domingo, 26 de junio de 2022

Anfitriones de la OTAN


Leopoldo Calvo Sotelo fue un presidente efímero y de transición, pero durante el tiempo que estuvo en La Moncloa le dio tiempo a dejarnos para siempre una herencia de enorme calado: con nocturnidad y alevosía fue el encargado de meter a España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte el 30 de mayo de 1982. 

Entretenidos como estábamos con el juicio contra los militares que encabezaron el fallido golpe de Estado del 23F del 81, cuando vinimos a darnos cuenta éramos ya miembros de la Alianza Atlántica. El PSOE protestó con la boca pequeña, había llenado las paredes del país con carteles donde podía leerse “De entrada, no” y parte de la campaña electoral que meses después le proporcionaría el inapelable triunfo en las urnas con 202 diputados estuvo basada en la promesa de convocar un referéndum para sacarnos de la OTAN apenas estuvieran en el poder. 

Ya como vicepresidente, Alfonso Guerra llegó incluso a conceder una histórica entrevista a Victoria Prego en Tve, que por entonces era televisión única. Embutido en un traje blanco impecable, aseguró que convocarían el referéndum prometido remarcando, para quien no lo tuviera claro, que “la consulta sería para salirnos de la OTAN, no para quedarnos”, porque en el imaginario popular la verdad es que la cosa no estaba demasiado clara. Luego fueron pasando los meses, y los años, y del referéndum nadie hablaba. 

Ya en 1984, en Informe Semanal de Tve se decidió hacer un reportaje para recordar a los españolitos que en la OTAN estábamos de hecho con todos los avíos que eran menester y tuve el honor de que se me encargara a mí elaborarlo. Así que me fui a Bruselas para enseñar las dependencias que los militares españoles estaban ya ocupando allí, en la sede de la Alianza Atlántica. No estábamos integrados en la estructura militar, pero aquello andaba lleno de militares. Entrevisté a los jefes de los tres ejércitos en sus respectivos despachos y al embajador, Jaime de Ojeda, a cuyo lado trabajaba Rafael Spottorno, que años después pasaría al palacio de la Zarzuela. 

Una vez montado y antes de emitirse, quisieron ver el reportaje en el ministerio de Defensa, me resistí y Enrique Vázquez, director de Informativos, me apoyó: lo vieron al mismo tiempo que los 18 millones de espectadores que habitualmente seguían el programa los sábados por la noche. Cuando Vázquez fue relevado por Enric Sopena en 1985 todo cambió. Todo cambió en la tele y en el gobierno porque la legislatura iba agotándose, el asunto del referéndum se tenía que solucionar y no había narices de convocarlo para pedir el NO: terminaron convocándolo para pedir el SI. Por entonces pareció que los socialistas daban un súbito y sorprendente giro de 180 grados, pero vista la evolución del tándem González-Guerra con el paso de los años, no parece descabellado suponer que todo estaba  perfectamente planificado desde el principio: Calvo Sotelo les hacia el trabajo sucio y ellos remataban la faena.

Me encargaron un par de reportajes más sobre el referéndum cuando ya faltaban pocas semanas para que tuviera lugar la convocatoria. En el segundo se me ocurrió rescatar la frase de Guerra a Prego en 1984 cuando afirmó que la consulta se convocaría para pedir el NO a la OTAN y en ese mismo instante dejaron de encargarme cualquier cosa que tuviera que ver con el asunto al tiempo que por las cabinas de montaje de los telediarios se paseaba un entrañable comisario político, en excedencia del diario El País, que iba quitando todas las imágenes de soldados con las que algunos redactores ingenuos continuaban ilustrando las piezas en las que se hablaba del referéndum. 

Tres días antes de abrirse los colegios electorales para votar, cuando Manuel Fraga ya había anunciado que la derecha que él lideraba pediría la abstención, Felipe González compareció en domingo por la noche para chantajearnos a través de Tve: “Si gana el NO, yo no pienso gestionarlo”, dijo. 

La noche del referéndum, ya con el “castigo” levantado, me tocó cubrir las horas de recuento en la sede socialista de la madrileña calle Ferraz. Cuando, exultantes por la victoria del SI, apareció Guerra entre vítores y música a toda pastilla, el vicepresidente se acercó hasta los militantes de la UGT con quienes yo me encontraba: “Gracias, les dijo, quiero que sepáis que sin el trabajo a conciencia que ha hecho la UGT durante toda la campaña, jamás habríamos ganado el referéndum”. 

Tres meses después, el PSOE volvió a ganar por mayoría absoluta a la Coalición Popular de Manuel Fraga, al CDS de Adolfo Suárez y a un experimento llamado Partido Reformista capitaneado por Miquel Roca en el que figuraba también Florentino Pérez, una apuesta que fracasó estrepitosamente y le costó a los bancos cuatro mil millones de pesetas que nunca recuperaron.  

Treinta y seis años más tarde ahí seguimos: con los bancos, con Florentino Pérez… y en la OTAN. Celebrándolo además en Madrid, como anfitriones de todos los pesos pesados del mundo occidental y en plena guerra de Ucrania ¡Ea!  

J.T.

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