Como espectador y como periodista yo ya sé quiénes son Eduardo Inda y Alfonso Rojo y qué puedo esperar de ellos. O el tal Marhuenda. Si cuando tienen enfrente a Pablo Iglesias, hablen de lo que hablen, no le intentaran identificar con Cuba ni le relacionaran con Venezuela calificando al gobierno de ese país de dictadura “sangrienta”, la verdad es que me decepcionarían.
Pero anoche, ante la pésima educación que exhibieron frente a Ada Colau, yo me escandalicé directamente. Cuando Rojo le dijo que él no veía el país tan mal como ella diagnosticaba, Colau contestó
- “Pregúntese por qué, dónde vive y con quién se relaciona”
- “Si vamos a lo personal”, se revolvió Rojo, “usted está gordita para el hambre que se pasa”
Que un tertuliano actúe de esta manera tan grosera, machista e intolerable no sólo le descalifica a él. Descalifica al programa que ha invitado a una persona para escuchar sus argumentos y es sometida a un inadmisible linchamiento por parte de sus adversarios ideológicos.
Yo quiero denunciar desde aquí la falta de contundencia del presentador en ese momento, sólo entendible en alguien que, además de carecer de reflejos, evidenció que carece también de criterio. No sólo no reconvino a Rojo inmediatamente, sino que permitió acto seguido que Inda embistiera a la portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) intentando de nuevo, ajado argumentario en mano, vincularla con ETA. Antes, Marhuenda, entre su recital de epítetos, la había llamado demagoga en varias ocasiones.
Que estos propagandistas peperos se comporten así yo creo que ya no le extraña a nadie. Pero que el conductor del programa tarde varios minutos en intentar cortar por lo sano algo que se le estaba
yendo de las manos (fue evidente que alguien debió darle instrucciones por el pinganillo), que espere
al final de la sección para invitar a Rojo a pedir perdón a Ada Colau y que haga un patético paripé
jugando a expulsarlo (el insultador de plantilla volvería a ocupar su sillón en la sección siguiente) eso no es de recibo. Como tampoco lo es que un programa de debate donde se recibe a los invitados para que expongan sus argumentos, estos acaben maltratados, linchados y vituperados sencillamente porque son más educados que el equipo tertuliano habitual y no se ponen a su altura. Eso no se puede consentir.
Debió Iñaki López, el presunto moderador de ese vergonzoso patio de vecinos en el que se convirtió
anoche el plató de la Sexta, continuar recibiendo instrucciones por el pinganillo porque, cuando eran
ya prácticamente las dos de la madrugada, mientras se despedía y más bien con la boca pequeña, dijo
lamentar lo que había sucedido y pidió perdón.
No tengo el gusto de conocer a Ada Colau, pero aplaudo la dignidad que mantuvo anoche a pesar de las provocaciones a las que fue sometida. Y me descubro ante los dos tuits que colgó en la Red al finalizar el programa
1. “Hacía un año que no me invitaban a la Sexta Noche, pero si es para llamarme demagoga, gorda y
etarra, creo que prefiero no volver”
2. “Una última cosa por hoy: que vivan las gorditas de la PAH. Esta primavera más gorditas,
desobedientes y guapas que nunca”
- J.T
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