sábado, 4 de junio de 2022

Andalucía. Predicar en el desierto


La lucha nunca es estéril pero hay veces en que, por mucho que se labre la tierra, la cosecha resulta escasa. Esa es la sensación que me produce la cercanía de las elecciones andaluzas, en cuya campaña acabamos de entrar de lleno y cuyos resultados para las izquierdas no parecen nada halagüeños. Dos semanas para despejar incógnitas, dos semanas quedan para acabar de deshojar la margarita y por ahora los “hechos objetivos”, expresión esta tan familiar para algunos de mis amigos de siempre, no permiten ser nada optimistas. Pensar lo contrario a estas alturas sería pura ingenuidad.

La conjunción astral presagia la catástrofe para los avances sociales y laborales en Andalucía, para la mejora de la calidad de vida de quienes peor lo pasan, pero a las formaciones políticas que tendrían que estar trabajando sin descanso para evitar la irrupción del fascismo en el gobierno de la Junta, los vemos ahí melifluos e impotentes, sin capacidad para evitar la llegada de una tormenta rabiosa cuyas nubes negras aparecen ya en el horizonte presagiando sin remedio una correlación de fuerzas inimaginable hasta hace pocos años. Los truenos hace meses que se escuchan, ruidosos y amenazantes, y los rayos feroces que de vez en cuanto vemos partir en dos el cielo de Andalucía, a mí me parten directamente el alma.

¡Qué larga y desesperante se va a hacer esta campaña electoral! ¿Habrá algo más insulso que una campaña electoral, algo más tedioso para los profesionales de la información que tener que cubrir los actos de los candidatos y dar cumplida cuenta de las obviedades y lugares comunes que sueltan? Además, siempre con el cronómetro en mano para que el tiempo dedicado a cada partido sea proporcional al porcentaje de escaños sobre el total que ocupan en el Parlamento. Eso no solo no es periodismo sino que, en casos como el de Ciudadanos, acaba siendo surrealista. ¿De qué les va a servir a los pobres el tiempo que van a aparecer en pantalla si sus votos se los van a acabar repartiendo entre el PP y Vox?

Como las izquierdas en Andalucía parecen empeñadas en despedazarse ellas mismas las unas a las otras, no seré yo quien contribuya a echar leña a ese fuego. Solo diré que en la medida en que los enfrentamientos son más públicos y resultan más patentes, más se frotan las manos en los cuarteles generales del fascismo.

Y del perfil bajo que mantienen los socialistas, ¿qué me dicen? El candidato Juan Espadas es una mala copia de Ángel Gabilondo. Sus mensajes no llegan nada más que a los convencidos de siempre, no confronta, no agrede, no ataca… confiado él y los suyos en el suelo con el que cuentan. Un suelo cada vez más movedizo e insuficiente como se demostró en Madrid, pero con una pequeña diferencia: lo que viene ocurriendo en Andalucía desde hace 40 años ha tenido siempre un cierto carácter premonitorio con respecto a los resultados de las elecciones generales que se han celebrado después.

Esta manera de comportarse de los socialistas, unas veces autosuficiente y otras más bien “pasota”, a mí solo me cuadra si responde a algún plan oculto de Sánchez y su sanedrín, porque el desastre posible lo conocen mejor que nosotros. Lleva Pedro jugando al póker desde que sus hermanos de leche lo mandaron a los infiernos en octubre de 2016. Desde que resucitara poco después hasta ahora, casi cinco años ya, navega con el viento de cara sorteando oleajes amenazantes y tormentas imposibles. Pero mucho me temo que con Andalucía no le va a salir bien. Como escribía Ricardo Dudda hace unos día en El País, “al Psoe le ha venido bien en el pasado el crecimiento de Vox, aunque mucho menos de lo que esperaba. La estrategia de convertirlo en enemigo público número uno es poco sostenible en el tiempo y está llena de riesgos: quizás vences a tu adversario en el barro, pero acabas tragado por él.

Por otra parte, parece existir un objetivo en el que coinciden PP y Psoe: hacer desaparecer a Unidas Podemos del mapa para siempre, que dejen de incordiar de una vez, algo en lo que hasta esa mosquita muerta llamada Joan Balldoví parece coincidir a tenor de la invitación pública que hace pocos días hizo a Pablo Iglesias: a ver si se está calladito, llegó a decirle a María Galán en una entrevista para Nius. Con compañeros de viaje así, Feijóo y Sánchez tienen el trabajo hecho y tanto Vallés como Ferreras o Ana Rosa Quintana la carnaza servida en bandeja.

Hablábamos antes de la inacción del Psoe: ¿cuántos votantes de la izquierda quedan por movilizar contra el crecimiento de la ultraderecha?, se preguntaba alguien el otro día. A lo mejor resulta que no es tanta la inacción y que todo lo que está sucediendo anda pactado de antemano para resucitar el bipartidismo con la coartada de que se trata de la única manera posible de frenar al fascismo. Capaces son. Por eso todas las voces de alarma que se den para desenmascarar esta posible jugada serán pocas; como decía al principio, la lucha nunca será estéril aunque la cosecha a veces resulte escasa. Por mucho que parezca que se predica en el desierto, siempre hay alguien escuchando.

J.T.

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