El mismo día, lunes 3 de noviembre, y prácticamente a la misma hora Maribel Vilaplana comienza en el Palacio de Justicia de Catarroja una declaración que no finalizará hasta las dos de la tarde. Confirma que estuvo comiendo con Mazón aquel 29 de octubre del año pasado, el mismo día y a la misma hora en que decenas de valencianos comenzaban a perder la vida. Explica cómo él recibía llamadas, cómo no paraba de escribir en el móvil, cómo el dueño del restaurante le traía hasta el reservado un sobre con papeles para firmar cuyo contenido ella desconoce, describe que no notó urgencias, que no escuchó la palabra “catástrofe”, que no guarda el tique del parking.
Mientras él se presenta como víctima durante su comparecencia, que hace falta tenerlos cuadrados, ella desvela los chantajes que ha recibido por parte de periodistas, incluso de directores de medios cuyos nombres no pronuncia. Este lunes, este mismo día y a la misma hora a él le tiembla la voz cuando dimite a medias, pero ni así deja de mentir y atacar al gobierno de la nación; ella, en el juzgado, llora desconsolada. Carlos se refugia en el cansancio, Maribel en el desconsuelo. Que le ofreció dirigir la televisión autonómica valenciana, confirma, también ser asesora de imagen de cargos públicos, añade, y las dos propuestas las rechazó.
En su discurso de presunta despedida, Mazón le agradece al rey su "lealtad", a saber qué quiso decir. Insiste en que no puede más, pero puede lo justo para seguir aforado, con despacho y sueldo. Mientras tanto Vilaplana, ante la jueza Nuria Ruiz Tobarra, es desasosiego puro. Si él encarna ese impostado “ya no puedo más”; ella parece querer transmitir que “solo pasaba por allí”. Qué gran metáfora del tiempo político que vivimos: el poder se desmaya en directo y la verdad, si es que se reconstruye, lo hace troceada e incompleta.
Mazón ha convertido su comparecencia en toda una representación dramática; Vilaplana, en el juzgado de Catarroja, nos ha dejado con la duda: ¿Traía todas las contestaciones preparadas? Él medía los verbos, ella buscaba adjetivos. Él dominó la escena con el desahogo que le caracteriza, a ella se le notaba aturdida mientras explicaba cómo el president no dejaba de contestar llamadas de cuyo contenido asegura no haberse enterado.
Todo en el mismo día y a la misma hora. Curiosa confluencia astral. Que ya no puede más, ha proclamado Mazón; que ha contado todo lo que sabía, asegura Vilaplana. Ojalá alguno de los dos dijera, alguna vez, toda la verdad.
J.T.


No hay comentarios:
Publicar un comentario