martes, 8 de diciembre de 2015

Por qué Rajoy nos ha quitado el miedo

Algo hay que agradecerle a Rajoy. Ya no tenemos que tenerle miedo a nada, porque todo lo que podíamos temer, ya nos ha pasado. En 1978 se cerró en falso una Constitución chirriante porque había miedo a los militares fascistas y golpistas, quedaban muchas cicatrices sin cerrar, recuerdos trágicos aún frescos y el fantasma de la guerra civil paseándose aún por muchas calles de pueblos y ciudades españolas. El dictador se despidió matando y algunos de los ministros que le acompañaban cuando firmó sus últimas penas de muerte, incluso continuaron en la política activa mucho después de ser aprobada la Constitución aún vigente. Miedo, había miedo.

En 1982 se votó en masa la oferta política de unos osados jóvenes que nos aseguraban un cambio, pero sin acritud, sin cuestionar los muertos que quedaban en las cunetas, ni los omnipresentes símbolos franquistas, ni el invasivo protagonismo de la iglesia católica en nuestro día a día, ni la convivencia en el hemiciclo con inquietantes personajes que debían todo lo que eran a su pasado franquista. Unos osados, pero acojonados jóvenes, que prometieron un referéndum para sacarnos de la OTAN y acabaron convocándolo, sí, pero para permanecer en ella. En 1986 votamos permanecer en la organización atlántica porque tuvimos miedo a las consecuencias de salirnos de ella. Ahí continuaba estando el miedo.

Formábamos ya parte de Europa y comenzó a haber avances en materia social (sanidad, educación...), se construían autovías por un tubo, pero no había manera de sacudirse el miedo de encima. Demasiados tabúes han aguantado demasiado tiempo: la monarquía y sus trapicheos, la iglesia y sus indefendibles prebendas en un estado laico...

El país progresaba, sí, en los noventa organizamos una Expo en Sevilla y unos Juegos Olímpicos en Barcelona que asombraron al mundo, éramos modernos ya y parecíamos homologados con democracias avanzadas, pero no: a la hora de votar lo hacíamos con miedo, miedo a los cambios, miedo a más democracia, miedo a terminar con las hipotecas del pasado y a no poder pagar las deudas en que nos habíamos metido, muchas de ellas sin ninguna necesidad.

Fruto de esos miedos acabó apareciendo Rajoy en el horizonte, cuando ya llevábamos gastado un decenio largo del siglo XXI. Llegó Rajoy y, mire usted por dónde, Rajoy ha sido quien nos ha quitado el miedo. Nos gastó tantas putadas desde el minuto uno de su legislatura que el miedo empezó a tenerlo él. Actuaba como lo hacía en nuestra infancia el gafotas repelente, chivato y pelota del cole, que en el recreo no salía al patio porque temía que lo infláramos a collejas. Mariano, actuando como repelente pelotas de Merkel, empezó pronto a tener miedo a "salir al recreo". Fue entonces cuando descubrió los garajes y las puertas falsas para escapar, a comparecer por plasma, a poner pies en polvorosa ante cualquier situación comprometida que se le presentara...

Ha llegado la campaña electoral y continúa igual. Escondido, sin dar la cara en los debates. No puede con su miedo tras haber conseguido que nosotros hayamos perdido, por fin, el nuestro. Puede que estas elecciones sean las primeras en que haya una mayoría de españoles que vote sin miedo. Porque ¿a qué podemos tenerle miedo ya? ¿a no tener empleo? ¿a estar en el paro y que se nos acabe la prestación? ¿a que nos echen del trabajo sin indemnización? ¿a perder la seguridad que antes nos proporcionaba un contrato fijo? ¿a tener que pagar las medicinas cuando te jubilas? ¿a no saber qué será de nosotros si nos ponemos enfermos? ¿a que nuestros hijos no tengan trabajo aquí y se tengan que marchar al extranjero? ¿a que los antidisturbios nos apaleen si nos manifestamos? ¿a que nos metan un multón si se nos ocurre hacer fotos a un policía?

Mariano Rajoy ha puesto en bandeja, incluso a los más reticentes a los cambios y hasta a sus más incondicionales partidarios de siempre plantearse que, venga quien venga, ya es difícil que nos puedan putear mucho más de lo que lo ha hecho este gobierno pepero ¡Como no nos dejen embarazos!

J.T.

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