"¡No queremos Mundial, queremos hospitales!" Con este lema entre otros la Generación Z marroquí, los nacidos entre finales de los 90 y principios de 2010, han tomado las calles estos días de octubre protagonizando una oleada de protestas donde ha habido incluso tres muertos ¿Qué está pasando en el país vecino?
Todo comienza el 27 de septiembre, cuando un colectivo anónimo llamado GenZ 212 -el "212" es el prefijo telefónico de Marruecos- convoca concentraciones pacíficas en Rabat, Casablanca y Tánger que en cinco días se extienden hasta catorce ciudades por todo el país. Los jóvenes están indignados porque semanas antes ocho mujeres habían muerto en el hospital público de Agadir durante partos por cesárea evidenciando que el material anestésico estaba en mal estado.
Durante las protestas los jóvenes, mayoritariamente estudiantes universitarios y parados recientes, marchaban con banderas marroquíes en una mano y carteles en la otra: "Estadios por todas partes, hospitales en ninguna" o "¿Dónde fue el dinero de los jóvenes? A Panamá y a las fiestas". Marruecos cuenta apenas con 15.000 médicos para 38 millones de personas, las colas para un chequeo son eternas, los medicamentos muy caros…
Quienes conocen bien este asunto cuentan que la ira juvenil de estos días no es un arrebato espontáneo sino el estallido de una olla a presión que lleva años cociéndose a fuego lento. Las principales causas son el desempleo juvenil (las estadísticas oficiales lo cifran en un 36 por ciento, pero en ciudades como Casablanca sube al 48 para los menores de 25 años); en segundo lugar, la insultante desigualdad y en tercero obras faraónicas que consideran un despilfarro innecesario: miles de millones en estadios para el Mundial de 2030, que Marruecos organizará con España y Portugal.
"¿Para qué un circo si no tenemos pan?", es otro de los lemas de los carteles en unas protestas que están obteniendo enorme repercusión dentro y fuera del país. Entre otras cosas porque, como señalábamos más arriba, el día uno de octubre, hubo tres muertos en Leqliaa, cuando algunos manifestantes intentaron asaltar una comisaría y la gendarmería abrió fuego. Saldo final: más de 400 detenidos, 263 policías heridos y vehículos incendiados en Salé y Agadir.
Amnistía Internacional clama por una investigación independiente, y el gobierno, en un comunicado del 30 de septiembre, promete "diálogo en instituciones y espacios públicos" mientras elogia la "reacción equilibrada" de las fuerzas de seguridad. La verdadera fuerza de los organizadores de las protestas está en la viralidad que les proporciona promover por redes las convocatorias. GenZ 212 funciona de manera descentralizada, sin líderes fijos, y vota en encuestas online si hay que continuar o es mejor parar.
No son hippies nostálgicos ni boomers reciclados; son nativos digitales que saltan de la pantalla a la calle, como han hecho en Kenia contra los impuestos o en Georgia para reclamar derechos. Incluye a chavales de barriadas periféricas y fans de fútbol que chocan con antidisturbios cada fin de semana, uniendo así a las clases medias con los marginados.
Hay similitudes con lo ocurrido hace poco en Nepal o Madagascar, como si fueran piezas de un rompecabezas generacional que une continentes. En Nepal, a principios de septiembre, la Gen Z estalló y durante las protestas quemaron el Parlamento y la Corte Suprema: Resultado: 72 muertos. El primer ministro tuvo que dimitir y una exjueza anticorrupción llamada Sushila Karki asumió el poder de manera interina… tras votaciones on line!
En Madagascar, desde el 18 de septiembre, el detonante fueron los constates cortes de agua y luz. Las manifestaciones de estudiantes convocadas por redes acabaron con 22 muertos, saqueos en la capital del país, la disolución del gobierno y el nombramiento de un general como primer ministro.
En los tres casos, Marruecos, Nepal y Madagascar, el hilo común es la frustración de una juventud que ve cómo el dinero vuela a infraestructuras no prioritarias (estadios en Marruecos, teleféricos en Madagascar, privilegios nepalíes) mientras se carece de servicios básicos. Las armas son Discord y TikTok. Desde Indonesia hasta Serbia, la Gen Z no parece dispuesta a conformarse con migajas: quieren reescribir el guion.
J.T.
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