Uno de los efectos más salutíferos del periodismo es su capacidad de cabrear.
No es obligatorio que el buen periodismo cabree por sistema, pero lo que sí es cierto es que el buen periodista no debe perder ni un solo segundo en preocuparse por los cabreos que puede provocar el resultado de su buen trabajo. Si es un buen trabajo, es un buen trabajo y punto. Y por lo general un buen trabajo periodístico es raro que no acabe cabreando a alguien.
Esta semana vamos servidos de cabreos: El PP se ha dejado de rodeos y ya ha enviado una carta al director del El País de claro cariz intimidatorio, donde se le advierte de que se atenga a las consecuencias si continúa publicando papeles de Bárcenas.
El ejemplar miembro de la todavía familia real y brillante exjugador de balonmano Iñaki Urdangarín ha conseguido evitar la publicación de los correos filtrados por su exsocio Diego Torres recurriendo a la justicia que le enjuicia. Amenaza este intachable ciudadano con demandar por vulneración al derecho de la intimidad nada menos que a siete medios de comunicación: El Mundo, Telecinco, Semana, Pronto, El Economista, El Confidencial Digital y El Semanal Digital.
No hay que olvidar que precisamente la publicación de estos correos ha sido lo que ha permitido destapar detalles insólitos sobre el caso Nóos que incluso han servido para la imputación de la Infanta Cristina.
Sigo: Antes de ser reelegido presidente de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas, últimamente tan aficionado a las reuniones secretas anunció una querella contra el diario El Mundo por haber publicado informaciones que le acusaban de corrupción y de desviar dinero a paraísos fiscales.
No te digo nada de la familia Pujol, en la que andan todos más cabreados que una mona y advierten a quienes les atacan que las cosas no se van a quedar así.
He puesto solamente algunos ejemplos recientes. Suficientes para evidenciar que el trabajo periodístico, cuando está bien hecho, tiene muy difícil no acabar cabreando a alguien.
Y ese alguien, que cuando hizo lo que hizo se creyó inexpugnable, cuando ve publicado lo que él manejó entre discreciones y confidencias no da crédito y, entre el desconcierto y la indignación, no sabe hacia dónde disparar: ¿hacia quien le ha sido desleal? ¿hacia su falta de precaución? Ni hablar. Mucho más fácil ir directo a por el mensajero y advertirle de que no sabe dónde ni con quién se está metiendo y que se le van caer los palos del sombrajo como insista en seguir dando por culo.
¿Que no se intimidan? Pues entonces querella al canto.
No se quieren enterar que el sentido que tiene la existencia de la prensa libre es precisamente que nadie pueda sentirse con la capacidad de mangonear a sus anchas sin que eso arrastre consecuencias.
Mira que es viejo lo de querer "matar al mensajero"
Pues nada, seguimos en las mismas.
Se cabrean, luego cabalgamos.
J.T.
Es muy gratificante leer tus palabras, Juan, porque los "ciudadanos de a pie" también estamos muy cabreados, y también nos atacan cuando protestamos con los medios que tenemos a nuestro alcance, porque desgraciadamente los medios de comunicación muy a menudo han dejado de ser nuestra voz, desde que los periodistas aceptan "ruedas de prensa" sin preguntas y se publica y emite sólo con un criterio de rentabilidad. Saludos desde Madrid!
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