martes, 27 de octubre de 2020

Canal Sur se echa al monte

Lo de Canal Sur estaba cantado. Apenas los socialistas perdieran el poder en Andalucía, el PP se tomaría la revancha sin compasión alguna. A fe que lo está haciendo con creces. Claro que fueron tantas las tropelías cometidas durante casi treinta años que era impensable que, a las primeras de cambio, los adversarios políticos no se desquitaran pagándoles con la misma moneda. Hubiera sido elegante no hacerlo, claro, y me consta que entre los miembros del equipo de dirección hay quienes defienden criterios profesionales y no comparten el espíritu de revancha, pero… 

Otra cosa hubiera sido difícil, por no decir inimaginable. Esa es la triste historia de las televisiones públicas en nuestro país: yo tengo el poder, ergo yo manejo la tele. Y a los profesionales a quienes pilla en medio solo le quedan dos opciones: marcharse y buscarse la vida con el frío que hace fuera, o ponerse en primer tiempo de saludo y a tragar carros y carretas.

No son funcionarios propiamente dichos pero tienen plaza fija, y no es lo mismo ser ordenanza en un ministerio que periodista en una tele pública, claro que no. El ordenanza, el guardaespaldas o el arquitecto de una empresa pública no son lo mismo que un periodista, no pueden serlo.

Un periodista no puede ser tratado como un mercenario, ni este debe permitirlo. Esté quien esté en el poder, su trabajo ha de hacerse con los mismos criterios profesionales, así como un ingeniero técnico no puede pervertir las matemáticas según quien gobierne ¿O sí?

El periodista no debe ser maltratado por los gobernantes de turno, que es lo que ocurre en la mayoría de las televisiones públicas; la información en libertad es garantía de salud democrática y cuando esta práctica se prostituye todo se desarma.

Habría que crear mecanismos que impidieran esta dinámica. De lo contrario, ocurrirá siempre lo que en estos momentos sucede en Canal Sur, donde ahora andan arrinconados quienes durante años partieron el bacalao y campan por sus respetos quienes por entonces eran ninguneados. O ninguneadas.

Con un director de informativos, Álvaro Zancajo, de acreditadas tropelías en los medios por donde había pasado anteriormente, un señor a quien literalmente le importa un pimiento la información, todos sabíamos desde el día en el que lo nombraron que la tragedia estaba servida. Lo suyo es la sumisión a sus señores del Partido Popular, práctica contra la que, lamentablemente, poco pueden objetar quienes le precedieron e hicieron lo mismo durante lustros, al servicio de los gobiernos socialistas.


He ahí la maldición ¿Cómo se sale de ese bucle? ¿Cómo conseguir que ni los Zarrías ni los Bendodos de turno metan sus sucias manos en la información de servicio público? Desde los puestos máximos de responsabilidad debe ser muy difícil. Conozco el solvente trabajo que en otros tiempos acreditó como buenos profesionales a Juande Mellado, Isabel Cabrera o Desirée García Escribano… No me puedo creer que se encuentren cómodos con el producto que están haciendo,
no me puedo creer que les parezca bien el aterrizaje de Zancajo, no me puedo creer que hayan tenido algo que ver con la designación del triunvirato Montero-Fatou-Casal para el informativo de las ocho y
media de la tarde…

No, no me lo creo, porque ellos saben perfectamente que los espectadores, no solo no son tontos, sino que la ciudadanía andaluza no merece ser tratada con tal desconsideración. A este paso Canal Sur terminará haciendo buena la Telemadrid de la época de Esperanza Aguirre, aquella que acabó como el rosario de la aurora. No puede ser que suceda lo mismo con la televisión pública andaluza. Por mucho que San Telmo y los incondicionales acólitos con los que cuenta dentro de la tele autonómica parezcan empeñados en ir directos al precipicio.                                                                                                 
                  
J.T.

Publicado en "Confidencial Andaluz"

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