lunes, 8 de abril de 2013

Españoles por el mundo, ¿se van o los echan?

- Papá, me voy a Alemania

Corría el verano de 2008 cuando mi hija mayor me dijo esta frase que tantos españoles de mi generación hemos escuchado de boca de nuestros hijos en algún momento de los últimos cinco años. Le gustaba Berlín, había decidido hacer allí su máster y luego ya vería. Ese "luego ya vería" se convirtió en que comenzó a trabajar allí cuando terminó los estudios y ya va camino del quinto año fuera de nuestro país.

Desde entonces su majestad el skype nos ha mantenido en contacto, yo he ido a verla cuando he podido y ella ha venido también (más veces que yo allí) con la frecuencia que le ha sido posible. Sobre su estado de ánimo no voy a contar nada aquí porque corresponde a su esfera personal. Hablaré de mí, de cómo vivo yo la historia y de lo que me parece que le está pasando a la gente joven de nuestro país.

A mí me satisface que mi hija se esté abriendo camino en la vida, y me da igual donde sea. Pero no puedo evitar que me asalte una terrible asociación de ideas: el recuerdo de las lágrimas que, cuando yo era niño, presenciaba cada vez que desde mi pueblo de la Alpujarra almeriense veía partir un autobús repleto de lugareños para ganarse en Alemania el jornal que en España no podían. Porque la situación actual, salvando las distancias, empieza a tener demasiadas similitudes con aquella.


Como me ocurre a mí, los hijos de muchos de mis amigos inundan en estos momentos no ya el mapa de Europa sino del mundo entero. Bangkok, Durban, Doha, Seatle o Wellington acogen ahora mismo en sus calles y plazas a hijos de amigos míos que se ganan la vida con mejor o peor fortuna. El denominador común de nuestras vidas es la cuenta de skype y el rastreo de billetes de avión comprados con antelación para poder ir a visitarlos a precios asequibles.

Así estamos, según los datos, aproximadamente unas 400.000 familias en toda España. Con nuestros hijos desparramados por  Ámsterdam,  Bruselas, Buenos Aires, Copenhague, Dublín, Lisboa, Londres, Munich, Nueva York, París, Roma, Santiago de Chile, Berlín o Viena. Muchos de ellos salieron este domingo siete de abril a la calle con una pancarta cuyo rotundo lema "no nos vamos, nos echan" unos podemos compartir más que otros, pero es cierto que la frase define un estado de ánimo que afecta a un buen porcentaje de los jóvenes españoles que viven y trabajan fuera de nuestro país.

Salieron a la calle en 33 ciudades de todo el mundo para secundar la iniciativa puesta en marcha por la plataforma "Juventud sin futuro". 33 ciudades donde jóvenes españoles denunciaron la falta de expectativas profesionales que España les ofrece. Y que si están fuera no es precisamente porque les vaya bien sino porque entienden que al menos serán capaces de sobrevivir mejor que aquí. 

Es cierto que ha cambiado la actitud de quien se marcha fuera. Hasta hace cinco-seis años podían hacerlo, como ha ocurrido toda la vida, porque era una posibilidad  que estaba ahí y que si se querían se aprovechaba. Pero ahora se marchan fundamentalmente por exclusión, porque no tienen más remedio, porque aquí en España tienen muy poco, o nada, que hacer. Entre los menores de 25 años hay un 57,6 por ciento de paro.


Por eso no se puede tolerar que a Marina del Corral, secretaria general de Inmigración y Emigración, no se le cayera la cara de vergüenza cuando hace unos días atribuyó la marcha de jóvenes españoles al extranjero "al impulso aventurero de la juventud". La señora del Corral  considera "desvirtuados los discursos que sostienen que la salida de trabajadores cualificados españoles está estricta y únicamente vinculada a la situación de crisis". Es decir, que el barco se hunde y los pasajeros no tienen más remedio que tirarse al agua, pero hay muchos a los que le gusta nadar. Y se queda tan pancha.

A pesar del brillante dictamen de la eminente secretaria general de Inmigracion y Emigración, para un joven español marcharse al extranjero ha dejado de ser una opción y se ha convertido prácticamente en una obligación. Ahí está el quid. O te mueres de asco o te vas.

Claro que marcharse no significa que no te vayas a morir de asco igualmente. Como nos recuerda en alguno de sus editoriales la página web de Juventud sin Futuro, "la precariedad es un mal endémico en toda Europa, y se sufre igual en inglés, alemán o francés que en español. Muchos de los jóvenes que se han marchado fuera pasarán un largo periodo encadenando trabajos temporales, poco relacionados con su cualificación, carentes de derechos y con salarios ínfimos".  Y luego ya veremos porque eso de que se trata de una situación pasajera, y que en breve quien quiera podrá regresar porque volverá a haber trabajo aquí, eso... está por ver.

Mientras tanto muchos de mis amigos y yo, que aún recordamos aquellas maletas de cartón con las que tantos de la generación que nos precedió se marcharon a Alemania, nos seguiremos apuntando al skype y a la búsqueda de vuelos baratos al tiempo que terminamos de ver crecer a los hijos más pequeños que aún tenemos en casa. Haciendo votos porque si también deciden marcharse, que sea porque lo eligen libremente. No porque no les quede otro remedio.

J.T.


5 comentarios:

  1. Precioso post, que combina con gran estilo el momento personal con el social. Yo le diría a esta señora, cuyo nombre no he querido memorizar,que el "espíritu aventurero" ha sido PProvocado con la peor plaga que ha sufrido Europa:La Troika y sus rePPresentantes en Españistan.
    Un cordial saludo

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  2. Gracias, amigo Gallardete. Eres muy amable

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    1. Amiga Gallardete,Juan.Seguro que te suena @TiwtDiscordante en Twitter. :)

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  3. Los hijos de la gilipollas ésta (lo siento, pero mi rabia me impide más moderación) acabarán enchufados en cualquier gran empresa ganando 2.000 euros desde nada más empezar. De ahí ese balance desde los ojos de alguien que se encuentra en las antípodas de la situación de la que habla y que ni se ha molestado en hablar con quien sí la sufren.

    Me licencié en 2009, con 23 años, en periodismo, por más desgracia que suerte, y desde entonces ya he saltado a la siguiente franja de parados, por lo que ni siquiera cuento en esos "menores de 25". También soy de los que a temporadas se rebota y ni renueva la demanda de empleo, por lo inservible del trámite.

    Lo que estamos viviendo es totalmente tercermundista. Cuando los lugareños de los que hablas emigraban en los 60, España estaba encasillada en el subdesarrollo en la mayoría de los índices sociales, económicos y culturales. ¿Y ahora? Porque hasta las narices estoy de oír el dichoso argumento de la cualificación. QUE NO, SEÑORES!! Que los licenciados en paro nos contamos por millones!!

    Por lo agrio de mi comentario observarán que aún no me he ido de aquí, y me estoy muriendo de asco.

    Me ha gustado mucho tu post, como dicen arriba, por esa conjugación de lo personal y lo social, con bastante serenidad.

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  4. Usted disculpe, "amiga" Gallardete. !!Glub!! :-)

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