Ahora que llevan unos días, pocos, en segundo plano, voy a hablar yo de ellos: durante bastantes años, más de doce, pude tratar con cierta frecuencia a Manuel Chaves y José Antonio -Pepe- Griñán. Durante mi etapa de corresponsal de CNN+ en Andalucía, tuve siempre una relación cordial con los dos. Me tocó entrevistarlos muchas veces y ese trato periódico -antes, durante y después de las entrevistas- me permitió, creo, extraer datos suficientes para hacerme una idea de la personalidad de ambos.
El único defecto, si se le puede llamar así, de Chaves, es ser más bien soso y algo estirao. Resultaba complicado sacarle una sonrisa en el día a día aunque hubo una vez, durante una comida junto a mis compañeros José María Izquierdo y Javier Casqueiro, en que pude conocer al Manolo relajado y sonriente que por lo visto Chaves suele llevar dentro, aunque tan escondido que no lo sacaba ni en la Feria, cuando aparecía los miércoles por la caseta de la Ser. Pepe Griñán me caía mejor, sobre todo cuando se arrancaba y se ponía a cantar fragmentos de ópera con cualquier pretexto. Eso en sus tiempos de consejero, porque ya como presidente recuerdo un viaje con él a Marruecos en el que andaba el hombre todo el día con aire más bien ensimismado y circunspecto. Yo creo que mantenía una relación de amor-odio con el ejercicio de la política, y a veces daba la impresión de estar preguntándose qué puñetas hacía él metido en tamaño sarao.
Una de dos: o han sabido engañarme muy bien, a mí y a otros muchos durante mucho tiempo, o ninguno de los dos es un delincuente. Ni presuntos ni leches. No lo son, y punto. Con la autoridad moral que entiendo me da no haberles dorado nunca la píldora y haber denunciado en múltiples ocasiones lo nefasto que me parece que en la Junta de Andalucía no se haya producido aún ningún tipo de alternancia política desde que llegó la democracia, quiero manifestar aquí que no me parece justo lo que les está pasando a Chaves y a Griñán. No entiendo el débil apoyo público que les están dispensando sus (antiguos) compañeros de partido, empezando por una Susana Díaz que, es bueno recordarlo, llegó a presidenta de la Junta puesta a dedo por Griñán. Se conoce que la hoy temida baronesa debió cogerle gusto al sistema "digital" y quizás pueda ser esa la razón por la que no le haría asquitos a sentarse en el sillón de Secretaria General de su partido en Ferraz de una manera parecida.
No entiendo el silencio de quienes saben que ni Chaves ni Griñán son Jordi Pujol precisamente, aunque igual me han engañado tan bien que un buen día aparecen por ahí cuentas off shore con treinta años de antigüedad, pero no creo. Como no creo que lo piense tampoco nadie que les haya tratado, y me atrevo a incluir aquí también a sus adversarios políticos… y mediáticos.
¿Hicieron algo mal Chaves y Griñán? Por supuesto que sí. Decidieron eliminar trabas burocráticas para acudir en ayuda de los expedientes de regulación de empleo que muchas grandes empresas estaban llevando a cabo en Andalucía durante la primera década de este siglo. Compraban así paz social. A ese procedimiento se le llamó "transferencias de financiación" y fue tramitado, y aprobado, en el Parlamento andaluz. Así que, siguiendo la lógica por la que se ha procesado a Chaves, Griñán y con ellos a una veintena larga de cargos públicos más, igual tendrían que haber encausado también a todos los gobiernos andaluces en pleno habidos durante doce años. Y a todos los parlamentarios que aprobaron ese sistema. A todos.
¿Tienen responsabilidad Chaves y Griñán? Por supuesto que sí: no haberse enterado de la cantidad de sinvergüenzas que trincaron pasta merced a la ausencia de control de un dinero destinado a pagar jubilaciones anticipadas. Tienen responsabilidad por no haber sabido, o no haber querido saber, la de buitres que revoloteaban en torno suyo a cuenta de esa pasta: subordinados malversadores y prevaricadores, sinvergüenzas y cocainómanos, compañías de seguros, sindicalistas y ladrones varios tan largos de lengua como cortos de mente, y hábiles para meter la mano allá donde veían dinero con menos control oficial del recomendable. Gentes que distrajeron más de cien millones de euros que nunca se usaron para los fines para los que se había librado una partida que en total acabó superando los ochocientos.
La mayor parte de ese dinero, cuyas cifras hay costumbre de manejar en las informaciones con más desahogo y ligereza que rigor y exactitud, se empleó en pagar jubilaciones anticipadas a muchos trabajadores víctimas de Eres salvajes. Es cierto que una parte se la quedaron varias docenas de sinvergüenzas, pero me cuesta mucho creer que entre ellos se encuentren Manuel Chaves o Pepe Griñán. Al margen de la responsabilidad legal que los jueces acaben decidiendo que tuvieron o no, no entiendo que nadie salga al paso del linchamiento al que llevan siendo sometidos tanto tiempo, aunque esta última semana la cosa esté más tranquila. No entiendo tanto silencio, tampoco el de los propios afectados.
J.T.
El único defecto, si se le puede llamar así, de Chaves, es ser más bien soso y algo estirao. Resultaba complicado sacarle una sonrisa en el día a día aunque hubo una vez, durante una comida junto a mis compañeros José María Izquierdo y Javier Casqueiro, en que pude conocer al Manolo relajado y sonriente que por lo visto Chaves suele llevar dentro, aunque tan escondido que no lo sacaba ni en la Feria, cuando aparecía los miércoles por la caseta de la Ser. Pepe Griñán me caía mejor, sobre todo cuando se arrancaba y se ponía a cantar fragmentos de ópera con cualquier pretexto. Eso en sus tiempos de consejero, porque ya como presidente recuerdo un viaje con él a Marruecos en el que andaba el hombre todo el día con aire más bien ensimismado y circunspecto. Yo creo que mantenía una relación de amor-odio con el ejercicio de la política, y a veces daba la impresión de estar preguntándose qué puñetas hacía él metido en tamaño sarao.
Una de dos: o han sabido engañarme muy bien, a mí y a otros muchos durante mucho tiempo, o ninguno de los dos es un delincuente. Ni presuntos ni leches. No lo son, y punto. Con la autoridad moral que entiendo me da no haberles dorado nunca la píldora y haber denunciado en múltiples ocasiones lo nefasto que me parece que en la Junta de Andalucía no se haya producido aún ningún tipo de alternancia política desde que llegó la democracia, quiero manifestar aquí que no me parece justo lo que les está pasando a Chaves y a Griñán. No entiendo el débil apoyo público que les están dispensando sus (antiguos) compañeros de partido, empezando por una Susana Díaz que, es bueno recordarlo, llegó a presidenta de la Junta puesta a dedo por Griñán. Se conoce que la hoy temida baronesa debió cogerle gusto al sistema "digital" y quizás pueda ser esa la razón por la que no le haría asquitos a sentarse en el sillón de Secretaria General de su partido en Ferraz de una manera parecida.
No entiendo el silencio de quienes saben que ni Chaves ni Griñán son Jordi Pujol precisamente, aunque igual me han engañado tan bien que un buen día aparecen por ahí cuentas off shore con treinta años de antigüedad, pero no creo. Como no creo que lo piense tampoco nadie que les haya tratado, y me atrevo a incluir aquí también a sus adversarios políticos… y mediáticos.
¿Hicieron algo mal Chaves y Griñán? Por supuesto que sí. Decidieron eliminar trabas burocráticas para acudir en ayuda de los expedientes de regulación de empleo que muchas grandes empresas estaban llevando a cabo en Andalucía durante la primera década de este siglo. Compraban así paz social. A ese procedimiento se le llamó "transferencias de financiación" y fue tramitado, y aprobado, en el Parlamento andaluz. Así que, siguiendo la lógica por la que se ha procesado a Chaves, Griñán y con ellos a una veintena larga de cargos públicos más, igual tendrían que haber encausado también a todos los gobiernos andaluces en pleno habidos durante doce años. Y a todos los parlamentarios que aprobaron ese sistema. A todos.
¿Tienen responsabilidad Chaves y Griñán? Por supuesto que sí: no haberse enterado de la cantidad de sinvergüenzas que trincaron pasta merced a la ausencia de control de un dinero destinado a pagar jubilaciones anticipadas. Tienen responsabilidad por no haber sabido, o no haber querido saber, la de buitres que revoloteaban en torno suyo a cuenta de esa pasta: subordinados malversadores y prevaricadores, sinvergüenzas y cocainómanos, compañías de seguros, sindicalistas y ladrones varios tan largos de lengua como cortos de mente, y hábiles para meter la mano allá donde veían dinero con menos control oficial del recomendable. Gentes que distrajeron más de cien millones de euros que nunca se usaron para los fines para los que se había librado una partida que en total acabó superando los ochocientos.
La mayor parte de ese dinero, cuyas cifras hay costumbre de manejar en las informaciones con más desahogo y ligereza que rigor y exactitud, se empleó en pagar jubilaciones anticipadas a muchos trabajadores víctimas de Eres salvajes. Es cierto que una parte se la quedaron varias docenas de sinvergüenzas, pero me cuesta mucho creer que entre ellos se encuentren Manuel Chaves o Pepe Griñán. Al margen de la responsabilidad legal que los jueces acaben decidiendo que tuvieron o no, no entiendo que nadie salga al paso del linchamiento al que llevan siendo sometidos tanto tiempo, aunque esta última semana la cosa esté más tranquila. No entiendo tanto silencio, tampoco el de los propios afectados.
J.T.
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