Bastantes años después descubriría yo que la manera que tenía Manuel Martín Ferrand de entender la vida era muy diferente a la mía. Pero entre los tres o cuatro periodistas que propiciaron que quisiera dedicarme a este oficio se encuentra él, y así me apetece proclamarlo en el mismo instante en que me entero de su fallecimiento.
Vino Jesús Hermida de Nueva York a principios de los setenta para poner en marcha un innovador telediario nocturno llamado "24 horas" y cuando regresó a su puesto en la corresponsalía de tve en Estados Unidos fue Martín Ferrand quien se quedó al frente del informativo.
Desde el sillón de skay de mi proletario piso almeriense, y mientras mis padres se marchaban a dormir, yo me quedaba todas las noches solo a mis diecisiete años extasiado frente al televisor Lavis recién comprado absorbiendo como una esponja, no ya las cosas que contaba Martín Ferrand, sino la manera que tenía de contarlas, su lenguaje cercano, fresco, ameno, tan distinto a los encorsetados locutores a los que tve nos tenía acostumbrados.
Cuando llegué a la facultad yo ya tenía la impresión de que me lo sabía todo: para mí ser periodista se resumía en saber contar las cosas como las contaba Martín Ferrand, en transmitir como transmitía él, en ser tan cercano y entendible como a mí me parecía que lo era él.
Al poco tiempo inventó en la Cadena Ser una genialidad llamada "Hora 25", que consistía en burlar la obligación de dar información a través de Radio Nacional de España. Aún vivíamos en la época en que, para poder emitir información nacional, todas las emisoras del país debían hacerlo conectando con los "diarios hablados" de Rne. Solo se podía emitir al margen información de carácter local. Martín Ferrand supo usar este mecanismo para burlarlo. Lo hizo mediante el habilidoso subterfugio de conectar con cada emisora local, que se limitaba a dar información estricta de las cosas que ocurrían en su demarcación. Perogrullesco, si se quiere, pero había que inventar el cóctel Y él lo inventó. Un cóctel cuya guinda corrió a cargo del controvertido José María García, que revolucionó los modos, maneras y horarios en que hasta entonces se hacía la información deportiva en nuestro país.
Las columnas radiofónicas de Manuel Martín Ferrand, sus escritos y su sobradamente demostrada capacidad para construir equipos hacía que todos sus proyectos poseyeran un toque de frescura e innovación. Repito: mis ideas poco tenían que ver con las suyas pero eso no me impidió reconocerme en el idioma periodístico que Martín Ferrand habló y transmitió siempre.
Antonio Asensio, fundador y dueño mayoritario del grupo Zeta, se apoyó en él para dar a luz en mayo de 1976 "Interviú", su proyecto más emblemático, y durante muchos años la revista contó con la firma de Martín Ferrand en su primera página impar. Lo que tocaba rebosaba periodismo, pero alguien le endilgó el sambenito de "gafe" argumentando quizás el poco éxito de proyectos que encabezó como "Nuevo Diario"o "Diario de Barcelona".
En 1983 montó la primera cadena de radio en frecuencia modulada. La llamó Antena 3 de Radio con las miras puestas en contar con una sólida infraestructura creada para cuando llegara la televisión privada, engañosamente inminente. Para mí fue un privilegio pertenecer por unos meses a aquel equipo en el que tuve la fortuna de coincidir con cracks como José Antonio Plaza, Carlos Pumares, Pepe Cavero, José María García, Consuelo Sánchez Vicente, José Luis Garci, Gonzalo García Pelayo, Miguel Ángel García Juez, Antonio Herrero, Yale o Amilibia.
La tele privada tardó seis años en llegar pero finalmente llegó y Manuel Martín Ferrand fue el primer director general de Antena 3 Televisión. Tras su dimisión en 1992 y su fichaje por la Cope fui perdiéndole progresivamente la pista aunque hasta hace poco seguían interesándome sus columnas en ABC, en las que podía constatar nuestras escasísimas coincidencias a la hora de interpretar las cosas que nos están pasando.
No obstante, Martín Ferrand fue para mi, durante bastante tiempo, un referente y una autoridad. Yo se la reconoceré siempre, como quiero agradecerle en estas atropelladas líneas que contribuyera a despertar y consolidar mi amor por el periodismo como oficio. Mi convicción de que no hay nada más hermoso que buscar una historia que contar cada día.
J.T.
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