miércoles, 16 de julio de 2025

El País, sin escrúpulos



Hay un problema muy serio en el mundo de la información: el futuro de los periodistas pocas veces depende de su capacidad profesional. Los factores que intervienen en que puedas llenar la nevera y pagar la hipoteca se parecen poco a los problemas que afronta un arquitecto, un médico o un agente inmobiliario para conseguirlo. Por lo general un profesional depende de las leyes del mercado para ganarse la vida con sus conocimientos. En periodismo no, en periodismo dependes de tu habilidad para hacer la pelota, de tu destreza para olvidarte de las cuatro cosas decentes que aprendiste en la facultad, si es que en la facultad aprendiste alguna cosa decente.    


Existe algún que otro medio que de vez en cuando va y recuerda que sus lectores, sus oyentes o sus espectadores merecen un respeto y ahí es donde, en ocasiones, los profesionales que tienen la suerte de trabajar en él consiguen regresar a casa al final de la jornada satisfechos con el trabajo realizado. Sin que les avergüence mirarse al espejo, como debería ocurrirle a tanto mercenario, por lo general mal pagado, que en estos momentos ha hecho del bulo y las noticias falsas el santo y seña de su supervivencia diaria. Claro que estos asalariados al poco tiempo -la capacidad de adaptación del ser humano es infinita- andan ya por la vida encantados de haberse conocido y defendiendo cualquier dislate aparecido en su medio, así se trate de la infamia más grande jamás contada ¡Qué malo es tener hambre!


En estas cosas andaba yo pensando el pasado fin de semana cuando me acordé de algunos compañeros del diario El País a los que respeto, profesionales por lo general con sueldos dignos, de los pocos en el oficio, quienes llevan tiempo haciendo un periodismo que ojalá puedan continuar desarrollando. No he querido hablar con ninguno de ellos antes de escribir estas líneas porque prefiero transmitir aquí lo que percibo como lector desde que hace poco más de un mes se marchó Pepa Bueno y entró Jan Martínez Ahrens a ocupar su puesto como responsable del periódico. 


Lo primero que me descuadró fue lo poco que tardó en cambiar el tono de las primeras páginas y de los editoriales. Para peor, claro. O para mejor, si el objetivo del nuevo responsable es robarle clientela al ABC, El Mundo o La Razón ¿Significa esto que a la nueva dirección no le importan ya sus lectores de siempre? Es verdad que los principales espadas continúan sirviéndonos su trabajo con la misma profesionalidad, pero el envoltorio resulta cada día más difícil de digerir. Nunca fue el actual presidente del Gobierno santo de mi devoción, pero no me parece buen síntoma que en la madrileña calle Miguel Yuste, sede del diario El País, se vuelva a abrir la veda contra Pedro Sánchez como sucedió en los tiempos de Antonio Caño, el director más tóxico (mayo 2014-junio 2018) que jamás tuvo el diario hasta que otro, y no miro a nadie, se empeñe en superarlo.


La verdad es que Ahrens se encontrará ahora con menos trabajo que el que tuvo Caño haciéndose eco de bulos y falsas informaciones por ejemplo contra los miembros de Podemos, cuando se decretó una cacería contra la formación morada en la que el periódico no se mantuvo precisamente al margen. Lo que nunca entenderé es cómo Sánchez, que ya supo en sus propias carnes cómo era capaz de gastárselas por entonces El País -lo llamaron “insensato sin escrúpulos” en un editorial y le confesó a Jordi Évole en una entrevista televisiva las presiones que en su momento había sufrido por parte de Prisa-, una vez que consiguió ser presidente del Gobierno y se reconcilió con el grupo editorial decidiera ponerse de perfil frente a los ataques que sus socios de coalición continuaron recibiendo por parte del diario. 


Como le ha ocurrido con las cloacas, con los jueces o con la policía patriótica, que ahora van a por él como antes iban a por Podemos, en El País han vuelto a enfilar a Sánchez al tiempo que dan cabida entre sus columnistas a firmas que defienden, por ejemplo, a los activistas de ultraderecha disfrazados de periodistas, esos saboteadores de ruedas de prensa de los políticos de izquierda que torpedean el quehacer de los informadores parlamentarios y consiguen que el ambiente de trabajo en la sala de prensa del Congreso sea cada vez más irrespirable.


Algunos de los periodistas del diario El País han alzado su voz manifestando abiertamente su discrepancia con la publicación en el diario de columnas donde el autor no se toma la molestia de verificar lo que escribe. Hago votos muy sinceramente porque puedan continuar llenando sus neveras como siempre y no vean peligrar sus puestos de trabajo por defender la dignidad del oficio y hacer buen periodismo, ni acaben tampoco conviviendo de nuevo con personajes tipo Alandete o Torreblanca, dos de los lugartenientes más significados en los tiempos de Antonio Caño.


Hago votos porque puedan continuar manifestando su opinión cada vez que no les guste algo de lo que se ofrece en las páginas del periódico para el que trabajan, hago votos asimismo porque la información sobre partidos de izquierda como Podemos sea cabal y no acabe desapareciendo de ellas. Y también, qué caray, porque en ningún editorial del diario se le vuelva a llamar a Pedro Sánchez insensato sin escrúpulos. La posibilidad existe porque El País, es un hecho, ha vuelto a las andadas. En mes y medio no lo reconoce ya ni la madre que lo parió.


J.T. 




domingo, 13 de julio de 2025

Fascismo entre invernaderos




Eugenio tiene seis hectáreas de tierra en el Poniente almeriense y seis subsaharianos que trabajan para él de manera continuada. Cultiva en sus invernaderos judías verdes, calabacines y últimamente tomate cherry.  Cuando tenía una hectárea votaba al PSOE, con tres votó ya al PP; con media docena de empleados y sesenta mil metros cuadrados de terreno ha acabado cayendo rendido en los brazos de Vox. Las mentiras fascistas han calado en su limitada formación acentuando su complejo de inferioridad al tiempo que su patrimonio  aumentaba. No es, o no ha sido, mala persona pero desconfía, se siente inseguro entre otras razones porque no tiene estudios y cualquiera de sus asalariados -jóvenes, fuertes, fibrosos todos ellos- domina tres idiomas mientras que el castellano que él habla está infestado de faltas de ortografía.  


Aún habiéndose dejado envolver por la propaganda ultra, he de decir a su favor que Eugenio se encuentra entre los clientes más moderados del bar de Vícar donde desayuno estos días de verano. Allí me encuentro desde trabajadores de la comunidad de regantes hasta policías municipales, camioneros o agricultores de la zona poniendo verde a Pedro Sánchez apenas ven su imagen aparecer en algún programa mañanero de una tele siempre encendida y sintonizada en antena tres o telecinco. O sin que aparezca. Ni durante toda la mañana, tampoco por las tardes a la hora de los partidos de fútbol, entra nunca un inmigrante en el bar; solo producto nacional encantado de haberse conocido, la mayoría de ellos luciendo prominentes barrigas cerveceras. 


Cuando finaliza la jornada laboral veo pasar a los inmigrantes con sus bicicletas o sus patinetes camino de no se sabe dónde, porque la mayoría desaparecen del paisaje ciudadano. A veces me los encuentro en el Mercadona, en el centro de salud, haciendo cola en un cajero automático o en la oficina de Correos enviando giros postales a sus familias. El fútbol lo ven en bares regentados también por inmigrantes en los que solo se sirve café y refrescos, establecimientos estos donde jamás entra ningún parroquiano de la zona. 


Los que trabajan para Eugenio se sienten afortunados, les paga un salario razonable, los tiene asegurados y un día por navidad comen todos juntos con él. No es lo más común. Buena parte cobran en negro y trabajan a salto de mata, madrugando mucho para acudir a determinados cruces de caminos donde al alba aparecen las furgonetas de quienes necesitan mano de obra para esa jornada. Cincuenta euros al acabar el día y si te he visto no me acuerdo.


Esta es la dinámica desde hace años en una zona próspera donde quienes se encargan de la parte más dura del trabajo diario necesitan que transcurra mucho tiempo hasta que consiguen regularizar su situación. Eso quienes lo consiguen. Aún así, tener papeles no da derecho a votar, lo que significa que su destino no depende de ellos mismos. En el Poniente almeriense estamos hablando de cien mil personas bajo sus plásticos cuyos derechos como ciudadanos están mermados o directamente no existen. Quienes los emplean saben que sin ellos irían a la ruina. Quienes los emplean saben que son trabajadores y pacíficos. Quienes los emplean, como Eugenio y los barrigudos entre quienes desayuno, han escuchado estos días que Vox, ese partido que les cae tan simpático, quiere echar a ocho millones de inmigrantes.


Pero claro, estos pequeños propietarios con tanto dinero como escasa formación, piensan que eso no va con ellos. Que Rocío de Meer no estaba pensando en quienes trabajan en sus invernaderos cuando ha hablado de “reemigrar” extranjeros a sus países de origen, que esa chica tan guapa y que debe oler tan bien se refería a los delincuentes y violadores que se mueven sobre todo por ciudades como Madrid o Barcelona. Que quieren devolver no solo a los marroquíes y a los subsaharianos, les dices, sino también a los hijos que han tenido aquí, los que han nacido en el hospital de El Ejido ¿Aquí? ¡Qué va, eso no es verdad!, te contestan. Si los votas será lo que harán, insistes, y te dicen que estás loco, que Vox lo que quiere es bajar impuestos y acabar con la corrupción y las violaciones, que es el único partido que habla claro y le dice las verdades al gobierno en la cara.


Todos delincuentes menos quienes trabajan conmigo, aunque no coincidamos ni en los bares donde ponen el fútbol. Todos a su tierra menos quienes me sacan a mí las castañas del fuego. Esa es la esquizofrenia en la que viven en estos momentos buena parte de los agricultores del Poniente almeriense quienes, como Eugenio, gastan desde hace un tiempo parte de su dinero, para que sus hijos adquieran la formación que ellos no pudieron tener, en colegios privados la mayoría religiosos donde no solo forman jovencitos y jovencitas a quienes importan poco los derechos sociales y laborales, sino donde tampoco es que se preocupen mucho por combatir el racismo ni la xenofobia. Esto es lo que hay.


J.T.




 


domingo, 6 de julio de 2025

Iglesia y monarquía, monarquía e iglesia

A pesar del pródigo material informativo que este fin de semana nos han regalado tanto el PSOE como el PP, hay dos asuntos que no se han tratado de manera explícita, pero en los que el bipartidismo que muchos quieren revitalizar coincide por completo: 


1. Seguirás llevándote bien con la iglesia católica pase lo que pase.

2. Defenderás la monarquía por encima de tu cadáver.


A Pedro Sánchez no parece preocuparle demasiado la cara de vinagre que le dedica el rey cada vez que se encuentran (la más reciente, en Sevilla, fue todo un poema). A pesar del reiterado desdén del Borbón, el presidente defiende la institución monárquica a capa y espada. No entiendo cómo se enfadan tanto con él Guerra, González y demás dinosaurios “socialistas”. Por mucho que se conspire a su alrededor, Pedro sigue siendo monárquico. O pareciéndolo. 


Núñez Feijóo y los suyos, por su parte, mantienen su inquebrantable adhesión a una institución cuyo actual titular no disimula las ganas que tiene de ver a los populares sentados en la Moncloa. Solos o en compañía de otros. “En compañía de otros”, he ahí la cuestión. Esos otros son el fascismo, pero el todavía marido de Letizia parece haber olvidado, porque seguro que lo estudió, lo que ocurrió en Italia en 1922 cuando Víctor Manuel III, que consideraba a Mussolini un mal menor comparado con el posible ascenso del socialismo, se negó a declarar el estado de sitio tras la marcha sobre Roma y favoreció la llegada al gobierno de quienes en poco tiempo prohibirían los partidos y sindicatos no fascistas, y establecerían la censura de prensa y la pena de muerte entre otras lindezas. 


La iglesia católica italiana redondeó la faena cuando pasó de estar enfrentada con el Estado a convertirse en uno de sus principales apoyos. A cambio de regar de dinero al Vaticano y permitirles recuperar la soberanía, el fascio consiguió el respaldo moral, político y social de millones de católicos. “Por el Papa y el Duce”, fue el eslogan que consolidó el llamado Pacto de Letrán en 1929. 


Al tiempo que la iglesia se fortaleció, la monarquía en Italia acabó desapareciendo. Si nuestro ilustre “preparao” conoce la historia, me gustaría saber cómo le ha sentado que el portavoz de los obispos españoles haya solicitado a tumba abierta su intervención para propiciar la celebración de elecciones generales cuanto antes. Él sabrá por qué guarda silencio ante este pronunciamiento claramente anticonstitucional. 


Ni el fascismo ni los obispos, tanto monta-monta tanto, necesitan a la monarquía para nada. La iglesia, dos mil años de vida, se considera muy por encima de una institución cuyos miembros han tenido que salir de España por pies varias veces en los dos últimos siglos sin saber si podrían volver o no. En cuanto a los ultras, nostálgicos franquistas en su mayoría, tampoco quieren rey aunque de momento les venga bien. Les viene bien que al Borbón le caiga mal Sánchez, como le viene bien a los bancos y a los grandes empresarios tener alguien mortal a quien hacer reverencias, que no todo van a ser genuflexiones en el reclinatorio para que se les perdonen las corrupciones y tejemanejes que utilizan como herramienta en su trabajo diario. Es lo bueno que tiene ser católico: robas, te confiesas el domingo, te perdonan y así el lunes puedes volver a robar partiendo de cero.


Mientras iglesia y monarquía continúen teniendo en nuestro país el predicamento del que todavía disfrutan, -“por dios, por la patria y el rey”- continuaremos anclados en el siglo XIX, con militares añorando tiempos que se niegan a olvidar y jueces ultras desestabilizando con sumarios imposibles, distópicas “huelgas” y manifestaciones que mancillan y desprestigian la honorabilidad de las togas con las que se revisten. Lo de los periodistas vendidos al encanallamiento de la convivencia es más complicado de entender, a menos que la explicación sea que tienen hambre, los pobres. No solo se prostituyen entregándose a la manipulación y la difusión de bulos de la manera más vergonzosa posible, sino que la mayoría lo hace además por salarios de miseria. 


El ecosistema de la convivencia en España tiene mucho que resetear, y tras la celebración del comité federal socialista y el congreso de los populares, que son las dos formaciones políticas que han definido el bipartidismo desde hace casi cincuenta años, no parecen existir demasiados motivos para el optimismo. En la lucha política por un futuro de progreso hay una cosa clara: no se pueden templar más gaitas ni con la iglesia ni con la monarquía, y el alma de izquierdas de la que presumen aún algunos socialistas lo sabe de sobra. Porque ambas instituciones están llamando a voces al fascismo y haciendo lo posible para que los totalitarios lleguen al poder cuanto antes, aún a sabiendas de que se arrepentirán de ello más pronto que tarde, sobre todo el jefe del Estado.  


Como he escrito alguna vez, quienes defienden que hay que salvar la institución monárquica porque es la mejor manera de que nos salvemos todos, en realidad están pensando en salvarse solo ellos. A la iglesia católica, como sobrevive siempre, le da igual monarquía que dictadura. Lo que parece que le sienta peor es la democracia. Quizás sea esa la razón por la que muchos de sus representantes se dedican a sembrar cizaña involucionista desde los púlpitos contribuyendo con ello a envenenar la convivencia más aún de lo que ya está. 


J.T.

martes, 1 de julio de 2025

Sobre el moribundo Consejo de Informativos de rtve

El enemigo está dentro desde hace décadas. El problema de tve es la bunkerización de buena parte de quienes trabajan en ella, el espíritu funcionarial que se respira en su atmósfera y que, si eres fijo, hace que te sientas blindado aunque seas un vago redomado o un inútil. O peor todavía: una mala persona instalada en el agravio permanente que se dedica a proclamar día tras día por los pasillos lo poco que se le valora con lo magnífico profesional que él es. Según por donde vaya el viento, unas veces se lo escucharás a unos, pasado un tiempo a los otros y así sucesivamente. 


Cuando alguien de fuera llega a tve recién contratado y con sangre en las venas, con ganas de hacer cosas y obtener resultados, más pronto que tarde acaba chocando con el “funcionario” de turno que le para los pies: pero tú dónde te crees que vas, chaval, a ver si piensas que vas a inventar la pólvora. He visto ya a muchos como tú llegar queriendo comerse el mundo y no han tardado en estrellarse, por listos. Así que si yo fuera tú, me lo tomaría con calma y te irá mejor. 


Relajarse significa no empeñarse en cambiar las cosas, que la inercia siga funcionando porque quienes tienen un cargo pasan pero tú continuarás ahí. Cuando quien se comporta así es un especialista en decorados o un responsable de mantenimiento no pasa nada o pasa poco, pero cuando se trata de un redactor, de un realizador o de un reportero gráfico ya estamos en otra dimensión, sobre todo si hablamos de los Servicios Informativos.


Somos independientes y no estamos dispuestos a consentir que los políticos metan las manos en nuestro trabajo, braman quienes no paran de levantar teléfonos y se dedican a conspirar con políticos sin descanso. A mí no me manipula nadie, proclaman quienes no hacen otra cosa que manipular a destajo como si no hubiera un mañana. Siempre me pareció abominable esta manera de actuar, más grave aún cuando de lo que estamos hablando es de un medio de comunicación público, pero creo que lo entiendo: a veces hay mucho en juego y la información siempre ha sido material sensible, oscuro objeto de deseo de todo político apenas atrapa el poder. 


A rtve ha llegado por primera vez en mucho tiempo un equipo directivo que ha decidido respetar al espectador y programar pensando en el carácter de servicio público que dota de sentido la existencia del medio ¿Dónde se creen ustedes que están encontrando más beligerancia? ¿En los partidos políticos ya sean de derechas o de izquierdas, en los sindicatos, quizás entre los empresarios o en las televisiones de la competencia? 


Error: la mayor hostilidad proviene de los propios trabajadores de la casa. De algunos, claro está, no de todos, pero hay algunos que son muy algunos. Unas veces porque estaban tan a gusto cobrando sin pegar ni golpe y ahora los quieren poner a trabajar, otras porque llevan años viviendo en su zona de confort, con horarios de ensueño y sueldos impensables en otros medios, desconociendo por completo el frío que hace fuera, otras porque se consideran desplazados y, mientras esperan que cambie el viento, se dedican a poner todos los palos en las ruedas que pueden. Luego está los que recurren a la legislación vigente para que las cosas no mejoren cuando no les gustan: que sea difícil innovar, que vaya pasando el tiempo hasta que el escenario cambie y esas mejores vuelvan a ser innecesarias.


Si en los Servicios Informativos de Televisión Española no es ese el espíritu, la verdad es que lo parece bastante. No hay manera de que los telediarios se elaboren estrictamente con carácter informativo desde que el Partido Popular destituyó al equipo que lideraba Fran Llorente. Durante esa época (gobierno Zapatero, 2004-2011)) se decidió crear un órgano que velara por la calidad de la información al que llamaron Consejo de Informativos con la idea de velar por la independencia, objetividad y veracidad de los contenidos. Entre sus funciones destacaba una: actuar como guardián de la ética informativa. No se rían, por favor.


Durante años este Consejo, formado por profesionales elegidos por sus propios compañeros, funcionó con espíritu constructivo y contribuyó en parte a mejorar las cosas, incluso consiguió sobrevivir cuando en el 2012 el PP tomó Torrespaña por asalto y reinstauró los tiempos oscuros apostando sin rubor por la manipulación, la tergiversación, el escoramiento a la derecha y el ninguneo de los partidos progresistas. De todas aquellas prácticas continúan quedando secuelas a día de hoy. El Consejo de Informativos de los primeros tiempos de Rajoy plantó cara pero le hicieron poco caso, perdió prácticamente todas las batallas porque sus dictámenes no son vinculantes. Desde entonces, cada año que ha pasado ha pintado menos. 


A juzgar por lo que se ve en pantalla, Torrespaña continúa siendo un bastión inexpugnable donde parece que no haya manera de emitir un telediario cuya escaleta se rija estrictamente por criterios profesionales. Y aunque últimamente parece que se cortan un poco, continúan dejando mucho, pero mucho que desear. 


El único aire fresco proviene de programas como La Hora de la 1, Mañaneros 360 o Malas Lenguas que no dependen directamente del área de informativos y que analizan la actualidad con la intención de ser útiles al espectador, contestar a sus preguntas, aclarar sus dudas y ofrecer diferentes puntos de vista sobre lo que sucede para que quien escucha disponga de argumentos distintos y pueda sacar sus propias conclusiones. 


Pues bien, aquí es donde en Torrespaña se ha rasgado las vestiduras. Aquí es donde el actual Consejo de Informativos, que ya no tiene nada que ver con lo que fue durante sus primeros años de vida (ahora la votación ni siquiera es en urna y la participación telemática de la última consulta fue alarmantemente baja) se ha puesto en pie de guerra publicando distópicas notas de prensa. Ni Cintora Ni Ruiz ni Intxaurrondo son de la casa, ¿cómo se atreven a hacer lo que les corresponde hacer a ellos?, protestan airados. Investiguémoslos, que se saltan el manual de estilo. ¿Por qué hay que hacer las cosas bien si se pueden continuar haciendo como siempre?, esto es un escándalo, están haciendo periodismo, les falta decir. Hasta la emisión del documental 7291, dedicado a los fallecidos en las residencias de ancianos de la Comunidad e Madrid durante la pandemia, les pareció mal que se emitiera. Anunciaron una investigación para que se les explicara por qué se hizo con producción ajena y por qué se centraba solo en la Comunidad de Madrid. Esas investigaciones, si es que las hacen, que lo dudo, se suelen quedar luego en agua de borrajas pero montar el pollo, la verdad es que lo montan.


Algunos de los agraviados, que esperan en la redacción la vuelta del PP como agua de mayo, mantienen una buena cuota de poder en la estructura de los Servicios Informativos impidiendo que se haga mejor información en los telediarios y en el canal 24 horas. Hablamos de mejor información, entiéndaseme bien, no de información a favor de unos o de otros, que ya veo venir a tanta piel fina como hay por ahí. Y buena información es la que están ofreciendo por fin, a día de hoy, los programas de actualidad a los que el Consejo de Informativos tiene enfilados públicamente y que se emiten desde los platós de Prado del Rey, no desde Torrespaña  que esa es otra. No quieran saber ustedes por qué, porque cada vez que lo pregunto nadie me lo explica con claridad. 


Que el moribundo Consejo de Informativos de tve se alinee con quienes no quieren que nada cambie, con quienes no parecen tener interés en que la televisión publica sea útil y cumpla su función, es una pésima noticia. Pero así son las cosas, y así se las hemos contado. 


J.T.


 












lunes, 30 de junio de 2025

Sobre los acosadores ultras con micrófono



¿Se imaginan a Felipe González acosado por el fascista Vito Quiles y su micrófono a la salida de cualquier acto público madrileño?


¿Verdad que no? Quienes manejan los hilos de las insolencias de este cansino profanador del oficio periodístico no tienen ningún interés en molestar a quien, como el expresidente socialista, le está haciendo el trabajo sucio al involucionismo más desprejuiciado. Niño, ni se te ocurra incordiar a Felipe, que es de los nuestros. Nada tiene que temer pues el augusto ex presidente, como tampoco nada han de temer Lambán, Page, Nicolás Redondo, Cándido Méndez o el condenado Barrionuevo, por ejemplo. Zapatero ya es otra cosa, no le perdonan su cuota de responsabilidad en los resultados  electorales del 23 J, como no le perdonan a Silvia Intxaurrondo la ya histórica entrevista televisiva en la que desenmascaró a Núñez Feijóo para los anales. 


Cuando Zapatero e Intxaurrondo acudieron el miércoles pasado a recoger los premios Público 2025, a la salida del CaixaForum, el lugar donde se celebró el acto, estaban los acosadores esperándolos. Esta vez el quimérico reportero andaba acompañado nada menos que por… ¡el pequeño Nicolás! Todo va encajando ¿Cómo no se nos había ocurrido antes que son la pareja perfecta, los Roberto Alcázar y  Pedrín de nuestro días? Como comenté con algunos de mis compañeros, solo les faltaba Froilán, pero todo llegará.


¿Se imaginan a esta parejita de prendas a las puertas del Parlament catalán o del ayuntamiento de Donosti perpetrando las mismas tropelías que llevan a cabo a la salida del Congreso de los Diputados? Claro que no, porque esa impunidad solo pueden exhibirla en los predios del alcalde Martínez (el facha) y del ventrílocuo Miguel Ángel Rodríguez. Igual les estoy dando ideas, porque la verdad es que sí que me imagino algunas ciudades españolas donde aplaudirían estas performances intimidatorias. 


Este tipo de personajes, jóvenes por lo general, descarados, que van por el mundo provocando con la seguridad de que nada les va a ocurrir por mucho que se extralimiten, son genuino producto de la madrileñidad mas tóxica, de esa olla a presión que se cree el ombligo del mundo sin serlo, que se niega a admitir la existencia de un país diverso y plural donde todos tenemos cabida, incluso ellos. El problema es que a la inversa, si son ellos quienes acaban teniendo la sartén por el mango, las cosas no funcionarían igual. Hacen uso de una libertad que los suyos no tardarían en recortar, si no liquidar, apenas lleguen al poder.  


¿Cómo le puede dar lo mismo a Felipe González que este tipo de cosas acaben sucediendo? Porque sucederán si gobiernan los ultras, y él lo sabe. De gira permanente por radios y televisiones hostiles con el gobierno de coalición, no doy crédito cuando le escucho cabreado con Catalunya, con el hecho de que Sánchez esté apoyado por EH Bildu, un partido tan democrático como cualquier otro, cuando llama barrabasada a la amnistía... Estuvo toda la vida poniéndonos los cuernos y abochorna constatar hasta qué punto nos engañó nada menos que durante trece años; aún cuesta digerir verlo ahora alineado con los protectores de Quiles y el pequeño Nicolás. 


Me pregunto qué opinión tendrá el ex presidente, quien no disimula su incomodidad cuando accede a algún canutazo improvisado, de la persecuciones callejeras a las que Vito Quiles y compañía someten a muchas personalidades de izquierdas. ¿Qué ocurriría si la desfachatez con la que los ultras se comportan la ejerciera alguien con él? ¿Qué pasaría si, cada vez que salen del Congreso Cayetana Álvarez de Toledo o José María Figaredo el sobrinísimo de Rodrigo Rato, se encontraran, como le ocurre a Gabriel Rufián, con una mosca cojonera que, micrófono en mano, se dedicara a proferirles insultos disfrazados de preguntas?


Porque las preguntas que estos tipos hacen no son preguntas, sino juicios de valor, provocaciones para poner a prueba la capacidad de aguante de quien se ve obligado a contar hasta cien para no caer en la tentación de acabar haciendo algo de lo que tendrían que arrepentirse. El interpelado no puede perder los nervios si no quiere buscarse la ruina, tiene que respetar el despreciable comportamiento de quien le asalta, porque a la mínima que invadas su espacio ya te están diciendo no me toques que llamo a la policía. Se trata de una trampa infernal, de una pesadilla que la convivencia en paz no se merece. Esto es crispación, provocación auspiciada por personajes como Eduardo Inda o Alfonso Rojo, periodistas que en su día mamaron de las enseñanzas de Pedrojota y con el tiempo se convirtieron en alumnos aventajados.


Una vez más nos vemos en la tesitura en que los demócratas se han visto tantas veces a lo largo de  la historia. No nos gusta ni lo que dicen ni lo que hacen, nos molesta profundamente cómo se comportan, pero seguiremos luchando para que, incluso ellos, continúen teniendo ese derecho.


J.T.

domingo, 22 de junio de 2025

¿Y ahora qué hacemos?




Me niego a admitir que el trabajo de las izquierdas durante cinco décadas se pueda acabar yendo al carajo en cinco semanas porque el PSOE no sabe dejar de ser corrupto. Me niego a pensar que el esfuerzo que hizo la generación a la que pertenezco para que nuestras hijas vivieran en un mundo mejor que en el que nosotros crecimos no ha servido de nada y que existe además un alto riesgo de regresar a la casilla de salida.


Algo sin duda hemos hecho mal. Muy mal. Pero… ¿tan mal como para que pueda llegar el momento en que se arranquen las placas dedicadas a Marcelino Camacho o Tierno Galván, por ejemplo, y vuelvan a ponerle a las calles General Yagüe, General Mola o Avenida Francisco Franco?


Me imagino al jefe de los obispos españoles, que desde que murió el Papa Francisco no deja de meterse en política, frotándose las manos porque el negocio reflota. Nunca lo vieron peligrar, adoctrinados como tienen a la mitad de los jóvenes del país en colegios concertados gracias a Alfonso Guerra, pero quieren más. Aborto fuera, matrimonio igualitario fuera, hijos con padres o madres del mismo sexo fuera que ya está bien, hombre!


Me imagino las cantinas de los cuarteles, con esos militares, policías o guardias civiles brindando ya por el regreso inminente de los que a su entender nunca tenían que haber permitido que los rojos llegaran al poder ¡Los rojos! Le llaman rojo a Pedro Sánchez, a Marlaska, Robles, Carlos Cuerpo… le llaman rojo a Ábalos, a Santos Cerdán, ¡madre mía! y ahora también, claro, sinvergüenza y ladrón, esto con toda la razón del mundo. 


También los bancos y los empresarios se frotan las manos, hartos ya de ganar menos de lo que les gustaría, cabreados con los impuestos, con las subidas de salarios y pensiones, cuestionando las becas a quienes no tienen recursos, pugnando por acabar con las subvenciones a oenegés, con las ayudas a los desfavorecidos… Me imagino, claro, a los sindicatos avergonzados. O no.


Me imagino a los ultras cada vez más crecidos, bueno, no me los imagino, los veo y escucho, y se me ponen los pelos de punta con sus diatribas contra catalanes y vascos, contra las autonomías en general, con su demonización del inmigrante y su reivindicación del machismo más casposo, con su banderas del aguilucho… Me imagino centros de atención a la mujer maltratada clausurados, teatros cerrados, libros y conciertos prohibidos, películas censuradas ¡Muera la inteligencia, carajo! “Indecente, corrupto, traidor”, le gritan los fachas a Sánchez por las esquinas emulando las diatribas de su admirado Abascal cada miércoles en el Congreso de los Diputados…


Algo sin duda hemos hecho mal. Muy mal. Creíamos que se podían mejorar las cosas y quienes nos han ido representado en las instituciones nos han estafado sin compasión alguna. El caso más escandaloso es el de Felipe González y el de los muchos amorales que le rodeaban, que desde la impunidad cometieron todo tipo de desmanes aparte de hacerse ricos. Creíamos que aquello era agua pasada, que a día de hoy eran ya solo viejos gruñones y que el equipo de Sánchez era otra cosa, que con ellos se podía mejorar y promover más políticas sociales, aunque solo fuera porque los números no le daban a los socialistas para gobernar sin contar con la izquierda transformadora. 


Pues no. Apenas pudo, Pedro Sánchez se quitó de en medio a quienes apostaban por cambiar las cosas de verdad y prefirió una izquierda light y sumisa que lleva dos años protestando con la boca chica, traga con todo (monarquía, OTAN, aumento del gasto armamentístico) y no propone nada nuevo. En esas estábamos cuando llegó el tsunami, cuando nos pilló el toro como jamás se nos habría ocurrido imaginar, al menos a mí. La estrepitosa cornada tiene a muchos aún en la enfermería preguntándose qué he hecho yo para merecer esto.


En esta tercera semana de pasión que ahora empieza veo y escucho a mucha de la gente que me rodea todavía desconcertada ¿No vamos a poder sacarnos la corrupción nunca de encima? ¿Nos van a seguir engañando como a chinos unos y otros, prometiendo regeneraciones que nunca llegan y compitiendo entre ellos a ver quien es menos ladrón, ¿pero qué es esta vergüenza?


¿Y ahora qué hacemos, cómo se sale de aquí? ¿Cómo conseguir que el mundo de quienes vienen detrás no vuelva a vivirse en el blanco y negro donde nos tocó crecer a quienes tuvimos la oportunidad de mejorar las cosas y no lo hemos hecho? La mayoría de las propuestas que se escuchan son pan para hoy y hambre para mañana. Quienes piden elecciones saben que a corto plazo eso significaría la ruina, la llegada del fascismo. Continuar con el mismo gobierno cambiando a Sánchez sería prolongar el viaje a ninguna parte que comenzó tras la aparición en escena del escándalo Ábalos-Cerdán. Con otras propuestas, como gobierno de concentración o pactos PP-PSOE, se me abren las carnes.


La única opción política que podría cambiar las cosas, preservar la educación y sanidad públicas, defender y aumentar los avances laborales y sociales ya conquistados y ayudarnos a recuperar la dignidad perdida tiene en este momento cuatro diputados tras fracasar todos los intentos del sistema por hundirlos en la miseria. Cuatro diputados que tenían y tienen razón. Formularon el diagnóstico correcto en el momento adecuado y no les dejaron hacer su trabajo. Como tantas veces ocurre, la importancia de lo que se tiene no se ve hasta que se pierde. 



J.T.