domingo, 1 de mayo de 2022

Tirar la toalla, jamás!



 

Cada día que transcurre, cuando escucho radio predicadores o presentadores televisivos aplaudir el envío de armas, o a presuntos socialistas predicar y defender la violencia, el espionaje.. cada día que ocurre alguna de estas cosas, decía, encuentro más motivos para reafirmarme en mis convicciones. 

Cuando descubro que partidos presuntamente progresistas atacan sin vergüenza a quienes defendemos que otras soluciones son posibles...

Cuando los amos del dinero marcan el camino sin que los gobiernos democráticamente elegidos les rechisten. 

Cuando cloaqueros y amorales varios campan por sus respetos a su antojo mientras los miembros del gobierno (“progresista”) miran para otro lado o directamente los defienden.  
Cuando tomo conciencia de todo esto… 
Es cuando entiendo el largo camino que nos queda por recorrer. 
Entonces es cuando me pregunto cómo es posible que vayamos tan lentos, cuando me niego a asumir que luchar sea estéril. 

Si después de cuarenta y siete años de la muerte del dictador los usos y costumbres que en su época se implantaron siguen en el adn de sectores tan claves como la judicatura, las fuerzas de seguridad o los medios de comunicación. 
Si los durante años considerados “héroes de la transición” (Juan Carlos, Pujol, Felipe, Guerra…) desaprovecharon la oportunidad de pasar a la historia con letras de oro y eligieron convertirse en patéticos juguetes rotos. 
Si las televisiones públicas se han empeñado en degenerar hasta no interesar a nadie. 
Si quienes valen en política se marchan y el nivel de los que van quedando es cada vez menos respetable y más barriobajero. 
Si mentir tiene premio y denunciar comportamientos inaceptables supone pagar un alto precio a quienes se atreven a hacerlo. 
Si la supervivencia es el objetivo y no la preocupación por mejorar el mundo en que nos movemos. Si todo esto es así… 
Entonces es cuando más merece la pena que quienes no estamos de acuerdo con la marcha de las cosas luchemos por cambiarlas. 

Cada día que transcurre queda más claro que no se puede ser tolerante con los intolerantes. Ni amable con los desprejuiciados. Ni comprensivo con los canallas. 
No jugamos en la misma liga.  
Ellos no tiene ética y nosotros sí. Tampoco prejuicios, ni moral, ni vergüenza.  
Ellos esperan que acabemos tirando la toalla. 
Y eso no va a suceder, ¿verdad que no, querida/os amiga/os? 

J.T.

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