Lo que está ocurriendo estos días con la cuestión de la amnistía es un espectáculo tan vergonzoso que uno no sabe si reír o llorar. Los mismos periódicos que hace un año anunciaban el apocalipsis constitucional, la ruptura de España, el fin de la separación de poderes o la llegada de los jinetes del desastre… ahora titulan y escriben editoriales con guantes de seda, puntillas semánticas y ese inconfundible tono de “bueno, quizá no era tan terrible”. La única razón por la que ABC, El Mundo, La Razón y compañía están modulando sus bramidos es que el PP sabe que, si quiere moverle la silla al Gobierno, necesita a Junts.
Cuando a quien hasta ayer tratabas de golpista descubres que hoy puede servirte de muleta parlamentaria, lo que entonces era delito ahora “quizá merece ser estudiado con calma”. Desde el primer día, conviene decirlo alto, la amnistía era necesaria. Para desinflamar un conflicto político, para desbloquear una convivencia rota y para cerrar un ciclo de choque institucional. La amnistía es un instrumento democrático, tan legítimo como lo ha sido en media Europa desde hace décadas. Lo sabíamos entonces y lo sabemos ahora. Pero algunos periódicos parecían empeñados en dinamitar cualquier posibilidad de pacificación, solo porque a la derecha ultra y a la ultraderecha les convenía un país crispado.
Ahora, cuando Dean Spielmann, el abogado general de la Unión Europea, avala los puntos clave de la ley aprobada en nuestro parlamento el 30 de mayo del año pasado, de repente asistimos a la mutación. ABC, que titulaba editoriales con palabras como “nefasta”, “desigualdad” o “chantaje”, ahora rebaja el tono y se aferra a tecnicismos. La Razón guarda silencio o se limita a señalar quién sale ganando y quién perdiendo y El Mundo se enfurece, sí, pero porque beneficia a Carles Puigdemont, no por la ley en sí.
Conviene consultar siempre la hemeroteca y comprobar así cómo la indignación era estratégica, no moral, que la solemnidad con la que envolvían sus titulares apocalípticos tenía menos que ver con la Constitución que con el cabreo eterno porque Pedro Sánchez consiguiera formar gobierno. Así que ahora que Europa ha hablado, que la ley de amnistía ya no sirve como arma arrojadiza y que el PP acaricia sueños húmedos en los que podría necesitar a Junts… sus incondicionales cabeceras, también las digitales como El Confidencial, Vozpópuli o El Español y otras muchas porque hay bastantes, han decidido suavizar sus ladridos y relegar el tema a lugares menos visibles, nada de aperturas ni titulares a cuatro columnas ¿Por qué lo llamarán prudencia, “nuevo contexto”, o “debate abierto”cuando su verdadero nombre es falta de principios?
Quienes defendimos la amnistía desde el comienzo seguimos donde estábamos: a favor de una salida política, de desjudicializar un conflicto que nunca debió acabar en los tribunales, a favor de que la convivencia se construya con soluciones y no con venganzas. Necesitamos periódicos que no varíen de opinión cuando cambia el viento, medios que miren de frente, expliquen al país lo que de verdad ocurre y no se limiten a actuar como instrumentos de una oposición que, como nos recordaba hace poco Enric Juliana, han pasado del “Puigdemont a prisión” a “Puigdemont, campeón, apoya la moción”.
J.T.

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