La sentencia del Tribunal Supremo contra el fiscal general del Estado es una derrota colectiva. Perdemos todos y no gana nadie. Calificar de “fallo histórico” o “bombazo jurídico” la humillante multa y la vejatoria inhabilitación de dos años a que ha sido condenado Álvaro García Ortiz es quedarse muy corto.
Hago mías las palabras del magistrado emérito José Antonio Martín Pallín: “El fallo es lo más parecido al golpe de Estado contra Lula, Dilma Rousseff, Evo Morales o Rafael Correa”. El modus operandi es muy similar, y no olvidemos que Sergio Moro, el juez brasileño que llevó a Lula a prisión, acabó de ministro de Justicia de Bolsonaro. No digo ná y lo digo tó.
La sentencia completa tardaremos unos días en conocerla, pero el fallo ya se ha hecho público, certificando lo que nos temíamos, que el juicio iba a ser un paripé porque, con una mayoría conservadora en el tribunal, la absolución era difícilmente contemplable. Para más inri, se da a conocer hoy 20 de noviembre, cincuenta aniversario de la muerte del dictador.
Ya no hace falta ejército para torcer la voluntad democrática: basta un puñado de jueces, fiscales, policías y periodistas para poner en solfa el resultado de lo que decidimos en las urnas. Son una minoría articulada en torno a un mismo proyecto desestabilizador. Las togas han apostado de nuevo por el esperpento, como cuando no hace demasiado tiempo decidieron encarcelar a nueve políticos catalanes en penales donde se vieron obligados a perder cuatro años de sus vidas: solo por pensar diferente, por defender sus ideas independentistas, por hacer posible que la ciudadanía votara y expresara su opinión.
Hoy el Supremo ha homenajeado al dictador, ¿cómo respetar a la justicia cuando esta se empeña en que no la respetes? Iñaki Gabilondo sostiene este jueves en La Vanguardia que “el PSOE pudo cerrar el franquismo en 1983 ó 1985 con cuatro o cinco medidas, pero llegó un día en que esos sectores cogieron más músculo”. Exacto. Se les dejó crecer, se les dejó consolidar territorio. Y así andamos nada menos que medio siglo después del 20N, hechos unos zorros.
Hay demasiados jueces que actúan movidos por impulsos políticos, se encarga de recordadnos de vez en cuando Baltasar Garzón, víctima en su día de la persecución de sus propios compañeros. En resumen, que una vez más toca trabajar y pelear para que los mecanismos democráticos que marcan nuestra convivencia se impongan a tanta reminiscencia franquista como se empeña en continuar presente en nuestras vidas.
J.T.

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