A pesar del pródigo material informativo que este fin de semana nos han regalado tanto el PSOE como el PP, hay dos asuntos que no se han tratado de manera explícita, pero en los que el bipartidismo que muchos quieren revitalizar coincide por completo:
1. Seguirás llevándote bien con la iglesia católica pase lo que pase.
2. Defenderás la monarquía por encima de tu cadáver.
A Pedro Sánchez no parece preocuparle demasiado la cara de vinagre que le dedica el rey cada vez que se encuentran (la más reciente, en Sevilla, fue todo un poema). A pesar del reiterado desdén del Borbón, el presidente defiende la institución monárquica a capa y espada. No entiendo cómo se enfadan tanto con él Guerra, González y demás dinosaurios “socialistas”. Por mucho que se conspire a su alrededor, Pedro sigue siendo monárquico. O pareciéndolo.
Núñez Feijóo y los suyos, por su parte, mantienen su inquebrantable adhesión a una institución cuyo actual titular no disimula las ganas que tiene de ver a los populares sentados en la Moncloa. Solos o en compañía de otros. “En compañía de otros”, he ahí la cuestión. Esos otros son el fascismo, pero el todavía marido de Letizia parece haber olvidado, porque seguro que lo estudió, lo que ocurrió en Italia en 1922 cuando Víctor Manuel III, que consideraba a Mussolini un mal menor comparado con el posible ascenso del socialismo, se negó a declarar el estado de sitio tras la marcha sobre Roma y favoreció la llegada al gobierno de quienes en poco tiempo prohibirían los partidos y sindicatos no fascistas, y establecerían la censura de prensa y la pena de muerte entre otras lindezas.
La iglesia católica italiana redondeó la faena cuando pasó de estar enfrentada con el Estado a convertirse en uno de sus principales apoyos. A cambio de regar de dinero al Vaticano y permitirles recuperar la soberanía, el fascio consiguió el respaldo moral, político y social de millones de católicos. “Por el Papa y el Duce”, fue el eslogan que consolidó el llamado Pacto de Letrán en 1929.
Al tiempo que la iglesia se fortaleció, la monarquía en Italia acabó desapareciendo. Si nuestro ilustre “preparao” conoce la historia, me gustaría saber cómo le ha sentado que el portavoz de los obispos españoles haya solicitado a tumba abierta su intervención para propiciar la celebración de elecciones generales cuanto antes. Él sabrá por qué guarda silencio ante este pronunciamiento claramente anticonstitucional.
Ni el fascismo ni los obispos, tanto monta-monta tanto, necesitan a la monarquía para nada. La iglesia, dos mil años de vida, se considera muy por encima de una institución cuyos miembros han tenido que salir de España por pies varias veces en los dos últimos siglos sin saber si podrían volver o no. En cuanto a los ultras, nostálgicos franquistas en su mayoría, tampoco quieren rey aunque de momento les venga bien. Les viene bien que al Borbón le caiga mal Sánchez, como le viene bien a los bancos y a los grandes empresarios tener alguien mortal a quien hacer reverencias, que no todo van a ser genuflexiones en el reclinatorio para que se les perdonen las corrupciones y tejemanejes que utilizan como herramienta en su trabajo diario. Es lo bueno que tiene ser católico: robas, te confiesas el domingo, te perdonan y así el lunes puedes volver a robar partiendo de cero.
Mientras iglesia y monarquía continúen teniendo en nuestro país el predicamento del que todavía disfrutan, -“por dios, por la patria y el rey”- continuaremos anclados en el siglo XIX, con militares añorando tiempos que se niegan a olvidar y jueces ultras desestabilizando con sumarios imposibles, distópicas “huelgas” y manifestaciones que mancillan y desprestigian la honorabilidad de las togas con las que se revisten. Lo de los periodistas vendidos al encanallamiento de la convivencia es más complicado de entender, a menos que la explicación sea que tienen hambre, los pobres. No solo se prostituyen entregándose a la manipulación y la difusión de bulos de la manera más vergonzosa posible, sino que la mayoría lo hace además por salarios de miseria.
El ecosistema de la convivencia en España tiene mucho que resetear, y tras la celebración del comité federal socialista y el congreso de los populares, que son las dos formaciones políticas que han definido el bipartidismo desde hace casi cincuenta años, no parecen existir demasiados motivos para el optimismo. En la lucha política por un futuro de progreso hay una cosa clara: no se pueden templar más gaitas ni con la iglesia ni con la monarquía, y el alma de izquierdas de la que presumen aún algunos socialistas lo sabe de sobra. Porque ambas instituciones están llamando a voces al fascismo y haciendo lo posible para que los totalitarios lleguen al poder cuanto antes, aún a sabiendas de que se arrepentirán de ello más pronto que tarde, sobre todo el jefe del Estado.
Como he escrito alguna vez, quienes defienden que hay que salvar la institución monárquica porque es la mejor manera de que nos salvemos todos, en realidad están pensando en salvarse solo ellos. A la iglesia católica, como sobrevive siempre, le da igual monarquía que dictadura. Lo que parece que le sienta peor es la democracia. Quizás sea esa la razón por la que muchos de sus representantes se dedican a sembrar cizaña involucionista desde los púlpitos contribuyendo con ello a envenenar la convivencia más aún de lo que ya está.
J.T.