miércoles, 15 de noviembre de 2023

Del desafuero al esperpento

Rosarios, muñecas hinchables, jueces a las puertas de los juzgados, manifiestos de asociaciones de todo tipo, igual hasta de comunidades de vecinos; obispos rasgándose las vestiduras, guardias civiles dispuestos a derramar su sangre, puede que hasta bomberos y guardas jurados; himnos antediluvianos, pancartas con faltas de ortografía, ruido, ruido y más ruido. Tamaño desafuero invita a deducir que se han pasado varios pueblos con tanto postureo, pero la verdad es que da un poco de miedito. No es fácil saber dónde acaba la fantochada y empieza el peligro serio. 

Los crucifijos y los sables, las plegarias y las pistolas han ido muchas veces de la mano como desgraciadamente sabemos. No es cuestión de ponerse tremendista, pero tampoco de minimizar, ni mucho menos despreciar, las esperpénticas puestas en escenas de estos días por fascistas y menos fascistas; no todos son radicales, y no todos saben por qué demonios están haciendo lo que hacen, pero lo hacen. 

Si se trata de un guión preconcebido, quiero conocer al máquina que está escribiéndolo y que me diga lo que toma, por favor, pero mucho me temo que se trata de una conjunción de factores con un denominador común que no es ni la amnistía, ni la ruptura de España, ni el cabreo porque no metan a Puigdemont en la cárcel. Todo son excusas, porque la razón última es el dinero y solo el dinero: los muchos miles de millones que casi tocan con las manos para trincar a manos llenas y que ven que se les escurren sin remisión. 

Esa es la razón que explica la histeria de quienes no acaban de admitir que está a punto de consumarse lo que han intentado evitar a toda costa. Iban a ser ellos los que partieran el bacalao los próximos cuatro años, la derecha ultra y la ultraderecha, y aún no han digerido que los números no se lo permitan, que la suma no dé. 

El papelón este martes de Feijóo ante la prensa extranjera confiando en un Bruselas que pocas horas después respaldaba a Sánchez y sus pactos y dejaba en evidencia al presidente del PP una vez más, produce verdadera vergüenza ajena. Como el de González Pons, presionando al Tribunal Constitucional, el mismo personaje que pocas semanas antes había estado flirteando sin disimulo con Junts por si caía la breva. 

El despliegue de estos días, esa desesperación, es la mejor prueba de la necesidad de un gobierno como el que, si todo va como es deseable, habrá de formarse tras la investidura este jueves de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. 

J.T.

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