Vestido de luto y con dos enormes crespones negros en las banderas que tenía a sus espaldas. Esa fue la perfomance elegida por Pedro Sánchez para dar a conocer el pasado martes su decisión de gastarse diez mil millones de euros más en seguridad y defensa… solo este año. Vestía de luto por el Papa muerto apenas veinticuatro horas antes, por un jefe de Estado que siempre insistió en el diálogo para conseguir la paz y pedía sin cesar que dejara de aumentar el gasto en armamento militar.
Al Papa llorando y con el mazo dando. Esta frase podría ser un buen resumen de la manera que tiene de andar por la vida el presidente de un Gobierno todavía llamado de coalición. Adaptarse a las circunstancias según viene el viento. Si hay que llorar al jefe de la iglesia católica se lellora, por mucho que seamos un estado aconfesional; si hay que sacarse un pastón de la chistera para rendir pleitesía a la OTAN y al loco del despacho oval, pues se hace. Y además lo haremos, dijo, “sin subir impuestos, sin incurrir en mayor déficit público y sin restar ni un solo céntimo a la inversión en servicios sociales que conforman el Estado de Bienestar” ¡Alé, hop!
Creo que tardaré tiempo en olvidar la angustia que me produjo una comparecencia donde se nos trató como tontos. O sea, ¿que tenían ahí unos ahorrillos guardados y había llegado el momento de gastarlos, es eso lo que nos estaba queriendo decir? ¿Que ese manido dos por ciento del PIB al que se preveía llegar el 2009 en gasto militar se adelanta cuatro años de golpe y no pasa nada? ¡Qué barbaridad, qué arte para sacarse conejos de la chistera! Vale, cuele que con esos “ahorros” tapáis el agujero que según vosotros dejaron pendiente Rajoy y sus muchachos y así os quitáis el aliento de Rutte y Trump en el cogote. De acuerdo, ya hemos conseguido gastarnos 33.000 millones de euros al año en belicismos varios, estupendo, pero… a partir de ahora ¿de dónde va a salir cada ejercicio anual esa cantidad indecente de pasta?
Vamos ver, por mucho que seamos de letras, algunos todavía sabemos sumar y las cuentas no nos salen. Si este año faltaban 10.000 millones, eso quiere decir que el que viene volverán a faltar. Si ya nos hemos gastado los ahorros, ¿me quieren decir de dónde va a salir la próxima vez? No hace falta ser muy imaginativo para concluir que no tardará en llegar el llanto y rechinar de dientes: No solo no crecerán partidas que llevan años pidiendo su incremento a gritos, como la dependencia o el alquiler social, sino que continuará la cuesta abajo en el mundo de la sanidad, la educación, las pensiones y las prestaciones sociales en general. El dinero para la transición energética o a la lucha contra la despoblación en el medio rural ya va a disminuir este mismo año. Por ahí va el futuro que nos espera, tras la tétrica puesta en escena de la comparecencia de Sánchez el pasado martes que, mire usted por dónde, pudo ser toda una alegoría.
Yo creo que esta vez el presidente del Gobierno sabe que no ha conseguido engañarnos. Ya no hay manera de disimular el cada vez mayor tufo derechista del ejecutivo. “Esto ha venido para quedarse”, admitió hace pocos días en una entrevista Carlos Cuerpo, un ministro de Economía que gusta a muchos acólitos del PP. No es que no se atrevan a estar en contra de la guerra, es que no tienen ningún interés en hacerlo por mucho que sepan, como bien saben, que la industria de la guerra no solo fabrica armas sino también enemigos y miedos, un excelente caldo de cultivo para el crecimiento de la ultraderecha.
“No es que nosotros hayamos cambiado, es que el mundo lo ha hecho”, se defiende Sánchez, y puede que lleve razón: no han cambiado porque siempre fueron igual de derechas, entorno ideológico en el que destaca la pleitesía a la iglesia católica, la financiación eterna de la enseñanza en los colegios donde imparten su doctrina, el dinero que se transfiere cada año a la Conferencia Episcopal, las prebendas a esta institución en materia impositiva… Así las cosas, qué menos que vestirse de luto cuando se muere el jefe, claro. Tremenda ironía la coincidencia de fechas que propició la puesta en escena donde se anunció el desastre que se avecina. Por mucho que se empeñen en negarlo.
J.T.