¡Qué pereza tanta pamplina! Me tienen harto los fachas. Mucho. Me parece muy grave la campaña contra Facu Díaz. Es verdad que soy amigo suyo y que me preocupa su suerte, pero en este caso más que la suerte de mi colega -tiene buenos abogados y él tampoco se achanta tan fácilmente-, lo que me parece más alarmante aún es el síntoma, lo que significa que en un régimen de libertades, escribir y protagonizar un sketch humorístico pueda acabar con tu culo calentando un banquillo de la Audiencia Nacional.
Me preocupa el carácter de precedente que tiene, a estas alturas de la película en nuestro país, que alguien a quien no le gusta una broma tuya pueda buscarle las vueltas hasta conseguir meterte un puro importante. Me preocupa que ese alguien, que representa una asociación de víctimas del terrorismo, en realidad actúe de manera paragubernamental. En nombre de un gobierno que lleva tres años poniéndose morado triturando libertades y que no encuentra manera de pararle los pies a gentes que, como Facu, se limitan sencillamente a ejercer la libertad de expresión a través del humor.
Me preocupa que para hacer humor en este país haya que plantearse cogérsela con papel de fumar o, de lo contrario, poseer acreditada madera de héroe. O de irresponsable. Los que no hemos nacido con la capacidad de hacer reír a los demás nos dividimos en dos tipos de personas: quienes nos morimos de sana envidia hacia los que tienen esa capacidad y nos divertimos con ella y aquellos que directamente no soportan según qué gracietas y se cabrean. Hasta ahí bien, pero ¿qué ocurre cuando quien no soporta esas gracietas es alguien con poder?
Nada más molesto para esta gente que un cachondo mental dotado de la capacidad de poner, tan solo con un chiste, tus vergüenzas y tus miserias al descubierto. Nada más enervante que un espejo cuando te enseña una imagen de ti mismo que no te apetece reconocer. El mundo está lleno de madrastras de Blancanieves que dedican su vida a buscarle la ruina a quien se atreve a decirle lo que no quiere oír, y más si es capaz de hacerlo con gracia.
Los poderosos tienen en el humor su verdadera prueba de fuego. Hay quienes saben asumirlo, los menos, y quienes a las primeras de cambio no resisten la tentación de cortarle los huevos al osado bufón que se atreve a rebasar según qué líneas rojas. Que para eso son ellos los que mandan, qué cojones.
Hasta hace muy poco en nuestro país la iglesia, o la monarquía, no tenían necesidad ni de tomar represalias contra los humoristas porque, sencillamente, abordar según qué temas era directamente tabú. Nunca agradeceremos suficiente el accidente de Botswana en 2012. Y aún así, una portada de El Jueves caricaturizando el relevo real el pasado mes de junio acabó con el autosecuestro de la edición por parte de la empresa editora y la marcha de la revista de buena parte de su histórica plantilla.
Sin ser capaces de reírnos de nosotros mismos estamos perdidos. El humor es terapia, es pedagogía, y al contrario de lo que suele suceder, por escaso debería ser un bien protegido. Desde Aristófanes sabemos que sin humor no hay vida, ni libertad, ni progreso. Por eso, como ya explicaba en este mismo blog el mes pasado. me parece tan importante y tan admirable el trabajo de mi amigo Facu y sus compañeros de La Tuerka News.
No me imaginaba entonces, cuando escribí aquel post, que la cosas acabarían yendo, apenas un mes después, por los derroteros que van hoy. Espero que la obligada visita de Facu a la Audiencia Nacional este jueves acabe siendo un mero trámite y punto. Sin más consecuencias. Que toda esta aventura, y su desmesura, le valga a mis amigos como espaldarazo, les suponga el reconocimiento que su esfuerzo merece y nada más.Y espero también, a ver si hay suerte, que ningún malfollao sin sentido del humor les vuelva a tocar las narices por hacer su trabajo.
J.T.
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