Si la cara es, como dicen, el espejo del alma, la de Mariano Rajoy desde el pasado viernes es un verdadero poema. Fíjense bien, por ejemplo, en las fotos de su visita al jefe del Estado: se le ve como más avejentado, prominente papada, galopante tonsura y un tinte del pelo sin su proverbial empaque. Es más, en alguna de las fotos de perfil, tanto en Zarzuela como en su posterior rueda de prensa en Moncloa, podría decirse que hasta usa peluquín, de lo desarreglada que lleva la media melena. El sábado en Córdoba, en la reunión que tuvo con la directiva de su partido, parecía tener la voz algo quebrada y no era capaz de enhebrar ni las frases más sencillas sin mirar los papeles del atril…
En una misma jornada, había recibido tres palos gordos seguidos: la oferta de Podemos al Psoe, la imputación a su partido por la destrucción de los discos duros de Bárcenas y la dimisión del número tres del entorno de Soraya por su presunta implicación en el oscuro caso de comisiones de la empresa Acuamed. Estaba abatido y le costaba disimularlo, pero como es un superviviente profesional, al negarse a la investidura encontró la manera de prolongar la incertidumbre, devolver la bofetada y de paso asegurarse las primeras páginas de los periódicos del sábado.
En otro día cualquiera los periódicos hubieran abierto a toda pastilla con la primera imputación a un partido político en la historia de nuestra democracia reciente. Incluso la dimisión de Ramos de Armas, tiempo trabajando codo a codo con Soraya, hubiera aparecido muy destacada en una de esas jornadas escasas de noticias. No fue el caso del viernes 22. Unos días tanto y otros tampoco. "Iglesias ofrece...": trending topic; "Sánchez contesta que gracias, pero que no hay atajos...": trending topic. Así que Mariano decidió no ser menos y terminar de redondear, con su golpe de efecto, una "jornada histórica" más en los pocos días que van de año. Menudo ritmo de jornadas históricas llevamos, pardiez!
La decisión de Mariano de no presentarse a la investidura fue un golpe de efecto a la gallega, quizás para complacer a su afición. O para desconcertarla, vaya usted a saber: no me presento, pero de momento, y cuando llegue el momento ya veremos si me presento. Cuando se le preguntó si contemplaba la posibilidad de que fuera otra persona del pp, y no él, quien acabara presentándose, el candidato intermitente pareció salir de su estado de postración y se revolvió: los votos el 20-D se habían conseguido con él como cabeza de lista, luego no era contemplable la posibilidad de ser sustituido. Tendría el alma atormentada, pero se defendía bien. La experiencia acumulada de tantos años le había resultado útil para competir el viernes en audacia con la osadía de Podemos.
Él también sabe sacar conejos de la chistera, jugar al póker... y esperar, sobre todo esperar. Además, está convencido que juega con las cartas marcadas a su favor. Que Merkel, el Ibex-35, Felipe González y Antonio Caño le harán el trabajo sucio hasta que Sánchez o quien haya de sustituirlo caiga rendido a sus pies. Este moribundo ya ha resucitado varias veces. Desde 2004, nadie daba un duro por él. Le pegaron otro revolcón en 2008, pero en 2011 se desquitó y miren ustedes por dónde va ya el hilo de la cometa.
Más vale pues que no nos dejemos engañar por la cara de derrotado que tenía Mariano el viernes. De este desconcertante personaje (tan torpe unas veces, tan flamígero otras) podemos -y debemos- temer siempre lo peor.
J.T.
En una misma jornada, había recibido tres palos gordos seguidos: la oferta de Podemos al Psoe, la imputación a su partido por la destrucción de los discos duros de Bárcenas y la dimisión del número tres del entorno de Soraya por su presunta implicación en el oscuro caso de comisiones de la empresa Acuamed. Estaba abatido y le costaba disimularlo, pero como es un superviviente profesional, al negarse a la investidura encontró la manera de prolongar la incertidumbre, devolver la bofetada y de paso asegurarse las primeras páginas de los periódicos del sábado.
En otro día cualquiera los periódicos hubieran abierto a toda pastilla con la primera imputación a un partido político en la historia de nuestra democracia reciente. Incluso la dimisión de Ramos de Armas, tiempo trabajando codo a codo con Soraya, hubiera aparecido muy destacada en una de esas jornadas escasas de noticias. No fue el caso del viernes 22. Unos días tanto y otros tampoco. "Iglesias ofrece...": trending topic; "Sánchez contesta que gracias, pero que no hay atajos...": trending topic. Así que Mariano decidió no ser menos y terminar de redondear, con su golpe de efecto, una "jornada histórica" más en los pocos días que van de año. Menudo ritmo de jornadas históricas llevamos, pardiez!
La decisión de Mariano de no presentarse a la investidura fue un golpe de efecto a la gallega, quizás para complacer a su afición. O para desconcertarla, vaya usted a saber: no me presento, pero de momento, y cuando llegue el momento ya veremos si me presento. Cuando se le preguntó si contemplaba la posibilidad de que fuera otra persona del pp, y no él, quien acabara presentándose, el candidato intermitente pareció salir de su estado de postración y se revolvió: los votos el 20-D se habían conseguido con él como cabeza de lista, luego no era contemplable la posibilidad de ser sustituido. Tendría el alma atormentada, pero se defendía bien. La experiencia acumulada de tantos años le había resultado útil para competir el viernes en audacia con la osadía de Podemos.
Él también sabe sacar conejos de la chistera, jugar al póker... y esperar, sobre todo esperar. Además, está convencido que juega con las cartas marcadas a su favor. Que Merkel, el Ibex-35, Felipe González y Antonio Caño le harán el trabajo sucio hasta que Sánchez o quien haya de sustituirlo caiga rendido a sus pies. Este moribundo ya ha resucitado varias veces. Desde 2004, nadie daba un duro por él. Le pegaron otro revolcón en 2008, pero en 2011 se desquitó y miren ustedes por dónde va ya el hilo de la cometa.
Más vale pues que no nos dejemos engañar por la cara de derrotado que tenía Mariano el viernes. De este desconcertante personaje (tan torpe unas veces, tan flamígero otras) podemos -y debemos- temer siempre lo peor.
J.T.
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