miércoles, 26 de noviembre de 2025

La justicia como espectáculo

Estoy de acuerdo con Jordi Juan, director del diario La Vanguardia, cuando plantea en su columna de hoy que “valdría la pena preguntarnos si las grandes transformaciones que se han producido en este país en el terreno social, económico, político, e incluso en el ejército” llegarán algún día al estamento judicial. Muchos juristas, recuerda, consideran que la existencia aún de tribunales como la Audiencia Nacional , herencia directa del franquista TOP (Tribunal de Orden Público), es inexplicable a estas alturas.

Cuesta entender buena parte de los episodios ocurridos en los últimos tiempos en el mundo de la judicatura. Cada mañana nos desayunamos con un nuevo capítulo que confirma que la justicia en España funciona como una máquina vieja, llena de ruido, con piezas sueltas y un desmadre impropio de la respetabilidad de la institución. Ahí está el fallo del Tribunal Supremo contra el Fiscal General del Estado cuya sentencia aún desconocemos. El juicio a la familia Pujol se celebra en la obsoleta Audiencia Nacional y da comienzo ¡trece años después! de iniciada la causa. Claro que aún puede que haya a quien le parezca poco si lo compara con el Caso Poniente, el escándalo de corrupción ocurrido en la localidad almeriense de El Ejido hace diecisiete años y cuyo juicio se encuentra aún pendiente de celebrarse. De la Gürtel y tantos otros vergonzosos asuntos que todos nos sabemos de memoria para qué hablar. 


¿Qué explicaciones técnicas pueden justificar estas eternidades procesales? Los implicados envejecen, los testigos desaparecen, los delitos prescriben, ¿nadie está en condiciones de decir hasta aquí hemos llegado, se ha acabado ya este cachondeo? Más tomaduras de pelo: un juez instructor joven detiene la semana pasada en Almería a la cúpula del PP en la Diputación y en el partido, estos dimiten, sí, pero a los pocos días, el juez deja la causa, ¿no es maravilloso?


Más: ahí tenemos a Peinado y su obsesiva instrucción contra la mujer del presidente del Gobierno a partir de la denuncia que unos fascistas elaboraron con recortes de prensa, o el juicio que en breve dará comienzo en Extremadura contra el hermano de Sánchez, o a tres miembros del tribunal que ha de redactar la sentencia contra el fiscal general impartiendo cursos pagados por entidades que lo acusaron. 


La derecha y la ultraderecha han convertido los tribunales en su principal plataforma política y el Gobierno continúa sin coger el toro por los cuernos. Hacen falta reformas profundas: renovación del CGPJ, límites claros en los tiempos procesales, mecanismos de responsabilidad para los jueces que actúan políticamente, disciplina estricta para los magistrados que participen en actividades financiadas por partes interesadas. Pero nada de esto sucede, ¿por qué?


Hasta un rotativo tan moderado como La Vanguardia dedica este miércoles su editorial a este asunto admitiendo que “si quiere restaurar su prestigio”, la judicatura tendrá que empezar a hacer las cosas de otra manera. Me temo que más les vale esperar sentados.


J.T.

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