado por eso y también porque he llegado a la conclusión de que resulta inútil: todo es escandalosamente previsible. 

No voy a entrar aquí de nuevo en la amoralidad que rezuman buena parte de los comentarios de Vicente Vallés, tampoco voy a incidir en lo perverso que me parece asustar a la ciudadanía con el alarmismo que practica Telecinco, o la estridencia de la Sexta, otrora tan presuntamente progresista ella. Y él. Lo que verdaderamente me subleva es lo que hace Televisión Española. 

Conocer las tripas de esa casa como las conozco no sé si me beneficia, porque cuando veo el producto que ofrece teniendo en cuenta los medios de que disponen y la capacidad profesional del noventa por ciento largo de los periodistas, realizadores y técnicos que trabajan allí, me cuesta mucho trabajo entender cómo demonios puede pasar lo que está pasando. 

Es verdad que a veces, sabiendo lo que sé de las interioridades de la casa (me gustaría saber mucho menos, pero es que me llaman y me lo cuentan, qué le voy a hacer yo) me da por pensar que la situación de Televisión Española –y de Radio Nacional-, no lo olvidemos, que cada día ofrece enfoques informativos más infectos, es más difícil de arreglar que la de Oriente Medio o los problemas económicos de la República Argentina. 

¿Qué demonios pasa ahí? ¿Hay alguien en el puente de mando? ¿Hay alguien que quiera apostar por una información de servicio público en lugar de dejarse arrastrar por las inercias de las demás televisiones generalistas? ¿Hay alguien ahí que entienda que los miserables y regulares ataques a Unidas Podemos perjudican seriamente la estabilidad del Gobierno de coalición en su conjunto? ¿Hay alguien ahí que entienda que hacerle el juego a la derecha, por acción o por omisión, es contribuir a propagar el odio en lugar de contribuir a facilitar la convivencia? ¿Hay alguien ahí que esté dispuesto o dispuesta a plantar cara a quienes intimidan o amenazan desde la ultraderecha, hay alguien ahí que no tenga miedo de ser tachado de bolivariano si en los Informativos no le meten varios palos diarios al partido minoritario del Gobierno de coalición? 

Claro que los hay, el noventa por ciento mínimo, como decía más arriba, pero no son los que mandan. Amparados en la indefinición de un concurso público cuyo desenlace no llega (ahora parece que empiezan a moverse un poco las aguas pero hasta que no lo vea resuelto no me pienso creer nada), excusándose en que la redacción de informativos es una especie de castillo inexpugnable donde la vieja guardia de la época de Rajoy sigue campando por sus respetos, temblorosos ellos y ellas no vaya a ser que la derecha les tache de izquierdosos y progubernamentales, ahí les tenemos otorgando cancha a discreción a Cayetana, a Aguirre, a Olona; a periodistas de ABC, El Mundo, La Razón o El Español en tertulias donde propagan el mismo mal rollo que los medios a los que pertenecen. 

Se cumplen dos años y cien días desde que Rajoy y Soraya se marcharon a sus casas. 830 días con sus respectivas noches en las que el PP sigue marcando el paso en Televisión Española y Radio Nacional. El PP… y Vox! 

J.T.

Publicado en La Última Hora

sábado, 10 de octubre de 2020

Comunidad de Madrid, 37 años de histeria

No existía bandera, ni himno, hubo que inventar letra y música, ¿alguien se sabe el himno de la Comunidad de Madrid?, recuerdo cuando se hablaba de cuántas estrellas colocarle a una enseña que, como el escudo, fueron producto de la imaginación de Santiago Amón con diseño de Cruz Novillo. Se hablaba de esto en la feria de San Isidro, en la verbena de la Paloma, en las corridas de toros, en los bares del Rastro… (“¿sabes que la letra del himno la ha escrito García Calvo, sí, creo que Sorozábal se va a encargar de la música”). Se trataba de captar la esencia de la “madrileñidad”, de inventarse una autonomía y una identidad para una región que desde Felipe II jamás se había planteado tal cosa porque, para partir el bacalao en toda España durante más de cinco siglos, nunca le había resultado necesario hacerlo.

¿Cómo digerir que, a partir de la creación de la autonomía, las carreteras radiales que nacían del  kilómetro cero solo se iban a gestionar hasta Aranjuez o el túnel del Guadarrama por mucho que continuaran prolongándose hasta Finisterre, Tarifa o el Cabo de Gata? Madrid iba a dejar de ser el referente nacional para convertirse en un territorio reinventado merced al acuerdo autonómico que por entonces bautizaron como “café para todos”, 17 autonomías y 2 ciudades autónomas.

En la capital se resistían: ¿qué pasaría con la retransmisión de las uvas cada fin de año desde la Puerta del Sol? Quedaría diluida, ninguneada, ignorada, las autonomías acabarían esquilmándolo todo, en el barrio de Salamanca se rasgaban las vestiduras y los cachorros fuerzanovistas salían a la calle a montar pollos -¿les suena?- para protestar contra la desaparición del centralismo.

Entre el 79 y el 83 se preparó el terreno, mientras la movida vivía sus años dulces al margen de todas estas histerias y empezaban a recuperarse las autonomías históricas. Cataluña, Galicia y Euskadi ya tenían gobiernos propios y Andalucía también, incorporada a la "primera división" tras ganar la batalla del 151.

Las 13 autonomías restantes celebraron sus primeras elecciones en 1983, coincidiendo con la segunda convocatoria de las municipales. Eran lo mejores momentos de los socialistas, y entre la mayoritariamente reconocida gestión de Tierno Galván como alcalde desde 1979 y la resaca de los 202 diputados en el Congreso en 1982, pusieron a Joaquín Leguina en bandeja la victoria en la Comunidad de Madrid, donde todo estaba por inventar. A ello se dispuso durante doce años quien hasta ahora ha sido su único presidente socialista. Ocho de ellos la oposición estuvo liderada por un todavía muy joven Alberto Ruiz Gallardón cuyas buenas maneras engañaron durante algún tiempo a ciertos sectores que llegaron a creer que, a pesar de ser de derechas, despedía ciertos efluvios progresistas.

Gallardón desplazó a Leguina como presidente en 1995, formó el primer gobierno de la derecha en la Comunidad y hasta hoy: 25 años seguidos el PP campando por sus respetos, 25 años cuesta abajo y sin frenos donde cada ejercicio que transcurría iba haciendo bueno al anterior. Se fueron generando clientelismos en cenáculos donde se administraba mucho poder porque, contra lo que los madrileños acérrimos habían temido y la periferia soñado, el Estado de las Autonomías no solo no le restó ningún predicamento a la capital sino que, con el paso del tiempo, la ciudad y la región entera salieron reforzadas.

Las multinacionales con sede en zonas prósperas de la periferia acabaron trasladando sus sedes centrales a Madrid alimentando así su capacidad de influencia. Las decisiones económicas y financieras para todas España se tomaban cada vez más desde una capital que vio cómo crecían sus edificios y sus habitantes al tiempo que el aire, como la atmósfera política, se iba haciendo cada día más irrespirable.

El Partido Popular entendió pronto que aquella iba a ser la joya de su corona, así que tras la victoria de Aznar en las elecciones generales un año después de haber instalado a Gallardón en la Comunidad de Madrid, aquello fue una fiesta. Los proyectos de Gallardón, sobre todo en materia de transportes y comunicaciones, fueron tan ambiciosos que no tardó en ganarse el apelativo de Faraón. Grúas por todas partes con Rodrigo Rato como ministro de Economía al frente de una nave que favorecía el crecimiento del empleo a base de ladrillos y especulación, el inicio de una burbuja de la que aún estamos pagando las consecuencias y los intereses. Entraron a degüello en la región y no dejaron títere con cabeza.

Un buen día Ayuntamiento y Comunidad decidieron cambiar cromos. Gallardón ya no era tan útil porque era díscolo así que en 2003 le dijeron que le dejaban presentarse a la alcaldía de Madrid, pero que la Comunidad tenía que ser para alguien más afecto. Ahí fue cuando entró en juego la inefable Esperanza Aguirre, que había sido concejala con Álvarez del Manzano, donde ya había dejado buena constancia de sus sueños húmedos con el neoliberalismo; luego fue ministra de Cultura con José María Aznar, y allí parecía o se hacía la tonta porque con sus posiblemente estudiadas torpezas acabó ganándose la simpatía de mucho madrileño despistado.

Aun así, las elecciones las ganaron los socialistas, aunque no por mayoría absoluta, y entonces fue cuando sucedió la hecatombe, el principio de la ruina que desde entonces ha llegado hasta nuestros días. Dos miembros del grupo socialista llamados Eduardo Tamayo y Teresa Sáez no comparecieron en el pleno de la Asamblea el día señalado para la investidura de Rafael Simancas y aquella ruidosa traición desembocó en la convocatoria de unas nuevas elecciones que convirtieron en presidenta a Esperanza Aguirre. Hasta hoy.

Los años de Aguirre en el poder madrileño fueron los años del desmelene a cara descubierta, hospitales privados, educación privada, especulación sin freno, menos impuestos que otras autonomías sobre todo a los ricos… Tiempo después nos enteraríamos que aquel desafuero llenó los bolsillos de muchos desaprensivos que ocupaban puestos políticos de relevancia y que hoy esperan juicio o están ya en prisión. Fue el comienzo de todos los desastres. En 2004, los socialistas vuelven a La Moncloa con Rodríguez Zapatero como presidente y desde entonces, en muchas ocasiones, parecía que la verdadera oposición al gobierno del nación era Esperanza Aguirre y no Rajoy, ¿les suena también esta música?

En Telemadrid entró a saco, colocando al frente de la cadena y de los informativos a verdaderos totalitarios que acabaron con una televisión autonómica que, desde su nacimiento en 1989, había sido gestionada con cierta dignidad durante los mandatos de Leguina y Gallardón. Aguirre la destruyó y la convirtió en un descarado aparato de propaganda orientado sobre todo a torpedear al gobierno de la nación. Un misterioso día decidió abandonar el cargo entre lágrimas y llegó el período convulso de Ignacio González, que remató tan bien la faena que tanto él como otros miembros de los equipos suyo y de Aguirre acabaron dando con sus huesos en la cárcel.

Los juzgados empezaron a atiborrarse de asuntos turbios con el membrete del PP mientras Aguirre continuaba llevando los mandos de la Comunidad desde la presidencia regional del partido. Allí fue adoctrinando a un equipo en el que germinó una buena parte de los dolores de cabeza que sufrimos hoy: a un tal Abascal le financió un chiringuito, a una joven periodista llamada Díaz Ayuso le encargó llevar las redes sociales, entre las que estaba incluida una simpática cuenta de twiter de su perro…

Con trayectorias curriculares tan brillantes no tardaría en llegar la calamidad. Unos montaron un partido de ultraderecha y otros se presentaron a las elecciones de 2019 sin demasiadas esperanzas de ganar, pero les tocó la lotería entre otras cosas por la marcha de Iñigo Errejón de Podemos y el nacimiento de Más Madrid. Una verdadera catástrofe que fragmentó el voto de la izquierda y les llevó a perder tanto la alcaldía de la capital como la presidencia de la Comunidad.

La carambola permitió a la candidata popular, que no fue la más votada, negociar un pacto diabólico con Ciudadanos y la ultraderecha que le dio carta de naturaleza para perpetrar la gestión de la que desde entonces somos víctimas en Madrid y en toda España. Ya desde el primer momento nos tenía a todos perplejos cada vez que abría la boca, soltando astracanadas que unas veces producían estupor, otras carcajadas y otras muchas verdadero pánico. Hasta que llegó la pandemia. Y en esas estamos.

El resto del cuento, si me permiten, me lo ahorro al menos por hoy porque estoy seguro que no solo lo conocen bien sino que, como yo, están sufriéndolo en sus propias carnes con el corazón en un puño. Y lo que es peor, sin sabernos la letra ni la música del himno de la Comunidad de Madrid.

J.T.

jueves, 8 de octubre de 2020

¿Periodistas? Que pasen y coman algo

Todo parece tan burdo que me cuesta creer que vaya en serio. No hay nada peor que la inercia en el periodismo. Uno de los principales problemas con los que suele tropezar un corresponsal, ya sea en provincias o en el extranjero, es la ausencia de fe por parte de la redacción central en los temas que ofreces. Tu propuesta cobra valor cuando desde el puesto de mando comprueban que lo que querías contar ha salido por agencias o lo ha dado algún medio de la competencia. Entonces sí, entonces a todo correr, te instan a que produzcas lo mismo que horas antes te habían rechazado. Tendrás que hacerlo pues sin apenas tiempo, lo que significa que te saldrá peor. 

Este comportamiento mimético es una más de las maldiciones del periodismo. Tanta unanimidad a la hora de abrir telediarios y portadas de periódicos con la solicitud al Supremo por parte de un juez para buscarle las cosquillas como sea al vicepresidente del gobierno solo se puede entender desde la inercia mimética en la que están sumidos la mayor parte de los medios. Porque es imposible que sea solo por maldad, es eso: copia burda de lo que hacen los demás para no ser menos que ellos. Si ellos abren con tal cosa, yo también; si atacan por este lado, yo no puedo ser menos, si por el otro interrogan con insolencia a los entrevistados (sobe todo si son de Unidas Podemos, porque con los demás suelen ser más bien sumisos) yo no me voy a quedar atrás. 

No es posible que el periodismo, nacido para ser testigo de lo que sucede y transmitirlo así a sus lectores, radioyentes o espectadores, haya decidido olvidarse de las premisas sobre las que se funda la práctica del oficio y, en lo que concierne al momento político que vivimos en España, se alinee descaradamente con una sola manera de ver las cosas. Meter caña a Podemos, a Iglesias, Montero, Echenique… debe haberse convertido en una práctica cool, porque si no, no lo entiendo. 


Si hablas bien de Podemos eres un sectario, un paniaguado o estás ciego perdido. O peor aún: algo esperas de ellos, ahora que están tocando pelo. Este es el panorama, pero esperemos un poco de tiempo, que igual asistimos a transmutaciones asombrosas, sobre todo si la presencia de UP en un Gobierno de coalición no es una anécdota pasajera y efímera, como tantos pelean por conseguir. Atentos a cuando se aprueben los Presupuestos: apenas suceda, ya veréis como muchos de los que ahora se emplean a fondo atacándolos sin piedad, serán los primeros en perder el culo para hacerles la pelota para ver si cae algo.

El hambre es siempre mala, pero en el ejercicio del periodismo hace verdaderos estragos. Demasiado mercenario, demasiado superviviente dispuesto a defender la idea que sea si eso le da de comer. Y ante eso, las asociaciones profesionales de perfil, y el prestigio de la profesión por los suelos. ¿Qué ha pasado para que las cosas estén así? Qué pena que continúe manteniendo vigencia aquella frase atribuida a la duquesa de Alba cierto día en que los periodistas llevaban ya un tiempo esperando a las puertas su casa para cubrir un acto y este se demoraba: “¿Están fuera los periodistas?- preguntó. Pobrecitos, que pasen y coman algo¨. 

J.T.

Publicado en La Última Hora

Los malos piensan que somos tontos

La regla de oro de un verdadero malvado es no considerar tonto al adversario si quiere ganarle la partida. Por eso la derecha, sus acólitos y sus voceros llevan nueve meses equivocando su estrategia. Si su objetivo es acabar con el Gobierno de coalición, impedir a toda costa que se aprueben los Presupuestos Generales del Estado, llevan nueve meses metiendo la pata. Ni en el Gobierno hay tontos ni tampoco son tontos quienes los votaron y propiciaron que los números dieran.

Por eso resulta cada vez menos aconsejable entrar al trapo de las provocaciones, por muy explícitas que estas sean. Por eso, la “exposición razonada” que, como conocíamos este miércoles, un juez ha elevado al Supremo por si hubiera delitos de revelación de secretos, daños informáticos y denuncia falsa o simulación de delito en el caso del robo y difusión del contenido del móvil de una ex asesora de Pablo Iglesias es, lisa y llanamente, un ataque más a la yugular. En este caso, además, pornográfico y maloliente. No tienen ya más balas en la recámara pero insisten. Exprimen un limón sin jugo desesperados e histéricos porque su objetivo, que no se aprueben los Presupuestos, lo ven cada vez más en el aire.

Puede uno perderse en disquisiciones jurídicas, se puede refutar, contraargumentar, exponer mil razones que demuestren lo extraña y descabellada que resulta la decisión… da igual, perderemos el tiempo porque la caza es la caza, el objetivo es abatir la pieza, herir el Gobierno de coalición e impedir tres años de gestión que cada vez ven más inevitables.

Hay que añadir cuantas más portadas mejor a la infamia, ¿cómo van a desaprovechar una oportunidad tan providencial para volver a abrir informativos y homilías radiofónicas mañaneras? Si se me permite, voy a formular alguna que otra pregunta ingenua: ¿todo esto se diseña previamente o se va improvisando sobre la marcha? ¿es una huida hacia adelante de quienes, amos de las instituciones durante cuarenta años, no se resignan a admitir que las cosas ya no son igual? ¿o está todo debidamente planificado desde algún escondido cuartel general a modo de república bananera? ¿De verdad quieren reproducir, en un país europeo y en pleno siglo XXI, los modos y maneras de tumbar gobiernos practicados en América Latina?

Se sabe que la iniciativa del juez que ha suministrado carnaza este jueves a las portadas de los periódicos tiene muy pocas posibilidades de prosperar, pero da igual. El vicepresidente es la conciencia viva de un enorme sector de la población que apuesta porque sea posible un país menos desigual y más justo, de un buen porcentaje de ciudadanos que lo votó para que esté donde está y replique las insidias de los intolerantes soltándole de manera clara y contundente verdades que hasta ahora no se habían oído en el parlamento. Y eso, claro, no se puede tolerar.

“Fratelli tutti”, la encíclica recién publicada por el papa Francisco, viene a avalar desde el Vaticano muchos de los postulados que defiende el Gobierno de coalición. Lo que le faltaba a la “católica” España, que todavía anda digiriendo el aldabonazo mientras los medios silencian el contenido de manera vergonzante, al menos en esas portadas y comentarios siempre dispuestas a tirarse en plancha cuando se trata de atacar la insoportable presencia de Unidas Podemos en las instituciones.

Las cuatro patas en las que se fundamenta la conjura para intentar que no se aprueben los Presupuestos son Catalunya, Podemos, la gestión de la pandemia y el terrorismo. Diez años después de la desaparición de la violencia, la derecha y la ultraderecha continúan usando el terrorismo como argumento para torpedear conversaciones con representantes legítimos de una formación como EH Bildu, que apostó por el diálogo y por hacer política para conseguir sus objetivos. Diez años después del dictamen del Constitucional que “cepilló” el Estatuto de Autonomía catalán, se siguen descalificando las legitimas aspiraciones de quienes defienden la independencia intentando torpedear cualquier tipo de entendimiento del Gobierno de la nación sus representantes. Muchos años después del tamayazo, la Comunidad de Madrid sigue siendo el ariete de la derecha para copar las instituciones del Estado y enfrentarse con ellas cada vez que en la Moncloa hay un gobierno que no les gusta. Casi diez años después del 15-M, el movimiento político surgido de aquellas movilizaciones está gobernando y demostrando que otra forma de hacer política, más allá de la establecida por los dos partidos mayoritarios desde la muerte de Franco, era posible.

Quienes no dejan de machacar ni de poner piedras en el camino, ¿de verdad piensan que tanto ruido les viene bien para conseguir sus objetivos? ¿de verdad creen que somos tan tontos como para no intuir lo que se esconde detrás de una persecución tan feroz y descarada?

J.T.

domingo, 4 de octubre de 2020

¿Se puede debatir con la ultraderecha?

A la ultraderecha hay que plantarle cara siempre. Sin bajar la guardia jamás. Y cuando se avecina la moción de censura registrada por Vox el pasado martes 29 de septiembre, quizás sea buen momento para realizar unas cuantas consideraciones sobre la manera en que se comporta en la vida pública la formación que preside Santiago Abascal.

Ahora bien, ¿plantar cara es tener que aguantar sus desafíos en todos los foros, incluidas las tertulias televisivas? ¿Plantar cara es debatir con quien no cree en el debate, intentar dialogar con quien no cree en el diálogo, razonar con quien no solo no tienen ningún interés en ser razonable sino que sueña con anular nuestras libertades si consigue llegar al poder? ¿O no sería mejor a veces ignorar sus provocaciones?

Claro que así como no parece buena cosa ser tolerante con los intolerantes, tampoco lo es minimizar la capacidad de envenenar la convivencia de quienes han conseguido colocar en el parlamento de la nación nada menos que 52 representantes.

Leyendo “M, el hijo del siglo” (Alfaguara, febrero, 2020), la novela de 800 páginas en la que Antonio Scurati narra la génesis del fascismo en Italia y cómo consiguieron llegar al poder, se me ponen los pelos de punta al comprobar cuántas similitudes existen entre aquella descarada osadía de Mussolini y sus secuaces y la que hoy día esgrimen en España Abascal y los suyos; entre el enconamiento que los partidos democráticos italianos sostenían entre sí por aquel entonces y los impresentables espectáculos que una buena parte de nuestros representantes políticos nos brindan sobre todo en el Congreso cada vez que hay sesión parlamentaria.

Los fascistas allí quemaban los edificios donde se redactaba e imprimía algún que otro periódico y aquí, al menos de momento, no se ha llegado a tanto, entre otras cosas quizás porque la mayoría de la prensa escrita y digital no parece demasiado interesada en denunciar sus fechorías. Pero el tono pendenciero es el mismo y la actitud chulesca también.

La democracia para ellos es la palanca con la que aspiran a llegar a tener la capacidad de destruirla. Entre las razones por las que ha crecido y calado el mensaje antidemocrático de la ultraderecha se encuentra el mimo con que vienen tratándolos las televisiones generalistas, sobre todo la pública, en nombre de un poco entendible respeto a la representación que tienen en el Congreso. No, señor, eso jamás puede ser utilizado para difundir argumentos e ideas anticonstitucionales. Hay que evitarlo, hay que desenmascararlos sin descanso, hay, en definitiva, que plantarles cara sin bajar nunca la guardia.

En el Parlamento hacen uso de sus atribuciones para denostar cada semana al Gobierno de coalición obligando a sus miembros a responder preguntas que son verdaderos dislates. Desde el banco azul procuran contestar con mesura y contención, evitando caer en las provocaciones y dejando en evidencia la amoralidad de quienes solo creen en el “cuanto peor, mejor”. Pero ellos ya han lanzado su titular y los medios disponen así de su acostumbrada ración de carnaza.

La eficacia de ponerse a su altura cuando se debate con ellos es  cuando menos dudosa, sobre todo en la televisión, a menos que se haga con contundencia. Si nos ponemos, pongámonos como hizo Jorge Javier Vázquez, por poco que nos guste el contenido de los programas que presenta. En uno de ellos no consintió que un invitado ultraderechista vilipendiara gratuitamente a Pablo Iglesias. “No te dejo hablar si vas a decir tonterías, se acabó, este es un programa de rojos y maricones, y el que no quiera que no lo vea”. Cortó por lo sano y dejó callado al ultra como apenas he visto hacer en ningún programa de debate donde el representante fascista de turno se dedica por sistema a gritar, insultar, interrumpir, y mentir. Como ha escrito Daniel Bernabé, "no se puede practicar esgrima con quien te tira arena a los ojos".

Es verdad que dado el ninguneo sistemático, cuando no los ataques, a los que se suele someter a Podemos en los medios, a sus representantes les conviene estar presentes en las pocas tertulias donde deciden contar con algún miembro de la formación morada. Todo un dilema porque al final cuesta no entrar en el juego, y bajar al fango es una trampa estéril cuando enfrente, en lugar de gente competente, te colocan a hooligans sin escrúpulos. Pero, como sostiene Juan Carlos Monedero, "cuando no estamos en esos debates, la connivencia entre la extrema derecha y las líneas editoriales de los programas de debate naturaliza sus barbaridades".

En resumen, que puede que a veces sea perder el tiempo pero hay que plantarles cara sin bajar la guardia jamás, sin entrar en su terreno de amoralidad y desprejuicio porque ahí tienen ellos las de ganar, como los malos de las películas, que cuando les estás venciendo limpiamente en la pelea, acaban sacando del tobillo un puñal escondido si comprueban que no pueden derrotarte de otra manera.

Por si nos faltaba algo en los tiempos que corren, ahí tenemos la moción de censura más o menos a la vuelta de la esquina. ¿Contestarán todos los partidos a las provocaciones de los ultras durante las sesiones parlamentarias de ese debate o habrá quienes, sencillamente, decidan ignorarlas?

J.T.

jueves, 1 de octubre de 2020

La pandemia política, según Muñoz Molina


En el Gobierno, “mal avenido y desnortado, los bocazas y los irresponsables entorpecen el trabajo de los que sí saben lo que hacen.”

Esta frase la podría haber escrito perfectamente Felipe González, incluso el ínclito Vargas Llosa, dedicados ambos como están al acoso y derribo del Gobierno de coalición y a sembrar la discordia entre sus miembros cada vez que pueden pero no: esas palabras iniciales son propiedad de Antonio Muñoz Molina y aparecieron el domingo 27 de septiembre a toda página, impar, por supuesto, en la tribuna de Opinión del diario El País. En el mismo lugar donde el Nobel peruano, el expresidente otrora socialista o el ilustre académico Juan Luis Cebrián suelen adoctrinarnos de tanto en tanto entre insultos a Podemos y apremios a Pedro Sánchez.

Se conoce que el escritor ubetense no debe querer ser menos que sus colegas en ese extraño Parnaso de ilustres conjurados, empeñados ellos en laminar a cualquier precio a los socios minoritarios del Gobierno de coalición. Me cuesta entender las razones por las que Muñoz Molina decidió prescindir de su calidad literaria en el escrito al que me refiero y apostó por la redacción de una soflama en la que mete a todos los políticos en el mismo saco a la hora de reprochar su comportamiento durante estos meses de pandemia.

No se puede hablar de las sesiones parlamentarias como lo ha hecho el autor de Beltenebros. El “vocabulario infecto” que, según él, “sirve sobre todo para envenenar aún más la atmósfera colectiva” es patrimonio de una parte de la bancada, pero no de todo el hemiciclo. Quien llamó terrorista al padre de Pablo Iglesias fue la portavoz del PP, quienes tildaban de mentirosos a los miembros del Gobierno sesión tras sesión, cada quince días, eran Casado, Egea y sus socios ultraderechistas. No creo que resulte higiénico, ni justo, utilizar la misma vara de medir para unos que para otros cuando, en una terrorífica sesión para el olvido, el PP llegó incluso a votar contra la prolongación del estado de alarma.

No hay en “La otra pandemia”, que así se titula el artículo de Muñoz Molina en El País, ni una sola referencia a las caceroladas y las manifestaciones de la ultraderecha, ni tampoco al silencio cómplice de PP y Ciudadanos con aquellas gamberradas. Escribe, eso sí, que en los días más oscuros la derecha española daba tanto miedo en su saña destructiva como el coronavirus”. Pero al mismo tiempo arremete contra el ministro de Sanidad porque a su juicio es lento de reflejos.

Para el autor de “El invierno en Lisboa”, “la clase política española, los partidos, los medios que airean sus peleas y sus bravatas, viven en una especie de burbuja en la que no hay más actitud que la jactancia agresora y el impulso de hacer daño” ¡Ea! Todos malos malísimos, pero él por encima del bien y del mal, au dessus de la melée. Equidistancia que no falte, que eso siempre es una buena inversión, más si se adereza con una generosa ración de petulancia.

El artículo huele a nostalgia por los tiempos del bipartidismo y en él se llega incluso a reprochar la lentitud con la que se está poniendo en marcha el Ingreso Mínimo vital como si el autor de Plenilunio, que conoce de sobra lo que son las dificultades burocráticas y administrativas, no las hubiera sufrido nunca.

Que en el verano del 19 “fueron incapaces de llegar a un pacto de gobierno”, dice, ¿acaso ha olvidado los palos en las ruedas de Carmen Calvo por aquellos días o las dificultades que Sánchez confesaba tener para conciliar el sueño cuando pensaba en la posibilidad de contar con Podemos como socio de Gobierno. “La política española es tan destructiva como el virus”, escribe textualmente el autor de “Ardor guerrero”. Esta gente va a hundirnos a todos”, remata al final del artículo. Imagino que a esa conclusión igual llegó ya hace tiempo, quizás tras su experiencia como responsable en Nueva York del Instituto Cervantes.

En su libro “Todo lo que era sólido”, el Académico de la Lengua aporta sabrosas reflexiones: “En treinta y tantos años de democracia y después de casi cuarenta de dictadura no se ha hecho ninguna pedagogía democrática -escribe. La democracia tiene que ser enseñada, porque es natural, porque va en contra de inclinaciones muy arraigadas en los seres humanos. Lo natural no es la igualdad sino el dominio de los fuertes sobre los débiles”. En aquel brillante ensayo, publicado por Seix Barral en 2013 lo bordó, pero en el artículo del pasado 27 de septiembre me cuesta reconocer al Muñoz Molina cuyos libros tanto he disfrutado.

El pasado lunes dos desahogados tertulianos de la Cadena Ser, haciéndole un flaco favor, se atrevieron a comparar “La otra pandemia” con el “Yo acuso” de Émile Zola, célebre artículo donde el gran escritor francés denunció la injusticia de Estado cometida con un capitán judío llamado Alfred Dreyfus y que el diario L’Aurore publicó el 13 de enero de 1898 ocupando la primera página al completo. Un alegato que acabó costándole a su autor la condena judicial y el exilio.

Comparar los dos artículos es una ofensa grave al genial escritor francés que seguro avergüenza a Muñoz Molina, quien a lo más que llegó el otro día fue a escribir, pero sin señalar a nadie, que “la clase política en su conjunto se ha convertido en un obstáculo no ya para la convivencia civilizada, sino para la sostenibilidad misma del país, para la supervivencia de las instituciones y las normas de la democracia.” Quizás consciente de su pleonasmo, introducía una subordinada donde matizaba que “sin la menor duda habrá personas honradas y capaces”. Menos mal.

J.T.