Este domingo se cumple un mes del aldabonazo que Candela Peña soltó la noche de los premios Goya 2013.
Soy de los que piensan que los altavoces están para utilizarlos y eso fue exactamente lo que hizo la catalana de Gavá, reconocida aquella noche como mejor actriz de reparto por su interpretación en "Una pistola en cada mano", de Cesc Gay.
¿Os acordáis? Candela aprovechó su turno de palabra tras recoger el galardón para denunciar la carencia de mantas y de agua en un hospital público, el hospital donde falleció su padre.
Sé de lo que habla. Por razones que me gustaría no estar viviendo, frecuento hospitales con cierta asiduidad en los últimos meses y compruebo cómo, a medida que transcurre el tiempo y se suceden las estancias, la carencia de medios es más ostensible.
Hace unos dos meses, en una de mis últimas visitas,encontré en la pared de la habitación del hospital un aviso de los trabajadores pidiendo disculpas si se percibían desatenciones en algún momento. Lo atribuían a la reducción del número de enfermeras por planta que acababa de producirse. En Urgencias, el pasado martes, tuve que ejercer de camillero desde la sala de espera hasta la consulta porque los auxiliares eran menos de los necesarios y estaban desbordados.
La carencia de agua que denunciaba Carmela hace tiempo que no la percibimos, pero porque somos nosotros mismos quienes nos hemos ido surtiendo de existencias en una máquina expendedora convenientemente colocada en el pasillo. Eso sí, los vasos de plástico hay que perseguirlos, o traérselos directamente de casa porque los administran con cuentagotas.
De momento, si se nos apura, estamos hablando de asuntos ciertamente menores, pero nada permite deducir que las cosas vayan a mejorar a corto plazo. Son señales, señales de que hemos iniciado una cuesta abajo que, si continúa así, pronto amenazará seriamente la calidad de una sanidad pública que ha sido ejemplar durante muchos años.
El gobierno del PP tiene muy claro que quiere darle un golpe de timón al funcionamiento de la sanidad. La privada tiene que comerle terreno a la pública por civil o por lo militar. En el caso de Andalucía, donde todavía gobierna la izquierda, se resisten como gato panza arriba a que eso suceda, pero sobre su gestión pende la amenaza de la ausencia de "combustible". El grifo del dinero lo tienen al otro lado de Despeñaperros, donde es un hecho que la asistencia pública disminuye por días en favor de los centros privados y concertados. Y peor todavía: quienes tiene la potestad de abrir o cerrar ese grifo, a veces lo abren para pagar directamente a proveedores del gobierno andaluz dejando a éste a los pies de los caballos.
Por eso cuando alguien denuncia públicamente algo, como fue el caso de Candela Peña en la ceremonia de entrega de los premios Goya 2013, lo importante no es la literalidad de la denuncia sino la fuerza y la repercusión que puede llegar a adquirir si se elige un entorno oportuno y un momento adecuado.
Y a fe que lo fue, a tenor de las furibundas reacciones que se produjeron descalificando y hasta insultando a la atribulada actriz.
Candela Peña, tras un atril en los premios Goya denunciando que su padre murió en un hospital en el que faltaban mantas y agua es demasiada verdad desnuda, demasiada vida real, de la de a pie de calle, puesta en evidencia en un entorno todo él fashion y glamuroso.
Parece evidente que les rechinó, les irritó, les violentó tanta verdad, tanta vida real. Por eso me pareció oportuno.Y efectivo.
Quienes estamos viviendo en los últimos meses experiencias hospitalarias sabemos bien hasta qué punto llamadas de atención como la de Candela, aldabonazos como el suyo en un escenario donde lo que se dice obtiene trascendencia, son más útiles que muchos manifiestos, incluso que muchas denuncias en los juzgados.
J.T.
No hay comentarios:
Publicar un comentario