domingo, 25 de enero de 2015

Gobierno andaluz ¿Casta o dinastía?


Lo de Andalucía no es una casta. Es una dinastía. Se mire como se mire no puede ser higénico que una misma formación política se perpetúe en el poder durante 35 años. ¿Democrático, legítimo, incuestionable? Por supuesto. ¿Saludable? Más bien poco. La alternancia en el poder es la garantía de la salud democrática.

Andalucía es la única autonomía española que no ha cambiado de partido político en el poder desde que se conformó el régimen del 78. Cuando esto no sucede es muy difícil evitar la aparición de vicios en el funcionamiento de las instituciones que no son buenas para el aire fresco. Para que salga todo el polvo de las alfombras hay que airearlas, llevarlas a la tintorería y, llegado el caso, cambiarlas por otras. Eso no ha sucedido nunca con los mecanismos de poder andaluces desde que tomó forma el Estado de las Autonomías.

Creo que nadie me puede discutir que por muy honesto, por muy competente, por muy legal que se sea, uno no se comporta igual en el poder cuando ve que pasan los años y no hay nadie que amenace su hegemonía. El Partido Popular ha sido tan torpe en Andalucía que lo único que ha conseguido, en cada convocatoria electoral, es asustar a sus potenciales electores hasta el extremo de que mucha gente que los votaría encantados - y que de hecho los vota en las municipales- no acaba de fiarse de lo que serían capaces de hacer con el gobierno de la autonomía en sus manos.

Izquierda Unida y el Partido Andalucista se han equivocado también una y otra vez. Las dos formaciones han "tocado pelo" en distintos gobiernos de coalición pero, cuando han estado en el poder, se han dedicado a disfrutar de las migajas y a rentabilizar sus parcelas sin poner nunca en peligro el predicamento socialista. Al contrario, en el caso del Partido Andalucista, en estos momentos no tiene ni representación en el Parlamento andaluz y en cuanto a Izquierda Unida... hubo un tiempo en el que se dedicaron a flirtear con el Partido Popular (la famosa pinza entre los años 94 y 96) y les salió caro: 16 años de ostracismo.Y ahora que parecian haber levantado cabeza, andan de nuevo a la greña con sus socios de gobierno y con unas perspectivas nada halagüeñas, según los sondeos, para la inminente convocatoria electoral.

El gobierno andaluz es lo más parecido a un gran cortijo. Algún libro se ha escrito sobre eso, y sobre la dificultad para que ese estilo de gobernar incorpore nuevos aires. A eso, sin duda, ha contribuido el hecho de que la única alternativa en el horizonte durante 35 años ha sido el Partido Popular, donde militan los defensores de los intereses de los señoritos y donde permanecen los herederos de quienes, en el referéndum del 28 de febrero de 1980, se posicionaron en contra de una autonomía plena para Andalucía.

Todo esto ha propiciado que legislatura tras legislatura, las caras en las consejerías, en los entes públicos, en las delegaciones del gobierno autonómico y en todas los intrumentos de poder andaluces continúen siendo los mismos. Que no haya habido jamás alternancia desde que existe el Estado de las Autonomías. Quienes hablan de casta en el caso del gobierno andaluz se equivocan. No es una casta, sino una dinastía. Una dinastía nacida en los primeros ochenta y que va por su quinta generación: Escuredo, Borbolla, Chaves, Griñán y ahora Díaz, perpetúan unos modos y maneras de entender la política que en su momento fueron sin duda beneficiosos para los andaluces, pero que ya se han quedado fuera de foco. Algo difícil de admitir para quien lleva tanto tiempo sintiéndose omnipotente, imbatible e indesbordable. 

A medida que transcurren los años, las dinastías suelen acabar mucho más preocupadas por perpetuarse en el poder que por servir a los intereses de aquellos ciudadanos a cuyos votos se deben. La mayor parte de su tiempo la dedicarán entonces a conspirar y a defenderse de las conspiraciones. ¿Gestionar? Eso también, pero lo importante es permanecer. 

Reparten subvenciones con sustanciosa generosidad pensando solo en su rentabilidad política. Y lo hacen empezando por los medios de comunicación. No hay en el espacio andaluz ni un solo medio, ni tampoco en el ciberespacio, que no mame de la teta de mamá Junta. Ni uno solo, ya sea de izquierdas, de derechas o mediopensionista. Así es como viene garantizándose la dinastía que gobierna en Andalucía que, hasta cuando recibe palos parezcan pellicos de monja. Así es como consigue que quien se proponga ponerlos a parir se lo piense varias veces antes de hacer peligrar la mamandurria.
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Eso en los medios privados, así que en los públicos que dependen de la Junta... para qué vamos a hablar. Susana Díaz afronta ahora la nueva convocatoria electoral sabedora de que cuenta con un impagable porcentaje de cartas marcadas: IU está fatal, el PP peor... Nadie parece estar en condiciones de hacerle sombra, y a quien podría hacérsela, las gentes de Podemos, aún muy verdes pero tercera fuerza electoral en los sondeos, basta con que los eficaces guardianes del calabozao que hay en Canal Sur cumplan con su trabajo y no les den ni agua. Claro que no hubo veto el día en que Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez protagonizaron la puesta de largo de la formación en el Palacio de Congresos de Sevilla. Ni falta que hacía. Quienes están dentro saben muy bien lo que tienen que hacer y lo que no tienen que hacer. Son muchos años de práctica.

Es lo que sucede cuando al frente de una estructura de poder no hay una casta sino una dinastía dispuesta a perpetuarse por los siglos de los siglos.

J.T.

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