Yo no sé cuál será el tema estrella durante los encuentros/desencuentros familiares de la nochebuena de 2015, pero me da a mí que, como ha sucedido en ésta última, muy probablemente el asunto central seguirá siendo Podemos. Fieles a nuestra costumbre de transgredir las reglas no escritas por los defensores de la más exquisita politesse, esas que recomiendan no hablar de religión ni de política en reuniones de familia, parece que en materia de trifulcas y pollos familiares varios estas fiestas nos hemos puesto más púas que nunca. Había chicha, desde luego. Material nuevo y jugoso para darle vidilla a tanta reunión muermo.
¡Ay, aquellas entrañables complicidades navideñas entre cuñados donde, tras la exaltación de la amistad, se pasaba a los cánticos regionales a medida que se iban rellenando las copas, más tarde a los insultos al clero y cuando ya se vaciaba la enésima botella, aparecían esos históricos memoriales de agravios rematados por peleas tan tradicionales como patéticas! ¡Qué aburrimiento, siempre los mismos temas! Pero este año, no. Este año, señoras y señores... ha llegado Podemos, fenómeno tan inédito que todavía en Año Nuevo de 2014 no se podía brindar ni por su éxito ni por su fracaso. Entre otras cosas porque hasta el próximo día 17 no se cumplirá el primer año de la presentación en sociedad que los promotores del proyecto hicieron en el teatro que Alberto San Juan regenta en el madrileño barrio de Malasaña.
El anhelo, la expectativa y la lucha por cambiar las cosas siempre estuvieron ahí, sobre todo desde el 15M. Pero aquel día nació una "etiqueta", y un equipo dispuesto a dar el paso decidió que había llegado el momento de hacer su presentación en sociedad. Tomaba cuerpo aquel día un anhelo nuevo que, a tenor de todo lo que ha sucedido desde entonces, parece que esta vez no va a quedar solo en sueño. Lo que tantos deseamos tanto desde hace tanto... va a ser que sí, que esta vez se puede conseguir.
Porque nada es igual desde el pasado 25 de mayo, cuando los cinco eurodiputados y el millón doscientos mil votos de Podemos descolocaron tanto a los facinerosos de siempre que aún hoy, siete meses largos después de aquel día, los adversarios de la nueva opción política continúan siendo los mejores propagandistas de la voluntad de cambio porque, por más que lo intentan, no consiguen dar con la tecla adecuada para hacer pupa a quienes la promueven.
2015 es sin duda el año del suspense porque cuenta con todos los ingredientes de una película de intriga. Nadie sabe qué pasará pero a todos nos interesa. Personalmente no recuerdo tanta expectativa desde que murió Franco, o desde que nombraron a Adolfo Suárez presidente del gobierno. Entonces, como ahora, la ciudadanía se dividía entre quienes querían cambiar las cosas y quienes se resistían a que cambiaran.
Cuatro décadas después se echan de menos muchos asuntos que nadie se atrevió a promover en aquel entonces y sobran otros muchos también: sobran todos aquellos que nos han convertido en una democracia repleta de carencias, dependiente cada vez más de lobbies externos y con unos índices de corrupción cuya peste no se puede aguantar por más tiempo. Los ricos y los poderosos han abusado tanto de la capacidad de aguante de la gente de a pie, que una buena parte de ella anda ya con la papeleta de voto preparada para darles su merecido apenas abran las urnas.
Será 2015 sin duda un año vehemente, un año de anhelos y desasosiegos. Su agenda nace trufada de convocatorias electorales: en mayo decidiremos el gobierno de trece autonomías, el de más de ocho mil alcaldías y también sus correspondientes diputaciones... En Catalunya es muy probable que haya convocatoria autonómica más pronto que tarde. Andalucía... veremos lo que pasa y a final de año, si es que Rajoy tiene narices de aguantar hasta entonces, tachán, tachán, ¡elecciones generales!
No quiero ni imaginarme cómo serán los encuentros gastronómico-familiares en las navidades del año que viene. Perdón, de finales de éste, que ya estamos en 2015, el año de la vehemencia y el suspense. Feliz Anhelo Nuevo.
J.T.
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