lunes, 15 de diciembre de 2025

Moreno Bonilla, el Ayuso Light. O no tan light

- Juanma, mírame a la cara: yo te voté y tú me has arruinado la vida. 


Pero Moreno Bonilla no la miró. No se atrevió a mantenerle la mirada a su votante Anabel. Ocurrió en el Parlamento de Andalucía hace unos días, y quien así habló fue una mujer a la que el sistema sanitario público le había fallado en algo tan elemental como avisarle a tiempo de que tenía cáncer de mama. Moreno Bonilla no sabía dónde meterse porque lo que sí que sabe bien es que la sanidad pública no falla por generación espontánea. La sanidad pública se quiebra cuando se adelgaza o se externaliza, y está claro que cuando se somete a la lógica del contrato y del balance económico, fracasa. El caso de los cribados de cáncer de mama en Andalucía es la consecuencia directa del modelo por el que apuestan los populares allá donde gobiernan, un modelo que fragmenta servicios, privatiza la gestión y diluye responsabilidades. 


Moreno Bonilla y su gobierno insisten en hablar de “colaboración público-privada”, eufemismo tan gastado como peligroso si se decide privatizar la gestión de pruebas diagnósticas, listas de espera o servicios esenciales. Debería estar prohibido privatizar el riesgo, algo que en materia de sanidad se mide en vidas humanas cuando una carta no llega, se deja de hacer una llamada o un informe se traspapela. 


- ¿Acaso no sabes que ser responsable de una sola vida te obliga a dimitir?, le preguntó también en el parlamento andaluz Anabel a Moreno Bonilla. Con esta pregunta se interpelaba a toda una forma de gobernar, un estilo perverso que ha normalizado conceder contratos a empresas amigas aunque eso signifique el deterioro de la atención al paciente. Allí donde gobierna el Partido Popular se repite siempre el mismo esquema: Madrid, con flagrantes escándalos como el reciente de Torrejón, con hospitales públicos convertidos en negocios privados y urgencias cerradas; Valencia, con el experimento fallido de concesiones sanitarias; Galicia, con derivaciones masivas a clínicas privadas que vacían los centros públicos… y así sucesivamente. 


Desde las derechas intentan justificarlo hablando de eficiencia, pero saben de sobra que no hay eficiencia posible cuando se rompe la cadena de cuidados. Se les llena la boca ponderando la libertad de elección, pero se callan que esa libertad, al final, solo acaba existiendo para quien puede pagarla. Hasta presumen de modernización, cuando los resultados son una atención primaria desmantelada, profesionales precarizados y exhaustos y la ciudadanías con una sensación de indefensión cada vez mayor cada vez que necesita ir a un centro de salud o a un hospital.


Jugar con la Sanidad es un crimen. No se puede gobernar pensando solo en las cifras y olvidando que tus decisiones afectan directamente a la salud de seres humanos y preocuparse más por los puntos que pierdes en las encuestas que por ellos. La mujer que interpeló a Moreno Bonilla en el parlamento de Andalucía exigía responsabilidad política. Lleva razón, qué menos que asumir consecuencias cuando tus decisiones dañan a personas que, para más inri, te eligieron para gobernar. 


El presidente no supo o no quiso contestarle a Anabel es posible que por falta de empatía, pero también porque es bastante probable que no supiera qué decirle. Intenta ir de suavón, pero hay que tener mucha cara para mirar a los ojos a la víctima directa de un modelo de gestión sanitaria que pone el beneficio por delante de la salud y al que no piensas renunciar. Quienes vuelvan a votarle ya saben lo que hay.


Llegan las navidades, las luces en San Telmo, los discursos de concordia, los tópicos mensajes de esperanza grabados con fondo de belén. Moreno Bonilla hablará de familia, de ilusión, de brindar por el futuro y lo hará sin dificultad, porque el poder también sirve para blindarse emocionalmente. Pero al otro lado hay mesas donde falta alguien, diagnósticos que llegaron tarde, andaluces que vivirán estas fiestas entre hospitales y quimioterapia y que recordarán que todo empezó con una carta que no llegó. 


J.T.


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