Me paro en el quiosco a por el periódico. ¿Me da dos cigarros? escucho a mi lado. ¿Te compran tabaco suelto? le pregunto al quiosquero. Vendo más suelto que en paquetes, me dice.
Me paso por el puesto de la carne, en el mercado. En la cola, las cuatro personas que estaban antes que yo compran pollo, cerdo, croquetas... Voy a dejar de traer filetes, chuletones y entrecots, me comenta el carnicero.
Quedo con unos amigos el viernes por la noche. Antes decíamos quedamos para cenar. Ahora decimos nos vemos y tomamos una tapitas. 7-8 euros por cabeza, diez como máximo. Y punto.
Copas nocturnas en el pub habitual. Antes cada fin de semana, ahora... de vez en cuando: cervezas, tintos de verano y riojas. O directamente coca cola light. Cubatas, gintonics o güisquis? Menos, pero que muchos menos, nos confirma la chica de la barra.
Llamamos a una pareja de amigos, estamos aquí debajo de vuestra casa. Os esperamos en el bar de otras veces y tomamos un café. No, mejor subid vosotros. Llevan tiempo sin salir porque lo están pasando mal económicamente, me dice la persona que me acompaña.
Voy al cine, película de estreno, sábado tarde. Los cuento: 23 espectadores.
Salgo a mi hora de caminata diaria, llego hasta la playa, veo un restaurante: menú del día, cinco euros. ¿La mitad que el año pasado?, les pregunto. Es que ni así entra mucha gente, me contestan. Y no queremos cerrar.
Paso por una oenegé que se dedica a vender ropa de segunda mano. Llena.
Rastro benéfico de mi barrio. Tenéis menos muebles que antes, comento. La gente se desprende cada vez de menos cosas, me dice el encargado.
Hablo con unos amigos cuyo hijo empieza la universidad el año que viene, ¿vacaciones? este año ese dinero va a ser para la matrícula en la facultad.
Me tomo una caña en el bar de la esquina. Yo antes tenía un bar, me dice el camarero, con dos personas más en una zona de oficinas. Cuando empezaron a cerrar los negocios me quedé solo en el bar. Luego tuve que cerrar, menos mal que he encontrado esto después de casi un año sin trabajo.
Llamo a unos amigos jubilados para visitarlos en su casa de la ciudad. No vengas, nos hemos ido a la casa de la playa. Ni la vendemos ni podemos con la hipoteca, ahora vale la tercera parte, así que hemos puesto en venta la casa de la ciudad, también por la mitad de lo que nos costó a ver si por lo menos podemos pagar lo que debemos aquí. Tampoco está mal vivir todo el año en la playa.
Pregunto por sus hijos a una pareja que llevaba algún tiempo sin ver. El mayor está en Copenhague, sobreviviendo, y la pequeña acabó arquitectura, sigue en casa y se está pagando un máster con lo que saca trabajando en el mcdonalds.
Me encuentro con un amigo, padre de dos niños pequeños, que llevaba unos tres años separado. He vuelto, a casa, tío. Mi mujer y yo hemos aplicado mentalidad práctica. Tampoco nos llevábamos tan mal...
Hablo con una antigua compañera de trabajo. ¿Tu madre qué tal? La hemos sacado de la residencia y la tenemos de nuevo en casa. Desde que mi marido se quedó también en paro, los novecientos euros que tiene ella de paga nos vienen fenomenal para aguantar.
Decididamente, este primero de mayo no puedo faltar a la manifestación. ¿Y tú?
J.T.
Publicado también en la sección de "Opinión" de publico.es
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