miércoles, 5 de noviembre de 2025

Miguel Ángel Rodríguez no será notario, pero periodista tampoco



Miguel Ángel Rodríguez, alias MAR, compareció este martes ante el juez y, lejos de arrepentirse, se permitió la boutade de afirmar que sus infames invenciones eran perfectamente justificables porque él no es notario, sino periodista. Como periodista me siento profundamente ofendido. Este señor y yo no pertenecemos al mismo oficio. Hacer periodismo es difundir lo que tenemos verificado. Esa es nuestra obligación. Convertir el bulo en arma política y el insulto en estrategia de comunicación como hace MAR, es degeneración.


MAR fue portavoz del Gobierno de José María Aznar, aquel laboratorio donde se mezclaban ideología, soberbia y cinismo a partes iguales y donde, entre otras muchas fechorías, amenazaba a dueños de medios de comunicación sin cortarse un pelo. Desde que se conocieron en Valladolid, cuando el eterno cabreado del bigote era presidente de Castilla y León y lo fichó, Rodríguez ya demostró maneras de agitador con traje y verbo venenoso. Cuando Manuel Fraga traspasó a Aznar la presidencia del PP, ya en Madrid como oposición del PSOE en el Congreso, MAR saltó a la popularidad por ser el autor de la célebre frase “Váyase, señor González”. 


Casi cuarenta años más tarde, desde su despacho en la Puerta del Sol, ejerce como Rasputín de la presidenta Díaz Ayuso, la musa del caos madrileño. Todo un oráculo de la provocación desde su jefatura de gabinete. No tiene rival a la hora de engrasar las máquinas del odio, lanzar dardos envenenados a la Fiscalía o convertir la mentira en munición política. 


Se dedica, según sus propias palabras, a proteger la reputación de la presidenta madrileña. Él la construyó políticamente, la moldeó mediáticamente y ahora la defiende y escolta con la ferocidad de un perro de presa. Si ella se siente acosada, MAR ladra. Si la prensa la critica, MAR muerde. Y si la justicia se atreve a investigar, MAR ladra, muerde y además convoca a su coro de opinadores sumisos. Así se escribe, a golpe de tuit y de injuria, la versión bastarda del periodismo que él dice ejercer.


Miguel Ángel Rodríguez no es periodista, ni siquiera un mal periodista: es un propagandista. Y el problema es que la política española, demasiado acostumbrada al ruido, lo sigue tolerando. Mientras tanto, quienes aún creemos que la información debe basarse en hechos y no en insultos ni bulos, asistimos perplejos a la degradación de un oficio que muchos como él degradan a diario. ¿APM, FAPE estáis ahí?


J.T.

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