domingo, 29 de mayo de 2022

Un peligroso juguete roto


En otras circunstancias podría considerársele un jarrón chino pero no, él mismo se ha empeñado en convertirse en patético juguete roto. Muy costoso, pero roto. 

Al principio le llamábamos “El Breve” porque pensábamos que era tonto, ¡jó con el tonto!, casi cincuenta años ya tomándonos el pelo. Casi cinco décadas que quedarán reflejadas en los libros de historia y en las que ha conseguido, eso sí, situarse a la altura de las rapiñas y el descaro de sus antecesores. Él iba a ser distinto: “Motor de la transición”, ¿recuerdan?, defensor de las libertades deteniendo golpes de Estado…  

Lo que peor llevo de todo esto es la sensación de haber sido estafado, una sensación que a muchos nos cuesta aún expresar con rotundidad porque fueron décadas admitiendo, aunque fuera por omisión, que todo lo que concernía a la persona del monarca debía ser considerado tabú. Aún parece que hay miedo a expresar nuestra decepción en voz alta, aún parece que esté prohibido llamar a las cosas por su nombre y así, cuando un diputado como Gabriel Rufián lo llama delincuente en el Parlamento, la presidenta va y lo reconviene. Robó amparándose en la inviolabilidad de su figura contemplada en la Constitución, de muchas irregularidades fiscales no dio cuentas porque prescribieron, y otras... las regularizó pagando a Hacienda unos cuantos millones de euros que lo salvaron por la campana, pero ni aún así se le puede llamar delincuente según la “progresista” Meritxell Batet. Socialista. Catalana.  

Hay muchos que han decidido ponerse de su parte, darse por bien estafados y engañados, en unos casos porque viven necesitando adorar a alguien y en otros porque, desde un punto de vista político, esto permite colocarse enfrente de quienes cuestionan la monarquía como régimen parlamentario e insisten en que hay que reformar la Constitución pero ya. No olvidemos que también en el Psoe hay mucho republicano de boquilla que cuando le hablan de tocar la Constitución dicen que ni en broma. 

Al margen del debate entre monarquía y República, aquí estamos hablando de una persona con nombre y apellidos, de alguien que se ha estado riendo de nosotros desde que murió el dictador y que, visto lo visto hace unos días, aspira a seguir burlándose de nosotros todo el tiempo que le quede de vida.  

Como parece bien claro que ya se la suda todo y en su regalada senectud ha resuelto desprenderse de máscaras y disimulos, descubrimos ahora que nunca fue un campechano bonachón como en su momento algunos inocentes creímos, sino un chulo impresentable. Lo pillan con las manos en la masa, se descubren todos sus desmanes y aún así, vuelve cuando le sale de las narices no solo desafiando a la perpleja ciudadanía y poniendo a prueba nuestra paciencia, sino también la de su propia familia.  

Cuando alguien se atreve a insinuarle mínimamente si piensa dar explicaciones deja al descubierto su verdadera personalidad. Ese “Explicaciones de qué, ja,ja,ja” que le espetó a la "atrevida" reportera que “osó” formularle una tímida pregunta resume toda una actitud ante la vida de alguien que ahora, antes y siempre funciona y funcionó creyéndose por encima del bien y del mal.  

Toda su vida instalado en el arte de mentir le convirtió en un verdadero experto: engañó al dictador que lo designó, tomó posesión jurando unas leyes que inmediatamente incumplió y todo eso nos pareció bien. No se nos ocurrió que en aquellas transgresiones no había ninguna convicción política, ninguna fe en la democracia, sino que se comportaba así porque esa iba a ser siempre su manera de andar por la vida: mentir únicamente en provecho suyo. Si de paso en un momento dado eso beneficiaba a otros, pues mire usted qué bien, pero nunca nos respetó. Ninguneó hasta a su padre y ahora redondea la faena humillando a su hijo, pasando de todos nosotros como siempre y poniéndose el mundo por montera. 

Las derechas han apostado por apoyarlo sabiendo que defienden lo indefendible. Lo hacen desde la misma amoralidad que practica el viejo monarca. Le hacen la pelota como táctica política pero, en realidad, a la mayoría de ellos les importa un comino el destino de un Juan Carlos cuyo comportamiento, eso sí, les viene de perlas para confrontar con sus adversarios políticos de la izquierda.  

No tiene nada que ver la institución monárquica con las personas que la encarnan, cuyas miserias retransmitidas en directo producen verdadera vergüenza ajena. Divididos en dos bandos ellos y sus respectivos cortesanos, no estaría nada mal que el espectáculo bufo que estamos brindando al mundo finalizara cuanto antes.  

Al paso que vamos y tras el anuncio de un segundo y vergonzoso episodio en breve, puede que lo peor este aún por llegar. Tenemos culebrón para rato. 

J.T.

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