domingo, 25 de junio de 2023

Detengamos los tentáculos de la intolerancia


Hay una cosa en esto de cómo Vox va ganando terreno que no consigo entender: la pasividad del personal.

No es que parezca que viene el lobo, es que el lobo ya está aquí y continuamos actuando como si la cosa no fuera con nosotros, como si esta colección de enemigos de las libertades nos estuvieran gastando una broma. Pesada de narices, pero broma.

Y no, no es ninguna broma la manera como están extendiendo sus tentáculos por toda la geografía del país con su performances de odio y alcanfor, por mucho que tal distopía nos resulte difícil considerarla verosímil.

Como muchas de las cosas que los ultramontanos plantean suenan tan ridículas, parece como si no quisiéramos acabárnoslas de creer, como si se tratara de un mal sueño del que pronto vamos a despertar. Resulta difícil tomarse en serio algunos de los pilares en que la ultraderecha sustenta su doctrina, causantes de los primeros estragos que vamos teniendo noticia.

Menos creíble resulta aún que el Partido Popular entre en esa dinámica sin que se les caiga la cara de vergüenza: no a los gays, no a las lesbianas, no a los inmigrantes, eso de la violencia de género es una quimera, lo del cambio climático una ridiculez, la tierra es plana, vivan los toros, las romerías, arriba el patriotismo de pulsera, el himno, la bandera franquista, viva Ejpaña, cara al sol con la camisa nueva que tú bordaste rojo ayer… Nos fumigan con esta retahíla sin parar, se trata ya de fuego real y aquí estamos, acojonados y sin reaccionar.

En una semana han puesto patas arriba casi ciento cincuenta ayuntamientos, presiden los parlamentos de Baleares y Aragón, gobiernan en Castilla y León, y en la Comunidad Valenciana. Son necesarios en Murcia; la han liado parda en Extremadura.. No, ya no es que viene el lobo, es que el lobo esta aquí, ¿es que no lo vemos?

En Castellón y otros muchos ayuntamientos desaparecen las concejalías de Feminismo, LGTBI, Transición Ecológica o Memoria Democrática; en municipios como Alicante, Elche, Alba de Tormes, Torrijos o Gijón ya han hecho verdaderos estragos ¡En solo una semana transcurrida desde que tomaron posesión!

Comento estas cosas con observadores externos, con amigos extranjeros que no dan crédito a lo que está sucediendo aquí, tras una legislatura en la que el Gobierno de coalición se ha dejado el pellejo para que saliéramos a flote cuando, sorteando los mayores contratiempos ocurridos desde que recuperamos la democracia, estábamos amenazados de ruina pura y dura.

Me niego a asumir que el Partido Popular, por mucho que haya perdido el norte, por muchos radicales que pululen entre su militancia, esté favoreciendo el crecimiento de este monstruo antidemocrático llamado Vox porque, aunque en sus filas haya una jugosa retahíla de corruptos y ladrones impresentables, el PP hasta ahora había respetado el juego democrático.

Una parte de la población está votando fascismo y sesudos analistas llevan miles de páginas escritas intentado explicarse el fenómeno. Pero los ultras ni son mayoritarios, ni sus representantes (Abascal, Buixadé y compañía) pueden actuar como si lo fueran. En el Partido Popular hay gente de bien que no está por expulsar a los inmigrantes sin contemplaciones, ni por eliminar la expresión violencia de género, ni por demonizar la homosexualidad; en el PP conozco personas que no quieren caminar juntos con Vox en gobiernos municipales y autonómicos, ni pegarle hachazos a derechos sociales y laborales que tanto costó conquistar. Entre los populares hay gente de bien nada conforme con abrazar postulados que apestan a naftalina y nos retrotraen a décadas lejanas, tiempos de sumisión y miedo.

Tantos ayuntamientos y tantas autonomías con los ultraderechistas campando por sus respetos no son ya un laboratorio de pruebas, ni un ensayo, son una maldita realidad a la que solo se puede parar diciendo hasta aquí hemos llegado. Las izquierdas tienen que trabajar día y noche por esto, y si las encuestas sobre cómo van a quedar las cosas tras el 23J son verosímiles, si de verdad Feijoó fuera quien encabezase la lista del partido más votado, este hombre tiene la obligación de marcar claras distancias con el fascismo y dejarse cuanto antes de ambigüedades, de matemáticas, que si el 8 por ciento, que si el doce por ciento… Ya está bien. No es verdad que se necesite a los fascistas para gobernar, como no es verdad que la mejor manera de evitar que te asfixie una serpiente pitón es dejarla que se te enrosque.

Hemos ido demasiado lejos jugando con fuego y aún andamos silbando como si no pasara nada. Que suenen bien fuerte las alarmas, por favor, que todo el mundo demuestre que el ultraderechismo y sus ridículas propuestas, que sus métodos de encono y frentismo tienen que dejar de amenazar nuestras vidas y nuestro futuro. Merecemos una convivencia en paz porque nos lo hemos trabajando durante mucho tiempo ¡Fuera el odio de nuestras instituciones!

Las izquierdas no deberían, ni en broma, contemplar la posibilidad de perder las elecciones generales. Si continuamos cediendo terreno, acabaremos devorados por el monstruo.

J.T.

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