Hasta este viernes solo había una mujer con el grado de teniente coronel que estuviera al frente de una unidad operativa del ejército español. Desde este fin semana ya son... ¡dos! La primera promoción en la que se permitieron incorporaciones femeninas al ejército fue en 1988. Veintiocho años después, solo doce soldados de cada cien son mujeres. En la carrera judicial, las mujeres son ya el 52 por ciento, y si hablamos de jueces menores de cincuenta años, el porcentaje supera el 62. Pues bien, la foto de la inauguración del año judicial continúa rebosando testosterona por mayoría aplastante. De cada cien españoles con estudios universitarios, cincuenta y siete son mujeres. En cambio, ocupan apenas el 20 por ciento de las plazas de profesorado y, según nos cuenta Laura Freixas, solo hay una mujer que sea rectora de universidad.
Y así podríamos continuar hasta el infinito, cuando finaliza una atropellada semana en la que la realidad continúa certificándonos, para nuestra vergüenza, el impresentable machismo que aún llevamos dentro. En un campo de fútbol de la provincia de Tarragona, un espectador enfadado con una decisión arbitral de Marta Galego, la mandó a gritos “a fregar los platos”. La jueza interpelada no dudó en detener inmediatamente el partido que disputaban los equipos de la UE Valls y Cambrils, y el encuentro no continuó hasta que el grosero fue expulsado del campo.
En Madrid, a las puertas del Centro Comercial Moraleja Green, un estresado ejecutivo se dirigía este miércoles, acelerado, a la parada de taxis. No toma el primero de la fila, a cuyo volante espera una mujer, y se encamina hacia el segundo. Se equivoca, el otro coche está primero, le dice el taxista situado en segundo lugar. Ya, le contesta el presunto cliente, pero es que voy mal de tiempo para coger el AVE y las mujeres conducen más lento…. Debió perder el AVE , porque ni el segundo taxista ni los demás compañeros de parada accedieron a realizar el servicio. El machista amenazó con llamar a la policia. Llame, llame, le contestaron los conductores, no caerá esa breva. Hasta que se marchó avergonzado, con el rabo entre las piernas.
En Madrid, también esta misma semana, dos cargos políticos femeninos, la portavoz del ayuntamiento de la capital y una de las diputadas de la Comunidad en el Congreso convocan a los medios, junto a otros compañeros, para hacer pública una nueva sensibilidad política dentro de Podemos. Se llaman Rita Maestre y Tania Sánchez pero los medios de la caverna, y no sólo los de la caverna, pasan de lo que tienen que contar y se empeñan en resaltar, por encima de cualquier otra consideración, su condición de exparejas de Iñigo Errejón y Pablo Iglesias respectivamente.
Rita y Tania se han cansado y han explotado: “La política no es el cortijo de los hombres, las mujeres no venimos de invitadas, somos protagonistas…” han escrito en las redes. Pero es inútil. En la política, la universidad, la judicatura, incluso en el ejército, las mujeres van subiendo peldaños, pero ni por asomos consiguen situarse en el nivel de igualdad que les corresponde. Imperdonables los años de retraso que llevamos. En periodismo ni hablamos, todas las redacciones atestadas de mujeres y poquísimas en los sillones directivos, aunque en Público tenemos la suerte de contar, desde comienzos de mes, con una de ellas: mi admirada Ana Pardo de Vera, a quien aprovecho para felicitar también públicamente.
Aunque cuenten con la complicidad de todos los que luchamos para acabar de una puñetera vez con la discriminación por razones de sexo, abrirse paso entre tanta hostilidad continúa suponiendo un esfuerzo añadido para las mujeres. Y mucho más, creo para las que apuestan por abrirse camino en mundos como el del taxi o el del fútbol. Ahí sí que la presencia femenina pierde por goleada en las estadísticas. Lo que quiere decir que perdemos todos, porque mientras haya quien insulte en los campos de fútbol o se niegue a tomar un taxi conducido por una mujer, la responsabilidad de que eso suceda será de todos. Y de todas.
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