sábado, 4 de noviembre de 2023

Crecen los tertufachas


Hablan de Israel y de Palestina sin saber ni siquiera dónde están; a más de uno, y de una, se le nota que no acaba de entender qué es Gaza y qué es Cisjordania; no solo no conocen los orígenes del conflicto, sino que ni siquiera parecen muy preocupados por estar al día de los hechos más recientes, por nutrirse de datos que les permitan opinar con un cierto conocimiento de causa. No contrastan, no buscan fuentes alternativas, les basta y se muestran satisfechos con poner la cara para reforzar las consignas dominantes y cobrar por ello una pasta gansa, aunque cada vez menos gansa, que todo hay que decirlo. Eso en cuanto a los llamados periodistas. 

En cuanto a juguetes rotos como Cristina Cifuentes, Susana Díaz o Esperanza Aguirre no creo que tampoco cobren mucho, pero cuando hablan de política nacional al menos saben de lo que hablan y no engañan a nadie: aprovechan el altavoz que se les brinda para arrimar el ascua a su sardina. La presencia de estos personajes, y de algunos aún más patéticos -se me ocurre a bote pronto un tal Vaquerizo- han terminado por liquidar el prestigio de muchos espacios televisivos y radiofónicos, si es que alguna vez lo tuvieron. 

Los programas que recurren a este tipo de figuras para sus tertulias parece claro que han decidido renunciar a hacer periodismo. Todo es propaganda, sesgo, tirar de cualquier hilo sin preocuparse por si es un bulo o no, solo de si es útil para poner a caldo al adversario. Y el adversario siempre suele ser el mismo, las izquierdas porque, a día de hoy, en el noventa por ciento de los medios, instituciones públicas incluidas, se defienden los intereses de la derecha.  

Espacios como La noche en 24 de tve, con ese presentador de piel tan fina que lo presenta y dirige, defienden su nada creíble ecuanimidad argumentando que ellos buscan el equilibrio dando voz a todas las sensibilidades, pero es mentira. Entre otras cosas porque su preocupación básica es que el ABC, La Razón o El Mundo no se enfaden con ellos, que no los enfilen. Luego, ya si eso, se les otorga voz a El País y algún que otro representante de digitales no demasiado de derechas. Misión cumplida. 

De vez en cuando brindan alguna excepción, es verdad, pero con el cronómetro en la mano para atenerse al porcentaje de representatividad que cada fuerza tenga en el congreso de los diputados. Y eso, Xabier Fortes lo sabe de sobra, no es exactamente hacer periodismo. A veces esa obsesión con las cuotas y esa presencia de invitados como Pablo Fernández, por ejemplo, me recuerdan la manera de funcionar del Opus Dei, que siempre procura tener entre sus miembros un carpintero o un albañil como coartada para enseñarlos cuando se les acusa de elitistas. 

Aún así, tve sale ganando en las comparaciones con las televisiones autonómicas. El Consejo Profesional de Canal Sur, la radiotelevisión andaluza, acaba de hacer público un listado denunciando 250 casos de malas prácticas profesionales que evidencian la falta de independencia y cómo la manipulación y la propaganda están ahí ya cronificadas. Del mundo de los medios privados mejor ni hablar, entregados como andan de pies y manos a propiciar un crecimiento de la derecha que no acaba de llegar. Y mira que se empeñan, los pobres. Produce verdadera vergüenza ajena comprobar lo previsibles que son.  

Con lo fácil que resulta invitar a que participen en los coloquios personas que conozcan la materia de la que se habla, ¿por qué no suele hacerse? Pues entre otras razones porque no pueden controlar ni atar corto a los especialistas cuando son estos quienes intervienen, como suelen hacer con los estómagos agradecidos habituales, que siempre andan con miedo a que se enfaden los jefes y dejen de contar con ellos. Además, un especialista puede dejar en evidencia a los presentadores a las primeras de cambio, porque por lo general estos suelen prepararse los temas que abordan de manera muy superficial.  

Un experto es un peligro, por eso es mejor un tertuliano, o un tertufacha con ganas de trepar que refuerce el argumentario pepero de la jornada y reproduzca bulos sin pudor y con el mejor de los desparpajos. Tal como funcionan en la actualidad en nuestro país, las tertulias de radio y televisión se han convertido en un punzante cáncer para el periodismo. Muy pocas se salvan. Llevamos cuesta abajo mucho tiempo, pero desde el siete de octubre la desvergüenza se ha multiplicado. Unos son los buenos y otros los malos, y eso es lo que hay. Punto. 

En el panorama de los medios públicos solo existe uno que yo conozca que está haciendo estos días, a propósito del conflicto en Oriente Medio, un trabajo para quitarse el sombrero. Se trata de “En Jake”, magazine de media mañana dirigido y presentado por Xabier Lapitz en la televisión vasca. Véanlo si pueden, emiten en castellano y el mundo digital permite acceder a él sin ninguna dificultad, a cualquier hora y en cualquier lugar. Una isla de buen periodismo en medio del océano tertufacha que nos ahoga, una frescura que nos aleja de ese estomagante foco madrileño donde se concentra la mayor parte de la oferta de comunicación audiovisual que a día de hoy se consume en España.  

J.T.

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