La irrupción telefónica presuntamente espontánea que Pedro Sánchez protagonizó este miércoles en "Sálvame" ha servido entre otras cosas para proporcionar a este presunto programa televisivo una aureola de reconocimiento que no se merece en absoluto. Yo no pensaba terciar en este asunto, pero tras veinticuatro horas escuchando barbaridades he llegado a la conclusión de que también tengo derecho a expresar las mías.
La célebre, y a mi juicio desafortunada, llamadita no debería apartar el foco de lo sustancial, algo que casi todos los medios han dejado de lado a la hora de hacerse eco de la anécdota. Y lo sustancial es que ese espacio en el que Sánchez se puso a hablar contra los toros para rescatar el voto de su presentador es uno de los estandartes de la telebasura de este país. Telebasura, sí; no programa de entretenimiento como de pronto han empezado a llamar a este vergonzoso patio de vecinos y vecinas donde todo el mundo grita y se insulta a propósito de la nimiedad más anodina protagonizada por gentes cuya vida personal al parecer interesa, inexplicable y lamentablemente, a una numerosa audiencia.
Dicen que la desesperación es enemiga de la prudencia y Sánchez, la verdad, da la impresión de estar bastante desesperado. Necesita darse a conocer sí o sí y... como si de un Jimmy Jump se tratase,
parece decidido a aparecer allá donde encuentre un hueco que pueda proporcionarle una mínima notoriedad. Jump, aquel célebre intruso con barretina, ¿recuerdan?, solía escoger escenarios de tronío para sus irrupciones: los premios Goya, la Fórmula Uno, el festival de Eurovisión... pero Sánchez no parece dispuesto a hacerle asquitos a nada: la España de Belén Esteban y de Kiko Rivera está llena de presuntos votantes a los que no dejar escapar y si para eso hay que llamar a "Sálvame", se llama a "Sálvame". La guerra es la guerra.
- Yo te aseguro, Jorge Javier, que no me verás nunca en una corrida de toros. Y eso del toro de la Vega, apenas gobierne acabo con el asunto, te lo prometo.
- Vale, te devuelvo mi voto, Pedro. Pero vigilaré de cerca.
En el mundo del periodismo del corazón, a quien no entra en el juego se le suele dejar en paz. Hay muchos famosos para quienes su intimidad y su vida privada no son negociables y se mantienen de por vida fuera de ese circuito. Otros acceden amablemente de manera ocasional y marcan límites. Luego existe una tercera categoría: la de los que cobran por aparecer y contar sus cosas. Quienes entran en esa dinámica quedan atrapados y acaban siendo pasto de la telebasura más despiadada. Sánchez llamó a Telecinco para contar sus cosas, recuperar el voto de Vázquez y de paso intentar ganar algunos más. Una manera distinta de cobrar, pero un cobro al fin y al cabo.
Imaginándome estoy el ataque de celos de Toñi Moreno, con su flamante programa en la Uno a la misma hora, suspirando ingenua por una llamada de Sánchez (ella igual ignora que sus jefes la censurarían). O a Juan y Medio con sus abuelitos casaderos en Canal Sur, preguntándose qué tendrá Jorge Javier que no tenga él.
Como se ponga de moda, vamos a tener a todos los presentadores de la tele intentando buscarle las cosquillas a Pedro Sánchez a ver si acaba picándose, los llama por teléfono, les hace una promesa de esas que antes se hacían en los mítines e incluso en el parlamento, y de paso les sube la audiencia. Porque todos se sentirán con derecho. ¿Acaso ese tipo de llamadas sorpresa van a ser exclusivo patrimonio de Vasile y su berlusconiano equipo?
Para mí que esto de la llamada lo ha copiado Sánchez del papa Francisco, que de vez en cuando telefonea a conventos de monjas como el de Lucena o a curas de pueblo italiano que le quieren regalar su Renault Cuatro Latas. O igual a quien quiere emular es al anterior rey, entusiasta también en sus mejores tiempos de este tipo de "espontaneidades".
Porque esa es otra: ¿fue todo espontáneo o, por el contrario, pudo existir un guión minuciosamente preparado? En televisión, y más en un programa en directo donde los realizadores se ponen de los nervios si todo no está previsto en la escaleta, las casualidades son muy difíciles. Y que el resultado salga tan redondo, más difícil todavía. Para "Sálvame" fue un verdadero pelotazo. Para el PSOE, una apuesta a cara o cruz. Son pocas las apuestas que no contienen un importante componente de cálculo. Ellos sabrán.
Creo que le estamos haciendo un favor dando por supuesto que aparecer en un programa de telebasura fue producto del azar. Ahora bien, tanto si fue casualidad como si estuvo diseñado al milímetro, imagino que a Sánchez y a su equipo no se les escapa que eligieron para condenar brutalidades el tipo de programa televisivo que más embrutece.
J.T.
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